InfoCatólica / Eleuterio Fernández Guzmán / Archivos para: 2014

18.04.14

¿Cuánto tenemos que ver con la muerte de Cristo?

Cristo murió por nuestros pecados

“Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras”

(1Cor 15, 3)

Y así fue; así es.

Es bien cierto, podría pensarse así porque así parecen las cosas que entonces sucedieron, que Jesús fue apresado (mediando traición por parte de Judas), juzgado (eso sí, de manera ilegal), azotado (de forma y manera excesiva e innecesaria), escupido (con abuso de autoridad), obligado a cargar con el madero de la cruz y, al fin, clavado en tal madero donde exhaló el espíritu donde murió.

Ciertamente, eso fue así, eso pasó (a grandes rasgos) de tal manera.

Pero las cosas, en materias de espíritu, alma y todo ello relacionado con Dios, no son siempre como parece sino que, cosa propia del Creador, tienen un calado más profundo que la mayoría de las veces nosotros, simples seres humanos demasiado mundanos, no alcanzamos a comprender y, mucho menos, a conocer.

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17.04.14

Jueves Santo: humanidad toda, todos hijos de Dios

Amor fraterno

Al Jueves Santo se le conoce por hechos varios que tienen mucho que ver con lo que sucedió un día como tal de la semana llamada Santa o de Pasión de Nuestro Señor.

Por ejemplo, como el día del “servicio y la entrega”, o el día de ser “el último”. Y es que Jesús quiso mostrar a los presentes en aquella sala preparada para celebrar la Pascua (a lo mejor propiedad del padre del que luego sería apóstol suyo conocido como San Marcos), al lavar los pies a los apóstoles, que era la mejor forma de mostrar que eran discípulos suyos. Y eso entendido no el hecho mismo de lavar los pies (que también) sino en lo que suponía hacer lo que sólo hacían los esclavos. Jesús, así, también se declaró esclavo de Dios como lo había hecho su Madre María ante los requerimientos del Ángel Gabriel.

También se conoce aquel jueves como el momento exacto en el que Jesús instituyó el sacerdocio y, claro está, partió el pan y repartió el vino haciendo, de tales especies, su cuerpo y su sangre. Y, en resumidas cuentas, que fue el lugar y el tiempo exacto en el que instituyó la Santa Misa, llamada también Eucaristía (por ser acción de gracias)

Pues bien, también se conoce el Jueves Santo (ya a punto de comenzar los verdaderos momentos de Pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo) como día del Amor Fraterno.

El apóstol Juan, en su Primera Epístola recoge algo que es crucial para entender lo que significa el Amor Fraterno (escrito, así, con mayúsculas) y lo que no podemos entender acerca del amor que tenemos a Dios y al prójimo. Dice, pues, el discípulo amado, lo siguiente (4, 20-21):

“Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano”.

Hay, pues, que tener muy en cuenta lo que escribe el apóstol que recogió a la Virgen María en su casa por voluntad expresa de Cristo en la Cruz. Y hay que tenerlo en cuenta porque nos dice mucho acerca de lo que es nuestra fe católica.

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16.04.14

Ad pedem litterae – Vicente Alejandro Guillamón

Al pie de la letra es, digamos, una forma, de seguir lo que alguien dice sin desviarse ni siquiera un ápice.

En “Ad pedem litterae - Hermanos en la red” son reproducidos aquellos artículos de católicos que hacen su labor en la red de redes y que suponen, por eso mismo, un encarar la creencia en un sentido claro y bien definido.

Presentación del artículo de Alejandro Guillamón .

En el asunto-tema-aprovechamiento de río revuelto que es el de la catedral de Córdoba (antigua Mezquita y, más antiguamente aún, templo cristiano) hay muchas personas que deberían callar para no demostrar de qué pie cojean. Una de ellas es la que lleva a su artículo don Vicente Alejandro Guillamón y que no es otra que Federico Mayor Zaragoza.

Dice el autor del artículo muchas cosas atinadas de este hombre perejil de todas (o al menos muchas) salsas que en el mundo han sido desde hace muchos años. Y todo lo que dice no lo pone demasiado bien que digamos.

En realidad, cada cual se busca las críticas que se busca según lo que haya sembrado a lo largo de su vida. Y si una persona tan de izquierdas como es, sin duda alguna, Federico Mayor Zaragoza, se gana a pulso que se le diga lo que, en realidad, ha sido a lo largo de su vida y, ahora mismo, es, no puede quejarse nadie de que quien quiere diga lo que ha sido y es. Otra cosa es que no le venga bien ni al criticado ni a sus admiradores, que se le critique. Pero, la verdad, cada cual tiene, casi siempre, lo que se merece.

Y si ahora entra, además, el susodicho Mayor Zaragoza en el asunto de la catedral de Córdoba para apoyar pretensiones musulmanas… todo lo que se diga de él y sobre él será poco pues ya tuvimos, muchos siglos atrás, otros que se entregaron, a manos llenas, la España visigoda en manos de los creyentes musulmanes. No vaya a creerse nadie que podemos consentirlo otra vez.

Y, ahora, el artículo del Vicente Alejandro Guillamón.

