Un amigo de Lolo - Decálogo del periodista .- 8
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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Presentación
Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.
Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.
Por otra parte, el Decálogo del periodista que escribió Lolo nos informa, a todas aquellas personas que, de una u otra forma, nos dirigimos a los lectores, que hay una forma cristiana de comportarse y aunque a veces podamos incurrir en ciertas extralimitaciones, la intención final ha de ser la que refiere el beato Manuel Lozano Garrido.
Decálogo del periodista según Manuel Lozano Garrido, Lolo
8.-Si a tu silencio se llama fracaso porque la luz falta a la cita, acepta y calla. Pobre del ídolo que tiene los pies del barro de la mentira. Pero ojo a su vez, con la vanagloria del mártir cuando las palabras no suenan por cobardía.
No siempre se puede escribir lo que se quiere ni siempre se debe escribir lo que se quiere. Ambas cosas pasan y, por eso mismo, no hay que lamentarse, sino en todo caso, pedir lo que más nos convenga.
En primer lugar, no siempre hay algo que decir porque, simplemente, o no te ha visitado la inspiración o no has sido capaz de encontrarla en el mundo en el que vives o en circunstancias allende tus fronteras físicas o espirituales. No es fácil decir lo que se quiere si lo que se quiere no se sabe, no ha sido posible entenderlo o, simplemente, no existe nada que decir. Entonces… como bien dice Lolo, lo mejor es callar.
Callar, aunque sea el silencio escrito y no de la palabra hablada, es reconocer que la luz te ha faltado y que lo mejor es no decir algo de lo que luego te puedas arrepentir. Quien espera escuchar o, como es el caso de los modernos medios de comunicación, leer, puede ignorar que no existe qué decir y, sin embargo, espera alguna palabra que le pueda servir de aliento en su tribulación o, simplemente, de ayuda para caminar.
Aceptar el silencio es, en estos particulares casos, la mejor solución a la falta de inspiración o, sencillamente, al no saber qué decir ni sobre qué ni para qué. Aceptar es, así, reconocerse limitado y caer de la peana en la que, a lo mejor, nos hemos subido sin darnos cuenta de que somos poca cosa ante Dios y de que, como mucho, podemos ser testigos, a veces, de lo que pasa.
No cabe, por lo tanto, mentir para tener algo que decir. No es que vaya un claro mandamiento de la ley de Dios sino que nos rebaja por debajo de la altura del suelo que pisamos y nos adentra en la fosa de la falsedad y de la falta de credibilidad. Mentir, por encima de todo, debe de ser olvidado porque, de todas formas, ya sabemos que antes se coge a un mentiroso que a una persona con defectos en el andar y, sobre todo, al reconocernos hijos de Dios tenemos por más que cierto que el Creador ve en lo secreto de nuestro corazón y allí no tenemos la escapatoria de lo que los demás no saben.
No vaya, sin embargo, a creer cualquiera que la cosa termina aquí. El silencio, si es necesario es bueno pero no lo es si la razón no tiene que ver con la ausencia de tener qué decir sino por no querer enfrentarse a lo que pasa.
Como sabemos, Jesucristo tuvo que decir, en una ocasión (y pretendiendo que se entendiera que no siempre todo vale) que donde algo sea sí, ha de ser sí y donde algo sea no, ha de ser no. Era, y es, así, de meridianamente claro y sencillo de entender. Por lo tanto, no cabe callar cuando se ha decir no ante determinada situación porque callar, entonces, es ceder al influjo del Mal y someternos a lo que el mundo quiere escuchar que no es, la mayoría de las veces (gran mayoría) lo que Dios quiere para su descendencia y semejanza.
Mantener silencio, pues, callar, o decir lo que hay que decir, son las situaciones por las que pasa quien tiene algo que decir y, aunque lo que tenga que decir no pueda pasar de una opinión personal y no pueda llevar el marchamo de magisterio universal, al menos habrá cumplido con lo que Dios quiera para él y que no es otra cosa que sea luz, que sea sal y que sea levadura en la masa de sus siervos.
Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.
Eleuterio Fernández Guzmán
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