La Iglesia armenia (III)
Los conflictos entre nakharar
Mjej Gnouni, el strategos romano, y Varaztirots II Bagratuni, el marzaban persa, no se llevaban bien. Tras varios años de rivalidad, Mjej acusó de muchos crímenes a Bagratuni y mandó una fuerza para prenderlo. Varaztirots huyó a Constantinopla, donde Heraclio le exoneró e incluso le nombró patricio. En 635, sin embargo, fue arrestado acusado de un complot para derrocar al emperador y elevar a su hijo Juan Atalaricos, y exiliado a una isla (parece que esta clemencia se debió a que a diferencia de los demás conspiradores, rechazó el asesinato de Heraclio). Otros aristócratas armenios estaban también involucrados, entre ellos Davit Saharouni. Gnuni le envió a Constantinopla para ser juzgado, pero Davit escapó y regresó subrepticiamente a Armenia, donde logró la simpatía de muchos nakharar: atacó de improviso a Mjej Gnuni y lo mató. La mayoría de los nobles (que no simpatizaban con el finado por su insistencia en imponer al clero las actas de Calcedonia) intercedió por el asesino y logró que Heraclio, en un gesto de debilidad, no sólo le perdonase, sino que lo nombrase curopalates o gobernador de la Armenia romana, confiando en que su popularidad entre los nobles daría tranquilidad a la provincia.
Nada más lejos de la realidad. El transigente gobierno de tres años de Saharouni no hizo sino aumentar las rivalidades entre distintas familias nobiliarias. En 638 se alzaron y lograron la destitución de Davit, pasando a gobernarse por si mismos. Constantinopla no pudo imponer su fuerza porque entretanto el califato musulmán había salido de su desierto arábigo para atacar Palestina y Siria (véase este artículo al respecto).
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La invasión árabe
Hasta la aparición del califato, los árabes habían sido actores secundarios en el gran juego de oriente entre el Imperio de Oriente y el reino sasánida. En su mayoría cristianos o animistas, con minorías judías, habían servido de aliados de uno u otro monarca. Con el triunfo de Mahoma en la península arábiga, e inspirados por el fervor religioso del islam (sumisión a Dios) que predicaba, los árabes salieron de sus desiertos para conquistar el mundo en nombre de Alá.
Tras su victoriosa campaña en Palestina y Siria, que les llevó a la conquista de Jerusalén en 637, los generales del califa Omar emprendieron agresivas campañas en todo Oriente Próximo. Mesopotamia fue completamente conquistada un año después. En 639, Armenia estaba sumida en el caos de la falta de un gobernador, y las rencillas entre distintas familias nobiliarias. Como sucedería más tarde en la propia Hispania, el general Abr er Rahman aprovechó esa circunstancia para penetrar con un ejército de dieciocho mil guerreros árabes en la provincia de Taron (feudo del poderoso clan de los Mamikonian) y las zonas alrededor del lago Van, para conquistarlas a sangre y fuego.
Los nakharar fueron incapaces de detener a los invasores. Heraclio, doblegado por los sucesivos azotes que asolaban su reino, murió en 641, perdonando en su lecho de muerte a Varaztirots. Le sucedieron conjuntamente los hijos primogénitos de sus dos matrimonios, Constantino III Heraclio y Heracleonas, bajo la tutoría de su viuda y madre del segundo, Martina. Semejante reparto era una invitación a la confusión, como así sucedió, con los partidarios de uno y otro emperador enfrentados, y todos odiando a la intrigante regente. Nuevamente los árabes se encontraron con facilidades entre sus enemigos, y supieron aprovecharlas.
Como las olas del mar, los árabes lanzaban expediciones cada vez más y más lejanas en Armenia, entregada ya a su propia defensa sin ayuda de las tropas imperiales, que sufrían agobiadas por luchas intestinas y la defensa de otros territorios amenazados. El 6 de enero de 642 los árabes asaltaron la ciudad de Dvin, capital política de la Persarmenia, matando a doce mil de sus habitantes y llevándose como esclavos a treinta y cinco mil. Emergió entonces la figura del príncipe local, Teodoro Rechtuni, pariente de Gnuni, que organizó la resistencia, derrotó a los incursores y liberó a los cautivos. Poco después murió el catholicós Ezr de Paraznakert, y Teodoro, entonces el hombre fuerte del país, hizo elevar por el sínodo a su protegido Narsés III Tayétsi, un erudito helenófilo que había servido en el ejército imperial. Se ganó el apodo de “el constructor”, por su empeño edilicio: reconstruyó la catedral de Sourp Sargis en Dvin, destruida por persas y árabes, y otros templos en Khor Virap, en Varagavank y en Banak. Pero sobre todo fue conocido por sus construcciones eclesiásticas en Zvartnots, donde transfirió su sede brevemente. Dejó allí su huella de manera inusual en Armenia, al inscribir su monograma griego en los capiteles.
Los árabes siguieron atacando y pronto sus incursiones pusieron al descubierto la debilidad de la aristocracia armenia para defender su tierra. Constante II Heraclio, hijo de Constantino III, confirmó a Rechtuni como curopalates de Armenia, pero le puso al lado a Procopio, un oficial griego, al mando de un pequeño ejército imperial. Ambos se pelearon, y poco después, Procopio fracasó en rechazar el siguiente ataque árabe. El emperador entonces cedió y otorgó todo el poder a Teodoro, nombrándolo príncipe de Armenia. Pero nada funcionaba ya: la nueva incursión árabe de 643 puso un férreo cerco a Dvin, esta vez con intención de conquista. Los nakharar no tenían suficientes fuerzas para acudir al rescate, y Smbat, el comandante de la guarnición, optó por rendir la ciudad y su principado y someterla a tributo al califa Omar.
