Opus Dei: "'Camino': el camino de la Fe" - Escrúpulos y respeto humano

Serie “El Camino de la Fe”

El Camino de la Fe -10
Escrúpulos y respeto humano

“Rechaza esos escrúpulos que te quitan la paz. —No es de Dios lo que roba la paz del alma”.
S. Josemaría
Camino, 258

Seguramente a lo largo de la historia del cristianismo muchas personas que se consideraban cristianas porque habían recibido alguno de los sacramentos que así lo acreditaban habrán actuado de una forma, digamos, no acorde con su fe.

Es un comportamiento muy humano hacer, en determinadas ocasiones, dejación de aquello en lo que se cree con la intención, a lo mejor, de no empeorar la vida ni el ordinario transcurrir de la misma.

A esto bien lo podemos llamar adoptar un comportamiento políticamente correcto, dejarse llevar por el respeto humano y, al fin al cabo, actuar de forma, en cuanto a la fe, tibia.

Y sobre la tibieza mucho sabía y entendía y mucho sabe y entiende aquel sacerdote que, en la intimidad de la oración, entrevió la obligación y necesidad de creación del Opus Dei.

¿Qué podemos entender por escrúpulos espirituales?

En nuestra cotidiano vivir nos encontramos con muchas situaciones en las que se nos pide tener un comportamiento que no sea disconforme con la fe que profesamos. Entonces… es muy posible que, llevados por algunas necesidades mundanas dejemos de lado nuestra fe y nos hagamos al mundo y a aquello que, al parecer, más nos conviene. Así se manifiestan los escrúpulos espirituales: qué dirán de mí si me comporto como pienso, hasta dónde podré llegar en la vida si, en realidad, digo sí donde es sí y no donde es no, etc.

En otro texto muy significativo del autor de “Camino” titulado “Surco” (punto 782) dejó escrito S. Josemaría los síntomas de actuar con escrúpulos y, sobre todo, el ánimo a seguir adelante ante ellos:

“Te asustaba el camino de los hijos de Dios porque, en nombre del Señor, te urgían a cumplir, a negarte, a salir de tu torre de marfil. Te excusaste…, y te confieso que no me extraña nada esa carga, que te pesa: un conjunto de complejos y retorcimientos, de melindres y escrúpulos, que te deja inútil.

No te enfades si te digo que te has portado con menos entereza —como si fueras peor o inferior— que la gente depravada, pregonera audaz del mal.

«Surge et ambula!» —levántate y camina, ¡decídete!, ¡todavía puedes liberarte de ese fardo nefasto si, con la gracia de Dios, oyes lo que El pide y, sobre todo, si le secundas plenamente y de buen grado!”

Los escrúpulos dejan, para la vida de fe y, así, para la vida en sociedad de una forma verdaderamente cristiana, “inútil” al creyente porque lo incapacitan para ser, y demostrar que se es, hijo de Dios.

Por eso, cuando el actuar escrupulosamente con relación a la fe nos hace caer en la tentación de abandonarla y atarnos a la tabla caduca de salvación del mundo, el fundador del Opus Dei nos dice “No pienses más en tu caída.- Ese pensamiento, además, de losa que te cubre y abruma, será fácilmente ocasión de próximas tentaciones” (Punto 262)

Y ahora la verdadera Verdad: “Cristo te perdonó: olvídate del hombre viejo” (Ídem del anterior) pues siempre es recomendable, para alguien que ha sucumbido al escrúpulo la conversión en forma de confesión de fe que le salve de la fosa en la que se había metido por atender, primero, al respeto humano y, luego (ya sin remedio tras lo hecho) a la fe.

Mucho mejor que yo lo dice el santo de lo ordinario: “Te has portado bien…, aunque hayas caído así de hondo. —Te has portado bien, porque te humillaste, porque has rectificado, porque te has llenado de esperanza, y la esperanza te trajo de nuevo al Amor” (Punto 264)

Porque siempre podemos volver por el mismo camino de perdición: “No te desalientes.- Te he visto luchar…: tu derrota de hoy es entrenamiento para la victoria definitiva” (Punto 263)

Caer, pedir perdón, levantarse, volver a andar…

Por otra parte la página dedicada a las obras de S. Josemaria, en el apartado dedicado a “Camino”, y, en concreto, en el capítulo 10 titulado ”Escrúpulos” trata, precisamente, sobre el tema al que hoy nos referimos.

