Ventana a la Tierra Media – Cartas a Christopher: 2- Saber dónde le gustaría estar a uno...
Como suele ser habitual en J.R.R. Tolkien, para alguien que quiere escribir sobre su obra, es la misma una fuente y corriente inagotable de temas. Y, en concreto, sus “Cartas”(Edición de Minotauro, debemos decir para hacer justicia) son un una que, como dice el Salmo 41 ("Como busca la cierva corrientes de agua…), es de agua vivificante para todo lector y admirador del maestro de Oxford y, en concreto, para su alma.
Como se trata, por tanto, de una posibilidad más que amplia, hemos pensado que sería buena cosa, elegir algunas de las dirigió a su hijo Christopher cuando se encontraba el mismo en plena Segunda Guerra Mundial de la que, gracias a Dios, volvió con vida como hizo su padre en la otra, la Primera, de la que no sólo salió parte de su obra sino mucho del sentido que le dio a la misma. Y la cosa durará, como podemos imaginar, hasta que dure, si ustedes nos entienden…
Continuamos, por cierto, con la carta que envía el 29 de noviembre de 1943 al hijo citado arriba. Y decía, ahora, esto:
“Nacimos en una era oscura fuera del momento debido (para nosotros) Pero hay este consuelo: de otro modo no sabríamos lo que amamos o no lo amaríamos tanto. Imagino que el pez fuera del agua es el único que tiene vocación acuática. También tenemos todavía pequeña espadas que somos capaces de utilizar: ‘No me inclinaré ante la Corona de Hierro, ni dejaré caer mi pequeño cetro de oro’. Arroja a los Orcos aladas palabras, hildenæ̃ddran (víboras de guerra), dardos mordientes, pero asegúrate del blanco antes de disparar.”
Es cierto y verdad que a algunas personas les parece que no han nacido en la época en la que les hubiera gustado nacer. Y es que su forma de ser y de pensar, a lo mejor, no cuadra mucho con el tiempo en el que les ha tocado vivir. Y eso pasa, lo dice él mismo, con J.R.R. Tolkien e, incluso, con su hijo Christopher.
El caso es que cuando nuestro autor utiliza el plural para decir esto estamos más que seguros que a su hijo, a quien le dirigía esta carta, no le disgustaba nada la idea que aquí expone. Y es que, bien podemos decir eso de “de tal palo, tal astilla”.
Muy bien contrapone Tolkien padre la época en la que han nacido ambos con “su” Tierra Media pues no poca verdad decir que el primero es un tiempo oscuro mientras que la segunda es, justamente, todo lo contrario. Y, a pesar de eso (y de saber que poco remedio pueden poner a tal realidad salvo lo que ahora dice) ellos saben que así se dan cuenta de que lo que aman (ya sabemos qué es) lo aman con todas las fuerzas de su corazón.
Decir eso no es poco sino, al contrario, mucho y más que mucho pues saben que pueden refugiarse de lo que pasa acudiendo a los caminos propios de la Tierra Media, a los personajes que, por ejemplo con el Hobbit ya los habían recorrido y con los que iban a venir aunque no fuera muy pronto…
Por otra parte, es muy buena la imagen del pez que, fuera del agua, es el que mejor sabe de lo que supone estar dentro de la misma: la vida misma y no otra cosa. Y eso es lo que pasa con este padre y este hijo que, conociendo bien el mundo en el que están, no dudan lo más mínimo en darse cuenta de que la Tierra Media es el medio vivencial donde mejor respiran y viven, por así decirlo.
Pues bien, incluso sabiendo el mundo en el que mueven, respiran y existen, es verdad que ellos saben que pueden hacer uso de ciertos remedios para que la cosa sea más llevadera. Y es que, haciendo uso de una parte de su poema “Mitopoeia” (nos referimos a Tolkien padre) donde Filomito responde a Misomito sobre si acaso hay quien, siendo escritor de cuentos, lo que hace es “dorar mentiras” (esto lo sugirió o propuso C.S. Lewis en una reunión a lo cual su amigo Tolkien le respondió con el poema citado arriba) dice eso de que “No me inclinaré ante la Corona de Hierro, ni dejaré caer mi pequeño cetro de oro” pues justo antes había escrito nuestro escritor esto:
“No caminaré con tus simios progresistas,
erecto y sapiente. Ante ellos boquiabiertos
el oscuro abismo al que tiende su progreso
si por la misericordia de Dios se acaba el progreso,
y no gira sin cesar el mismo
Curso infructuoso con cambio de nombre.
No trataré tu camino polvoriento y tu orden,
denotando esto y aquello por esto y aquello,
tu mundo inmutable en el que ninguna parte
el pequeño creador tiene con el arte del creador.
No me inclino todavía ante la Corona de Hierro,
ni arrojaré mi pequeño cetro de oro.”
Quizá quiera referirse Tolkien padre en la parte que reproduce en la carta a la que hoy nos referimos a que no se deja vencer por el Mal, ante todo su poder maligno y, en fin, ante lo que puede causarle, en efecto, daño. Es más, no se inclina ante él y, por tanto, le opone lo que es su libertad de conciencia y su querer hacer que es, creemos, a lo que se refiere con eso de su “pequeño cetro de oro” pues la conciencia es libre cuando se quiere que lo sea y, pues, las consecuencias de ello son, precisamente, no inclinarse ante la Corona de Hierro.
Pero ¡ojo!, está muy bien eso de determinar el Mal y sus consecuencias y, por tanto, enfrentarse al mismo pero no se puede hacer de cualquiera manera. Y es que si bien los Orcos de entonces, y los de ahora, pueden reconocerse por sus quehaceres diarios y lo que, de los mismos, se deriva, no cabe equivocarse de destinatario de los “dardos mordientes”. Y es que ya sabemos el mal perder que tienen los Orcos/malos y las consecuencias de sus tropelías. Pero eso sí, lo único que no pueden permitirse los buenos es que los malos se queden sin su dardo correspondiente y, a ser posible, donde más les duela pues ¿quién, en la Tierra Media, no responde a una afrenta del Mal como le corresponde responder?
Ahora bien, poco importa si la respuesta es a espada, a flecha o mediando hacha… eso, según la capacidad de cada cual (y esto sí es una alegoría)
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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