Otro que mete cizaña en la catedral de Córdoba

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15.04.14

Un amigo de Lolo - Nuestros pecados hacen llorar a Dios

Presentación
Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Nuestros pecados hacen llorar a Dios

“¿Dónde están, Señor, sus lágrimas, que no te las veo en público, aunque tu dolor sea como para arrancarle rayos, y terremotos, a la Naturaleza?”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (969)

Es posible que haya muchos hijos de Dios que crean o tengan por buena la teoría según la cual pecar, cuando pecan, poco tiene que ver aquello que hacen o dejan de hacer y el Creador. Creen, por eso, que se trata de cosas suyas y que tampoco va a verse afectado quien es Todopoderoso porque pequen más o menos.

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14.04.14

Serie oraciones – invocaciones - Devoción a las cinco llagas de Jesús

Orar

No sé cómo me llamo…
Tú lo sabes, Señor.
Tú conoces el nombre
que hay en tu corazón
y es solamente mío;
el nombre que tu amor
me dará para siempre
si respondo a tu voz.
Pronuncia esa palabra
De júbilo o dolor…
¡Llámame por el nombre
que me diste, Señor!

Este poema de Ernestina de Champurcin habla de aquella llamada que hace quien así lo entiende importante para su vida. Se dirige a Dios para que, si es su voluntad, la voz del corazón del Padre se dirija a su corazón. Y lo espera con ansia porque conoce que es el Creador quien llama y, como mucho, quien responde es su criatura.

No obstante, con el Salmo 138 también pide algo que es, en sí mismo, una prueba de amor y de entrega:

“Señor, sondéame y conoce mi corazón,
ponme a prueba y conoce mis sentimientos,
mira si mi camino se desvía,
guíame por el camino eterno”

Porque el camino que le lleva al definitivo Reino de Dios es, sin duda alguna, el que garantiza eternidad y el que, por eso mismo, es anhelado y soñado por todo hijo de Dios.

Sin embargo, además de ser las personas que quieren seguir una vocación cierta y segura, la de Dios, la del Hijo y la del Espíritu Santo y quieren manifestar tal voluntad perteneciendo al elegido pueblo de Dios que así lo manifiesta, también, el resto de creyentes en Dios estamos en disposición de hacer algo que puede resultar decisivo para que el Padre envíe viñadores: orar.

Orar es, por eso mismo, quizá decir esto:

-Estoy, Señor, aquí, porque no te olvido.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero tenerte presente.

-Estoy, Señor, aquí, porque quiero vivir el Evangelio en su plenitud.

-Estoy, Señor, aquí, porque necesito tu impulso para compartir.

-Estoy, Señor, aquí, porque no puedo dejar de tener un corazón generoso.

-Estoy, Señor, aquí, porque no quiero olvidar Quién es mi Creador.

-Estoy, Señor, aquí, porque tu tienda espera para hospedarme en ella.

Pero orar es querer manifestar a Dios que creemos en nuestra filiación divina y que la tenemos como muy importante para nosotros.

Dice, a tal respecto, san Josemaría (Forja, 439) que “La oración es el arma más poderosa del cristiano. La oración nos hace eficaces. La oración nos hace felices. La oración nos da toda la fuerza necesaria, para cumplir los mandatos de Dios. —¡Sí!, toda tu vida puede y debe ser oración”.

Por tanto, el santo de lo ordinario nos dice que es muy conveniente para nosotros, hijos de Dios que sabemos que lo somos, orar: nos hace eficaces en el mundo en el que nos movemos y existimos pero, sobre todo, nos hace felices. Y nos hace felices porque nos hace conscientes de quiénes somos y qué somos de cara al Padre. Es más, por eso nos dice san Josemaría que nuestra vida, nuestra existencia, nuestro devenir no sólo “puede” sino que “debe” ser oración.

Por otra parte, decía santa Teresita del Niño Jesús (ms autob. C 25r) que, para ella la oración “es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”.

Pero, como ejemplos de cómo ha de ser la oración, con qué perseverancia debemos llevarla a cabo, el evangelista san Lucas nos transmite tres parábolas que bien podemos considerarlas relacionadas directamente con la oración. Son a saber:

La del “amigo importuno” (cf Lc 11, 5-13) y la de la “mujer importuna” (cf. Lc 18, 1-8), donde se nos invita a una oración insistente en la confianza de a Quién se pide.

La del “fariseo y el publicano” (cf Lc 18, 9-14), que nos muestra que en la oración debemos ser humildes porque, en realidad, lo somos, recordando aquello sobre la compasión que pide el publicano a Dios cuando, encontrándose al final del templo se sabe pecador frente al fariseo que, en los primeros lugares del mismo, se alaba a sí mismo frente a Dios y no recuerda, eso parece, que es pecador.

Así, orar es, para nosotros, una manera de sentirnos cercanos a Dios porque, si bien es cierto que no siempre nos dirigimos a Dios sino a su propio Hijo, a su Madre o a los muchos santos y beatos que en el Cielo son y están, no es menos cierto que orando somos, sin duda alguna, mejores hijos pues manifestamos, de tal forma, una confianza sin límite en la bondad y misericordia del Todopoderoso.

Esta serie se dedica, por lo tanto, al orar o, mejor, a algunas de las oraciones de las que nos podemos valer en nuestra especial situación personal y pecadora.

Serie Oraciones – Invocaciones: Devoción a las cinco llagas de Jesús

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