Ahora, lo que sigue, es lo que yo entiendo, como cristiano (no miembro del Opus Dei aunque creyente en su espiritualidad) al respecto:

1 Tienes que decir, antes de seguir adelante con tu vida, si prefieres seguir al mundo con sus mundanidades o a Dios con sus divinidades. No se puede servir, como sabes, a dos señores.

2 Seguramente es difícil decir sí a Dios si eso supone decir no a la comodidad que supone no creer en Él.

3 Piensa, antes de actuar, si como lo vas a hacer cumples con la Ley de Dios. No es tan difícil saber lo que, al respecto, quiere tu Creador.

4 A veces eres escrupulosamente mundano. Entonces eres voluntariamente pagano.

5 ¿Habrá algo peor para un cristiano que renegar de Dios por ser políticamente correctos?, puedes preguntarte. Pues sí lo hay: persistir en tal error.

6 A quien te diga que ser cristiano es una buena forma de perder el tiempo porque no cree en Dios, simplemente demuéstrale que el respeto humano no va contigo porque Tu Padre no lo merece.

7 Recorre el camino de tu vida sabiendo que, al rechazar la mundanidad no dando pábulo a la misma ni al escrúpulo ocasión no haces nada extraordinario sino, el contrario, seguramente, lo mínimo que debes cumplir. Al fin y al cabo no eres de este mundo.

8 “No me conviene hacer esto o lo otro aunque, como cristiano, debería hacerlo”. ¿No será que lo que no te conviene es olvidar que eres cristiano?

9 Te dices a ti mismo: “Yo hago el Santo Rosario pero en público… me da corte por el qué dirán”. Pues deberías preocuparte más por agradar a Dios en vez de a los hombres.

10 Si sabes decir ¡No! en el momento oportuno a las proposiciones del mundo habrás dicho ¡Sí! a Dios cuando corresponde que, por cierto, es siempre.

11 Si guardas, en las páginas de las Sagradas Escrituras bajo el celemín, la Verdad que reconoces importante en tu vida porque no se te despega del corazón… entonces te convendría más romper el celemín.

12 Todas las personas tenemos escrúpulos materiales ante aquello que no es de nuestro agrado. Pero espirituales, escrúpulos espirituales, sólo los tienen los que son, más bien, de poco espíritu o, como mucho, de espíritu tibio.

13 Políticamente correctos son los que creyéndose discípulos de Cristo lo son más del mundo porque abandonan la doctrina del primero para confraternizar con el segundo. Deberían saber que en esta espiritual operación el orden de los factores sí altera el producto.

14 El resultado de mantener un escrúpulo es, sin duda, algo malo para quien lo mantiene: se es menos creyente pero, a cambio, se obtiene el vacío.

15 Escribes en un papel, para evitarlos, los escrúpulos que mantienes cuando no te conviene. Mejor no lo tires a la papelera porque si no corriges tal comportamiento, de muchos más tendrás que tomar nota.

16 ¿Qué escrúpulo mantuvo Jesucristo en su vida?: ¡Ninguno¡ Entonces… si es tu Señor, ¿acaso quieres ser más que Él?

17 Al escrúpulo dile, con claridad: ¡Por aquí me entras y por aquí me sales¡ Pero, por favor, no le permitas, otra vez, la entrada a tu corazón.

18 Que no se diga de ti eso de “El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra” escrupulosa porque, entonces, ciertamente, serías un animal poco racional y, en lo tocante a la fe, irracional.

19 Pídele a María, Madre de Dios y Madre nuestra, que no te abandone, nunca, ante la posibilidad de tener que decir no a Dios para decir sí a lo que deberías rechazar.

20 “Dios”, puedes pedir, “dame fuerza para que el escrúpulo espiritual no se adueñe de mi corazón”. Seguro que es una buena forma de empezar a corregir tal forma de comportamiento.

Y, sin embargo, no todo está perdido.

S. Josemaría, reconociendo que el cristiano nunca puede ser pesimista porque tiene a Dios por Padre y a la Iglesia como Madre, nos dice, ante la tristezas en las que podamos caer: “!Basta¡: ¿acaso el viento de la gracia no llevó lejos esa nube” (punto 260)

Y es en la gracia de Dios en la que podemos confiar para que, cuando sintamos la necesidad de actuar como cristianos, así lo hagamos y no nos dejemos dominar por el mundo.

Además, como bien dice el fundador del Opus Dei, “No es de Dios lo que roba la paz del alma” (punto 258) pues, muy al contrario, el Creador quiere la paz de la misma y, por eso, nunca puede proceder de tal manera que se produzca alteración de aquello de lo que somos templo, como dijo Pablo de Tarso.