El obispo e historiador Sebeos, al que se atribuye la “Historia de Heraclio” narra con estas palabras la invasión árabe de Armenia: “¿Quién puede contar los horrores de la invasión de los ismaelitas, que ponen fuego tanto la tierra como el mar? […] En el año siguiente [643], el ejército ismaelita cruzó hacia Atrpatakan [Azerbaiyán] y se dividió en tres cuerpos […] Los que invadieron el campo de la Sephakan Gound destruyeron, saquearon y tomaron muchos prisioneros. Desde allí se marcharon a Ereván, donde atacaron la fortaleza, pero no pudieron capturarla.”
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La lucha entre el emperador y el califa por Armenia
En 644 murió asesinado el califa Omar, siendo sustituido por Otman (también familiar, como el anterior, del propio Mahoma). Un año después Varaztirots II Bagratuni, finalmente perdonado, regresó a Armenia, donde tanto Teodoro Rechtuni como el propio catholicós Narses III obtuvieron del emperador su nombramiento como Príncipe de Armenia, pero Varaztirots murió antes de tomar posesión. Constante II entonces nombró a Smbat V Bagratouni, hijo de Varaztirots, y Teodoro como príncipes conjuntos de Armenia. Esta vez la diarquía funcionó, y los armenios lograron derrotar la siguiente incursión anual árabe.
El emperador era intolerante, e insistió en la unificación religiosa, y en el momento más inoportuno forzó al catholicós Narses III Tayétsi a reunir un nuevo concilio en Dvin el año 648, oficialmente para tratar del cisma con la Iglesia hermana de Georgia, que había aceptado los cánones de calcedonia. Constante II envió como su legado al teólogo ortodoxo David de Bagravand (vasallo de los Mamikonian), llevando consigo un decreto imperial (el llamado Typos) que prohibía siquiera la discusión acerca del monotelismo oficial (y que molestó tanto a no calcedonianos como a ortodoxos) con el objeto de que los obispos lo firmaran y lograr así una fórmula de unión entre calcedonianos y miafisistas armenios. Al concilio acudió también el ya citado historiador Sebeos como “obispo de los Bagratuni”. Los prelados y nobles reunidos rechazaron la fórmula de unión, y finalmente el concilio sólo aprobó doce cánones disciplinares, y ninguno dogmático. La Iglesia armenia seguía siendo firmemente miafisista.
Constante II se irritó enormemente por este fracaso, y culpándole, retiró a Teodoro su título de príncipe, ordenándole incorporar las tropas armenias a las romanas que se reunían en Cilicia con objeto de un contraataque en Siria. Teodoro envió en su lugar a su hijo Vard Rechtouni. En su ofensiva hacia el Éufrates, los armenios abandonaron en plena lucha a los romanos, que sufrieron una aparatosa derrota ante los árabes. Este acto contribuyó a la mala fama que entre los griegos tuvo posteriormente la doblez o falsedad atribuida a los armenios.
Pero mientras el imperio de Oriente padecía durísimos golpes de los musulmanes, mucho peor le iba al otro gran protagonista de la historia caucásica: el último shahansha, Yazdegerd III, nieto de Cosroes II, sufrió derrotas consecutivas en Mesopotamia, y huyó al este, con nuevos fracasos hasta su muerte en 652, cuando los árabes conquistaron casi todo su imperio. El gran reino sasánida llegó así a su fin.
Para evitar la ira del emperador, Teodoro se hizo vasallo del califa en 653, junto a una parte de la nobleza, conservando su autoridad sobre Armenia y el respeto a la práctica de su religión. Constante II, muy irritado, encabezó un ejército que invadió el país, rechazando un ultimátum del califa. Casi todos los nakharar, y el propio catholicós Nersés III, acataron al emperador. Teodoro optó por retirarse a la isla de Aghtamar, en medio del lago Van, donde los romanos no podían atraparlo. Constante ocupó Dvin y nombró nuevo príncipe de Armenia a Mouchel II Mamikonian, un ortodoxo que se comprometió a aplicar el Typos. Junto a él fue puesto el general Mauriano, al frente de los asuntos militares.
Teodoro logró escapar y se presentó al califa, que le nombró ostikan o gobernador y le confiara el mando de un ejército árabe, con el que logró derrotar a Mauriano y desterrar a Mouchel II, que renunció a su título. Nersés III también se exilió a Constantinopla, y luego a su región natal (Tayk, muy cerca del mar Negro y una de las pocas aún controladas por los romanos). Llegó no obstante el invierno de 654 y los árabes, desacostumbrados al frío, emprendieron una retirada que permitió a Mauriano reconquistar una buena parte del país hasta el mismo Dvin. En primavera de 655, la siguiente expedición árabe expulsó a los romanos y saqueó las principales ciudades armenias. El imperio quedó fuera de la mayor parte de Armenia, aunque como veremos, no renunció a retomarla cuando su posición se fortalecía. Por motivos poco conocidos (probablemente una nueva conspiración), Teodoro Rechtouni fue encarcelado por orden del califa, y en prisión murió poco después, poniendo fin a su tortuosa carrera de cambios de bando y traiciones.
