J.R.R. Tolkien – Ventana a la Tierra Media. Tolkien, algo de su vida en su obra

Es bien cierto que, a la hora de escribir, hay autores que se basan, únicamente, en lo que su mente, a través de la imaginación, puedan proporcionarles.

Hay, sin embargo, quien es capaz de hacer valer su propia vida, las experiencias habidas a lo largo de la misma así como todo aquello que le pueda haber pasado, hacer valer, decimos, todo eso (y mucho más que cada cual sabe y conoce mejor que nadie) para que quede reflejado en su obra.

Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que nuestro autor, el profesor de Oxford J.R.R. Tolkien, es uno de los autores citados arriba y da muestras, más que suficientes, a lo largo de su obra.

A esto bien lo podemos llamar, por tanto, “huellas de vida en su obra” porque son eso: reflejos de lo que le pasó en lo que, luego, sucedió a sus personajes.

Como es lógico, aquí no vamos a hacer una relación tan exhaustiva de lo que decimos que no haya nada más que decir. Y es que ni entra eso en nuestra capacidad (otros habrá y hay que conozcan mucho mejor que quien esto escribe la obra de Tolkien) ni podemos hacerlo porque, a lo mejor, esto resultaría interminable. Sin embargo, sí vamos a poner algunos casos que de memoria recordamos y que puedan apoyarnos en lo que aquí decimos que, es seguro, otros mucho más preparados habrán dicho antes.

Decimos, por tanto, que J.R.R. Tolkien tuvo una existencia llena de acontecimientos que quien quiera puede conocer más que bien en las muchas biografías que se han publicado sobre nuestro fantástico autor. Y con esto queremos decir que no nos extraña, para nada, que tomara de muchos de ellos, primero, para dotar a su obra de una realidad más que notable y, luego, podemos decir sin temor a equivocarnos, para que los mismos le echasen una mano en el discurrir de las muchas millas que recorrieron sus personajes a lo largo de sus libros El Hobbit y El Señor de los Anillos. Y eso, se pueda decir lo que se quiera decir es algo más que bueno y mejor para tal autor y, luego, para nosotros mismos.

Por otra parte, simplemente vamos a apuntar las circunstancias que, de su vida, se reflejan en su obra. Y decimos que sólo lo vamos a apuntar porque no podemos apoyarlo con citas al no haber sido, autorizados, para hacerlo por quien tiene los legítimos derechos para hacer eso, autorizarlo… Y decimos todavía porque, como se puede comprender, solicitado está, como ustedes pueden entender… (al menos desde enero de este año 2019)

Decir esto supone que la cosa va a quedar algo coja (y nos apena decir esto, claro está) pero ya se comprenderá que es lo mejor que podemos hacer.

Bueno, después de este pequeño desahogo, decimos que aquí se puede ver la huella de vida de Tolkien en su obra:

1- Sarehole – La Comarca: desprecio del maquinismo (Mordor) y elogio/aprecio de la vida tranquila del campo.

Es fácil deducir que cuando nuestro autor vivió en aquel lugar, Sarehole, en el campo, todo le pareció de lo mejor. Y, luego, cuando tuvo que vivir, el resto de su vida, en localidades ruidosas (al contrario que la vida campestre) no tuviera más remedio (tal era la impresión que le causaba un tipo de vida y el otro) que acusar a Melkor/Morgoth de todo lo malo que había en el uso de la máquina y del estruendo de sus tropas frente a la tranquilidad beatífica de la vida en el campo.

Aquí, por tanto, hay una clara oposición entre La Comarca (reflejo de su vida en Saherole) y todo lo relacionado con el Mal, con Morgoth, con Sauron y, en fin, con la terrible huella de la máquina en el mundo de la Tierra Media.

2- Amor a los árboles – Ents (mucho se molestó cuando vio que cortaban un árbol sin necesidad…)

Muy relacionado con su amor a la naturaleza está, claro, el amor a los árboles. Y mucho se molestó, como decimos arriba cuando vio, en su juventud, que talaban un árbol porque, al parecer, molestaba a una vecina suya porque decía la buena señora que, de caer, afectaría a su casa. Nos dice Tolkien, sin embargo, que ni por asomo podría llegar a causar daño alguno. Y eso le dolió más que mucho.

Amaba, mucho, a los árboles. Y creemos recordar que una de las últimas imágenes fotográficas que se tienen de nuestro autor es una en la que posa, precisamente, frente a un árbol grande.

Tal amor se puede ver claramente en el caso de los Ents (que tan amables y tiernos nos parecen), pastores de árboles, que luchan, en la segunda parte de El Señor de los Anillos, de título “Las dos torres”, contra Isengard donde se refugia el traidor mago Saruman y destruyen todo lo que pueden en un ataque de justa ira arbórea…

3- Excursión a Suiza (en su juventud) en un viaje al que fue invitado - Piedras que caen cuando la Compañía va a subir a una montaña. Eso le pasó en el citado viaje.

La caída de piedras cuando, en un desfiladero, anda por tierras suizas, se parece más que mucho a la caída de piedras que caen, en un desfiladero por el que camina, cuando intentan subir el pico Caradhras en el macizo de las Montañas Nubladas, en la primera parte de El Señor de los Anillos, de título “La Compañía del Anillo”. Vamos que entendemos es el mismo caso reflejado en la obra literaria de Tolkien. Es bien cierto, como sabemos, que en Suiza pudieron continuar el viaje a pesar de aquellas piedras mientras que el Caradhras los venció, como ellos mismos reconocen.

Acabamos con un hecho que nos es especialmente querido. Y nos referimos a la isla estrellada de nombre Númenor.

4. Atlántida - Númenor: sueño recurrente de pequeño de una isla que se hunde.

Sabemos, por lo recogido en sus biografías, que J.R.R. Tolkien tuvo un sueño que, al parecer, se le repetía: una isla que se hundía en el mar. Y eso bien que lo podía hacer pasar por un tema como es el de la Atlántida. Y hasta es posible imaginar que le inspirara para escribir no la aparición de la isla de Númenor sino, precisamente, su desaparición bajo las aguas de donde había sido sacada para darla, en donación, a la raza de los hombres que tanto habían luchado y sangrado contra el Mal en tierras de la Tierra Media.

Podemos ver (con apenas cuatro casos concretos) como la vida de nuestro autor tuvo un claro reflejo en la obra que, al fin y por fin, pudo dar a la luz pública. Y es que, ciertamente, sólo quien tiene una capacidad tan grande como la suya de hacer de otros lo propio puede hacer nuestro, lo suyo. Y nosotros, a qué negarlo, más que felices con eso.

Eleuterio Fernández Guzmán- Erkenbrand de Edhellond  

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy: 

Hay mundos que, sin duda alguna, nos llevan más lejos del que vivimos, nos movemos y existimos. 

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Para leer Fe y Obras.

Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.