Revista “Fe y Obras” - Número 2 – Cuaresma
“Así también la fe, si no tiene obras,
está realmente muerta” (St 2, 17)
Dando gracias a Dios por la inspiración y por la posibilidad de poder llevar a cabo un proyecto largamente acariciado por este que escribe, traemos hoy a esta casa el segundo número de una Revista católica de título “Fe y Obras”. Y, aunque sea adelantar algo del contenido de la misma, decimos que esperamos que tenga (en principio) carácter cuatrimestral aunque, claro, debido a la peculiaridad de nuestro calendario litúrgico, es posible que algún número salga antes de los citados meses, como pasará, por ejemplo, con el próximo, el número 3.
ÍNDICE
Carta del Director
Magisterio
Desde la fe
Nuestros mayores en la fe dicen
Camino, Verdad y Vida
El libro del cuatrimestre
Oremos
Hasta que Dios quiera
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Carta del Director
Estimados lectores:
Damos comienzo un tiempo litúrgico muy, más que, especial. Y es que, como bien sabemos por nuestra fe católica, la Cuaresma precede al tiempo en el que recordamos la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo y eso nos debe hacer pensar que ahora, ahora mismo, mucho está en juego.
Sí. Cuando hablamos de la Cuaresma a muchos se les presenta, algo así, como un tiempo de sacrificios cuando, en realidad, no se trata más que de justa correspondencia al Amor que Dios ha tenido con nosotros, sus hijos.
En Cuaresma, es cierto, en recuerdo de un sacrificio mucho mayor, hay determinado tipo de alimentos y en unos días muy concretos (apenas nada, podemos decir) que no ingerimos. Y eso, a mentalidades hedonistas y mundanas como las que suelen abundar hoy día, les debe parecer algo así como una autoflagelación. Sin embargo, es bien cierto que lo contrario es la verdad: sacrificar determinadas cosas y hacerlo por fe sólo puede ir en beneficio nuestro.
Sabemos también que hay muchos creyentes católicos que no tienen muy claro el sentido de la Cuaresma. Y es que, como suele decirse, se repite año tras año y parece eso que le quite importancia y vitalidad espiritual a lo que tiene mucha, de lo primero y más, aún, de lo segundo.
En efecto, es más que importante, para los hijos de Dios que somos conscientes de serlo, que sepamos que en un tiempo como el de Cuaresma nuestro Creador nos mira de una forma, digamos, especial. Y es que estamos preparando nuestro corazón para los momentos finales d ella vida de su Hijo y eso no lo puede tener por algo sin importancia. No. En este tiempo de Cuaresma, Dios, que nos ama sobremanera, no deja de admirar que seamos capaces de hacer ciertos sacrificios porque, sobre todo, lo hacemos, por nuestro bien espiritual.
Preparemos, pues, más que bien la llegada de un final tan trágico pero tan gozoso de nuestro hermano Jesucristo. Y hagamos, de esta Cuaresma, un tiempo espiritual en el que recordemos, continuamente, qué somos y gracias a Quien lo somos.
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Magisterio
Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI (ahora emérito) para la Cuaresma 2006
“La Cuaresma es el tiempo privilegiado de la peregrinación interior hacia Aquél que es la fuente de la misericordia. Es una peregrinación en la que Él mismo nos acompaña a través del desierto de nuestra pobreza, sosteniéndonos en el camino hacia la alegría intensa de la Pascua. Incluso en el ‘valle oscuro’ del que habla el salmista (Sal 23,4), mientras el tentador nos mueve a desesperarnos o a confiar de manera ilusoria en nuestras propias fuerzas. Dios nos guarda y no sostiene. Efectivamente, hoy el Señor escucha también el grito de las multitudes hambrientas de alegría, de paz y de amor.”
Bien está que un consumado teólogo como es el emérito Benedicto XVI nos haga ver que el tiempo de Cuaresma lo es de camino hacia un encuentro con el Hijo de Dios. Pero no se trata de un encuentro triste (porque recordamos su muerte) sino, al contrario, gozoso. Y lo es gozoso porque supone, nada más y nada menos, que la consumación de la salvación hecha real y posible para todo ser humano creyente en Dios Todopoderoso y sea capaz de confesar que Jesucristo, el mismo que nos acompaña en este camino, es su Hijo y es nuestro Maestro y Salvador.