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Armenia, vasalla del califa
El califa nombró en 656 nuevo ostikan a Hamazasp IV Mamikonian, hijo de Davit y nieto o bisnieto de Mouchel II, y yerno de Teodoro, probablemente con la intención de atraerse a la familia prorromana más encumbrada del reino. Por precaución, retuvo como rehén a su hermano Grigor en Damasco. A pesar de ello, a la muerte de Utman, asesinado en una rebelión, y aprovechando los conflictos civiles que siguieron a la elevación de Ali, yerno de Mahoma, Hamazasp se avasalló al emperador de Constantinopla en 657, que lo nombró príncipe y curopalates de Armenia, aunque carecía de fuerza para sostenerlo si su situación se complicaba. Según el historiador Sebeos, el príncipe era “un hombre excelente desde todos los puntos de vista, amante de la vida familiar, la lectura y el estudio”. El patriarca Nersés III regresó a su sede de Dvin en 659, donde los nakharar le expresaron su descontento con el gobierno de Hamazasp. Una delegación encabezada por el catholicós viajó en 661 a Damasco, donde Muawiya Omeya había logrado hacerse con el califato poniendo fin a la guerra civil árabe. Obtuvieron del nuevo soberano la libertad de Grigor Mamikonian y su nombramiento como ostikan. A su regreso Hamazasp IV, privado de apoyos, abandonó el país, y su hermano se convirtió en el nuevo gobernante.
Poco después murió Nersés III, que había tenido un agitado pontificado, y el sínodo elevó a Anastasio I de Akori, que cooperó estrechamente con Grigor. En su tiempo floreció Anania (Ananías) Shirakatsi, el mayor erudito armenio de su época. Educado en Martirópolis con el matemático Christosaturio y posteriormente en Trebisonda por el filósofo Tíquico, compuso más de cuarenta obras de ciencia y humanidades de corte helenizante y neoplatónico: publicó la primera tabla conocida con resultados en las cuatro operaciones matemáticas básicas; un tratado de aritmética y el primer libro de problemas en armenio; postuló la formación de todos los seres a partir de los cuatro elementos, así como una Cosmología basada en la Biblia y los geógrafos clásicos griegos, en la que estipuló la esfericidad de la tierra (atribuyó correctamente las mareas a la acción de la luna); escribió también sobre hierbas medicinales, un compendio de pesos y medidas, música, piedras preciosas y los idiomas conocidos; exaltó el método empírico y crítico la superstición y la astrología. Se le atribuye la autoría de la “Geografía Armenia”, un tratado fundamental para conocer la historia caucásica en aquel siglo. Escribió un Kanonikon que fue usado como texto de enseñanza de ciencias en Armenia hasta el final de la Edad Media. Inventó un sistema de notación matemática basado en doce letras del alfabeto armenio, pero apenas se empleó debido a la rápida difusión de la numeración india por los árabes. Al final de su vida escribió una Cronología que da numerosos datos, además de Armenia y su historia eclesiástica, del imperio de Oriente, el reino sasánida y el califato árabe. A un nivel más modesto, se le podría equiparar a su contemporáneo san Isidoro. De vuelta en Armenia, estableció una escuela de matemáticas y, cristiano devoto, tuvo gran relación con el catholicós Anastasio, que en 667 le encargó establecer un nuevo calendario de fiestas móviles y fijas de la Iglesia armenia, siguiendo una astronomía más exacta que la precedente. Propuso un calendario perpetuo en un ciclo de 532 años, basado en el postulado por Victorio de Aquitania y que regía en la Iglesia copta. La muerte de Anastasio a finales del mismo año, antes de que lo presentara al sínodo, impidió que fuese hecho oficial.
El gobierno del ostikan Grigor Mamikonian, descrito en las crónicas como “un hombre benévolo, distinguido por las cualidades del espíritu, justo, sereno y manso”, alumbró uno de los raros periodos de paz que vivió Armenia en la edad media. Nombró a su sobrino Mouchel IV (hijo de su depuesto hermano) como sparapet (general en jefe), desde 660 hasta 693. Cooperó amigablemente con el nuevo catholicós, Israel I de Otmus, y se dedicó a obras piadosas, siendo particularmente conocido por haber trasladado los restos de San Gregorio el Iluminador, evangelizador de Armenia, desde Thordan a Valarchapat. Su esposa Mariam, princesa de Albania caucásica, obtuvo para su sobrino el rey Varaz-Terdat I la mandíbula del santo, que fue trasladada a Albania. En esta época vivieron y escribieron, además del ya citado Anania, el teólogo Teodoro Kurthenavor y el ensayista Movses el Retórico, obispo de Seunies, dando lugar a un breve periodo de renacimiento cultural y social de Armenia. El vasallaje al califa árabe era el más suave que habían vivido los armenios en muchos siglos. Los ostikanes eran príncipes autónomos y la libertad de religión era completa. Los árabes, envueltos en sus guerras civiles y en su lucha y expansión en el mediterráneo oriental, prestaban poca atención a su frontera norte, y se conformaban con un vasallaje, siquiera fuese más nominal que práctico.
