Un amigo de Lolo – Un santo decálogo - IV
Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infligían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
En el libro “Rezar con el Beato Manuel Lozano, Lolo” (Publicado por Editorial Cobel, www.cobelediciones.com ) se hace referencia a una serie de textos del Beato de Linares (Jaén-España) en el que refleja la fe de nuestro amigo. Vamos a traer una selección de los mismos.
Un santo decálogo - IV
Digamos, antes de empezar, que Manuel Lozano Garrido, en Mesa redonda con Dios, pp. 167-168, escribe un decálogo que vale la pena tener en cuenta.
Dios mediante, vamos a dedicar tantas semanas como puntos tiene tal decálogo a contemplar su significado.
“Todo por Ti y para Ti, nuestro Buen Segador. Y para que veas que te lo digo de corazón, aquí te dejo, Señor, la bandera y el programa de un humilde decálogo. Ojéalo y, si vale, échale tu bendición:
IV. Restriega y lava tus ojos en la fe, para ver siempre al Cristo que vive en el bueno, el mediano y el pecador. (Sí, ¿o es que no lo notas en su Pasión, azotado y sangrante por las injurias?)”
En una ocasión el Hijo de Dios tuvo que decir cosas muy duras de escuchar. Se refería, dando ejemplos de los órganos del cuerpo humano, a lo que se podía hacer con ellos si nos hacían caer en pecado. Y es que decía, por ejemplo, que si ojo era causa de pecado… ¡debíamos sacárnoslo!
Escuchar eso no es fácil. Claro que bien sabemos que Cristo no se podía referir a que nos quitáramos el ojo de una forma traumática. Más bien quería decir que aquello que podía entrar por tal órgano, de ser pecado la cosa, no debíamos permitir que entrara. Ahora bien, eso, así dicho, podía parecer muy difícil de llevar a cabo porque muchas veces somos débiles y caemos en las tentaciones.
El caso es que, en este punto de su decálogo, Manuel Lozano Garrido nos habla de la forma en la que podemos evitar que pasen cosas como las que antes hemos referido. Y es que la fe debe ser, para nosotros, como un bálsamo en el lavemos aquello que nos hace padecer o algo así como el instrumento espiritual con el que podemos evitar lo que puede hacernos mucho daño y que puede procurarnos, no precisamente, la salvación eterna.
Lo que, en esencia, nos propone Lolo es que tengamos muy en cuenta que si miramos todo aquello que nos rodea con la mirada de la fe las cosas serán mucho mejores. No se trata de una actuación así algo como bobalicona, sino que, más bien, se trata de un ver lo que nos pasa con los ojos propios de Cristo. Él, en aquel tiempo (que no fueron muchas horas, pero sí terribles) en el que sufrió lo decible (se pude decir porque es bien conocido) no pidió, por ejemplo, que se castigara a los que le estaban infiriendo un daño difícil de evaluar físicamente hablando. No. Quiso que Dios pasara por alto aquello.
Y, sin embargo, de aquella forma de actuar había muchos antecedentes. Y es que, a lo largo de su vida, a la que hemos dado en llamar pública, tuvo muchas ocasiones para tratar con muchas personas: unas eran muy buenas; otras regulares e, incluso, había muchas que eran pecadores.
Pues bien, en cada una de aquellas personas el Hijo de Dios debía ver el rostro de su Padre porque a todas las quería. Y eso es lo que nos pide nuestro Beato Lolo que hagamos.
En resumidas cuentas, teniendo como ejemplo a Cristo y a su Pasión y, sobre todo, las muchas y diversas ocasiones que tuvo para ver que en todo ser humano estaba la huella de Dios y no podía ser menospreciado, nos dice el santo varón de Linares (Jaén-España) que no debemos ir muy lejos para tener a Quien imitar. Y es que, como Espíritu Santo, lo tenemos en nuestro mismo corazón, templo suyo.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Siempre debemos tener en cuenta nuestra fe.
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Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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