Intolerancia
El título del artículo de hoy recuerda, exactamente, al de una película del año 1916 cuyo director, D.W. Griffith, quiso reflejar cuatro momentos de la historia de la humanidad en el que el “Respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias” fue escaso o nulo.
Lo que sucedió, pues, es que a la definición aquí traída, la que define qué es la tolerancia, se le agregó el prefijo que niega, precisamente, lo que viene luego. No hubo, por tanto, en determinados momentos de la vivencia del ser humano, demasiado respeto, en general, por el otro o, en particular, por las ideas del otro.
No vayan a creer que lo hasta aquí escrito es algo que caracteriza una época pasada ni que queda lejos de la que ahora mismo vivimos. Es más, no vayan a sentirse poco concernidos por lo que supone ser intolerante porque, por desgracia, la dictadura de lo políticamente correcto está sembrando el campo de la existencia, de una semilla que, de fructificar como quiere el Maligno, obtendrá frutos que ni Aldous Huxley habría soñado para “Un mundo feliz”, aunque tal felicidad diste mucho de serlo.
Es, en realidad, una intolerancia que viene aunque se manifieste, ya, en más de un lugar, sitio, nación o Estado.
Por ejemplo, y esto sólo es un ejemplo, ha sucedido en Finlandia donde se ha condenado (señal de que antes fue acusado) a un pastor luterano por no querer “concelebrar” con una mujer ordenada sacerdote.
Lo correcto, según el pensamiento políticamente correcto, es haber aceptado la situación de la, digamos, “sacerdotisa” y haber procurado una celebración digna.
Sin embargo, el pastor no le permitían, sus creencias religiosas, hacer tal cosa. Y tenía que ser obligado o, en su defecto, multado para que se viera qué tipo de conducta se quiere o qué tipo de conducta no se quiere.
No es tal tema nada baladí ni escaso de importancia porque es una forma, clara, de manifestar una intolerancia que está muy cercana al totalitarismo espiritual porque será cuestión de tiempo que se obligue a un sacerdote católico a concelebrar con una sacerdotisa luterana. Y si no es materialmente posible obligar sí lo es multar que es, exactamente, lo mismo de lo mismo.
No olvidemos, por ejemplo, el caso de la azafata inglesa a la que le obligaron a quitarse una cruz que llevaba colgada…
Y así podríamos estar un largo rato porque, a veces es intolerancia que llega y otras, intolerancia presente y actuante. Pero intolerancia es y de qué modo que lo es.
Sin embargo, es más que posible que muchos, sin embargo, estén pidiendo, a gritos, el soma de la corrección política y, así, una droga que tranquilice su espíritu tibio.
Sin embargo, ya sabemos lo que dice Dios de los tibios. Lo recoge, más que bien, el Apocalipsis en el versículo 16 de su capítulo 3: “Puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca.”
Y la tibieza es el gran pecado del creyente porque lo hace mudo, ciego y sordo ante la Verdad: mudo por no decir lo que tiene que decir, ciego para no ver el daño que hace el Mal y sordo para no oír los gritos de las piedras que hablan por su silencio.
Amar la intolerancia, cuando recae sobre uno mismo, es, sin duda, manifestación de haber sido tragado por la Bestia.
Eleuterio Fernández Guzmán
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Y, si puedes, da el siguiente paso. Recuerda que “Dios ama al que da con alegría” (2Cor 9,7).
10 comentarios
Es la mejor forma de impedir que se pueda evangelizar de nuevo occidente. Evidentemente, una sociedad laizante no podría aceptar como bien supremo algo que comprometiera su rechazo del evangelio.
Dios le bendiga :)
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EFG
Pues es una droga que, incluso a católicos, parece gustar.
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-Y le vomitó. -A éste y a los otros cinco que en su día y hora no atendieron a la llamada. ( ver.Ap. 17,10)
-Sólo Filadelfia y Esmirna se salvan por el momento.
Cuando Filadelfia y Esmirna se encuentren, ellos marcarán la Nueva Evangelización y tolerancia de lo que es y debe de ser hasta el fin.
Porque en Finlandia el luteranismo es religión oficial, y ese clérigo es un funcionario que cobra un sueldo pagado con dinero público. Y ha sido el propio estado finés el que de manera muy coherente ha castigado a un funcionario por incumplir sus normas antidiscriminación.
El estado finés ha obligado a la Iglesia Luterana (que viene a ser un ministerio) a ordenar sacerotisas, y si a algún clérigo machista no le gusta, que haga como los anglicanos conservadores, que se marche y deje de vivir del cuento. Pero claro, se está muy cómodo cobrando un sueldo del "malvado" estado, que te obliga a compartir altar ¡con una mujer, puaj!
Todos estos problemas se resolverían si en Europa dejasen de existir estados donde se reconoce a una religión como la oficial y se permite al gobierno meterse en su organización interna.
Sin embargo algunos piden tolerancia cuando les conviene, porque leyendo a bloggers como LFPB o IGE resulta que se pide que el estado impida que los matrimonios católicos puedan divorciarse por lo civil.
Pues si quieren un consejo, Iglesia y estado cuanto más lejos, mejor.
Por cierto; el relativismo moral puede ser discutible en cuanto a su efecto pernicioso, o no, en una sociedad, pero es difícil demostrar filosóficamente que es un insulto a la inteligencia. En realidad hay otro tipo de pensamiento mucho más en la linea de lo que dices y que igual te es menos ajeno.
María Elena, está acuñada desde hace varios miles de años.
Por esas razones que das, idénticas, un tribunal ha condenado a muerte a Asia Bibi, por ejemplo.
Lo mismo para las ideas y creencias. Me niego a ser tolerante con ideas nazis, por poner un ejemplo claro. Debo respetar al sujeto que defienda tales dislates, pero pretender tolerar sus ideas es una estupidez.
Tolerancia y slidaridad son dos tomaduras de pelo que se han sacado de la manga para expulsar a la Caridad de la convivencia.
Me parece que no me he sabido explicar o, por otra parte, que estoy muy equivocado.
En varios comentarios he podido leer algo así como que tolerar, o llevar a la práctica la tolerancia, es algo así como algo impresentable y que se debería tener por cosa prescindible.
Sin embargo, el ejemplo puesto aquí del pastor luterano, de la azafata inglesa y de lo que puede estar por venir va en la línea de defender que hay que tolerar, es decir, respetar las ideas ajenas.
No entiendo, por lo tanto, que pueda decirse, más o menos, que de la tolerancia se puede prescindir porque de hacerlo así no es que nosotros no tengamos que respetar a los demás, que sí, sino que los demás no nos respetarán a nosotros.
Permítanme decir esto y siento, francamente, haberme equivocado, a lo mejor, al no saber expresar lo que he querido expresar.
La tolerancia es un mal menor. Se tolera el error por no crear un mal mayor, pero en sí la tolerancia no puede ser un principio en que fundamentar nada. Los cristianos, además, no estamos en este mundo para tolerar las ideas de los demás, sino para anunciar a Cristo, que en muchos casos es contrario precisamente a esas ideas. Si los Apóstoles, San Francisco Javier o cualquier misionero hubiesen sido tan tolerantes con las ideas y creencias ajenas, se habrían quedado en sus casas.
Bajo la tolerancia late violentemante el egoísmo.
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EFG
Francamente voy a tener que escribir un artículo sobre la tolerancia. Lo haré la semana que viene, el viernes, en Eppur si muove porque me parece que es un tema más que interesante. Espero tener más claro lo que diga entonces que, al parecer, ahora.
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