Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher – 5. Lo que quedó atrás o el agua pasada no mueve molino…
Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.
Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden…
Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 24 de abril de 1944 pero que contiene también lo que corresponde al día 26 del mismo mes. Y decía, ahora, esto:
“Si llegas a Bloemfontein, me pregunto si la pequeña casa bancaria de piedra en la que nací (Bank of South Africa) se mantiene en pie todavía. Y me pregunto si la tumba de mi padre está allí aún. No he hecho nunca nada sobre ella, pero creo que mi madre hizo poner una cruz de piedra o la envió. Si no lo está, se habrá perdido ahora probablemente, a no ser que se mantengan registros…”
No podemos negar que cuando Tolkien padre escribe esta carta a Tolkien hijo, en este caso a Christopher, han pasado bastantes años desde que vino al mundo en a leja Sudáfrica. Y es que siendo el año de las misivas 1944 y habiendo nacido nuestro escritor en 1892… en fin, fáciles son las cuentas para saber que tenía, entonces,. 52 años y, seguramente, todo aquello que daba lejos para él.
En realidad, que hubiera una separación, digamos, tan radical, tenía su razón de ser en que, verdaderamente, la relación de J.R.R. con Sudáfrica se había limitado a los cuatro años que allí vivió, a los tórridos veranos que tuvo que soportar y a la picadura de alguna araña que también tuvo que soportar y que, al parecer, tanta influencia tuvo en determinado personaje más que nigérrimo en El Señor de los Anillos… Y eso, se diga lo que se diga, no pueda dar para mucho más que para un recuerdo tan ligero como hace de aquellas tierras y de las circunstancias de su existir en ellas.
Ciertamente, todo la impresión de que no le importa mucho. Y es que hace uso del condicional “si” lo cual, se diga lo que se diga, no expresa más que poca seguridad en lo que vaya a pasar. Y es que, de tener verdadero interés en tener un mejor conocimiento de lo que le dice a su hijo le hubiera bastado con decir algo así como “por favor, podrías pasarte por Bloemfontein” y eso determinaría que sí, que quería conocer las circunstancias de todo aquello. Pero no, dice eso de “si llegas a Bloemfontein” con lo cual admite que bien, que aquello pasó pero que tampoco le va a quitar el sueño…
Por tanto, a Tolkien padre aquello que pasó hace tantos años (más de cinco décadas con todo lo que aconteció en su vida en las mismas y que no fue, precisamente, poco) era algo que estaba en su pasado y que, como suele decirse, es un agua que, por pasada, no puede mover molino alguno….
No mueve el molino de su vida el conocer si la casa en la que vino al mundo aún sigue en pie porque fue un lugar, en principio, como podría haberlo sido cualquier otro. Además, por el oficio de su padre y la razón de estar en Sudáfrica, aquello tenía tintes de ser algo provisional y algún día acabarían por ir a Inglaterra como, muy pronto, acabó pasando con lo que quedaba de su familia una vez muerto su padre.
No mueve molino, tampoco, incluso, la tumba de su padre. Y es que reconoce Tolkien padre que nunca se ha preocupado por ella pero sí recuerda (o al menos eso le parece) que su madre, Edith, quiso que la misma tuviese el símbolo cristiano de una cruz.
De todas formas, es cierto y verdad que todo aquello no debía quitarle el sueño al bueno de J.R.R. Tolkien que tenía otras muchas cosas en las que pensar y sobre las que trabajar como, por ejemplo, los capítulos que andaba escribiendo de su Señor de los Anillos (El) y que daba a leer a sus amigos de la forma habitual como hacían todos ellos con lo que escribían.
Casi todo aquello pasado (la casa donde nació, la tumba de su padre) lo da casi por perdido y, a lo sumo, el único recuerdo lo circunscribe a algo tan prosaico como puede ser un registro pues, a tal respecto, ¿puede haber algo más vulgar, carente de emoción o interés por su relación con lo material que algo esté apuntado, así, literalmente, en una hoja?
No, ciertamente, creemos que a Tolkien padre había otras muchas cosas que le importaban más que aquello…
De todas formas, no podemos negar que, al menos, quisiera saber qué paso con la casa donde nació o con la tumba de su padre pues, aunque poca importancia le dé, sabe muy bien que es parte de su vida y no va a despreciar aquello de una manera poco elegante como si no hubiera sucedido porque sucedió. Eso sí, quedó atrás, muy atrás y nada de aquellas aguas movía ya molino alguno de la Tierra Media donde, en todo caso, eran sus ríos los que cumplían tal misión.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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