Eppur si muove - ¿Hacía dónde construyen los puentes los progres eclesiales?
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Recorre el camino de tu vida sabiendo que, al rechazar la mundanidad no dando pábulo a la misma ni al escrúpulo ocasión no haces nada extraordinario sino, el contrario, seguramente, lo mínimo que debes cumplir. Al fin y al cabo no eres de este mundo
Y, ahora, el artículo de hoy.
El presunto católico y jesuita Juan Masiá, está o ha estado haciendo bolos por España. Y, en concreto, en Murcia, donde, al parecer, se le acogió como a un hermano (bastante separado, por cierto). Acudió lo más granado de la progresía eclesial empeñada, como es lo suyo, en tergiversar la fe que dicen que tienen y, sobre todo, en tender una alfombra roja (sobretodo, roja) a quien se precie de ser contestatario y teológicamente imaginativo.
Pues bien, uno de los que allí estaba hace unos días, que no es otro que poco ínclito José Manuel Vidal, director de Religión Digital y acogedor de mucho de lo peor que en materia eclesial, hay, ha dado en escribir que el jesuita bioético de su ética particular y difusor en tierras niponas de no pocas equivocaciones y errores, era considerado como un (¡ojo al dato!) “constructor de puentes”.
Ahí queda eso.
Puede parecer que impedir o, al menos, criticar, que se que se construyan determinados puentes, es ejemplo de comportamiento dictatorial, de querer ahogar a la oposición eclesial existente y, al fin y al cabo, de oponerse al progreso. Y bla, bla, bla.
En realidad, lo que aquí sería importante determinar es hacia dónde van los supuestos puentes que los progres eclesiales quieren tender. Otra cosa estaría fuera de lugar y haría, además, perder el tiempo que tan escaso es porque, no olvidemos, que aquí ya sabemos, a la perfección, del pie del que cojea más de uno.
Pues bien, ¿hacía qué parte quiere construir Juan Masiá, un puente?
Podríamos pensar que quiere construirlo hacia donde hay separación de la Iglesia católica porque, de otra forma, no se entendería: no hay nada que construir con quien piensa o cree igual que tú. Y él cree que debe tender puentes hacia donde no se cree o piensa igual que él o, lo que es lo mismo, hacia la ortodoxia católica.
Esto sería una opción. Otra sería que quisiera tenderlos hacia opciones religiosas distintas a la “suya” (quiero decir a la que tiene como suya que debería ser católica).
Podemos decir que, con toda seguridad, tanto en un caso como en otro, no se puede aceptar según qué tipo de puentes. Y no se pueden aceptar porque de hacerlo hacia la ortodoxia por tal puente nos podrían entrar aquellos pensamientos que perturbasen el creer católico, digamos, ordinario, común y establecido por una trayectoria de siglos. Y, en pocas palabras, se podría producir una “infección” peligrosa de determinadas ideas.
No podemos, pues, permitir tal tipo de puente. Es mejor que se queden, personas como Juan Masiá y los que como él piensan, en su isla, allí habitando su imaginativa teología.
Pero tenemos el otro puente que es el que quiere tender, construir dicen, personas como Juan Masiá y los que con tanto gozo le apoyan, que una su terreno, el católico (esto es un suponer) con cualquier otra opción religiosa. Como esto supone, de hecho, un sincretismo muy peligroso, lo mejor es que, también, se las componga como pueda con sus budas, mahomas y por el estilo que quiera puentear. Nosotros, los ortodoxos católicos o, lo que es lo mismo, los que sabemos qué es nuestra fe y lo que dicen nuestros pastores, nos quedamos en este lado de la teología porque es, en verdad, el que nos corresponde ocupar.
Bueno, en verdad, los progres eclesiales (llamados a veces progresaurios) sí que tienden puentes y los construyen. Es una pena que sea hacia el abismo. Y es que tienen una gran manía que no es otra que atraer a otros hacia donde ellos mismos están.
Eleuterio Fernández Guzmán
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