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Un principado independiente entre Damasco y Constantinopla
En 677 murió Israel I y fue sucedido por Sahak III de Dzorapor, obispo de Rotkaz. En 681 los íberos y albanos caucásicos, unidos a muchos nakharar, vieron en la debilidad del califato, minado por la discordia y los conflictos civiles entre omeyas, una oportunidad para alcanzar la independencia real. La sublevación tuvo éxito, y Armenia se convirtió en un principado independiente. Pero apenas cuatro años más tarde, en 685, los janes turcos jázaros (que ya habían intervenido en las guerras entre Heraclio y Cosroes sesenta años atrás) aprovecharon para invadir el Cáucaso desde sus territorios en la estepa. Los aliados salieron a su encuentro con un gran ejército y fueron derrotados en el norte de Armenia. En la batalla murió Grigor Mamikonian, tras haber gobernado en paz Armenia durante veinticuatro años.
Ante la amenaza jázara, la mayoría de los nakharar decidieron avasallarse de nuevo al califa Abd al Malik Omeya (que pondría fin a la anarquía de los primeros años omeyas y establecería un gobierno más firme), el cual se olvidó de los Mamikonian, dos veces rebeldes, y escogió a Achot II, de la familia rival Bagratuni, hijo de Smbat V. Achot se empleó contra los jázaros, y con ayuda de los árabes logró que se retiraran de Armenia. Elevó la catedral de Amenaperkitch (“Salvador de los hombres”) en su ciudad de Dariunk, pero la paz apenas duró tres años, cuando el nuevo emperador de Oriente, el joven Justiniano II, bisnieto del gran Heraclio, que había logrado al fin estabilizar la situación política, envió un gran ejército para intentar recuperar el control de Armenia. Atacando desde el oeste, los romanos se comportaron como saqueadores, arrasando el país. Achot les enfrentó y logró rechazarles, pero mientras el grueso de su ejército recuperaba el botín, él se separó con la caballería y salió en persecución de los atacantes en fuga, muriendo en la refriega que siguió.
Esta muerte fue catastrófica para los armenios, y en una nueva campaña en 689, el ejército imperial retomó Armenia, Kartli y Aghbania, es decir, todos los reinos caucásicos que los árabes habían avasallado cuarenta años atrás. Justiniano II nombró en 690 a Nersés V Kamsarakan (de una familia de la Armenia romana), gobernador de varias ciudades romanas previamente, nuevo príncipe de Armenia. El dominio de Justiniano y Nersés (considerado un forastero) contó con poco apoyo entre los nakharar y fue breve. Ha de considerarse que el lejano dominio del califa era preferible para muchos señores y clérigos armenios: en aquellos primeros años, los árabes no eran muy proselitistas, y les interesaba más avivar las diferencias religiosas entre los armenios y sus enemigos romanos, por lo que el miafisismo de la Iglesia armenia gozó de amplia libertad, frente a la imposición calcedónica cuando era el emperador el que se enseñoreaba del reino.
Un año más tarde el califa envió un ejército árabe al mando de Mohammed ibn Merwan, medio hermano suyo (aunque hijo de una esclava, y por tanto excluido de la sucesión). Sembat VI Bagratuni, sobrino de Achot II y con amplio apoyo entre la nobleza, fue nombrado ostikan, logrando recuperar fácilmente Armenia. Nersés renunció y se retiró a la Armenia romana, donde el emperador le nombró patricio en compensación. Ibn Merwan emprendió una campaña contra los jázaros en el norte, siendo derrotado inicialmente, aunque posteriormente prevaleció. Su gobierno en el Cáucaso fue diferente al de sus predecesores: nombró gobernadores e intervino mucho más cercanamente, disminuyendo la autonomía del príncipe armenio. En 695 regresó a Siria dejando a su lugarteniente Abdallah ibn Hatim como ostikan, es decir, gobernador efectivo, mientras Smbat VI quedaba únicamente con el título honorífico de príncipe.
Tiberio III, usurpador de Justiniano, envió un nuevo ejército a Armenia en 696. Tuvo lugar una batalla indecisa no lejos de Erzurum, y ambos ejércitos se retiraron. El malestar entre los nakharar sería grande, y Abdallah optó por una represión a gran escala, encerrando y requisando los bienes de muchas familias nobles. Smbat VI y al catholicós Sahak III fueron enviados a Damasco, acusados de conspiración con el emperador romano. Smbat V logró convencer al califa de su fidelidad, y se le permitió regresar a Armenia. Sahak III, en cambio, fue confinado en una villa costera de Siria, dejando descabezada a la iglesia armenia. Apenas llegó a Armenia, Smbat V armó una coalición de noblesresentidos que se sublevaron contra el califa. Mohammed ibn Merwan entró con un ejército para sostener a Abdallah, pero fue emboscado por los armenios en Vanand y sufrió muchas bajas.
Dice la leyenda que ibn Merwan regresó a Damasco donde pidió al califa levantar “un gran ejército contra Armenia para destruir sus iglesias y matar a su población”. Sahak II viajó a la capital para convencerle de que no lo hiciera, pero enfermó gravemente y, sintiéndose morir, escribió una carta a ibn Merwan rogándole que no llevara a cabo su plan y perdonara la vida a los armenios. Llamó por el general y, ya agonizando, pidió que pusieran la carta en su mano. Cuando llegó ibn Marwan el catholicós ya había fallecido, pero su mano se movió para alargarle la carta. Conmovido por el prodigio y las súplicas de la carta, ibn Merwan cumplió su deseo, y envió el cuerpo de Sahak III a Armenia junto a una carta indultando a todos los nobles que se sometieran voluntariamente.
