Meditaciones de Adviento – Miércoles III de Adviento. Decálogo de Adviento
No podemos dejar de reconocer que el tiempo de Adviento es muy dado, se presta a, ser modelo. Es decir, que cuando estamos esperando la llegada del Hijo de Dios es más que bueno y mejor tener en cuenta una serie de realidades espirituales que nos pueden venir muy bien y nos pueden recordar lo que, a veces, olvidamos.
El decálogo es una cantidad de algo muy socorrida. Desde que Dios entregó los Diez Mandamientos a Moisés, tal número (que podría haber sido otro, seguramente, pero fue el que fue) ha servido para que se hagan “decálogos” de muchas cosas. Y por eso nosotros vamos a hacer lo propio con algo tan importante para los hijos de Dios como es el Adviento. Y lo hacemos, claro está, empezando por el número uno y acabando por el diez, como Dios manda.
1º. El Adviento es tiempo de esperanza. Por eso no debemos dejar de recordar que Dios quiere que esperemos, otra vez más, la llegada de su Enviado, nuestro Señor y Mesías.
2º. El Adviento es tiempo de no hacer como si la cosa no fuera con nosotros. Y es que el Todopoderoso no puede querer que su descendencia, al enviarle a su Hijo engendrado y no creado, mire para otro lado y se dedique a otras cosas que no sea a agradecer tan gran don y regalo.
3º. El Adviento es tiempo en el que debemos recordar que nuestro Creador quiere llegar a nosotros y quiere hacerlo de forma sencilla pero profunda. Por eso espera que nosotros nos prestemos a tal entrada de su corazón en el nuestro.
4º. El Adviento es el tiempo perfecto (como otros, como todo el tiempo) para poner en práctica la oración. Y es que sí, es más que cierto que el resto del año también podemos/debemos hacerlo pero ahora, que esperamos el nacimiento de nuestro Salvador, es más que importante no olvidar que eso es lo que Dios quiere.
5º. El Adviento es tiempo para no olvidar que nosotros debemos ser luz en el ambiente en el que nos encontremos. Por eso no debemos olvidar nunca eso del celemín y de esconder debajo del mismo lo que, al contrario, debe iluminar a quien necesite ser iluminado.
6º. El Adviento es un tiempo más que especial y recomendado para la participación eucarística. Es decir, ahora también debemos procurar no faltar, al menos, a la Santa Misa donde, a lo mejor, es el único espacio espiritual donde escuchamos los textos litúrgicos apropiados para este tiempo.
7º. El Adviento es tiempo para recordar que Dios no quiere de nosotros grandes empresas aunque podamos llevarlas a cabo. Es decir, en lo ordinario de cada día encontramos causas más que suficientes para vivir estas semanas que van desde el primer domingo de tal tiempo hasta el nacimiento del Emmanuel.
8º. El Adviento es tiempo para dar de lado a lo que no muestra el verdadero espíritu que debe conformar el mismo. Y queremos decir con esto que todo aquello que, a lo mejor en tiempos anteriores, ha supuesto el centro de tu vida no es lo que, en verdad, es el Adviento. Digámoslo pronto: este tiempo no prepara para la fiesta mundana sino para que lo es espiritual.
9º. El Adviento es tiempo en el que debemos traer, de verdad, a Cristo, a nuestro corazón sin olvidar que, aunque es uno que lo es apropiado para eso, el resto del año litúrgico también lo es.
10º. El Adviento es tiempo apropiado para hacer una buena limpieza del alma. Con esto procuraremos que la llegada del Mesías no se haga en un pesebre sucio (el de nuestro corazón) sino que sea limpio y más que limpio.
Podemos ver que este tiempo de Adviento en el que nos encontramos no deja de darnos oportunidades para cambiar, para confesar lo que creemos es verdad y cierto. Y es que Dios, que no se deja ganar en perseverancia, siempre espera de nosotros, sus hijos, que hagamos lo que quiere que hagamos: dar gracias, agradecer siempre, el bien que hizo cuando envió a su Hijo y el bien que ha hecho tal santa, legítima y sabia decisión.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Esperamos que nazca el Hijo de Dios y esperamos porque creemos que ha de nacer en bien de quien crea en Él.
Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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