J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher: 3 - Comprender el momento
Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.
Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden…
Pues bien, el 30 de abril de 1944, J.R.R. Tolkien escribe una carta a su hijo Christopher que se encuentra en plena Segunda Guerra Mundial. El caso es que es la número 20 desde que, el 18 de enero del mismo año empieza a numerarlas “de modo que si alguna se extravía lo sabrás… y podrás suplir las noticias de importancia.”
Es cierto y verdad que tal precaución valía mucho la pena tomarla pues en tiempos de guerra no es nada extraño que las comunicaciones puedan llegar a cortarse…
Pues bien, en un momento determinado, dice Tolkien padre:
“El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen que soportarlo. Y siempre lo hubo (a pesar de los poetas) y siempre lo habrá (a pesar de los propagandistas); por supuesto, no es que no fue, es y será necesario enfrentarlo en un mundo maligno. Pero tan corta es la memoria humana y tan efímeras sus generaciones, que en sólo unos 30 años habrá poca o ninguna gente con la experiencia directa de ella, que es la única que llega realmente al corazón. La mano quemada es la que más enseña del fuego.”
Ciertamente, casi parece este texto un cuento con moraleja pues es así lo que nos dice al final de estas palabras y que resume en que sólo quien sufre en su ser algo es capaz de comprender lo que pasa.
Podemos decir que no es nada extraño que quien ha vivido en sus propias carnes (por su vivencia particular) una guerra tenga una opinión tan clara sobre la misma. Y es que en la Primera Guerra Mundial (si bien podría decirse que no tuvo una duración muy extensa en el tiempo la intervención en la misma) J.R.R. Tolkien ya pisó las trincheras en Francia y eso le hizo ver las cosas con una perspectiva más que directa y personal.
Antes que nada debemos decir que nuestro autor no es que creyera que la guerra es del todo inútil si es al Mal a quien hay que enfrentarse. Sin embargo, se comprende muy bien lo que supone la misma a pesar de un bien tan necesario como es la lucha contra lo malo de verdad… Y es que eso es lo que pasa, no por casualidad, en su más emblemática obra, a saber El Señor de los Anillos donde, muy a pesar de los daños que se causa a lo mejor de la Tierra Media, no poco que se luche contra lo peor de lo peor en busca de lo mejor de lo mejor, si ustedes nos entienden…
Es claro, por tanto, que, a pesar de lo necesaria que pudiera parecer la guerra, la misma no causa más que desazón, desasosiego y, sobre todo, sí, desconcierto. Y es que las pérdidas de todo tipo que supone la misma es algo como para pensarlo, como para pensarlo dos veces porque en la misma no se pierde sólo lo material (que es más o menos fácilmente reemplazable) sino que se extravía algo que a veces no puede sustituirse por otra realidad: la moral o, en fin, lo que es espiritual.
El ser humano, en muchas ocasiones y hablando de las guerras, se deshumaniza tanto que, en cuanto a lo espiritual, se da una degradación tan grande que casi resulta imposible sanar tal degradación. Y es que se acaba creyendo que el enemigo no es digno, no tiene dignidad cuando, a saber, la tiene por el sólo hecho de ser hijo de Dios. Y por eso se producen las aberraciones que se producen en los conflictos armados modernos pues en los antiguos ya sabemos que la lucha dábase entre ejércitos adiestrados para eso y no se inmiscuía a toda la población posible… cuando ahora es, justamente, casi lo contrario lo que se hace. Y es el Mal en toda su maligna dimensión el que se manifiesta degradando todo lo que puede degradar… hasta el alma, cual si se tratase de Orcos (y otras especies malignas) en plena batalla…
Quizá, como nos dice el profesor de Oxford, todo lo malo que conlleva una guerra (incluso por muy justa que sea) es olvidado pronto por el ser humano. Y es que basta un tiempo de bonanza en aspecto contrario al enfrentamiento con un supuesto o cierto enemigo para que a todo el mundo se olvide lo que supone aquella y, casi sin dudarlo, por el medio que sea, se prepare otra…
Y, entonces, viene la moraleja: el daño que se nos ha causado nos pone sobre la pista del mismo… para que no se repita la cosa aunque sepamos muy bien que el Mal es tan y tan insistente…
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
1 comentario
Y son curiosos los caminos de Iluvatar. Que quizás con su mano y sus poderoso Valar velaron por la integridad de los Tolkien para que ambos terminaran sus magnas obras. La creación de uno y la catalogación y edición de otro.
Que cosas.
EFG
En efecto, yo también creo que muchos "superiores" tuvieron que velar para que la magna obra de los Tolkien pudiera salir adelante.
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