InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2016

10.06.16

Libro: “El Credo. La vida de Cristo en sus discípulos”

 

El Credo. La vida de Cristo en sus discípulos                              El Credo. La vida de Cristo en sus discípulos

Título: El Credo. La vida de Cristo en sus discípulos

Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

Editorial: Lulu

Páginas: 76

Precio aprox.: 4 € en papel – 0’90€ formato electrónico.

ISBN: 580017067119 papel; 978-1-326-69328-2 electrónico

Año edición: 2016

Los puedes adquirir en Lulu

                            

“El Credo. La vida de Cristo en sus discípulos”- de  Eleuterio Fernández Guzmán

 

Ser hermanos porque somos hijos e hijos a fuer de ser hermanos. Así nos debemos sentir aquellos que nos llamamos descendencia del Creador y, por tanto, ostentamos una filiación que denominamos divina.

Lo que aquí se trae no es nada extraño ni debería causarnos mayor problema que el que se pudiera derivar (de ser así) de no comprender que el Credo no es una oración más sino que constituye, como además así se entiende, el depósito de nuestra fe. Fe, por tanto, que es la nuestra y, por eso mismo, dispuestos hemos de estar a llevarla de nuestro corazón-creencia a nuestra vida-eficiencia. No habrá unidad de vida si así no lo hacemos y así nos lo demanda Dios que, desde que nos creó espera de nosotros que respondamos al “Creo” con un “afirmo lo que creo”.

Leer más... »

9.06.16

El rincón del hermano Rafael – “Saber esperar”- Dedicado a Dios.

“Rafael Arnáiz Barón nació el 9 de abril de 1911 en Burgos (España), donde también fue bautizado y recibió la confirmación. Allí mismo inició los estudios en el colegio de los PP. Jesuitas, recibiendo por primera vez la Eucaristía en 1919.”

Esta parte de una biografía que sobre nuestro santo la podemos encontrar en multitud de sitios de la red de redes o en los libros que sobre él se han escrito.

Hasta hace bien poco hemos dedicado este espacio a escribir sobre lo que el hermano Rafael había dejado dicho en su diario “Dios y mi alma”. Sin embargo, como es normal, terminó en su momento nuestro santo de dar forma a su pensamiento espiritual.

Sin embargo, San Rafael Arnáiz Barón había escrito mucho antes de dejar sus impresiones personales en aquel diario. Y algo de aquello es lo que vamos a traer aquí a partir de ahora.

             

Bajo el título “Saber esperar” se han recogido muchos pensamientos, divididos por temas, que manifestó el hermano Rafael. Y a los mismos vamos a tratar de referirnos en lo sucesivo.

 

“Saber Esperar”.- Dedicado a Dios.

 

“1.  Bendita sea la siempre adorable y tranquila Santísima Trinidad.

Cojo hoy, en nombre Dios la luma para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza  a Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón”.

 

Seguramente no se puede empezar mejor un libro que con una dedicatoria a Quien es el autor de tu todo. Y eso es lo que hace el hermano Rafael en este primer punto de su “Saber esperar”.

A lo largo de los escritos del hermano Rafael hay algo que sobresale sobre todas las cosas: el amor a Dios, precisamente, sobre todas las cosas. 

Leer más... »

8.06.16

“Una fe práctica”- "¿Sirve para algo orar?" – Un necesario Epílogo

  

Una vez concluido con el texto del libro “Lo que pasa cuando te confiesas” pasamos a otro, ahora de título “¿Sirve para algo orar?

 “En esto está la confianza que tenemos en él: en que si le pedimos algo  según su voluntad, nos escucha. Y si sabemos que nos escucha en lo que le pedimos, sabemos que tenemos conseguido lo que hayamos pedido.”

1 Jn 5, 14-15

Cuando nos reconocemos hijos de Dios, y nos damos cuenta de que eso ha de suponer algo en nuestra vida, acude a nuestro corazón algo sin lo cual no podemos vivir bien nuestra fe: la oración.

