Eppur si muove - Hoja de ruta del catolicismo
“De modo especial, algunos temas recomiendan hoy una acción conjunta de los obispos: la promoción y la tutela de la fe y de la moral, la traducción de los libros litúrgicos, la promoción y formación de las vocaciones de especial consagración, la elaboración de subsidios para la catequesis, el compromiso ecuménico, las relaciones con las autoridades civiles, la defensa de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, la santidad de la familia y del matrimonio entre hombre y mujer, el derecho de los padres a educar a sus hijos, la libertad religiosa, los demás derechos humanos, la paz y la justicia social.”
Estas palabras las pronunció, hace apenas unos días, Benedicto XVI en un Discurso ante los obispos brasileños de la Región Centro Oeste de aquella nación americana. Sin embargo valen, más que de sobra, para aplicarlas a lo que, en general, ha de ser lo que hoy se da en llamar la “hoja de ruta” del catolicismo. Y, también, la causa de que los sectores laicistas de la sociedad, en este caso española (aplíquensela en las demás porque la religión es católica y, por tanto, universal) hagan lo que hacen, dicen lo que dicen y legislan lo que legislan.
Pero vayamos por partes.
Lo que dice el Santo Padre no es nada raro porque apunta hacia el entendimiento de una doctrina que el Vicario de Cristo no tiene más remedio que seguir, difundir y transmitir. Además, no puede decirse que se trate de nada negativo para una sociedad… libre.
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en tutelar la fe si la misma sólo va destinada a los creyentes y, en todo caso, a los que puedan serlo sin obligar a nada de nada?
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica quiera mantener una correcta relación con las autoridades civiles cuando es una parte importante de la misma sociedad?
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica defienda la vida desde la concepción hasta la muerte natural de la misma?
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica defienda a la familia como núcleo básico de la sociedad?
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica defienda que el matrimonio sólo puede entenderse si existe unión entre un hombre y una mujer cuando otra cosa no es posible?
Por ejemplo, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica entienda, diga y defienda que son los padres a los que les corresponde la educación de sus hijos en determinadas materias y que el Estado no puede inmiscuirse en ellas?
Y, por ir terminando, ¿Qué problema existe en que la Iglesia católica crea en la libertad religiosa como instrumento de su misma existencia en la sociedad?
Pues, al parecer, ha de existir más de un problema porque el comportamiento de la parte del “César” no es el más adecuado al respecto de la parte de “Dios” y aunque la Iglesia católica tiene más que claro que la separación entre el primero y Dios es más que razonable, no entiende de la misma forma la primera parte de la ecuación aquí planteada porque el César, véase poder establecido, no es que pretenda, que sí, tan separación sino que quiere enviar al ostracismo a la religión, a lo religioso, a los fieles y a cualquier realidad que tenga mínima relación con todo esto.
Por eso, en el camino perfectamente trazado de convertir a España en un lugar donde la religión sea, como mucho, algo residual y, por tanto, la doctrina católica deje de contar algo, recientes declaraciones del Presidente del Gobierno ha tenido a bien decir algo así como que “La mayoría de ciudadanos quieren ser libres, que nadie les imponga una moral” y que, por lo tanto, no iba a permitir que el Papa impusiera las normas o las leyes.
Claro, y es que la hoja de ruta del catolicismo no gusta a según qué tipo de personas y además, ¡qué mala cosa es no entender lo que supone la libertad en materia religiosa!
Eleuterio Fernández Guzmán
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1 comentario
Y aquí cómo la misión de la Iglesia en sus potestades celestiales que es instruir y abrir al creyente hacia un camino que le lleve a un lugar que no puede encontrase en este Mundo.
Y por contraésta la misión de este Mundo y sus potestades infernales que es afincar al creyente en este Mundo, porque, según las dichas potestades, no existe otro lugar de existir.
Y de aquí la persistente pugna de lo que la Iglesia debe de tomar como mundanal reprobación, que en sí es el Mundo de ayer y de hoy. Contra lo que el Mundo persigue que no es otra cosa que destruir la idea de la Iglesia.
Hasta que, definitivamente, todo sea consumado
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