La Palabra del domingo - 9 de junio de 2019
Jn 20, 19-23
“19 Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: ‘La paz con vosotros.’ 20 Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.21 Jesús les dijo otra vez: ‘La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.’ 22 Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Recibid el Espíritu Santo. 23 A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’”
COMENTARIO
Enviados por Dios al mundo
Para que todo lo que hizo tuviera sentido tuvo que aparecerse, Jesús, a sus discípulos que, con miedo, estaban escondidos. Sólo así comprendieron todos los, para ellos, extraños mensajes que habían recibido de Él y que, en su tiempo, no entendieron.
Verdaderamente no es de extrañar que aquellos que habían estado más directamente relacionados con Jesús pensaran que, a lo mejor, los mismos que habían perseguido a muerte al Maestro pensaran en hacer lo mismo con ellos. No estaban equivocados porque luego se vio que eso era, exactamente, lo que iba a pasar. Por tanto, que estuvieran escondidos antes de volver a Jesús tras su resurrección, era de esperar pues no se trata de una falta de confianza sino de un verdadero desconocimiento de lo que Jesús les había dicho unas cuantas veces. Podemos decir, por eso que todos fueron como Tomás que no creyó hasta que no vio.
Y se presentó ante ellos con la paz por delante, como deseándoles lo mejor, la tranquilidad del alma, la mejor forma de manifestarse, la expresión pura y simple de su ser.
La paz que Jesús les da no era la paz del mundo sino que era la verdadera paz, la que parte del corazón de Dios e impulsa al creyente a querer, en verdad, mantener unas relaciones sociales donde prime el perdón y la misericordia y todo abuso no tenga lugar.
Para que acabaran de creer, les enseñó las marcas de su Pasión. Así, todo se cumplía, la comprensión de sus seguidores fue total.
Pero no bastó con esto. Era fundamental que, sobre ellos, exhalara el Espíritu Santo; que, como prometió, fuera conveniente, para ellos que Él se fuera, se marchara al Padre, porque enviaría otro paráclito, otro defensor, ese Espíritu que les iba a guiar, dirigir, marcar el camino hacia Dios.
El Espíritu Santo, como tantas veces les había dicho, les iba a guiar por el mundo sabiendo con exactitud lo que tenían que decir y hacer. Era como hacer presente a Dios mismo entre ellos.
Y también llevó a cabo el primer envío después de darles a aquel. Una misión: predicar el Evangelio, esa buena noticia que debían de llevar a todos, con el poder de perdonar pecados, y de retener los que creyeran que debían ser retenidos. Todo un poder legítimo, significativo, creador de un nuevo mundo basado en su ejemplo, en su amor, en la Verdad que Él trajo, otros brazos para Dios.
PRECES
Pidamos a Dios por todos aquellos que aún no creen en la resurrección de Cristo.
Roguemos al Señor.
Pidamos a Dios por todos aquellos que no quieren la paz de Cristo sino que prefieren la del mundo.
Roguemos al Señor.
ORACIÓN
Padre Dios; ayúdanos a recibir Tu paz y que la misma nos guíe en nuestro caminar por el mundo.
Gracias, Señor, por poder transmitir esto.
El texto bíblico ha sido tomado de la Biblia de Jerusalén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Palabra de Dios; la Palabra.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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