Lo cierto es que Sahak III murió en 703, varios años después de la derrota de Vanand. Para entonces, Smbat V Bagratuni había tenido tiempo de avasallarse a Tiberio III, aceptando el título de curopalates. También había entablado conversaciones con Abd al Malik, buscando una paz duradera, pero en 705 murió Abd al Malik, y su hijo Walid I Omeya tenia otras ideas en mente: reforzó tanto el ejército como la marina, y sobre todo se propuso establecer un dominio más directo y férreo sobre sus vasallos. Un gran ejército se preparó para invadir Armenia. Smbat V no pudo obtener la ayuda romana, y para evitar un derramamiento de sangre, finalmente llegó a un acuerdo con el califa. Renunció a su título de príncipe de Armenia y se retiró a sus dominios. Los musulmanes ocuparon el país y fue nombrado ostikanMaslama ibn Abd al Malik, hijo de ibn Merwan (y medio primo del propio califa), que instaló su capital en Dvin. El principado autónomo armenio llegó a su fin tras sesenta años de existencia.
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El dominio árabe
Se suscitó en aquellos años un conflicto religioso con consecuencias políticas. El catholicós albanés (actual Azerbaiján) Bakour II intentó seguir el ejemplo de la iglesia de Kartli e Iberia, y adoptar formalmente las actas de Calcedonia, separándose así de la comunión con Armenia, y reintegrándose a la Ortodoxia. Contó con el apoyo de Sprama, esposa del príncipe de Albania VarazTerdat I, que se hallaba en pleno conflicto con su heredero Sheroy, opuesto al partido proimperial. En 705 el príncipe albano, convencido por su esposa, aprobó la iniciativa del catholicós, iniciando así una política de acercamiento a Constantinopla, pese a ser vasallo formal del califa. El nuevo catholicós armenio, Elías I de Ardjech, tomó cartas en el asunto. La iglesia aghbana era considerada una sufragánea o hija de la armenia, y tras enviar varias cartas a su homólogo pidiéndole que reconsiderara su postura, acabó presentándose con un ejército árabe en la corte de VarazTerdat. El astuto Maslama vio su oportunidad. Bakour II fue depuesto y enviado a Damasco junto a Sprama, acusados de conspirar contra el califa. A Varaz Terdat le pusieron al lado un gobernador árabe, y el ostikan de Armenia acabó por dominar ambos reinos directamente. Elías, por su parte, convocó un sínodo (con su autoridad respaldada por el califa) en Bardav, que eligió como nuevo catholicós a Simeon, un partidario del miafisismo. Por su parte, Maslama ibn Abd al Malik empleó el nuevo territorio como trampolín para expediciones al norte del Cáucaso contra los jazaros, siendo conocido por su conquista y saqueo de Derbent (actual Daguestán) en 714.
Elías tuvo que lidiar con el problema en su propio país. Como es recurrente en las iglesias orientales, las disputas teológicas siempre tienen una vertiente política. Los habitantes de la provincia romana de Armenia (la Armenia menor) que habían quedado como súbditos del emperador desde hacía muchos siglos, estaban ganando preeminencia en el imperio. Algunos de ellos, teólogos formados en Constantinopla, abogaron por la ortodoxia en obras escritas en armenio, contra las cuales también polemizó Elías I al ver que circulaban en el principado. Sobre el peso de los armenios en la política imperial (fueron la minoría no griega más importante tras la caída de Siria y Egipto en manos árabes) volveremos a tener pruebas.
En 717 murió el catholicós Elías, siendo elevado en su lugar Hovhannes (Juan) III de Odzun. Por su parte, el ostikon Maslama fue destinado a dirigir un grandioso ataque a Constantinopla, en las horas más bajas del imperio, que a la postre acabó fracasando, entre 716 y 718, fechas en las que fue sustituido por un gobernador interino llamado Abi ben Adi al-Kindi. Posteriormente, Maslama siguió siendo ostikan de Armenia intermitentemente (se implicó en las luchas de sucesión califales, no siempre con fortuna, lo que provocó alejamientos y reposiciones) hasta su destitución definitiva en 732. Durante su gobierno dirigió una expedición que conquistó la Armenia romana y tomó Cesarea de Capadocia. En 730, tras una incursión jázara que arrasó la provincia armenia de Faitakaran y derrotó al ejército árabo-armenio al mando del príncipe Artavazd Kamsarakan (726-732) y el general árabe Djarrah (que murió en combate), Maslama contraatacó, expulsando a los invasores e instalando una guarnición permanente en Derbent.
Para entonces estaba firmemente asentado el dominio directo del califa de Damasco sobre Armenia, como una provincia más. Los nakharar habían quedado reducidos a la impotencia política, y pronto empezó una práctica que tendría importancia futura en la historia del país. Los frecuentes conflictos civiles (sucesorios o sectarios) entre árabes dejaron muchos derrotados. Una práctica de castigo frecuente era deportar familias y hasta poblaciones enteras rebeldes a otras partes del califato alejadas de su tierra natal. Armenia vio así instalarse a poblaciones árabes en sus tierras. Fueron los primeros musulmanes armenios, y en cierto modo la semilla de la difusión del islam en aquellas tierras caucásicas.
Hovhannes III de Odzum fue uno de los más peculiares prelados de su tiempo. Hombre de costumbres personales piadosas y ascéticas (vestía en privado una túnica de pelo de cabra), parece que consideraba que su título debía ser honrado convenientemente, y cuando ejercía en público de catholicós, se revestía con ropas suntuosas de vivos colores, y se perfumaba y pintaba de oro la barba… era además un erudito y teólogo, autor de varios tratados contra las herejías, reformador disciplinario y autor de profusa correspondencia y manuales de derecho canónico. El califa le invitó a Damasco para conocerle, atraído por su fama, y logró también varias concesiones a los cristianos armenios.