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Desde la fe
Hemos empezado este tiempo llamado “fuerte” del año litúrgico en el que muchas cosas, en nuestro corazón, han de cambiar. A no ser que creamos que nunca pecamos (¿?) es lógico pensar que a cada uno de nosotros se nos da otra oportunidad, otra más, de venir a ser verdaderos discípulos de Cristo. Por eso ahora, ahora mismo, cuando apenas llevamos unas horas del tiempo de Cuaresma, se nos pide, en fin, dar fruto de nuestra conversión.
¿Morimos a nosotros mismos para dar fruto?
Responder a esta pregunta nos puede poner sobre la pista de si, en realidad, queremos llevar el tiempo de Cuaresma por el camino correcto y adecuado.
Conforme avance el tiempo de Cuaresma se espera de nosotros que nos afecte en lo bueno que es, en este caso, causa de conversión del corazón. No es este tiempo uno que lo sea, de tal manera, ajeno a nosotros que pasemos por él de forma rutinaria o que, por costumbre, hayamos olvidado lo que significa. Ni lo es ni debería serlo.
En resumidas cuentas: se espera que produzca frutos en nosotros.
Valga aquí un símil que nos puede venir muy bien y que nos puede servir para darnos cuenta de si estamos haciendo según nos corresponde como hijos de Dios y hermanos de quien, dentro de pocas semanas, se entregará a una muerte, y muerte de cruz, por todos para que, al menos, se salven los que en Él crean.
Imaginemos, por ejemplo, que somos como un árbol que está en periodo de producción de frutos. El mismo necesita una serie de cuidados sin los cuales no se obtendrá nada de él sino que devendrá seco y sin fundamento existencial y al que se podría aplicar aquello que dijera en una ocasión Jesucristo acerca de una higuera que no producía su fruto.
Pues bien, el árbol-nosotros tiene que estar sobre una tierra buena sobre la que pueda crecer y desarrollarse y, al fin y al cabo, dar los esperados frutos. Para nosotros, la tierra buena es la Sagrada Escritura sobre la que debemos crecer y en la que debemos alimentarnos a través de nuestras raíces del corazón.
Pero también para que el árbol-nosotros pueda cumplir la misión para la que fue hecho necesita un riego de agua que le facilite la realización de las funciones que tiene asignadas. Para nosotros bien pueden ser las virtudes cristianas que nos impelen a ser como debemos ser y no nos permiten, de dejarles hacer, olvidar lo que somos y lo que queremos ser: hijos de Dios y hermanos de Jesucristo.
Pero con esto no basta. Una vez arraigados en la buena tierra de la Sagrada Escritura y alimentados, hablando de líquido, con las virtudes cristianas, es necesario que quien corresponda quite las malas hierbas que pueden estar limitando nuestro crecimiento espiritual y quien pode las ramas que puedan ir pudriéndose. Para eso bien nos puede venir a pedir de boca espiritual la labor de un sacerdote o religioso que, a modo de director espiritual, colabore con nosotros en nuestro crecimiento como católicos y colabore en extirpar lo que, en realidad, impide que crezcamos desde dentro de nosotros mismos y hacia el prójimo.
Pero el árbol-nosotros puede estar sometido a tormentas y a tempestades que pueden hacerlo quebrar y, con el tiempo, secarse hasta morir. Para eso es imprescindible que tenga unos buenos apuntalamientos que permitan que tales obstáculos no terminen con la vida espiritual de nuestro corazón. Para eso necesitamos llevar a cabo una oración continua en presencia de Dios y poniendo como mediador a Nuestro Señor Jesucristo. Sólo así podremos evitar, además, que las alimañas del Mal aniden en nuestras ramas, que es nuestra vida, y horaden nuestra voluntad hasta carcomerla de mundo y de concupiscencias.
