Sinaí, una obra de Lolo
El que esto escribe lleva algunos años haciéndolo sobre el Beato Manuel Lozano Garrido, conocido mejor por Lolo. Por eso han sido muchos los temas que se han ido tratando, teniendo muy en cuenta, todo en cuenta, lo dejado dicho y escrito por el Beato de Linares (Jaén, España)
No podemos negar que el gozo de hacer una cosa así ha de ser agradecido a quien, gracias a su vida, le ha dado, al que esto escribe, un motivo más que bueno para juntar unas cuantas letras que, eso sí, al lado de lo escrito por Lolo, no son más que poca cosa, nada al fin y al cabo.
Sin embargo, a lo mejor a algún lector de lo aquí dejado dicho le ha podido hacer reflexionar sobre esto o lo otro y, como diría San Pablo, si al menos he convencido a alguno para que crea… es más que suficiente.
Por cierto, pasado mañana, 12 de junio, se cumplirán 10 años de la Beatificación de Lolo en Linares. Aquel día llovía, lágrimas del Cielo podríamos decir.
Sin embargo, hay algo que nunca se ha tocado aquí y que ha llegado el momento de traerlo a estas internáuticas páginas.
En el año 1958, Manuel Lozano Garrido, acompañado por su hermana Lucy a modo de enfermera, cumpliendo tal menester, visitó Lourdes, su santuario y a la Virgen. A la vuelta de tal viaje, en la estación de Atocha de Madrid se encontró con una serie de periodistas (entre ellos, el P. José Luis Martín Descalzo) que salieron a saludarlo.
En aquel momento, puede que por inspiración divina, tuvo Lolo una gran idea: darle forma a lo que sería llamado “Sinaí” que sería, por decirlo así, una obra espiritual que consistía en que enfermos o Monasterios oraran y rezaran por los periodistas católicos. Se haría por grupos formados por un monasterio y doce enfermos tomando, como sujeto y objeto de su oración, determinado medio de comunicación católico.
Incluso, aquella iniciativa de Manuel Lozano Garrido tenía un medio de comunicación: una circular llamada “Sinaí” que durante años elaboró, escribiendo, el propio autor de aquella misericordiosa y magna obra y no olvidemos que entonces, ya entonces, hacía bastantes años que, físicamente, Lolo no lo estaba pasando nada bien…
Tal fue el desarrollo de aquella obra que el P. Martín Descalzo publicó un artículo en La Gaceta del Norte tal que así:
“El periodista recibe diariamente docenas de papeluchos, de publicaciones que todo el mundo se empeña en mandarle sin que, las más de las veces, al periodista le importen un pimiento. Y el periodista las mete en el bolsillo para ojearlas a la noche, cuando a las tres de la mañana cruza las calles desiertas de la ciudad, en la hora menos caliente del día de verano.
¿Hay que decir que las más de las hojas quedan en los primeros cubos de basura matinales? Pero hoy el periodista ha guardado una, sólo una, una hojita que le ha emocionado. Son dos pequeñas páginas impresas con buen gusto y que bajo el título de “Sinaí” se editan en el apartado 112 de Linares (Jaén). Bajo el título, un subtítulo dice: “Grupos de oración por la Prensa Católica”.
El periodista se siente un poco emocionado. Sabía que, un día al año, las ciudades se pueblan de carteles hablando de la Prensa católica, pero pensaba que esto era una ventolera que pasaba en cuanto esos carteles eran cubiertos por el anuncio del cine del día siguiente. Y ahora acaba de enterarse de que hay una fraternidad entre periodistas y enfermos y que a alguien se le ha ocurrido -¡nada menos!- buscar quienes ofrezcan su dolor por los periódicos.
El periodista iba un poco cansado. Eran las tres de la mañana y llevaba muchas horas de pie junto a la pletina. Y, de pronto, se dio cuenta de que no era él el único que velaba. Que también muchos enfermos sabían lo que era eso de no dormir cuando todos están durmiendo. Entonces ¿quizá alguien mientras el periodista trabajaba estaba ofreciendo un dolor por su trabajo? El periodista conocía a muchos criticones, a muchos cazadores de errores, a tantos, que desde la cómoda calma de la hora de la siesta, dictaminan seriamente sobre lo que el periodista hizo anoche entre el vértigo de los teletipos. Él sabe, como nadie, lo difícil que es servir a la verdad.
Él siente como nadie la responsabilidad de hablar cada mañana con cien mil lectores; conoce y mide con miedo sus equivocaciones. Sabe que si en algún sitio es difícil ser cristiano, ese sitio es la Prensa. Sabe también que si en algún sitio es útil ser cristiano, ese lugar es la Prensa. Por eso el periodista ha respirado al encontrar que hay quienes no critican, sino oran; quienes no murmuran, sino sufren; quienes no dogmatizan, sino ponen su grano en la tarea.
