J.R.R. Tolkien - Ventana a la Tierra Media – La virtud de lo inesperado

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Uno puede creer que cuando el profesor, el especialista en lenguas y el padre que fue J.R.R. Tolkien empezó a escribir su obra, que ha llegado desde entonces a millones y millones de corazones, hizo algo así como ponerse ante un folio en blanco. Es decir, que siguió paso a paso lo que podría ser una creación, digamos, ordinaria y poco a poco fue creando personajes, paisajes, lenguas, situaciones, etc.

Esto sería la forma más o menos lógica de proceder en quien hace eso que, a veces tan difícil es, de escribir, por decirlo así, para otros.

Sin embargo, todo apunta a que sí, que su obra está elaborada mucho y bien, muy bien trabajada y esforzadamente hecha pero que, como puede verse en las páginas y letras que la conforman, mucho de la misma surgió de forma, casi, inesperada. Y, para nosotros, lo inesperado, en lo escrito por el profesor de Oxford, es una verdadera, buena, magnífica y absoluta virtud.

Más que conocida, a este respecto, es la casi anécdota con la que empezó a escribir El Hobbit: los exámenes que estaba corrigiendo, una inesperada inspiración que le hace escribir aquel extraño y extrañado principio acerca de que en un “agujero en el suelo…”

Empezamos, pues, con algo que fue absolutamente inesperado. Lo dice el mismo autor en más de una ocasión y lo dice porque tuvo que ser, en verdad, algo que no esperaba: ponerse, en aquella situación correctora de exámenes a escribir un cuento… en fin, como que no era lo que se “esperaba” que sucediese, si ustedes nos entienden.

Vemos, por tanto, que lo inesperado da carta de naturaleza a lo que acabaría siendo algo más que un “cuento para niños” como se pensó o se pudo pensar en un principio. Y eso, lo inesperado siguió siendo lo que, de intrínseco habría en tal obra y, luego, en El Señor de los Anillos.

Como es lógico (y si no lo fuera esto que escribimos ahora no tendría sentido alguno, claro está) tal realidad inesperada no sería la única que iba a jalonar una creación como la de Tolkien, padre.

A lo largo de las obras que, con rimbombancia, podemos llamar “emblemáticas”, muchas veces todo surge, crece, se desarrolla y muere a partir de algo inesperado o, al menos, eso nos hace creer el autor pues estamos más que seguros que aquí se aplica aquello que dice algo así como “lo que más me gusta es una bien preparada improvisación…”

Esta semana en cartelera: El Hobbit, un viaje inesperado

Así, por ejemplo, como ya hemos dicho, fue inesperado el comienzo de El Hobbit. Y lo fue porque no es de creer que esperara Tolkien empezar así y allí una obra como sería, al final, tal cuento.

También debió serlo que, a lo largo de las páginas de sus dos libros más conocidos (o leídos, podríamos decir) se produjesen amistades que, dada la naturaleza de las  razas a las que se referían, podrían considerarse más que inesperadas. Así, por ejemplo, que las hubiera entre Elfos y Enanos dadas las relaciones que había entre ellos desde un principio y más que principio. Y fue así con Legolas y Gimli, por ejemplo.

No podemos negar que tampoco era muy de esperar que las relaciones entre Elfos y Hombres llegaran a ser de tal jaez que superaran las meras cercanías de unos y otros. Y queremos decir que terminaran en matrimonios los que fueron entre Beren y Lúthien y entre Aragorn y Arwen… en fin, parece algo más que inesperado y, más aún, sabiendo la decisión mortal que tomaron las Elfas…

Pero si nos referimos a algo más que a relaciones inesperadas y nos vamos a los hechos y circunstancias, no podemos negar que también hay mucho de inesperado en las mismas.

Así, por ejemplo, el propio viaje-aventura de Bilbo Bolsón fue algo más que inesperado y fue, absolutamente, no pensado ni imaginado, siquiera, por el saqueador mediano.

Pero es que, a lo largo de las muchas aventuras que corren nuestros personajes, no son pocos los caminos inesperados que les surgen ni pocas las decisiones inesperadas que deben tomar ante situaciones no poco esperadas. Y es que una cosa es andar por ahí sin saber ni dónde se va ni a qué se aspira sino que, además, digamos que a cada recodo del camino puede aparecer algo, claro, inesperado…

Muchos de los personajes que conocemos más que bien o de los que, al menos, tenemos cierto conocimiento, se han de enfrentar con situaciones que, de ninguna de las maneras, esperan: ¿Es que quizá Beren podía esperar su inesperada misión en busca del Silmaril?, ¿Acaso Bilbo Bolsón esperaba encontrarse el Anillo Único en aquella cueva?; o, por fin, ¿Creían Smígol-Gollum (siendo uno casi parecen dos) que el Anillo lo iban a alcanzar de aquella forma inesperada?…

Podemos decir que muchas de las cosas que les pasan a los personajes de estas, ya, inmortales obras, no esperaban, siquiera, tener que enfrentarse a lo que se enfrentaron y tomar las decisiones que deben tomar, casi, a cada instante. Pero ellos, cada uno de ellos, y nosotros mismos, admiramos más que mucho que su subcreador, conocido como J.R.R. Tolkien tuviera a bien mostrar y demostrar que lo inesperado, en ello, puede haber una virtud clara y bien definida: la de querer cumplir con el deber que cada uno tiene que cumplir por muy inesperado que sea éste.

   

Eleuterio Fernández Guzmán Erkenbrand de Edhellond

 

Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano GarridoLolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.

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