Entre la luz y la tiniebla - Jesucristo está en y con la Iglesia católica
Resulta de todo punto sencillo, pues mucho hemos escuchado y leído al respecto, ponernos en situación. Podemos hacer como recomienda S. Josemaría cuando en su “Amigos de Dios” nos propone que nos mezclemos “con frecuencia entre los personajes del Nuevo Testamento” porque es una buena forma de sentir lo que ellos pudieron sentir.
Hagamos, entonces, eso.
Jesús está siendo probado por los fariseos y los saduceos que lo quieren poner en un brete. Dice que no tendrán más señal, esta generación, que la de Jonás. Parece que no está muy contento el Maestro porque los que le preguntan no saben lo que deberían saber… ellos que son tan sabios no disciernen nada. Nos ha dicho que tengamos cuidado con la levadura de los fariseos y los saduceos pero no acabamos de entender a qué se refiere. Será que no hemos comprado pan todavía…
Ahora hemos llegado a Cesarea de Filipo y el Maestro está preguntando que quién dice la gente que es él. Estamos, aquí, descansando del viaje. Yo les he dicho que me parece que debe ser uno de los profetas… no sé, Elías o Jeremías o algunos de aquellos que tanto nos hablaban de parte de Elohim.
Pero Simón se ha adelantado a todos nosotros.
Le dice que es “Cristo, el Hijo de Dios vivo” porque parece que sí sabe quién es el Maestro. Eso no lo hemos oído nunca. ¡Este Cefas tiene cada cosa!
Parece que Jesús está contento con lo le que le ha dicho el pescador. Le ha llamado Pedro, ¿Pedro? Le ha cambiado el nombre, al igual que Dios hizo con el padre Abrahán. Será para algo importante, para cumplir alguna misión o algo así.
¡Vaya! El Maestro sí que sabe lo que dice y habla con autoridad y no como otros… Le ha llamado Pedro porque dice que sobre “esta piedra edificaré mi Iglesia”. ¡Jesús ha fundado una Iglesia y ha entregado a Pedro las llaves para que abra y cierre, ate y desate! O sea, que el pescador es, ahora, el primero entre nosotros… así lo ha dicho Jesús que mira con mucha alegría a nuestro amigo…
Pero lo más extraño es que el Maestro nos ha dicho que no digamos que es el Cristo y no sé yo si vamos a ser capaces de callar lo que nuestro pueblo tanto ha esperado…
Más adelante, en el mismo contexto, continúa el fundador del Opus Dei diciendo que “Esos trasuntos del Cielo se renuevan también ahora, en la perenne actualidad del Evangelio: se palpa, se nota, cabe afirmar que se toca con las manos la protección divina; un amparo que gana en vigor, cuando vamos adelante a pesar de los traspiés, cuando comenzamos y recomenzamos, que esto es la vida interior, vivida con la esperanza en Dios”.
Y es que, ciertamente, la mano del Creador se siente en el seno de la Iglesia que, por tener carácter universal y querer abarcar a todos los hijos de Dios, se dio en llamar católica. Así, el catolicismo sólo puede entenderse si se reconoce a Jesús en la Iglesia que fundó y, también si se reconoce que está en la misma. Sólo así, como sucede en realidad, el creyente católico, se sabe amparado por Dios porque, a través de su Hijo, quiso que aquel pequeño germen pastoreado por Pedro, llevara al hombre por el camino recto hacia su definitivo Reino.
Todo esto lo escribimos porque a veces se oye decir que Jesús, de vivir entre nosotros físicamente hoy día no estaría con el Vaticano pero sí con la gente pobre como si no hubiera sido el Hijo de Dios quien fundó la misma Iglesia católica a la que tanto se critica por considerarla alejada del mundo siendo, como es, testigo de Cristo y sin reconocer que, en efecto, está aquí y está vivo cuando dos o más nos reunimos en su nombre.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Para el Evangelio de cada día.
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