Sobre el P. José Rivera
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Ser buen discípulo de Cristo es caminar por la vida siguiendo su ejemplo. Algunos cristianos lo consiguen plenamente.
Y, ahora, el artículo de hoy.
Quienes no conozcan al P. José Rivera (1925-1991) pensarán que se trata de un sacerdote más de los muchos que, a lo largo de los siglos, han cuidado la grey de Dios. Y, en efecto, así es. Sin embargo, hay muchas personas que lo conocieron más de cerca y, por eso mismo, colaboraron, en el año 2002, en la elaboración de un libro editado por la “Fundación ‘José Rivera’” y publicado en la colección de Biografías de la Biblioteca de Autores Cristianos y de título “José Rivera – Sacerdote, testigo y profeta”.
Cuando uno se acerca a un libro como el que ahora traigo aquí espera encontrar mucho de lo que ignora sobre el P. José Rivera porque mucho de lo que no sabemos es, precisamente, lo que otras personas, conocedoras de su vida, persona y circunstancias vitales, tienen como bueno y mejor de su propia existencia. Al parecer, conocer a un hombre como Rivera (así le llaman, por ejemplo, los sacerdotes al ser colegas de ministerio) fue muy especial. Y, en efecto, así es.
Los autores del libro, vía artículos personales sobre el P. José Rivera, son José Manuel Alonso Ampuero, Julio Alonso Ampuero, José Diaz Rincón, Demetrio Fernández González, Jordi Girau Reverter, Chistopher Hartley Sartorius, José María Iraburu Larreta, Baldomero Jiménez Duque, Rafael Sancho de San Román y Félix del Valle Carrasquilla. Valga, pues, el agradecimiento del que esto escribe por haber hecho una labor difusora tan profunda acerca de nuestro santo hombre y hombre santo.
La relación de personas y artículos es la que sigue:
Apunte Biográfico, por Félix del Valle Carrasquilla.
Todo es gracia, por Félix del Valle Carrasquilla.
Como yo os he amado, por José Manuel Alonso Ampuero.
No hay amor más grande, por Julio Alonso Ampuero
La amó y se entregó por ella, por Demetrio Fernández González.
Os daré pastores según mi corazón, por Christopher Hartley Sartorius.
Como una madre con sus hijos, por José María Iraburu Larreta.
Tenemos la mente de Cristo, por Jordi Girau Reverter.
Cooperadores míos en la obra del Evangelio, por José Díaz Rincón.
Amarás… con todas tus fuerzas, por Rafael Sancho de San Román.
Está claro que aquí no se va a hacer un resumen de cada uno de los artículos porque esto sería, claramente, un anti-post (más que nada por lo extensa que quedaría la cosa). Sin embargo, valgan unas frases de cada uno de los artículos para hacerse una vida que vale mucho la pena leer este libro editado por la BAC.
Apunte Biográfico, por Félix del Valle Carrasquilla.
“Tras las gestiones pertinentes, el 24 de marzo de 1994 su cuerpo fue devuelto a Toledo, y enterrado en la iglesia del Seminario Santa Leocadia, después de un segundo funeral, de nuevo en la iglesia de los PP. Jesuitas. Reposa en la capilla del seminario, bajo una lápida que recuerda como títulos suyos estos tres: ‘Formador de sacerdotes-Maestro de vida espiritual-Padre de los pobres’”.
Todo es gracia, por Félix del Valle Carrasquilla.
“Rivera hablaba de la conversión como cambio de mentalidad: pasar a considerar la vida desde su sentido sobrenatural, el único, pues ‘todo ha sido creado por Cristo y para Cristo’”.
Como yo os he amado, por José Manuel Alonso Ampuero.
“Don José fue siempre muy conscientes de que quien recibe la caridad infinita de Dios e intenta responder a ella es un hombre pecador. Su vida entera es una proclamación de que somos amados con un amor de infinita misericordia. Dios nos ama perdonándonos”.
No hay amor más grande, por Julio Alonso Ampuero.
“Estimaba el sufrimiento corporal. Sin embargo, consideraba más importante el sufrimiento interior. Le dolía el pecado de los hombres. Sufría por ellos, al verlos autodestruirse, como una madre sufre por su hijo enfermo”.
La amó y se entregó por ella, por Demetrio Fernández González.
“Ser ‘hombre de Iglesia’: he aquí su aspiración, que considera conseguida a estas alturas de su vida por la gracia de Dios, aunque esta gracia con él había sido ‘demasiada’. Ya se ve que para él esta cualidad no consiste en el cargo que se ocupa, ni en el éxito pastoral que se palpa, sino en la oración, en la expiación, en el testimonio humilde a la vez que enérgico e incisivo de un estilo de vida a ejemplo de Jesucristo”.
Os daré pastores según mi corazón, por Christopher Hartley Sartorius.
“La cruz, en todas sus manifestaciones, fue, sin lugar a dudas, uno de los pilares sobre los que se apoyaba la conciencia de su ser sacerdotal, de su identidad y de su misión a favor de los hombres. La cruz le vino siempre al encuentro desde su más tierna infancia, por los avatares de la vida, las enfermedades, los contratiempos…”
Como una madre con sus hijos, por José María Iraburu Larreta.
“Pues bien, los encuentros con Rivera no solamente eran de dirección espiritual, sino, sobre todo en los primeros años, de formación cristiana integral de la persona. Esto lo hacía en grado notablemente mayor de lo que es habitual en el ministerio de los directores espirituales. Puede decirse que dirigía enseñando, expresando de este modo aquella palabra de Jesús: ‘conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres’ (Jn 8, 32)”
Tenemos la mente de Cristo, por Jordi Girau Reverter.
“Hablaba desde de teología, desde los misterios de la Santísima Trinidad, de Cristo y de la Iglesia, y con una penetración de los mismos muy por encima de lo corriente; y, sin embargo, no sólo se hacía escuchar con gusto e interés por los sacerdotes, sino también por los seglares”.
Cooperadores míos en la obra del Evangelio, por José Díaz Rincón.
“Lo primero que se encontraba cualquier seglar con don José era con un testigo valiente de Jesucristo que te anunciaba en Evangelio y sensibilizada el amor de Dios de una manera impresionante, así como un sacerdote de cuerpo entero, que intentaba ser el puente entre Dios y la persona con la que estaba”.
Amarás… con todas tus fuerzas, por Rafael Sancho de San Román.
“Pero lo cierto es que, durante muchos años, fue tenazmente configurando su propia personalidad, cincelándola, depurándola, autoelaborándola con la reflexión, las experiencias acumuladas, las vivencias decantadas, matizando y eliminando lo superfluo, reafirmando lo esencial”.
También aporta el libro una serie de imágenes de la vida del P. José Rivera que nos lo acercan aún más. Y también por eso vale la pena el mismo.
Ya, para terminar, sólo me queda por decir que si esto es sólo una parte de la existencia del P. José Rivera, ¡qué no será lo que no conocemos de ella!
No quiero, de todas formas, dejar esto por terminar sin dar las gracias a Dios por suscitar, entre sus hijos, a uno de los mejores.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para leer Fe y Obras.
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