Pudiera parecer que este Jueves no brilla más que el sol, pero...

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

El amor a los hermanos, todos somos hijos de Dios, es algo más que una recomendación porque es, exactamente, expresión del Amor de Dios en nosotros.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Amor fraterno


Hay un dicho religioso que dice “Tres jueves hay en el año que brillan más que el sol: Jueves Santo, Corpus Cristi y el jueves de la Ascensión”
. Hoy día, las cosas han cambiado porque la secularización de la sociedad ha procurado que estos días luzcan lo menos posible.

Sin embargo, para los creyentes católicos las cosas no son, no deberían ser, así porque nuestra fe nos dice que tales días del año nos traen a la actualidad algo que, por desgracia, está bastante olvidado y que tenemos que hacer presente para que se sepa, al menos, que nosotros no olvidamos lo que nos importa.

El Jueves Santo, justo a mitad de la Semana Santa, es, también, el día dedicado al Amor Fraterno, así escrito, con mayúsculas.

En la Epístola a los Hebreos, recomendaba su autor (13, 1) esto: “Permaneced en el amor fraterno”. Y abundaba en algo de lo que eso quería decir (13, 2-3): “No os olvidéis de la hospitalidad; gracias a ella hospedaron algunos, sin saberlo, a ángeles. Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados, y de los maltratados, pensando que también vosotros tenéis un cuerpo”.

Con esto nos quería decir que el amor a nuestro prójimo ha de estar por encima de determinados intereses de cariz egoísta.

Sin embargo, como es lógico, la idea, el pensamiento, la realidad del amor fraterno no es algo que se hubiera descubierto de repente. En el Antiguo Testamento tenemos ejemplos de lo que esto ha significado a lo largo de la historia de la humanidad religiosa.

Así, en el Deuteronomio, ahora en 24, 19 se dice que

Cuando siegues la mies en tu campo, si dejas en él olvidada una gavilla, no volverás a buscarla. Será para el forastero, el huérfano y la viuda, a fin de que Yahveh tu Dios te bendiga en todas tus obras.

Incluso antes se concreta, en 22, 1-4 lo siguiente:

“Si ves extraviada alguna res del ganado mayor o menor de tu hermano, no te desentenderás de ella, sino que se la llevarás a tu hermano. Y si tu hermano no es vecino tuyo, o no le conoces, la recogerás en tu casa y la guardarás contigo hasta que tu hermano venga a buscarla; entonces se la devolverás. Lo mismo harás con su asno, con su manto, o con cualquier objeto perdido por tu hermano que tú encuentres; no puedes desentenderte. Si ves caído en el camino el asno o el buey de tu hermano, no te desentenderás de ellos, sino que le ayudarás a levantarlos.”

Vemos, pues, que en tiempos remotos para nosotros, las realidades diarias podían dar cauce al comportamiento fraterno entre aquellos otros nosotros, antepasados en una fe que Dios quiso para su descendencia.

Y es, también, en el Antiguo Testamento, donde se recoge la expresión que muestra, a la perfección, lo que significa el amor fraterno y que luego Jesucristo mantendría y ampliaría como norma general de comportamiento. Lo escribió el auto del Levítico cuando en el versículo 18 del capítulo 19 dice esto otro:

No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Amar al prójimo como a nosotros mismos nos amamos es, en realidad, lo que nos enseña el Hijo de Dios y es, junto con el Amor a Dios sobre todas las cosas, el mandato general que el Creador nos da a toda su descendencia que es, por decirlo pronto y con toda claridad, la humanidad toda y entera.

Pero este jueves es muchas más cosas. Lo es tiempo de recordar la institución de la Eucaristía y la manifestación de la necesidad de servicio que Cristo mostró lavando los pies a sus apóstoles.

Gracias a la Eucaristía podemos vivir, espiritualmente hablando, los cristianos, aquí católicos. Ya lo dijeron aquellos mártires de principios del siglo III cuando, agobiados por el poder establecido para que cesaran de ser cristianos y, en fin, de que no acudieran a la Santa Misa, dijeron aquella recordad frase de “sin el domingo no podemos vivir”. Era en Abitinia, norte de África, y los que a consecuencia de aquella manifestación de fe murieron fueron estos hermanos:

“Santos Saturnino, presbítero, con cuatro hijos: Saturnino hijo y Félix, lectores, y María e Hilarión, aún niño; Dativo o Sanator, Félix, otro Félix, Emerito y Ampelio, lectores; Rogaciano, Quinto, Maximiano o Máximo, Telica o Tacelita, otro Rogaciano, Rogato, Januario, Casiano, Victoriano, Vicente, Ceciliano, Restituta, Prima, Eva, otro Rogaciano, Givalio, Rogato, Pomponia, Januaria, Saturnina, Martín, Clautos, Félix junior, Margarita, Mayor, Honorata, Victorino, Pelusio, Fausto, Daciano, Matrona, Cecilia, Victoria, Berectina, virgen cartaginesa, Secunda, Matrona y Januaria”.

Por eso es tan importante no olvidar que un día como hoy, el Hijo de Dios quiso que hiciéramos siempre aquello que Él hizo cuando con el pan y con el vino expresó que eran su Cuerpo y su Sangre. Y lo expresó con una certeza sólo posible siendo Dios hecho hombre que estaba a punto de morir de una muerte injusta pero aceptada.

Está más que relacionado con el amor al prójimo el servicio que podemos prestarle. Por eso nos conviene ser los últimos para ser los primeros en el Reino definitivo de Dios y, por tanto, no es para nada conveniente que acumulemos en este mundo donde la polilla todo lo corroe. Al contrario hemos hacer o, lo que es lo mismo, ser servidores de los demás en la medida en la que nuestras posibilidades hace posible que así actuemos y teniendo siempre en cuenta que cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos (trabajo sólo, entonces, propio de esclavos o de servidores propiamente dichos) fue el primero en hacer lo que hacen los últimos. Y si bien podemos imaginarnos la perplejidad de aquellos discípulos cercanos a Jesús cuando vieron lo que hacían, seguramente entendieron mejor cuando el Maestro le dijo que debían hacerlo que Él había hecho con ellos (cf. Jn 13, 14-15).

Vemos, por lo tanto, que este Jueves, Santo llamado porque lo es en tanto en cuanto se encuentra en plena Semana de Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, lo es, también, porque en él se llevan a cabo realidades espirituales sin las cuales nuestra fe no es que no se entendería sino que ni siquiera sería la misma.

Por eso, para nosotros, este Jueves también brilla más que sol porque lo hace con la luz de Dios y eso, con franqueza lo decimos, no deberíamos olvidarlo nunca. Pero nunca.

Eleuterio Fernández Guzmán

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1 comentario

  
vicente
el santo triduo pascual son los días: viernes, sábado y domingo. La Misa del jueves santo es como una introducción a estos días santos....
28/03/13 10:45 AM

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