Orar es, se suele decir, no siempre fácil porque abunda en nuestra vida mucho que nos distrae de tan sana práctica espiritual. Es decir, repetir oraciones que hemos aprendido cuando, de niños, se nos enseñaron o, ya de mayores si se trata de una conversión posterior, no encierra problema alguno. Otra cosa es lo que eso pueda significar para nosotros. Pero, en verdad, si bien es fácil decir muchas veces oraciones como el Padre nuestro, el Ave María o el Gloria (la básica trilogía espiritual del Creyente católico) no es tanto profundizar en la oración, ir más allá, llegar más lejos con y en ella.

Sin embargo, sabemos más que bien que la oración es muy necesaria. Es más, una vida sin oración viene a ser como un querer y no poder o, mejor, un saber y no querer ejercer de lo que somos. 

Hay grandes maestros que han escrito sobre la oración. En ellos podemos inspirarnos para llevar una vida de fe profunda y adecuada a nuestro corazón que ama a Dios, Quien lo creó y mantiene.

Por ejemplo, San Francisco de Sales, en su importante obra de título “Introducción a la vida devota” nos dice, en la Segunda parte de la Introducción (Capítulo I) esto que sigue:

“La oración al llevar nuestro entendimiento hacia las claridades de la luz divina y al inflamar nuestra voluntad en el fuego del amor celestial, purifica nuestro entendimiento de sus ignorancias, y nuestra voluntad de sus depravados afectos; es el agua de bendición que, con su riego, hace reverdecer y florecer las plantas de nuestros buenos deseos, lava nuestras almas de sus imperfecciones y apaga en nuestros corazones la sed de las pasiones.”

También podemos traer aquí lo dicho, a tal respecto, por Santa Teresa de Jesús. Es bien cierto que los escritos de la Doctora de la Iglesia (El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI le reconoció este título), nacida en Ávila hacen especial hincapié en el espíritu de oración, en cómo practicarlo y, sobre todo, en los frutos que produce una buena práctica orante. Es más, teniendo en cuenta el tiempo que le tocó vivir y la labor que desempeñó en lo tocante a la fundación de conventos, tal espíritu de oración (que reflejan sus obras escritas) muestra el propio vigor de la santa y, más que nada, su capacidad de recogimiento. 

Pues bien, en las “Moradas del castillo interior” (Moradas Primeras, capítulo 1, 7) dice esto:                                                                                

“Porque, a cuanto yo puedo entender, la puerta para entrar en este castillo es la oración y consideración, no digo más mental que vocal, que como sea oración ha de ser con consideración; porque la que no advierte con quién habla y lo que pide y quién es quien pide y a quién, no la llamo yo oración, aunque mucho menee los labios; porque aunque algunas veces sí será, aunque no lleve este cuidado, mas es habiéndole llevado otras.”

La oración, para un creyente católico, ha de ser un instrumento espiritual sobre el que construir su vida. Sin oración, en verdad, no hay vida cristiana porque la misma supone ponernos en comunicación directa con nuestro Creador como muy bien nos dice los tres autores traídos aquí.

Pero también podemos acogernos a las Sagradas Escrituras donde la oración es puesta, muchas veces, en práctica por aquellos que, inspirados por Dios, han sabido dejar escrito lo que tanto bien nos hace.

Así, con el Salmo 138 también pedimos algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón, 
ponme a prueba y conoce mis sentimientos, 
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que nos lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios. Y con la oración lo recorremos en la seguridad de no ser nunca abandonados por nuestro Creador.

En realidad, la oración, orar, para nosotros los hijos de Dios, debe ser como el alimento que hace crecer nuestro corazón y nuestro espíritu. Es decir, que a menor oración, menor será el crecimiento de los mismos y, por tanto, la falta de desarrollo de la relación que debemos mantener con nuestro Creador. Y al contrario: a más oración, más profunda y cercana será la que mantengamos con el Todopoderoso.

Arriba hemos dicho que desde que somos niños llegan a nuestro corazón unas palabras que, nos dicen, nos ponen en contacto con Dios. Eso, así dicho y al principio, no solemos comprenderlo. Sin embargo, nos sirve para ir creyendo que nuestra fe tiene su base en una práctica que debemos tener como gozosa y no como actuación aburrida o, en exceso, repetitiva.

