Tiempo de Adviento – Ahora también conviene limpiar el corazón
Para un creyente católico hay un tiempo, de los llamados “fuertes”, que es por excelencia el que está destinado a la limpieza del corazón y del alma. Y es que en Cuaresma, tiempo anterior a la Pascua y a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, nos disponemos especialmente para ser, en eso, más puntuales que nunca pues estamos seguros de que recibir a Cristo, en un tal sentido queremos decir, como lo hacemos en la Semana Santa, siempre es mejor limpios de toda impureza. Y, bien sabiendo que no siempre vamos a ser capaces de ser absolutamente pulcros, en fin… la intención es ésa.
Pues bien, también ahora, en este tiempo que también es “fuerte” como es el Adviento debemos limpiar el corazón. Y es que no es cosa extraña que así deba ser cuando ahora, precisamente ahora, es cuando esperamos que nazca Quien será el centro de nuestra limpieza espiritual luego, cuando se entregue y muera por nosotros. Y, en realidad, también conviene que ahora limpiemos el corazón.
Es cierto y verdad que los “tiempos” espirituales son bien distintos pues en uno, en Cuaresma, da la impresión de que todo termina (cuando, en realidad, lo que pasa es que empieza) y en otro, así dicho, lo que pasa es que todo va a empezar con el nacimiento del Hijo de Dios. Sin embargo, hay algo que no debe cambiar: debemos recibir a Cristo limpios de corazón lo mismo que ha de estar el mismo limpio cuando sabemos que va a morir por cada uno de sus hermanos los hombres. Y sí, la verdad es que no es lo mismo una cosa como la otra pero lo que sí es lo mismo, o debería ser, es nuestra disposición espiritual.
Entonces… estamos convencidos de tener que limpiar el corazón. Y aún tenemos tiempo pues el acontecimiento de la primera epifanía del Hijo de Dios no será hasta dentro de más de dos semanas. Por tanto, no pretextemos que si esto o si lo otro… sino que apliquémonos a lo que nos corresponde hacer.
Es cierto que cada cual sabe lo que ha de limpiar. Sin embargo, algunas limpiezas han de ser, por ejemplo:
- De aquellas ansias de haber antes que las de ser,
- de aquella voluntad llevada por la ira y no por la comprensión,
- de no cumplir con los Mandamientos de Dios como debemos,
- de no acercarnos a Dios con la oración,
- de no ser capaces, casi siempre por cobardía, de transmitir la Buena Noticia,
- de mirar al mundo no con ojos divinos sino excesivamente humanos,
- de ser, demasiadas veces, políticamente correctos,
- de aplicarnos, otras tantas veces, el respeto humano a lo que hacemos,
- de mirar para otro lado cuando debemos escuchar los gemidos inefables del Espíritu Santo,
- de no solicitar más veces el auxilio de nuestro Ángel Custodio,
- de no querer limpiar, cuando corresponde, el alma,
- de tener la memoria floja cuando se trata de lo que debemos ser en cuanto hijos de Dios,
- de no querer llevar siempre nuestra cruz,
- de no saber siempre dar las gracias ante los dones de Dios,
- de, de, de…
En fin… como vemos, no es nada difícil que cada cual haga lo que deba de hacer en cuanto a qué es lo que ha de limpiar y cómo ha de ser tal limpieza. Y aquí, es cierto, entra en juego la lucha interior que debemos llevar, sí, contra nosotros mismo y nuestras tendencias, a veces, demasiados humanos y poco divinas…
En efecto, este tiempo en el estamos, que es tiempo de mucha y más esperanza dado lo que sabemos va a pasar, no podemos hacer otra cosa que no sea darnos cuenta, primero, de nuestros errores y, luego, tratar de mitigarlos si ya hemos caído en ellos. Y si esto no es cierto, que tire la primera piedra quien esté libre de pecado…
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Cristo, que está aquí, vuelve a venir…
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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