Hovhannes III reunió dos concilios, uno en Dvin en 719 en el que se prohibió mezclar agua con el vino consagrado, y otro en Manzkiert en 726, que trató con los obispos jacobitas (miafisistas sirios) sobre la corruptibilidad del cuerpo de Cristo, asunto que se había convertido, con el nombre de controversia aftartodocetista, en motivo de acalorados debates entre teólogos de diversas corrientes dentro de la Escuela de Antioquía. Los diez cánones aprobados por los obispos de ambas iglesias elaboraron definiciones intermedias entre ambos para zanjar el conflicto. Hovhannes murió en 728, y fue canonizado posteriormente por la Iglesia de Armenia. El sínodo elevó en su lugar a David I de Aramonk.
Al ostikan Maslama le siguió Said ibn Amir al Haraixí (hasta 735) y Marwan ibn Muhhamad omeya (nieto del califa Marwan I por una rama menor) posteriormente. Ambos dedicaron sus energías a combatir a los turcos jázaros. Marwan tuvo la habilidad de implicar a los nobles armenios en esta lucha, que también les interesaba, y creó el cargo de bitrik (vicegobernador nativo), que asignó a Ashot III Bagratuni. Dos hermanos Mamikonian, Davit y Grigor, que deseaban el puesto, se rebelaron, pero fueron fácilmente derrotados y deportados a Yemen. Con la ayuda de un importante contingente de fuerte caballería pesada armenia, Marwan llevó a cabo en 737 una expedición que saqueó la capital jazara, Balandjar (al norte de Derbent), obteniendo un cuantioso botín.
Mientras tanto, el catholicós Davit I abandonó la capital Dvin, aparentemente por el dominio que los musulmanes ejercían en ella, e instaló la sede en su ciudad de Aramonk, donde construyó una iglesia y un palacio episcopal. Murió en 741, y durante su gobierno floreció el teólogo y literato Stepanos Siounetsi (fallecido en 735) que, tras formarse en Constantinopla (donde se formaban todos los eruditos armenios, pese a ser miafisistas) bajo el padrinazgo del patriarca Germanos, tradujo al armenio obras de padres de la Iglesia como Dionisio Areopagita o Gregorio de Nisa, siendo elevado al obispado de Siunia por Davit I. A su muerte el sínodo elevó a Tiridates (Dertad) I de Otmus, un prelado descrito por una fuente contemporánea como “un hombre santo, modesto y rebosante de todas las virtudes”.
De esta época tenemos un testimonio temprano de conversión musulmana de un armenio, un tal Vardan de Goltn, educado en el islam desde su estancia en Damasco en 706. En 737, al regresar a su tierra, abjuró y retornó al cristianismo. Detenido por los árabes, fue llevado de nuevo a Damasco, donde se le condenó a muerte por apostasía.
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Guerras civiles y el ascenso de los Abbasidas
En abril de 744, el califa Walid II fue asesinado. En la guerra civil que sucedió, Marwan se postuló como protector de los derechos de los dos jóvenes hijos del finado contra otros usurpadores, y la caballería armenia vasalla fue fundamental en sus posteriores éxitos militares. En noviembre del mismo año, logró la victoria sobre el último rival y se coronó califa como Marwan II, toda vez que los herederos habían sido asesinados antes de su llegada a Damasco. Su breve reinado de seis años estuvo marcado por las continuas revueltas contra la casa Omeya.
Por esas fechas, los hermanos Mamikonian escaparon de Yemen y lograron regresar a Armenia, encendiendo una guerra civil. El bitrik Ashot III Bagratuni les enfrentó, logrando capturar y ejecutar a David en 746, pero Grigor II Mamikonian a su vez logró hacerle prisionero y le sacó los ojos dos años después. Se proclamó príncipe de Armenia en rebeldía, pero Marwan II ya no tenía fuerza para castigarle. En 749 estalló la revuelta abbasí que culminó en su derrocamiento y la entronización de As Saffah, primer califa abbasí, que trasladó la capital de Damasco a Kufa, en Mesopotamia. El emperador Constantino V aprovechó esta coyuntura para reconquistar Teodosiópolis, la antigua capital de la provincia romana de Armenia (a la que los árabes llamaron Qaliqala).
Grigor murió poco después de causas naturales, y la preeminencia en Armenia pasó a su hermano menor Musel VI Mamikonian, que retuvo el título de bitrik hasta que en 753 el nuevo califa se sintió lo suficientemente seguro como para deponerle y nombrar a Sahak III Bagratuni, primo del cegado Ashot III. Ambos murieron en 761. El califa Al Mansur (el que trasladó la capital abbasí a Bagdad) confirmó a la leal familia en la persona de Smbat VII Bagratuni, hijo de Ashot, como príncipe de Armenia y bitrik.
Para entonces era evidente que los Bagratuni se acomodaban al poder califal, frente a los siempre prorromanos Mamikonian. No obstante, Smbat VII buscó una reconciliación de las dos grandes casas armenias, casándose con una Mamikonian, hermana del príncipe de Taron, Samuel.
