Un amigo de Lolo - Lo que Dios hace por nosotros

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Panecillos de meditación

Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.

Panecillo de hoy:

A veces eres escrupulosamente mundano. Entonces eres voluntariamente pagano.

Y, ahora, el artículo de hoy.

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Lo que Dios hace por nosotros

“En la Creación Dios nos da nuestra vida; en la Redención, la Suya; y en la Santificación, la nuestra y la Suya a la vez. ”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (986)

Para los no creyentes que hablemos, escribamos o digamos de Dios las grandezas que tiene o lo que supone para los que sí creemos en el Todopoderoso, puede suponer algo menos que nada. En realidad, poco les va o les viene que el sol salga o se ponga si lo tienen como algo natural y no lo asocian con un hacer del Creador.

Sin embargo, como resulta bueno y benéfico, incluso para las personas citadas arriba, que se reconozca la verdad entre nosotros y que hagamos lo posible para que se difunda, no es poco cierto decir, desde ahora mismo, que Dios hace tanto por cada uno de nosotros (también por los que no creen en él) que negarlo no es que pudiera ser un pecado, que lo es, sino que es, en esencia, mostrar una actitud ciertamente desnortada.

No hay posibilidad humana de creer que estamos en el mundo porque sí, sin causa ajena a nosotros y que nacemos por casualidad. Es al contrario la verdad porque no podemos decir, sin temor a equivocarnos, que no hay Quien haya hecho posible que vengamos al mundo. Todo, en tal aspecto, es demasiado perfecto como para sostener que el azar ha jugado a nuestro favor.

Partimos, por lo tanto, del conocimiento real (podemos tocarnos y ver que somos reales y no producto de la imaginación) de que existimos y que, ¡ay! somos pecadores. Lo fue el pueblo elegido por Dios para llevar su Palabra y su Ley al mundo y lo somos cada uno de nosotros porque el pecado entró en el mundo por el ansia avariciosa de poder e nuestros primeros padres, aquellos que sucumbieron al engaño del Maligno porque prefirieron su egoísmo a cumplir la voluntad de Quien allí, en aquel paraíso, los había puesto.

Somos, pecadores. Pero Dios, nuestro Padre del Cielo, no podía permitir que, como malos hijos, camináramos hacia o en la fosa viviéremos por siempre. Tuvo que venir hecho hombre para morir por nosotros y para que fuera posible nuestra salvación. La sangre de Dios se vertió para que nuestras almas pudieran tener la visión beatífica, purgaran sus pecados o, para su desgracia, sufrieran castigo eterno en el infierno.

Murió, pues, Cristo o, lo que es lo mismo, Dios hecho hombre, para que la Redención fuera posible. Pasamos, entonces, de la esclavitud del pecado a la libertad que tienen los hijos de Dios porque por el mérito (de cruz) de Cristo, es el precio de nuestro rescate de cara al Creador. Queda, pues, satisfecho Dios y nosotros, restaurados.

Pero hay mucho más que hace por nosotros nuestro Dios, el Creador de todo lo visible y lo invisible porque a diario, como hijos suyos, debemos buscar ser santos. Y, para eso ha de concurrir nuestra voluntad y la gracia santificante de Dios que, a través de los Sacramentos, viene a nuestro corazón y nuestra vida. Y eso también lo hace Dios por nosotros.

Por eso, a quien siga creyendo que Dios nos abandona cuando nos crea y que nada hace por nosotros, sólo nos queda decirles que peores pensamientos han vuelto al Padre cuando se ha aceptado la Verdad. Y seguro que para tal menester Dios se presta encantado.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán

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