Silencio… se muere
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Panecillos de meditación
Llama el Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, “panecillos de meditación” (En “Las golondrinas nunca saben la hora”) a los pequeños momentos que nos pueden servir para ahondar en determinada realidad. Un, a modo, de alimento espiritual del que podemos servirnos.
Panecillo de hoy:
Proponte, con seriedad, ser cristiano a carta cabal. ¡Sí!, ya sé que eso te traerá problemas. A eso, también, se le puede llamar cargar con tu cruz.
Y, ahora, el artículo de hoy.
“El que calla otorga” es un refrán que dice mucho de muchos. En primer lugar, de quien propone algo y, en segundo lugar, de quien concede aprobación a lo que propone porque, sencillamente, no dice nada de nada al respecto. Es decir, se aprueba lo que se propone pues nada se opone.
Tenemos en la imaginación (porque lo hemos visto muchas veces) que en el cine, en el mundo del cine, cuando se va a empezar a rodar una escena de determinada película, se dice eso de “Silencio… se rueda”. Y, claro, a partir de tal momento, pasa lo que el director dice que tiene que pasar y lo que está escrito en el guión que, para eso, alguien se ha molestado en escribirlo y alguien en autorizar tal texto.
Pues algo parecido pasa en la vida real y más que cierta del crimen abominable que, aunque siendo muy antiguo, ha pasado a tener carta de naturaleza, y que se llama aborto.
No quiere decir que no haya personas que luchen en contra del asesinato (seres humanos, que lo son, mueren sin defensa posible, y con toda la alevosía del mundo) y que no haya organizaciones que no se queden de brazos cruzados. Por supuesto que hay muchas personas a título personal y muchas otras a título organizativo que hacen lo que buenamente pueden en decir que no puede ser que se maten a seres humanos por el simple hecho de que, legalmente, se puedan matar
.
Sin embargo, no es poco cierto que aquí no haya un silencio tremebundo y grande pero, a la vez sonoro, de muchos millones de personas que no se manifiestan contra el aborto.
El caso es que existe un guión que, al parecer, se tiene que cumplir y que debe haber sido escrito por algún discípulo de Satanás (verdadero Director de este drama). Tiene, entre muchas otras cosas, como objetivo el trastocamiento de un modo de hacer las cosas que es, simplemente, natural: se conciben hijos para que nazcan y siga creciendo la especie humana. En muchas ocasiones tales hijos son fruto del amor entre un hombre y una mujer, en otras no son, como se dice, “buscados” pero sí son queridos por Dios. Y a muchos de estos se les desprecia como si fueran material de desecho. Incluso, yendo más allá, aún siendo buscados por sus padres, son vilmente hechos desaparecer en el seno materno si es que padecen alguna enfermedad de la sociedad hedonista en la que vivimos considera inhabilitadora para vivir en su seno.
Y ante esto hay un silencio que se escucha a muchos kilómetros del suelo y que seguro, como pasaba en el caso de Caín y Abel con la sangre del muerto, llega al corazón de Dios y lo hace sufrir mucho. Y, aunque debe ser más que cierto que el Creador no necesita de nosotros para su existencia, tampoco es menos cierto que como Padre su ser mismo se ha sentir compungido porque muchos de sus hijos perezcan de una forma tan inmerecida.
Silencio… se muere. No vaya a ser que se entere el corazón de más de uno y más de una que andan, por la vida, como si el prójimo, el más necesitado, siquiera existiese.
Y, ante esto, hay un silencio tan ensordecedor…
Eleuterio Fernández Guzmán
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