Además de todo lo hasta aquí dicho, no podemos olvidar que el cuidado de nuestro árbol-nosotros ha de ser continuo. No podemos descuidar ni por un momento la vida que lleva dentro porque, de hacerlo así, seguramente acabará perdiendo el vigor que Dios le dio cuando lo creó y que quiere siga manteniendo para no perder la relación con su creador.
En realidad somos como este tipo de creación creada por el Creador cuando quiso que así fuera tenida por tal. Por eso mismo es tan útil comprender que, al igual que el árbol que mira hacia arriba y, verticalmente, tiende sus ramas hacia Dios esperando el agua que le da la vida, nosotros también no debemos dejar de mirar hacia el Padre en este especial tiempo de Cuaresma. Se nos pide, por eso mismo, conversión que es lo mismo que decir que se espera de nosotros que, atendiendo a la voluntad de Dios, desviemos hacia el mundo lo que el mundo quiere de nosotros con su mundanidad y que traigamos, a marchas forzadas, una perentoria necesidad de vida: Dios Padre Nuestro, Omnipotente Creador que quiere de nosotros que, cual árboles que arraigan en su Palabra miren hacia donde viene el Camino, la Verdad y la Vida.
Y, si es posible, nos quedemos ahí para siempre, sin huir y dando frutos, muriendo a nuestros gustos carnales.
Amén.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Nuestros mayores en la fe católica dicen
“Entramos, amadísimos, en la Cuaresma, es decir, en una fidelidad mayor al servicio del Señor. Viene a ser como si entrásemos en un combate de santidad. Por tanto preparemos nuestras almas a las embestidas de las tentaciones, sabiendo que, cuanto más celosos seamos de nuestra salvación, tanto más violentamente nos atacarán nuestros adversarios. Mas el que habita en medio de nosotros es más fuerte que quien lucha contra nosotros. Nuestra fortaleza viene de él en cuyo poder tenemos puesta nuestra confianza. Pues, si el Señor permitió que le visitase el tentador, lo hizo para que tuviésemos nosotros, además de la fuerza de su socorro, la enseñanza de su ejemplo.”
S. León Magno, Sermones, 39, “Sobre la Cuaresma”.
Bien nos pone S. León Magno sobre la pista de qué puede pasarnos. Y es que el Maligno, el Tentador, que no ha de gustar para nada que recordemos cuando la muerte fue vencida por el Hijo de Dios que le aplastó, cual serpiente, la cabeza. Por eso este tiempo de Cuaresma es uno que lo es de lucha y combate interior y por eso, exactamente por eso, debemos estar, en el mismo, siempre alerta, siempre con el corazón limpio.
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Camino, Verdad y Vida
Podemos imaginar al Hijo de Dios mirando a la Ciudad Santa. Y lo hace no con nostalgia sino con esperanza pero, a la vez, con cierto temor por sus discípulos, sobre todo, los más allegados a su corazón:
“Muchos de los que me siguen, al parecer, no acaban de comprender lo que les he dicho. Apenas faltan unas semanas para que se vuelva a celebrar la Pascua. Y a la Ciudad Santa, y a su Templo, acudirán hermanos venidos desde los más diversos lugares. Y es que quieren agradecer a Adonai lo bueno que hace por su pueblo elegido.
Digo, de todas formas, que muchos no acaban de comprender. Es más, estoy casi seguro que hay muy pocos que acaben de entender que voy a ser entregado en manos de los poderosos de nuestro pueblo y que hasta los gentiles me tendrán entre sus manos.
Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido prepararlos lo mejor que he podido y ellos han sido capaces de asimilar. Pero aún son duros de corazón y les falta que pase todo lo que tiene que pasar y pasará. Entonces, entonces podrán juntar todas las piezas de esto que a muchos les parece un galimatías y que, como mucho, aceptan porque quieren seguirme cuando, en realidad, poco saben de verdad.