Luego, cuando crecemos físicamente también debemos hacerlo espiritualmente. Eso supone que aquellas oraciones aprendidas en la infancia han de haber sido practicadas muchas veces. Pero eso no es suficiente. Y es que ha de aparecer en nuestra vida una oración, digamos, extensiva. Es decir, no debemos olvidar que el contenido de la oración puede ser, es, muy diverso: la oración de alabanza o adoración, la que es de petición (o de súplica) y  de intercesión (si pedimos para otros), la de acción de gracias y la oración de alabanza.

Así, por ejemplo, alabamos a Dios cuando le manifestamos que agradecemos su especial miramiento por su descendencia y que tenemos por muy de tener en cuenta lo que ha hecho por cada uno de nosotros. Así adoramos, así alabamos a Quien todo lo ha hecho y mantiene.

Y pedimos, suplicamos. Es, seguramente, la forma con la que más nos dirigimos a Dios. Y es que tenemos mucho por lo que hablar con el Creador en este sentido. A este respecto podemos pedir, digamos, cosas materiales (a cualquiera se le ocurren algunas) o cosas espirituales (vencer un defecto, acercarnos más al Padre, a rezar mejor…)

Siempre es importante no olvidarse nunca del prójimo. Es decir, debemos tener por bueno y verdad que Dios ha de recibir con alegría que un ser humano no pida para sí mismo siempre sino que tenga en cuenta a quien pueda necesitar ayuda. Y es que así se muestra una escasez de egoísmo que, en orden a acumular para la vida eterna, nos viene la mar de bien.

Leer más... »

7.06.16

Un amigo de Lolo – Un santo decálogo - IV

Presentación

Lolo

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

 Libro de oración

 

En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.

 

Un santo decálogo - IV

 

Digamos, antes de empezar, que Manuel Lozano Garrido, en Mesa redonda con Dios, pp. 167-168, escribe un decálogo que vale la pena tener en cuenta. 

Dios mediante, vamos a dedicar tantas semanas como puntos tiene tal decálogo a contemplar su significado. 

“Todo por Ti y para Ti, nuestro Buen Segador. Y para que veas que te lo digo de corazón, aquí te dejo, Señor, la bandera y el programa de un humilde decálogo. Ojéalo y, si vale, échale tu bendición:

 

IV. Restriega y lava tus ojos en la fe, para ver siempre al Cristo que vive en el bueno, el mediano y el pecador. (Sí, ¿o es que no lo notas en su Pasión, azotado y sangrante por las injurias?)”

En una ocasión el Hijo de Dios tuvo que decir cosas muy duras de escuchar. Se refería, dando ejemplos de los órganos del cuerpo humano, a lo que se podía hacer con ellos si nos hacían caer en pecado. Y es que decía, por ejemplo, que si ojo era causa de pecado… ¡debíamos sacárnoslo! 

Leer más... »

5.06.16

La Palabra del Domingo - 5 de junio de 2016

 

 

 Lc 7, 11-17              

 

11 Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus discípulos y una gran muchedumbre. 12    Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. 13 Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: ‘No llores.’ 14 Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y él dijo: ‘Joven, a ti te digo: Levántate.’ 15 El muerto se incorporó y se puso a hablar, y él = se lo dio a su madre. =  16 El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: ‘Un gran profeta se ha levantado entre nosotros’, y ‘Dios ha visitado a su pueblo’.  17   Y lo que se decía de él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.”

                             

COMENTARIO                  

El poder de  Dios

 

Era algo que Jesús no podía remediar. No le importaba si eso sucedía en sábado, en domingo o en cualquier otro día de la semana. Y es que si se encontraba con alguien que sufriera tenía que remediar aquella situación. 

Eso, como sabemos, le causó muchos problemas porque, como es de imaginar, la enfermedad no tiene en cuenta si es sábado para el enfermo y no deja de causar malestar también en tal día. Y Jesús, como en tantas ocasiones le sucedió, se vio en la obligación de ser misericordioso también en sábado. Y es que el Hijo de Dios no tenía respetos humanos ni quería ser, para nada, políticamente correcto (que se lo digan, por ejemplo, a los que echó del Templo con cajas destempladas). 

Leer más... »