Tiridates I murió en 764 tras un pontificado apacible, como el de su sucesor y homónimo Tiridates II de Dasnavork, que falleció en 767. Fue elevado Sion de Bavonq, un “varón sabio y piadoso” que al poco convocó un sínodo en Partavque redactó veinticuatro cánones de regla eclesiástica. También su gobierno fue tranquilo hasta su muerte en 775.
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La gran rebelión y la arabización de Armenia. La rota de Bagrevand
El astuto Al Mansur supo aprovechar en su favor el descontento de las grandes masas de pueblos conquistados conversos al islam (mawali), que veían como las grandes familias árabes, y sus constantes querellas, monopolizaban el poder, las energías y devastaban el reino (pese a que formalmente, dentro de la Umma o comunidad musulmana, todos eran iguales independientemente de su origen). Los abbasíes inauguraron un tipo de gobierno centralizado, influido evidentemente por el shahanshanato sasánida, en el que el soberano no era un primus inter pares descendientes de compañeros del Profeta, como previamente, sino verdaderamente un monarca absoluto, que trataba igual a cualquier musulmán, no importaba fuese árabe o no.
Ello le permitió contar con el apoyo de la mayor parte de la población del califato, que eran conversos de pocas generaciones, tanto para reprimir a los omeyas y sus partidarios (y otras grandes familias del clan quraisí), como para someter mejor a los territorios y principados vasallos. De ese modo, aumentó los impuestos (hasta entonces casi simbólicos) en Armenia, y en 762 nombró de nuevo un ostikan árabe, Yazid ibn Asid ibn Zafir al-Sulami.
Yazid se enfrentó a una nueva invasión caucásica de los jázaros, siendo catastróficamente derrotado en la batalla de Shirvan (764), donde además de árabes también cayeron muchos armenios, que fueron pasados a espada o llevados como esclavos al norte. En su sustitución fue nombrado Sulaiman ibn-Yazid (que fallecería en 769). Los ostikan árabes ejercían el gobierno efectivo, y opacaban la autonomía del bitrik nativo Smbat VII.
La nobleza armenia se resintió de los cambios, y en 772 Smbat VII fue destituido, sin sustituto. Dos años después, varios casos de persecución religiosa contra cristianos encendieron la mecha de una gran rebelión armenia contra el dominio abbasida. Casi de forma inédita en la historia, casi todas las grandes casas de nakharar se unieron contra los árabes. Encabezados por Artavazd de la casa Mamikonian (que tras un éxito inicial fracasó al intentar entrar en Iberia), pero también los Bagratuni de Smbat VII (clientes habituales de los omeya), los Gnuni, los Amatuni, los Saharuni… Únicamente las casas de Artsruni y Siwni no se unieron a la revuelta.
El ostikan al Hasan ibn Qahtaba asistió impotente a la extensión de los ataques contra los recaudadores califales y las autoridades árabes. Al Mansur reaccionó con rapidez, enviando un ejército de treinta mil guerreros jorasaníes (iranios) mawali al mando del general Amir ibn Ismail, en un eco de las grandes expediciones que los shahansha sasánidas enviaban en el apogeo del imperio persa dos siglos atrás. A su llegada, la familia Artsruni optó por apoyar al abbasí, pero el resto mantuvo el desafío. El encuentro decisivo tuvo lugar en la batalla de Bagrevand, el 25 de abril de 775, y supuso una completa derrota de los armenios. Murieron Smbat VII y Mushegh VI Mamikonian, cabezas de sus casas, junto a miles de azats.
La represión de los abásidas fue feroz: la mayoría de las familias nakharar fueron diezmadas o hubieron de huir al Imperio romano, encabezando la mayor migración armenia hasta entonces. Desde esta batalla, los armenios se constituyeron ya claramente en la minoría étnica más numerosa en el imperio, teniendo colonias en todas las ciudades importantes, comenzando por la propia Constantinopla. Hubo ciudades saqueadas y masacradas: Khalin, Aren, Thalna… Los Artsruni vivieron un breve momento de gloria, pues su fidelidad al califa les valió recibir muchas tierras confiscadas en la provincia del Vaspurakan, donde se convirtieron en poco tiempo en la casa dominante.
Más aún, Al Mansur y sus sucesores iniciaron entonces la práctica a gran escala de trasladar colonos musulmanes (sobre todo árabes) en las tierras armenias vaciadas de nativos. Se produjo una sustitución étnica y religiosa que en pocos años hizo que en las tierras llanas los árabes fuesen la mayoría de la población. Los armenios nativos resistieron en las zonas montañosas. Fue precisamente en sus posesiones rocosas donde los Bagratuni lograron salvarse, y desde donde en décadas posteriores conseguirían recuperar paulatinamente su preeminencia (Achot IV Bagratuni aprovechó para ocupar los feudos de los Mamikonian, de quien descendía por vía materna y llegar a ser príncipe de la provincia de Taron). Un fenómeno similar de purga de la nobleza y migración árabe se produjo en Iberia y Albania caucásicas en la década de 780. En esta última, la sustitución e islamización acabó siendo completa, con la asimilación de los nativos, a lo largo de los siguiente siglos.