Yo, que ahora, desde aquí, veo a Jerusalén envuelta en nieblas matinales, me pregunto si serán capaces de preparar su corazón para cuando llegue el momento de mi partida a mi Padre, a su Casa. Aunque comprendo que esto sólo lo van a entender cuando eso pase y regrese de entre los muertos.
Ahora, por ahora, tan sólo me queda pedir a mi Padre del Cielo que les dé un corazón lo más limpio posible, que sanen su alma de los pecados que llevan ensuciándola demasiado tiempo y por eso este está puesto para eso: para que mediten en lo que está pasando y lleguen a la Pascua, verdaderamente, preparados. Aunque no sé, de verdad, qué pensar acerca de eso.”
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El libro del cuatrimestre
Hoy traemos aquí el libro de título “Cuaresma con los Santos Padres”, escrito por D. Antonio González Vinagre y publicado por la Editorial Edibesa (2012).
Como bien se nos hace ver, “Este libro es un recurso para vivir con más intensidad el tiempo litúrgico de Cuaresma como camino intenso de preparación a la Pascua, como itinerario para prepararse a recibir al Resucitado, que pone luz en las tinieblas y hace mover las piedras que taponan la vida en los sepulcros”.
¿En qué, pues, consiste este libro?
Digamos que, de manera sencilla nos aproxima al pensamiento de los Santos Padres que, en relación con el tiempo de Cuaresma, iluminan nuestro corazón y dan alas a nuestra alma para que el mismo y la misma alcancen el posterior tiempo espiritual, la Pascua, plenos de gozo.
Sigue este texto el siguiente esquema que, no lo podemos negar, resulta estimulante y útil: Formación, Reflexión y Oración. Por tanto, en cada uno de ellos se nos propone, exactamente, lo que dicen tales palabras: en la primera de ellas, la Formación, se nos proponen aspectos de nuestra fe católica relacionados con la Cuaresma; en la segunda, la Reflexión, un texto, precisamente, de uno de los Santos Padres que así fueron considerados; y, ya, por fin, en la última de ellas, la Oración, exactamente, lo que la misma dice: una Oración relacionada directamente con el tema que cada día trata el texto que aquí traemos.
El mismo, decimos, este libro, está dividido, como es de esperar, en tantos días y semanas como tiene el tiempo de Cuaresma: así, empieza por el Miércoles de Ceniza y recorre cada una de las semanas (5) que transcurren hasta el Domingo de Ramos. Luego, desde tan glorioso domingo, recorre toda la semana llamada Santa hasta el mismo domingo de Resurrección, siguiendo el mismo esquema al que antes hemos hecho referencia.
Digamos, sin temor a equivocarnos, que este libro viene la mar de bien para, de una forma sencilla, preparar nuestro corazón y nuestra alma para un momento tal álgido como es la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Y hacerlo día a día.
Nos atenemos, por tanto, a lo que nos dice en la Introducción de tal libro y que es esto que sigue:
“La editorial Edibesa quiere con este librito poner en manos de los cristianos un medio para recorrer con seriedad el camino hacia la Pascua, para vivir la Cuaresma con profundidad y aprovechamiento espiritual”.
Y es que es, francamente, así.
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Oremos
Jesús, hermano nuestro,
hemos empezado la Cuaresma
y queremos que nuestro corazón cambie.
Ayúdanos a ser mejores,
a perdonar cuando nos hagan algo,
a querer a todos como amigos.
Jesús, hijo de Dios y hermano nuestro,
En este tiempo de Cuaresma
queremos caminar acordándonos de Ti
porque sabemos que estás a nuestro lado.
Jesús, amor de Dios y nuestro,
nunca te vamos a olvidar
porque tú nunca nos olvidas.
Amén.
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Hasta que Dios quiera
Y nos despedimos hasta que Dios quiera porque es posible alguien pueda creer que no es hasta que Dios quiera pero nosotros bien sabemos que es, exactamente, hasta que la Voluntad de Dios así lo exprese y nosotros seamos capaces de poner, por obra, nuestra fe.
Eleuterio Fernández Guzmán
Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Tiempo de Cuaresma es, sobre todo y también, tiempo de salvación.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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