Eppur si muove - ¿Pueden los católicos creer en la reencarnación?
Por la libertad de Asia Bibi y Youcef Nadarkhani.
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La pregunta que da título al Eppur si muove de hoy no es tan absurda como, en principio, pudiera parecer.
La reencarnación y la resurrección no son lo mismo. Y esto, que es de una claridad meridiana parece no ser entendido por personas que dicen profesar la fe católica. Debido al batiburrillo religioso que en occidente se ha difundido con la premisa del “todo vale” más de un católico ha asumido que, en realidad, la reencarnación es posible. Sin embargo ya decía la Epístola a los Hebreos (9, 27) que “está establecido que los hombres mueran una sola vez”. Tampoco podemos olvidar aquello tan maravillo que expresa el Salmo 77 cuando, en un momento determinado dice, refiriéndose a Dios, que
Él sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía;
una y otra vez reprimió su cólera
y no despertaba todo su furor,
acordándose de que eran de carne,
un aliento fugaz que no torna.
Dice, pues, el Salmo, que el ser humano, cuando muere no vuelve a la vida terrena porque “no torna”. Y lo dice con toda claridad y, ante esto, no cabe duda alguna para un católico que se precie de serlo.
Sin embargo, existe un despiste espiritual de tal calado que hace creer, a más de un creyente, que es posible la reencarnación y la resurrección de la carne.
Y como no es conveniente que uno exponga lo que piensa como si se tratase de una idea que se le haya ocurrido de repente ni nada por el estilo, siempre está bien acudir a lo que nos puede dar respuesta ante una determinada duda. Así, el número 1013 del Catecismo de la Iglesia Católica dice que
La muerte es el fin de la peregrinación terrena del hombre, del tiempo de gracia y de misericordia que Dios le ofrece para realizar su vida terrena según el designio divino y para decidir su último destino. Cuando ha tenido fin “el único curso de nuestra vida terrena” (LG 48), ya no volveremos a otras vidas terrenas. “Está establecido que los hombres mueran una sola vez” (Hb 9, 27). No hay “reencarnación” después de la muerte.
Es más, la Constitución Lumen Gentium (48)(Vaticano II) nos informa, para aquellos que estén algo despistados al respecto, de lo que llama “el único plazo de nuestra vida terrena” y que tampoco es creación de tal documento sino que tiene su razón de ser en la Epístola a los Hebreos que, en un momento determinado (9, 27) dice que “está establecido que los hombres mueran una sola vez”. Y esto, lo que lisa y llanamente quiere decir, es que Dios ha establecido que así sea.
Por tanto aquello que entendemos ser doctrina de la resurrección final no puede admitir y, claro, ningún católico tampoco, aquello que tiene que ver con la teoría de reencarnación mediante la cual el alma humana, cuando ha muerto el cuerpo, emigra a otro cuerpo y lo hace varias veces hasta que se ha purificado.
Podemos preguntarnos, entonces, por qué el cristiano, aquí católico, no cree en la reencarnación, porque no debe creer. Como respuesta traigo aquí la intervención del teólogo Michael F. Hull el cual en una videoconferencia de fecha 29 de abril de 2003 y en el marco de una que lo fue de teología organizada por la Congregación vaticana para el Clero, dijo esto:
La integridad de la persona humana (cuerpo y alma en la vida presente y la futura) ha sido y sigue siendo uno de los aspectos de la revelación divina más difíciles de entender. Son todavía actuales las palabras de san Agustín: «Ninguna doctrina de la fe cristiana es negada con tanta pasión y obstinación como la resurrección de la carne» («Enarrationes in Psalmos», Ps. 88, ser. 2, § 5). Dicha doctrina, afirmada constantemente por la Escritura y la Tradición, se encuentra expresada de la manera más sublime en el capítulo 15 de la Primera carta de San Pablo a los Corintios. Y es declarada continuamente por los cristianos cuando pronuncian el Credo de Nicea: «Creo en la resurrección de la carne». Es una expresión de la fe en las promesas de Dios.
A menudo, aun sin el auxilio de la gracia, la razón humana llega a vislumbrar la inmortalidad del alma, pero no alcanza a concebir la unidad esencial de la persona humana, creada según la “imago Dei". Por ello, a menudo, la razón no iluminada y el paganismo han visto «a través de un cristal, borrosamente» el reflejo de la vida eterna revelada por Cristo y confirmada por su misma resurrección corporal de los muertos, pero no pueden ver «la dispensación del misterio escondido desde siglos en Dios, creador del universo» (Ef 3,9). La noción equivocada de la metempsícosis (Platón y Pitágoras) y la reencarnación (hinduismo y budismo) afirma una transmigración natural de las almas humanas de un cuerpo a otro. La reencarnación, que es afirmada por muchas religiones orientales, la teosofía y el espiritismo, es muy distinta de la resurrección de la fe cristiana, según la cual la persona será reintegrada, cuerpo y alma, el último día para su salvación o su condena.
Antes de la parusía, el alma del individuo, entra inmediatamente, con el juicio particular, en la bienaventuranza eterna del cielo (quizá después de un período de purgatorio necesario para las delicias del cielo) o en el tormento eterno del infierno (Benedicto XII, «Benedictus Deus»). En el momento de la parusía, el cuerpo se reunirá con su alma en el juicio universal. Cada cuerpo resucitado será unido entonces con su alma, y todos experimentarán entonces la identidad, la integridad y la inmortalidad. Los justos seguirán gozando de la visión beatífica en sus cuerpos y almas unificados y también de la impasibilidad, la gloria, la agilidad y la sutileza. Los injustos, sin estas últimas características, seguirán en el castigo eterno como personas totales.
