J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Esa esperanza llamada Tierras Imperecederas (y 2)
Cuando van apareciendo, a lo largo del tiempo, las razas de seres que iban a habitar la Tierra Media estamos seguros de que cada una de ellas llevaba inscrito en su corazón un destino que sería ansiado a lo largo de las generaciones que fueron pasando desde que cada individuo que conformó las dichas razas vio la luz hasta que finalizó la Guerra del Anillo.
El caso es que, como decimos arriba, había un ansia escondida pero no olvidada. Es verdad que cuanto más alejado en el tiempo está el momento de aparición de Elfos, Enanos, Hombres o Hobbits de aquellas primeras generaciones es posible se pudiera difuminar la intención de cada uno de los miembros de tales razas.
Con esto queremos decir que mirar hacia el Oeste y pensar en unas tierras llamadas Imperecederas (con lo que supone tal adjetivo calificativo) no era nada extraño sino, al contrario, algo que muchas veces se dijo desde que se empezó a contar cuentos o historias del pasado. Y sí, seguramente, todos sabían de la dificultad de alcanzar tales Tierras pero no por eso iba a disminuir el ansia por alcanzarlas.
Aquellas Tierras, llamadas Imperecederas por lo que eran y por cómo eran, era una verdadera esperanza o, mejor, era la esperanza total y absoluta de poder evadir lo mal que lo habían estado pasando aquellos que sufrían la inmisericorde bota de hierro del Mal, llamado, como sabemos, por ejemplo, Morgoth o Sauron o…
Todos sabían, eso sí, que las Tierras Imperecederas, en el Oeste del mundo, era, como decimos, una verdadera esperanza. Y lo eran porque:
- Traían el recuerdo de Quien las había creado,
- Eran aquellas donde habitaban los Valar y por eso llamada Bendecida,
- Allí dieron luz los Árboles de Valinor, Telperion y Laurelin,
- En ellas todos los males eran curados,
- Es el lugar donde perecer es más que difícil,
- Es el lugar donde toda fatiga encuentra reposo,
- Es el lugar donde los trabajos que se hacen son gozosos,
- Es el lugar donde la inspiración alcanza su máximo esplendor,
- Es el lugar, en caso de tener el “don” de Ilúvatar, mejor para esperar la muerte,
- Es la verdadera tierra prometida donde se ansía llegar,
- Es, es, es…
En fin, bien podemos ver que por mucho que se diga de las Tierras Imperecederas siempre nos vamos a quedar cortos porque era el lugar donde el Bien aún habitaba lejos de la Tierra Media y donde, de poder llegar (que era más que difícil) se podía gozar del mismo como antes nunca se había gozado.
El caso es que había unos puertos, llamados Grises, desde donde se partía hacia aquel que, bien, podemos llamar Paraíso sin temor a equivocarnos. Y desde allí partieron algunos de los más conocidos personajes de los libros de Tolkien: Frodo, Bilbo, Gandalf… Y ellos, que esperaban lo mejor como resultado de aquel viaje, aún esperan a los suyos porque también quieren lo mejor para ellos. Y, aún siendo cierto que tal viaje está prohibido (y por eso se han escondido las Tierras Imperecederas de la visión de todo ser viviente) no por ello nuestros amigos han dejado de tener la esperanza de volver a ver a los que habían dejado en la Tierra Media, allí, despidiéndose de un barco que se llevaba a los suyos y, además, que establecía una separación insuperable entre sus vidas y las de ellos.
De todas formas, aún quedaba la esperanza de que el corazón de Ilúvatar quisiese cambiar de idea…
NOTA ACLARATORIA Y CON FRANQUEZA
Aunque pareciera que estaba preparado escribir dos artículos con el mismo título (el otro, el 1, publicado el pasado 28 de agosto) pero con contenido distinto, tengo que decir que no había, en mí, idea de hacer eso. El caso es que escribí, sin darme cuenta, dos artículos con el mismo título pero con contenido distinto. No fue nada premeditado sino que ha sido cosa de los espíritus buenos de la Tierra Media que me han proporcionado tema para demostrar, una vez más, que estos asuntos son verdaderamente inacabables y que se pueden ver desde muy distintos puntos y entender de muchas diversas maneras, si ustedes me entienden, que diría Sam.
¡Alabado sea Eru, que hace posible que mentes escasas, como la de quien esto escribe, puedan hacer esto!
Eleuterio Fernández Guzmán - Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna
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