Un amigo de Lolo - “Lolo, libro a libro”- De la mano de Dios
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista que vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Continuamos con el traer aquí textos del Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo. Lo hacemos ahora con “Mesa redonda con Dios”.
De la mano de Dios
“Todo te lo vengo a decir en eso: que nos defiendas y nos cuides como Padre; que nos lleves por el atajo de los sudores y la paciencia allí donde Tú ríes y no hacen falta ‘taleguillas’ ni ‘endobles’” (Mesa redonda con Dios, p. 59)
No podemos negar que el Beato Manuel Lozano Garrido confía en Dios y tiene fe perfecta y completa en Aquel que le ha creado y mantiene. Y es de otra forma, es difícil entender que diga lo dice y que se note que se lo cree, que no finge o hace como que sí pero sea no. No. Lolo dice con corazón abierto y, debemos decirlo, a nosotros nos viene la mar de bien que así sea.
Como no puede ser de otra forma, todo aquel que sabe que su padre lo ama, le pide y ansía su atención como hijo que se sabe reforzado y apoyado por él. Y eso es lo que hace el Beato de Linares (Jaén, España) cuando tiene necesidad de dirigirse a Dios como aquí lo hace.
De todas formas, no podemos decir que le esté pidiendo grandes cosas, así, digamos, de orden material. No. A Manuel le interesan otras cosas que tienen más de sobrenatural que de natural o, mejor, que tienen más que ver con las que son del alma porque, al fin y al cabo, del corazón salen las obras y si el mismo está regado con el Amor de Quien lo ha hecho… bueno, que mejor que mejor.
Podemos ver que nuestro hermano en la fe no le pide algo así como un descanso perpetuo o, ni siquiera, temporal. No hace como aquellos a los que San Pablo tuvo que reprender porque, creyendo que Cristo iba a volver pronto, vivían sin dar un palo al agua o, vamos, sin trabajar. Y es que aquellos eran unos verdaderos pillos y, claro, en la viña del Señor tenían poca cabida. No. Lo que hace Lolo, lo que pide, es otra cosa que es, justamente, la contraria.
El linarense universal le pide a Dios que lo lleve por el atajo de los sudores porque creemos que se refiere a que trabajando como se debe trabajar, se ataja para ir al Cielo. Y que tenga, que tengamos la paciencia suficiente como para soportar con gozo tales sudores y todo lo que diariamente debamos soportar. Y es que quiere Lolo que lo lleve Dios allí donde está su Padre del Cielo que es, nada más y nada menos, que al mismo Cielo, donde ríe Dios y ríen las almas que allí llegan porque en el definitivo Reino del Todopoderoso ni hay dolor, ni sufrimientos, ni lágrimas de tristeza sino, en todo caso, de gozo y alegría.
Sin embargo, antes de esto le pide a Dios dos cosas que no son poca cosa si pensamos a Quién se dirige y el poder que tiene. Y es que le pide que nos defienda y cuide. Pero no que lo haga como podría hacer, digamos, un encargado de nosotros que podría descuidarse y no evitarnos algún mal. No. Lolo quiere que Dios nos defienda y nos cuide como Padre, así con mayúscula, porque lo es del ser humano creado a su imagen y semejanza.
Alguien podría decir algo así como que de qué nos ha de defender Dios. Y es fácil decir que, por ejemplo, de las asechanzas del Maligno que nos quiere para sí y no para el Creador. Por ejemplo, de esto queremos ser defendidos por Quien todo lo puede.
Y cuidar. También queremos que nos cuide y no permita que caigamos en malas manos o seamos capaces de alejarnos de Él.
Es decir: Lolo le pide a Dios su Amor y que, ya de paso, nos eche una mano para que vayamos cabe sí, en el Cielo, ya para siempre, siempre, siempre.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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