Y sabe que mañana él va a trabajar mejor porque se va a sentir más sostenido, más sereno, más útil. Por todo eso el periodista no ha tirado esta única hojita. La ha guardado en su bolsillo para meterla a la mañana siguiente bajo el cristal de su mesa de redacción. Cuando a las tres de la mañana el cansancio le llegue le bastará mirarla para saber que hay otros cansancios -quién sabe en qué hospital- que sostienen el suyo. Gracias, “Sinaí”.”
Quizá podría pensarse que aquella iniciativa murió con Lolo. Sin embargo, cuando en el año 1994 dio comienzo la Causa de Canonización del linarense universal revivió aquello a lo que había dado forma y consistencia aquel Siervo de Dios, escritor y periodista, como se hizo constar, entonces, en su lápida en el Templo de Santa María en Linares.
Con esto queremos decir que, hoy en día, aquello que hiciera Lolo hace unos cuantos decenios ha crecido más que mucho. Y esto lo decimos porque existen, hoy mismo, casi 50 (en concreto, 46) grupos de oración que hacen lo propio por la prensa católica.
Así, desde Jaén y Sevilla, hasta Barcelona y Madrid, pasando por Villafranca del Bierzo y Monforte de Lemos hasta llegar, por ejemplo, a Argentina, son muchos los religiosos que dedican parte de su valioso tiempo a orar por aquellos medios de comunicación que pretenden llevar al mundo un punto de vista que denominamos católico.
Y es que la semilla que plantó Lolo aquel mes de mayo de 1958 ha sabido, bien regada por la fe y por el amor al prójimo, fructificar y dar abundante fruto.
Y como no puede ser de otra forma, existe una forma muy concreta de orar por los periodistas en estos lugares en los que lo espiritual es la esencial de su existencia. Y nos referimos a la Oración por los periodistas que escribiera aquel que, no por casualidad, iba a ser elevado a los altares, precisamente, por serlo. Y dice lo que sigue que, además, es rezada en los monasterios citados arriba y por los enfermos que, con el ofrecimiento de su sufrimiento y dolor piden a Dios por aquellos que dedican su vida a la transmisión de lo que pasa para que lo hagan, por eso mismo y por ser católicos, según los valores que le son propios.
“Señor:
Pon en la frente de todos los que escriben, una proa que
enfile el buen puerto que eres, y asegura a su nave un pasaje
completo de obreros y operarios, estudiantes y madres,
profesores y chicas.
Que a su vez, en el trato y al margen del oficio, sean
semilla noble de ejemplo y de ternura.
Que también acaricien mirando a los semáforos o en el
coche o en el metro.
Que su poso de ciencia tenga al fondo el espejo de tu
sabiduría.
Que cuando las masas griten y suenen puñetazos en las
cafeterías, él hable con un vaso en la palma y el agua esté
serena como la faz de un lago.
Si un milagro hace falta sea que en los teclados, se les
vaya pintando la imagen de su hijo o la de los amigos.
Que si de pronto se hace en el mundo un silencio porque
hacen falta normas, su corazón sea bravo para decir la
palabra; que sea clara y rotunda y, sobre todo, justa.
Le negarás el sueño, como también la sal y el pan de cada
día, si sólo él puede hablar y calla por cobarde.
Tendrá que poner “robo” o “compasión”, o “hambre”, y
lo dirá sin tentarle la bolsa o el ascenso, el susto o la amenaza.
Que de sus labios broten consejos como fuente de pueblo,
que mana día y noche.
Si alguna ración doble hay que dar de optimismo, de
amor y de esperanza, escánciala sobre ellos: Mensajeros de
fe y de alegría.
Que escriban de rodillas cuando un hogar naufraga.
Que no los tiente la prensa de colores -“negra”, “amarilla”,
“rosa”-.
Un periodismo al sol, claro y limpio como tu luz dorada,
sea su guía.
Y, por último, tantas gracias ocultas de quejas aceptadas
y rodillas que sangran, a ver si ellos, a ver si en ellos pueden
que estén siempre en la brecha del sudor y el esfuerzo para
que un hombre vaya por la acera o aprisa y se dé con tu
rostro, que le sonríe entre líneas.”
Gracias, pues, sean dadas a Lolo por esto; además, por esto.
Beato Manuel Garrido, Lolo, periodista, ruega por nosotros.
(Las tres imágenes que ilustran este artículo pertenecen a la Fundación Lolo)
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Saber sufrir, espiritualmente hablando, es un verdadero tesoro.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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