¿Por qué no salen del armario?
¡Pues no!
No nos vamos a referir al término al uso de “salir del armario"que muestra la imagen aquí traída. Allá tales personas con su forma de ser porque bien sabemos que se ha pretendido hacer daño muy a propósito del Sínodo a punto de terminar. No sabemos si habrá tenido éxito pero retratarse bien que se ha retratado el sacerdote (esperemos que ya sea ex o lo sea pronto)
Eso, sin embargo, como decimos, lo dejamos. Aquí nos vamos a referir a otra forma de salir del armario…
En el seno de la Iglesia católica existen muchas opciones o, por decirlo así, muchas “sensibilidades”. Queremos decir que no todo el mundo piensa lo mismo sobre aquello referido a la doctrina, a la moral o a la pura teología. Y eso es bien fácil verlo tan sólo con echar un vistazo a la red de redes.
Pues bien, las cosas están claras cuando lo están. Es decir, que cuando alguien dice que sigue la ortodoxia católica se sabe perfectamente qué quiere decir, a qué se refiere. Querrá decir, por ejemplo:
-Que tiene a bien acordar con eso que decimos.
-Que tiene por buena el Magisterio.
-Que sabe que la Tradición le ayuda mucho en la comprensión de su fe.
-Que no echa en saco roto aquello que se dice desde la jerarquía católica.
-Que estima como bueno que el Santo Padre hable, digamos, de lo divino y de lo humano aunque prefiera que lo haga más sobre lo primero.
-Que acepta ser aconsejados por quien más sabe y no cree que eso sea dejarse manipular.
-Que está dispuesto a echar una mano donde haga falta echarla.
En fin… cosas así determinan que un creyente católico lo es en el sentido ortodoxo. Ciertamente, no es fácil pretender defender que se es católico ni no se sigue eso y si no se es ortodoxo y, a más a más, conservador.
Pues bien, hay hermanos nuestros que, al parecer, no entienden así las cosas. Ellos pretenden estar escondidos en el armario para, desde allí, manipular lo que puedan manipular.
No se trata, no vaya nadie a creer esto, de creyentes comunes, de los del montón (como el que esto escribe) sino de muchos que, con su poder eclesiástico, pueden hacer mucho bien pero, por desgracia, mucho mal.
Están ahí, agazapados, con intención de no ser vistos. Pero desde la sombra del armario, lanzan sus diatribas teológicas con la malsana intención de sembrar cizaña.
Alguno dirá que, al fin y al cabo, hacen lo que creen que deben hacer y que tampoco la cosa es para tanto.
Sin embargo, tal opción es difícil de defender porque lo que consiguen con eso es que el creyente sencillo, aquel que tiene un fe, digamos, simple y no dada a profundidades teológicas, no sepa a qué atenerse. Entonces, tampoco es extraño que pueda cundir la duda espiritual y, al fin y al cabo, el daño que puede hacer eso es grande.
Aquellos que están escondidos en el armario lo pueden estar por dos razones: por vergüenza a salir fuera y que se sepa quiénes son; por querer manipular sin que se sepa quiénes son.
Esconderse en el armario puede hacerse por razones de juego: pensemos en los niños que hacen eso al jugar al escondite. Pero también puede hacerse con intenciones no tan sanas.
Al común de los fieles, a aquellos que nos consideramos ortodoxos y conservadores (¿Se puede ser otra cosa para ser fiel?) nos gustaría que dieran la cara, que salieran del armario de una vez y que dejasen que se ventilase un poco tan oscura cueva. Y que si eso les sirve para darse cuenta de que no pertenecen a la misma Iglesia que fundó Jesucristo y que, con el tiempo, vino a llamarse católica porque lo que piensa no cabe en ella… que se marchen a otro lado a sembrar sus dudas y sus malas intenciones. Aunque quedemos pocos menos aun eran al principio de que esto se pusiera en marcha. Es más, cuando Judas cumplió con lo que dijo e hizo lo que hizo más unión hubo.
Eso sí, esto lo decimos con voluntad sanadora de los corazones que en tal estado se encuentren. Corregirse, para corregirse, siempre es posible si se quiere, claro.
Roguemos, de todas formas, por aquellos que no quieren dar la cara. Que no se preocupen por si temen sea rota. Tan sólo, como mucho, se llevarán un tirón de orejas. Y eso, tal dolor (incluso espiritual) pasa pronto. El otro, el del comportamiento aberrante (por desviado) que difunden desde el fondo del armario tiene peor cura. Es más, algunos por su tibieza, bien escondidos, ya saben qué les espera.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Por la libertad de Asia Bibi.
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Por el respeto a la libertad religiosa.
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Que se destape todo el mal siempre está más que bien.
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Para leer Fe y Obras.
Para leer Apostolado de la Cruz y la Vida Eterna.
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