Eppur si muove - ¿Qué clase de Iglesia católica quieren?

Esta sección llamada como encabeza el título tiene razón de ser en aquellas circunstancias que, de una manera o de otra, suponen un ataque a la Iglesia católica y en demostración de que, a pesar de todo, se mueve y sigue caminando, en peregrinación, hacia el definitivo reino de Dios.

Claro está que cuando se embiste contra la Esposa de Cristo se hace contra las personas que de ella forman parte. Esto supone, por ejemplo, que se escriba o hable del sacerdocio, del Santo Padre, de la llamada jerarquía o, en fin, de cualquiera que tenga que ver con la doctrina católica de una forma francamente mejorable.

Sin embargo, no vaya a pensarse que desde este blog se ignora que algo se ha de querer cuando tanto se hace para manifestar un descuerdo con la Iglesia católica y que, por eso mismo, no se hace lo que se hace por mero gusto de manifestar un desacuerdo.

Razones se ponen sobre la mesa por parte de aquellas personas que quieren que la Iglesia católica deje de ser como es y lo que es.

Entonces, ¿Qué clase de Iglesia católica quieren?

Ofrezcamos, por ejemplo, unas posibilidades para quienes no saben, aunque quieran, qué hacer con la organización que Jesucristo encomendó a Pedro dirigir.

Iglesia light

Lo light es aquello que ha perdido parte de su esencia porque se le quiere de tal jaez en beneficio de algún tipo de ventaja para la persona.

Eso, en materia eclesial, ha de querer decir, una Iglesia católica que abjure de sus principios y “adelgace” en las exigencias: poco que decir, por ejemplo, sobre el preservativo; poco que decir sobre el aborto; poco que decir sobre el adoctrinamiento en las centros educativos; poco que decir sobre el imposible matrimonio entre homosexuales; poco que decir sobre…, poco que decir sobre….

Es decir, que lo que se querría es que, en general, a la Iglesia católica no se oyera decir nada y, como se suele proponer, que se quedara en la sacristía y los fieles, en su casa, puesta la fe a buen recaudo.

Iglesia mundana

“Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

Esta frase es más que conocida y cualquiera sabe su significado. Sin embargo, de confundir una cosa con la otra, la actuación de la Iglesia católica devendría muy distinta.

A este respecto en una ocasión acertó a la perfección S. Josemaría cuando dijo que hay “Amad al mundo sin ser mundanos” porque es la mejor forma de comportarse por parte, en un principio, de cada católico pero también, claro, de la Iglesia católica.

¿Qué sería lo mundano en el caso de la Iglesia católica?

Por ejemplo, la Iglesia católica dejaría de serlo sin, en vez de proponer su doctrina al mundo se dejara dominar por las proposiciones que se hacen desde el poder temporal. Si bien la Iglesia católica, y sus fieles, están en el mundo, de tal realidad (obviada, muchas veces, por el Mal) no se infiere que la primera tenga que olvidar lo que es y Quién la constituyó y venir a ser lo que el mundo, con sus desvíos y desvaríos, quiera que sea.

Seguramente, por eso mismo, por el intento de que el mundo se llene del pensamiento cristiano, por llevar la Iglesia católica al mundo por parte de Juan Pablo II Magno, es por lo que ha sido gravemente zaherido el Papa polaco llevando, incluso, el asunto de la pederastia a los pies de la tumba del que fuera Vicario de Cristo.

Y es que se comprende esto porque para personas que tienen de la vida familiar y ajena un sentido torticero no les puede gustar que se defienda a la familia y al sentido básico de la vida de una forma integral.

El mundo o, mejor, lo mundano, es así…

Iglesia política, Iglesia politizada

Se dice, muchas veces, que el problema es que en la Iglesia católica no existe “democracia”. Con esto se ha de querer decir que se preferiría, en el seno de la Esposa de Cristo, la repetición de las querellas civiles entre contendientes y no la paz que corresponde a quien pertenece a una organización espiritual.

Yo me imagino, por ejemplo, qué hubiera pasado si, celebrándose la Última Cena, se hubiera sometido a votación la Pasión que Jesús iba a pasar. Seguramente, el resultado habría sido el que todos podemos suponer: ni habría habido Pasión, ni Resurrección ni Iglesia católica ni nada de nada.

Vamos, lo que querrían muchos que hubiera.

Pueden, entonces, escoger entre una de las posibilidades apuntadas arriba. Pero deberían saber que, en tal caso, se habrán alejado, de forma irremisible, de la fe que se supone que tenían.

Tampoco, por otra parte, deberían sentirse tan señalados porque en otros tiempos ya hubo fariseos y sepulcros blanqueados.