Ventana a la Tierra Media – 21.09.16: Tolkien en la trinchera
Perdónesenos que hagamos uso de la fecha del día de hoy (16.09.21) para darle la vuelta pero es que, no por casualidad, en aquel tiempo nuestro autor se encontraba en pleno conflicto, poco más de un mes antes de enfermar de la denominada “fiebre de las trincheras” (el 27 de octubre) pues fue enviado a la guerra aquel año, 1916. De todas formas, como es fácil suponer aquí nada vamos a escribir acerca de los entresijos de la participación de Tolkien padre en aquel primer conflicto del siglo XX. Y es que, como podemos imaginar, hay quien lo ha hecho ya más que bien (léase John Garth en su libro “Tolkien y la Gran Guerra – El origen de la Tierra Media) y no hay nada mejor que saber hasta dónde puede llegar uno.
Vayamos, como procuramos hacer siempre, a lo general de la cosa aunque se pueda decir que no es más que rascar la superficie por mucho que, a veces, la superficie sea lugar más que suficiente para saber el qué, el cómo y las consecuencias de todo lo sucedido.
Podemos decir, y creemos que no nos equivocamos, que si John Ronald Reuel Tolkien llevaba “rumiando” en su cabeza mucho de lo que luego sería su Tierra Media, a nosotros nos da la impresión de que aquella Guerra, la primera grande del pasado siglo, el XX, fue el detonante de lo que estaba por venir. Es decir, que no se trató, tan sólo, de sobrevivir sino que fue el lugar, entiéndase esto, idóneo para que todo naciera de verdad y partiera hacia sus particulares Tierras Imperecederas. Y es que debió causar una impresión en Tolkien, de quien se dice y se lee que era muy sensible, que nunca se borraría ni de su memoria ni de su corazón.
Allí estaba, pues, un joven inglés oficial de comunicaciones (¡qué mejor sitio para él!) presto a cumplir con la parte que, de deber, tiene defender a su patria y, por ende, a la humanidad entera, del Mal pues no otra cosa era la Alemania de entonces.
Estaba, como decimos, allí este hombre en el primer conflicto general donde la forma tradicional de hacer la guerra (digamos que a pie y a caballo) dejó de ser eficaz y el maquinismo entró en juego: tanques o demás máquinas mortíferas, aviones, el gas como expresión de la ciencia que mata, etc.
Es cierto y verdad que el joven universitario-militar, que tan buenos recuerdos tenía de aquellos años que pasó con su madre y su hermano en Saherole, podía soportar más que mal todo lo que había visto en los campos de batalla y veía en aquel momento en el que contrajo la “fiebre de las trincheras”. Todo debía causarle una impresión mucho más profunda que la que causaba a cualquier otro militar, digamos, “común”, a muchos (o casi todos) sus compañeros que veían a las máquinas como un enemigo pero no como podía verlas Tolkien que las veía, además, con un claro desafío al sentido que tenía de la vida. Había, por tanto, una profundidad mayor en su caso… si ustedes nos entienden.
Que esto es así puede verse en su obra escrita y, en ella, en lo tocante a los conflictos guerreros que tienen que enfrentar sus personajes, los mejores y benéficos de ellos que tienen que vérselas con artefactos sacados de la imaginación y el corazón de alguien más que sanguinario…
Podemos decir que todo lo terrible que pudo escribir el autor de “El Hobbit” debió tener su origen en lo que pudo contemplar Tolkien padre en aquellas trincheras donde transcurrió su vida en aquellos meses desde que llegara a Francia hasta que fuera evacuado hasta su amada Inglaterra por haber sido infectado por la enfermedad que lleva su+ nombre. Y aunque es seguro que muchos más soldados la contrajeron no por eso vamos a dejar de destacar que nuestro autor, que fue uno de ellos, se libró seguramente de la muerte al infectarse…
De todas formas, no todo fue malo pues allí mismo conoció a un tipo de soldado que influiría mucho en el ser de sus personajes. Y es que dice él mismo que en muchos soldados rasos y en muchos suboficiales (ciertamente, no gustaba mucho de los oficiales…) veía una serie de virtudes propias de las personas que saben las razones de encontrarse en aquellas circunstancias y en aquellos supo ver Tolkien lo que sería el ser mismo de sus Hobbits al apreciar humildad, auxilio a quien lo necesita y, en fin, lo mejor que podía dar de sí un ser humano. Y por eso debía considerarlos los verdaderos héroes entonces, estando allí con ellos pero estamos más que seguros que eso fue lo que creyó de aquellos soldados cuando finalizó la guerra y, claro, a lo largo de toda su vida por haber causado una huella indeleble en su corazón.
Es verdad, podemos decir, que Tolkien padre supo permanecer en su puesto el tiempo que allí tuvo que estar pero podemos decir que el resultado de todas sus vivencias daría un fruto que hoy día, y mucho más tiempo durará la cosa, es aprovechado por sus agradecidos lectores.
Por cierto, a los Tolkien también les tocó participar en otra gran guerra, la Segunda Guerra Mundial, pero eso, si ustedes nos entienden, es harina de otro costal…
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tierra Media: otra Tierra, esta Tierra.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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