Eppur si muove - ¿Cuántos mártires hay hoy día?

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

Hay muchas formas de ser testigo de la fe en Dios Todopoderoso. El caso es, al menos, escoger una de ellas.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Cuando hablamos de martirio nos viene a la mente y al corazón la vida de aquellos creyentes cristianos que han dado su vida por Jesucristo y lo han hecho, además, perdonando a quienes les inferían una muerte seguramente prematura y seguramente injusta.

Sin embargo, además de ser Cristo el mártir por excelencia y Juan el Bautista el que dio su vida por la Ley de Dios, lo bien cierto es que hay otro tipo de martirio que, a lo mejor, no es muy común hoy día.

Por ejemplo:

Martirio por cumplir la voluntad de Dios
Martirio por cumplir los Mandamientos
Martirio por soportar al insoportable.
Martirio por ser bondadoso.
Martirio por ser humilde.
Martirio por no caer en la ira.
Martirio por cumplir con las virtudes.
Martirio por poner ante el mundo el daño que hace.
Martirio por tener un corazón de carne y no de piedra.
Martirio por perdonar setenta veces siete.
Martirio por no ocultar la Verdad a nadie.
Martirio por hacer ver el error en el que se encuentra quien yerra.
Martirio por no aferrarse al mundo y a sus mundanidades.
Martirio por evangelizar según está la realidad de hoy.
Martirio por…

Vemos, pues, que además de la muerte que causa el odio y que puede recaer sobre un creyente que, dando su vida por Cristo perdona a quien le infiere una injusticia tan grande, podemos vernos urgidos, es necesario, además, que así sea, a comportarnos de tal forma que nos convierta en “testigos”, mártires en sentido exacto, de nuestra fe y de nuestra creencia en Dios Todopoderoso, en su Hijo Jesucristo y en el Espíritu Santo. Así también podemos ser mártires.

No obstante, tenemos como bueno y mejor el comportamiento puramente martirial, en el sentido de muerte física (que no espiritual pues tenemos por verdad que tal tipo de mártires van al cielo con Dios nuestro Padre y Pastor) pero no deberíamos descartar el otro tipo de martirio pues es ejemplo, también muy aceptable (es más, inevitable) de lo que supone, en definitiva, ser discípulo de Cristo.

¿Existen, pues, muchos mártires en el sentido citado aquí mismo?

Si miramos a nuestro alrededor; es más, si nos miramos a nosotros mismos, a lo mejor nos damos cuenta de que no hay los que debería haber.

Por ejemplo:

¿Cuántas ves nos olvidamos de la Ley de Dios y de sus Mandamientos?
¿Cuántas veces tratamos de zafarnos de quien no somos capaces de soportar?
¿Cuántas veces somos egoístas con nuestro prójimo?
¿Cuántas veces somos soberbios?
¿Cuántas veces nos dejamos dominar por la rabia?
¿Cuántas veces hacemos como que no existe virtud alguna?
¿Cuántas veces nos acomodamos al mundo y a sus mundanidades?
¿Cuántas veces mostramos lo peor de nosotros?
¿Cuántas veces no olvidamos el mal que se nos infiere?
¿Cuántas veces no perdonamos?
¿Cuántas veces dejamos pasar el error ajeno para no “meternos en líos”?
¿Cuántas veces callamos que somos hijos de Dios y discípulos de Cristo?
¿Cuántas veces no hacemos lo necesario para que se conozca al Creador?
¿Cuántas veces somos pacatos con nuestra fe?
¿Cuántas…?

También podríamos estar un buen rato preguntando cuántas veces esto y lo otro porque esto y lo otro no hecho, mal hecho, olvidado, entra en nuestro particular hacer y deshacer diario.

Por eso, la pregunta sigue en vigor y más fuerte que nunca: ¿Cuántos mártires hay hoy día?

Y sí, es demasiado fácil de responder.

Eleuterio Fernández Guzmán

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