J.RR. Tolkien – Ventana a la Tierra Media – Historia de un Anillo Único
En efecto, cuando hablamos de algo así como de un Anillo, escrito con mayúscula, y lo hacemos en el marco (como suele decirse) de una obra como El Señor de los Anillos, no hace falta mucho esfuerzo para saber a qué nos queremos referir.
Claro está que el Anillo, llamado Único (porque lo es, sin duda alguna) no aparece sólo en tal obra literaria de J.R.R. Tolkien sino que recorre, como si se tratase de una asignatura transversal, la obra más conocida de tal autor, de nuestro profesor. Y nos referimos, claro está, tanto a El Silmarillion como a El Hobbit.
Podemos ver, por tanto que, para ser un objeto no demasiado grande (a veces, sin embargo, más que pesado como su carga, por decirlo así, espiritual o inmaterial) el susodicho Anillo Único ha dado, da y dará mucho y más que mucho de qué hablar… si ustedes me entienden.
Esta historia, porque lo es, es larga y más que extensa y empieza cuando…
El poder, al parecer según se ha visto a lo largo de la historia del ser viviente de la Tierra Media, ansía más poder pues todo lo quiere para sí.
Sauron (primer portador del Anillo Único) que tanto había hecho para alagar los corazones ambiciosos de los que caminaban por aquella Tierra Media relativamente joven, quería, para sí mismo, el poder que lo hiciera más poderoso de lo que ya era. Y aprendió la técnica de la fabricación de anillos a la que añadió, como componente más que personal, el odio, la ira, la muerte y la sangre. E hizo, para sus manos y, en concreto, para uno de sus dedos, un Anillo que llamóse Único porque, en verdad, lo era pero sobre todo porque estaba concebido para dominar a todos los que se habían hecho para Elfos, Hombres y Enanos. Pero, para eso, como era de entender, debía estar en su poder.
Así estuvo mucho tiempo y podemos imaginar los estragos humanos, élficos y enanos que hizo con el mismo. Sin embargo, al Mal, a veces, le llega (si no) su hora final, al menos, una hora mala.
En una de aquellas batallas en las que se enfrentaba Sauron contra todo el que no estuviera de su negro lado, Isildur (Segundo portador del Anillo e hijo de Elendil y nacido en Númenor), empuñando simpar espada, le corta la mano.
Claro, gracias a Eru, le cortó la mano que llevaba el Anillo Único. Y es que, en verdad, eso era necesario para que se pudiese desarrollar el resto del relato o, como podría decir cualquier escritor, era el camino por el que habían querido discurrir los personajes… Y pasó.
Sauron desapareció, por entonces, e Isildur, que tuvo la oportunidad de destruir el Anillo Único en el sitio de donde había salido (lugar que, al final de esta historia, vuelve a cobrar protagonismo) quiso quedárselo para sí. Empezaba a cumplir la misión para la que estaba hecho: dominar a quien lo llevara hasta tal extremo que es, hasta posible, que quien lo llevase creyese que actuaba según voluntad suya y no la de aquel agujero (al fin y al cabo un anillo no es más que un agujero rodeado, en este caso, de oro y de inscripciones élficas o, digamos, un hueco contenido en mucho valor…) Y no lo destruye porque ansía el poder que puede otorgarle.
Sin embargo, la ambición le lleva a la muerte y, en un determinado momento, es muerto a manos de flechas enemigas. Y se hunde en el río…
No se hunde, sin embargo, sin dejar nada detrás de sí: el Anillo Único que viene a depositarse en el Anduin, llamado Río Grande, al deslizársele de su dedo y, según se dice, traicionando a su portador cosa que, sabiendo cuál es su origen, tampoco extraña nada de nada…
Muchos siglos pasaron desde que, en el año 2 de la Tercera Edad del Sol, muriera Isildur hasta que Dígol, un hobbit, encontrara el Anillo Único. Eso le costó la muerte a manos de su “amigo” Smígol que pasaría a ser el cuarto portador del Anillo. Corría, entonces, el año 2463 de la Tercera Edad del Sol.
No fueron pocos los años que, por decirlo así, “disfrutó” Gollum (ya llamado así y olvidando su nombre de Smígol) del Anillo Único. El mismo le hizo desaparecer de la vida comunitaria y huir todo lo lejos que pudo. Allí gozaba con llevar una existencia miserable. Sin embargo, estaba en su poder lo que llamaba “mi tesssoro” que no era otra cosa que el Anillo de Poder, el Único del que sabía, al menos, que lo hacía desaparecer cuando se lo ponía. Sin embargo, al parecer nada sabía de todos los demás poderes maléficos que lo conformaron y lo conformaban entonces. Y es que en el año 2890 (más de cuatrocientos desde que le fuera “regalado” el Anillo Único), un 22 de septiembre del año 2890 de la Tercera Edad del Sol nació un Bolsón, de nombre Bilbo, que fue, en su día, el quinto portador del Anillo Único.
Podemos ver, hasta ahora, que desde que Isidulr perdiera el anillo en el Río Grande hasta que fue encontrado fortuitamente por Bilbo Bolsón habían pasado nada más y nada menos que casi 3.000 años…
De las aventuras que corre Bilbo con su Anillo escondido y, a veces, puesto en el dedo, hay muchos libros que las recogen (él mismo escribió el suyo propio) pero podemos decir que, con el tiempo, tuvo que entregar aquella carga (porque lo era, al fin y al cabo) a su sobrino Bilbo, al que había nombrado heredero universal de todo lo suyo y, por eso mismo, todo debía dárselo.