La resurrección del cuerpo niega cualquier idea de reencarnación porque el retorno de Cristo no fue una vuelta a la vida terrenal ni una migración de su alma a otro cuerpo. La resurrección del cuerpo es el cumplimiento de las promesas de Dios en el Antiguo y el Nuevo Testamento. La resurrección del cuerpo del Señor es la primicia de la resurrección. «Porque, habiendo venido por un hombre la muerte, también por un hombre viene la resurrección de los muertos. Pues del mismo modo que por Adán mueren todos, así también todos revivirán en Cristo. Pero cada cual en su rango: Cristo como primicia; luego los de Cristo en su venida» (1 Cor 15,21–23). La reencarnación nos encierra en un círculo eterno de desarraigo corporal, sin otra certidumbre más que la renovación del alma. La fe cristiana promete una resurrección de la persona humana, cuerpo y alma, gracias a la intervención del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, para la perpetuidad del paraíso.
En la carta apostólica Tertio millennio adveniente (14 de noviembre de 1994), escribe Juan Pablo II: «¿Cómo podemos imaginar la vida después de la muerte? Algunos han propuesto varias formas de reencarnación: según la vida anterior, cada uno recibirá una vida nueva bajo una forma superior o inferior, hasta alcanzar la purificación. Esta creencia, profundamente arraigada en algunas religiones orientales, indica de por sí que el hombre se rebela al carácter definitivo de la muerte, porque está convencido de que su naturaleza es esencialmente espiritual e inmortal. La revelación cristiana excluye la reencarnación y habla de una realización que el hombre está llamado a alcanzar durante una sola vida terrenal» (n° 9).
Por lo tanto, nada de reencarnación y todo de resurrección. Si no, además, como diría San Pablo, nuestra fe es vana ( cf. 1 Cor 15, 14).
Y yo, mejor, no puedo terminar.
Eleuterio Fernández Guzmán
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15 comentarios
(aunque supongo que esa 'carne' la veremos con otros ojos... -eso dice el Credo-)
: )
la resurrección no implica reencarnación pues ésta última presuponeun cuerpo vivo previo sobre el cual el alma se reencarna sin embargo la resurrección opera sobre materia inerte quepuede tener o no apariencia decide cuerpo. Esto último ocurre cuando el cuerpo ha dejado de tener vida recientemente sin haberse descompuesto aún . Al pasar los días meses y años pues lo que queda son sólo huesos y nada parecido al cuerpo original....Así la resurrección tanto para muertes recientes como para muertes de hace siglos dónde no qude sino polvo
Lo interesante sería saber en que momento los judíos adoptaron esta doctrina de la reencarnación, evidentemente fue posterior del Cristianismo, pero el hecho es que hoy, muchos judíos creen en esta doctrina
Y digo que es cruel sobre todo porque late en esta creencia un profundo individualismo que enaltece sobremanera la capacidad del individuo para salvarse asi mismo, lo que choca con la dulzura del mensaje del evangelio.
La reencarnacion tambien se caracteriza por un elemento harto paradojico, porque si bien y por una parte desprende individualismo, por otro lado sin embargo hace del individuo en un momento dado una pura naderia...pues en la idea de que solo en sucesivas vidas podriamos purificarnos, se niega la posibilidad de que Dios se haga presente en nuestros corazones en el instante que menos esperamos a causa de su gracia.
en la Santa Iglesia Católica,
en la Comunión de los Santos,
en el Perdón de los Pecados,
en la Resurrección de la Carne
y en la vida Eterna.
Amén.
: )
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EFG
Amén.
Es una hipótesis diabólica.
LA REENCARNACIÓN NE LE MENSAJE DE CRISTO
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EFG
Perdone Germán que no le haya contestado a su correo de hace un tiempo acerca del tema de la "reencarnación" en el mensaje de Cristo y sobre el libro que me envió. No es por falta de interés sino por la complejidad del asunto. Le prometo, no obstante que, por supuesto, le contestaré a su amable correo.
Un saludo y un abrazo.
12 Jesús les respondió: "Sí, Elías debe venir antes para restablecer el orden en todo. Pero, ¿no dice la Escritura que el Hijo del hombre debe sufrir mucho y ser despreciado?
13 Les aseguro que Elías ya ha venido e hicieron con él lo que quisieron, como estaba escrito".
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EFG
Me parece que se equivoca usted. Cuando Jesús dice eso no quiere decir que Elías haya vuelto a la vida, ni siquiera en otro cuerpo. Se refire a que lo que supuso Elías en su tiempo lo había sido Juan el Bautista, a quien se refiere Jesús. Además, recuerde usted lo que, en un momento determinado, dice el Salmo 77:
"El, en cambio, sentía lástima,
perdonaba la culpa y no los destruía:
una y otra vez reprimió su cólera,
y no despertaba todo su furor;
acordándose de que eran de carne,
un aliento fugaz que no torna."
Somos, en efecto, "aliento fugaz" que no tornamos. Como mucho, y si así lo hemos merecido iremos al cielo o, en su defecto, al Purificatorio. Y esperemos que no al Infierno.
¡completa y totalmente incompatible!
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