J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – Microrrelatos VI
Como es bueno ser perseverante en lo que consideramos bueno y mejor, estamos aquí de nuevo para aportar una nueva serie de microrrelatos después de que, como es fácil deducir del número del título del artículo, lo hayamos hecho en cinco ocasiones. Y es que la cosa da para esto y para mucho más.
De nuevo, rogamos sepan disculpar los amables lectores los fallos que pudiera haber en ellos porque, al fin y al cabo, cada cual da lo que puede y sabe…
- Adán Corneta, Adelardo Tuk, Adaldrida Brandigamo, nombres de hobbits comarcanos que comparten, con todos nosotros, una y justa tierra, cuna de los mejores seres que conozcamos.
- Vivían, quizá, demasiado tranquilos, libres, acomodados, más pendientes de recibir en cumpleaños regalos, poco amigos de aventuras a excepción del bueno de Bilbo, por dos veces ausentado… que sepamos.
- Aquellos agujeros donde se establecen los Hobbits, dicen las buenas historias que muy bien milimetrados, no son aptos para aquellos que busquen enmarañarlos.
- Entre desayunos, meriendas y cenas, no hay Hobbit que se precie que no haga varios y varias. Y es que para mantenerse bien formados ¡qué menos que hacerlos bien condimentados!
- En Cuiviénen despertaron los Primeros, aquellos que, mirando a las estrellas, descubriéronse Elfos, raza para perdurar.
- Despertar en la noche, cuando el Sol no había ascendido, allí donde, en la lejanía de la Tierra Media, aún no se oían voces ni los sonidos habían sido descubiertos.
- Caminar, desde su nacimiento, siempre hacia el oeste porque allí estaba su destino. En el Oeste donde nada muere, tierra Imperecedera para los que querían serlo.
- Gwaihir miró, desde la altura, y vio deshacerse el ejército que luchaba contra el Mal. Extendió, aún más, sus imponentes alas y fue al rescate, como siempre.
- Todas las águilas de Manwë habían cumplido, a lo largo de los siglos, con su misión de vigilantes. Y nada se supo de Gondolín hasta que se supo, como sabemos, por traiciones.
- Cuando los Ainur entonaron sus cantos no sabían el fin de los mismos. Y de allí salió Ainulindalë, su canción y, luego, el devenir del mundo.
- Radagast amaba la naturaleza. Era el destino que le había reservado Ilúvatar y él había aceptado tan pronto como le anidó el primer pájaro en su sombrero.
- En Númenor, otrora fiel a los Inmortales, amaneció el odio y el ansia de vida eterna. Y eso provocó la caída de la más noble de las islas de antaño.
- Nazgûl y muerte son lo mismo; Nazgûl y ambición el origen de la muerte; Nazgûl y hombres ostentan el título de esclavos del Mal y lo son.
- Sam Gamyi, después de tantas aventuras corridas y tantos males soportados, fue Alcalde y, suponemos, cuidó de La Comarca como de un buen jardín.
- Valinor, Valinor, Valinor. No es sólo un nombre, es un ansia, una voluntad, un camino, un destino y un Puerto final sin grisáceos amaneceres.
Eleuterio Fernández Guzmán - Erkenbrand de Edhellond
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna
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