No entrega el Anillo Único de buena gana. Y es que le había proporcionado una vida larga y provechosa (si lo entendemos en un sentido hobbit de la vida) y ahora, cuando había decidido que se marchaba de Hobbiton, en su Comarca amada, debía dejar atrás aquello que tanto le había acompañado a lo largo de tantos años…
Y Frodo, sexto portador del Anillo Único, acepta lo que para él era un regalo de su tío-padre (adoptivo, lo era Bilbo) y tampoco iba a despreciar algo tan bonito (eso creía él) como aquel anillo que, para él, aún no era ni Único ni nada por el estilo sino que era, simplemente, un regalo de alguien a quien mucho quería.
Todo, sin embargo, tiene un final que, como era de esperar, iba a ser para bien de algunos y para mal de muchos.
Aquel ser del que hemos hablado antes, se convirtió en eso, en un “ser”, casi malvado llamado Smígol o, lo que es lo mismo, aquel Gollum que ansiaba más que nada el Anillo Único, su tesssoro por el que tanto había suspirado desde que lo perdió en las Montañas Nubladas y fue encontrado por su odiado hobbit Bilbo. Y ya cuando iba a ser Frodo Bolsón (si podía resistir lo que se podría denominar “tentación de Isildur” y que hubiera consistido en no echar el Anillo en el fuego del Monte del Destino) el que se deshiciera para siempre de aquel Mal en forma circular… entonces la criatura casi malvada (a veces nos da lástima, la verdad) le amputa el dedo y es él, Gollum quien cae al fuego del Monte del Destino donde había de reposar, para siempre, en su destrucción, aquel monstruo dirigido por el Mal llamado Anillo Único.
Y, la verdad, y con franqueza lo decimos, aquel final no está nada mal: muere el Mal y el casi malvado, de un solo tiro. Para que no pueda decirse que hay cosas que son imposibles. No, para el Bien todo lo bueno acaba siendo posible.
Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
5 comentarios
Hay que recordar que en la Segunda Edad los elfos Noldor aún no habían completado su penitencia en este mundo “de árboles entrelazados” y “bajo las estrellas”. ¿Qué hubiera sido de Galadriel impenitente?
“La paciencia de Dios es nuestra salvación”. Tolkien, ya anciano, medio confiesa en una carta que no había sido él el autor de su obra, en cierto sentido.
Pero sólo lo sabe Aquél que movia la pluma de santa Teresa mientras ésta estaba en contemplación.
EFG
Estoy muy agradecido por este comentario suyo, Tulkas. Y sobre lo que hubiese pasado si Isildur hubiera destruido el Anillo, sí estamos a lo buscado en la obra de Tolkien a lo mejor ahí se había acabado y eso no podía ser, claro. Y yo me alegro mucho de que la cosa no acabara ahí, tan pronto...
Desde el principio me atrapó.
Muchas gracias por recordar ésta novela tan genial del super genial J.R.R Tolkien.
EFG
Gracias por lo que me toca pero la cosa es bien sencilla siendo el origen de esto quién es.
¿Lo de Dígol y Smígol con í es por alguna promesa o algo parecido?
EFG
Perdone por no haber nombrado a Sam como, digamos, portador del Anillo pero sería, seguramente, una discusión larga si podíamos considerarlo así o no.
Al respecto de los nombres de los hobbits, perdone también que haya españolizado los nombres. De todas formas, siendo J.R.R. Tolkien un amante gozoso del lenguaje y de las lenguas, a lo mejor no le importaba tanto...
Deseo destacar al igual que Daniel la importancia de Sam Sagaz en la obra, su fe; que recuerda a la del carbonero se fundamenta en la amistad y lealtad a la persona, él no se cuestiona su deber por difícil que sea, o por mucho que añore La Comarca y a su Rosita.
Hace lo que debe porque es lo que debe hacer, sin razonamientos profundos ni bizantinismos farisáicos. En resumen: Es limpio de corazón.
Y esa bondad y limpieza le permiten devolver el anillo al portador sin ninguna duda, avaricia o ambición. Si lo cogió fue por afecto a su señor, por aliviarle la tremenda carga y sufrimiento que esperimentaba Frodo y que le estaba carcomiendo física, mental y espiritualmente.
Algunos puristas dicen que Sam no entra en contacto directo con el anillo nunca y que eso le libra de la maldición y de tener que partir en los Puertos Grises. Pudiera ser. Pero creo que es el corazón puro de Sam lo que le permite permanecer inmutable al mal del anillo.
A Frodo le salva la vida varias veces y en la resolución final vuelve a jugar un papel fundamental.
Sam Sagaz es el secundario más principal de la novela, desde mi punto de vista. Y salvando las enormes diferencias se me asemeja a S. Juan Evangelista, chiquillo y discípulo amado de Nuestro Señor aunque con un punto más de humildad en Sam.
Respecto de la grafía de los nombres hobbits, me parece irrelevante, yo los escribo en español como D. Eleuterio. Puede que sea más correcto Smeagol o más aún Sméagol y ya si son escritos en el lenguaje de los primeros elfos debe ser la repera, ¿no?
Tampoco yo he hecho promesa sobre ello. No es necesario.
Saludos cordiales.
EFG
Estoy totalmente de acuerdo con usted en todo lo que ha escrito. También, claro, en lo de los nombres. Al fin al cabo a veces arrimamos el ascua a nuestra sardina...
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