Desde su conversión en 330, Armenia había sido un pueblo firmemente cristiano. Los sasánidas habían llevado a cabo ocasionales campañas de persecución zoroastrista (que provocaban las consabidas rebeliones violentas), los emperadores de oriente habían tratado de imponer las actas de Calcedonia (generando rechazo entre la mayoría de prelados y fieles), y los omeyas habían dado poca importancia a la cuestión religiosa en sus conquistas. Pero los abasíes aspiraron a formar una provincia de religión musulmana, y además del proselitismo musulmán clásico (imponer impuestos a los no musulmanes y promocionar a los conversos), no dudaron en emplear el desplazamiento de poblaciones (lo que hoy llamaríamos la limpieza étnica), trasladando armenios cristianos a otros lugares del califato (o incluso expulsándolos) para sustituirlos por árabes, persas u otros pueblos islamizados.
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Armenia bajo la opresión de los abbasíes
Zion de Bavonq murió en 775 y fue sucedido por Yesaï I de Eghipatrouch, un hombre de humilde origen que había llegado a obispo de Goghtn (en Vaspurakan). En esos años el califa había nombrado como ostikan de Armenia a Sulaiman ibn Yazid, que sin embargo siguió viviendo en la corte y delegó la función efectiva en su yerno, un maula llamado Ibn Doké (hijo de un griego). El dominio abásida, aplastada la resistencia armenia en Bagrevand, se aplicó a sacar cuanto provecho podía en aquellas tierras. El codicioso Ibn Doké dobló los impuestos y persiguió a cuantos tenían alguna posesión. Se calcula que más de doce mil familias armenias emigraron, la mayoría al imperio de Oriente.
En 782, el príncipe Haroun Al Raschid llevó a cabo una incursión en el Asia Menor romana. La campaña se torció, y cuando trató de regresar a Mesopotamia se encontró cercado por las tropas imperiales. Pudo escapar de allí gracias a la traición de un veterano general armenio al servicio de los romanos, llamado Tadjat Andzevatsi, que había perdido el favor de la regente Irene, y obtuvo por su cambio de bando el reinstaurado título de príncipe de Armenia. Aunque él y su familia se hicieron notablemente ricos con el cargo, no tuvo un gobierno feliz. La mayoría de los nakharar que no habían emigrado le detestaban, y le acusaban ante el califa de estar aún al servicio de Constantinopla, y sus relaciones con el ostikan eran nefastas. Acabó muriendo en combate contra una nueva incursión de los jázaros en 784, terminando así su breve carrera al servicio del califa.
A la muerte de Yesaï en 788, y antes de que el sínodo elevara a su sucesor, el ostikan ordenó confiscar el tesoro de la basílica de Dvin, incluyendo ornamentos y vasos sagrados. Cuando el nuevo cathlicósEsteban I pidió la devolución de los tesoros, el avaricioso Ibn Doké le exigió un rescate, y sólo por una parte de los mismos. Esteban murió tras un corto pontificado de dos o tres años, siendo sucedido por Ovab de Ostan (apenas seis meses en 791), Salomon de Garni, abad de Makhenots (un año entre 791 y 792) y Jorge I de Byurakan (entre 782 y 795).
Durante este tiempo continuó la emigración de armenios al imperio huyendo del dominio musulmán. Hasta tal punto que en 794 el emperador Constantino VI ordenó el traslado por la fuerza de buen número de ellos a sus posesiones en Sicilia. Así comenzó en occidente la que en siglos posteriores sería una característica del pueblo armenio hasta el día de hoy: la diáspora por todo el mundo. Únicamente los judíos y los gitanos han tenido sobre la tierra una mayor y más extendida que la de los armenios.
A Jorge I le sucedió Hovsep II Parpeci. En 799, tras varios ostikanes árabes de corto e insulso gobierno, fue nombrado para el cargo Khozaima ibn-Khazim al Tamimi, uno de los consejeros de confianza del nuevo califa Harún Al Raschid. De inmediato, se aplicó a la extorsión de la Iglesia armenia, para enriquecerse personalmente. Inicialmente trató de comprar al catholicós para que cooperara con él, y al no lograrlo, le amenazó en privado y calumnió en público, tratando de que los cristianos le repudiaran. Tras saquear los tesoros de varias basilicas, un hermano de Hovsep II viajó a Bagdad en 806 a protestar ante el califa. De nada sirvió, pues Khozaima era uno de sus más leales apoyos, y al regresar a Armenia, el vengativo ostikanle hizo estrangular. Roto de dolor, Hovsep II murió poco después.
Khozaima ibn-Khazim también había extorsionado a muchos nobles armenios nativos, y las protestas se acumularon en el palacio califal. Por fin, a finales del mismo año, Harun Al Raschid decidió restaurar el cargo de príncipe de Armenia (técnicamente, “príncipe de los príncipes de Armenia”, išxanac išxan) para contentar a los nakharar. No obstante, su autonomía terminaba en la autoridad del gobernador abasí de Azerbaijan, que seguía siendo el auténtico representante del califa en el Cáucaso.
El escogido fue Achot IV Bagratuni (llamado Msaker, el Carnívoro, supuestamente porque no guardaba la abstinencia preceptiva de Cuaresma), hijo del caído Smbat VII y príncipe de Taron, que había logrado estabilizar la fuerza de su familia tras la debacle de Bagravand. El califa trataba así de contrapesar el creciente poder de los Artsruni. Por cierto que por la misma época fue designado de igual modo como rey de la Iberia CaucásicaAshot I Bagratuni Curopalate, pariente de Achot IV, que sería a la postre el antepasado de toda la línea de reyes de Georgia hasta la actualidad.
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Luchas intestinas en el principado armenio
El sínodo había elevado al catholicosado a David II de Gagagh, un hombre apacible que tuvo un largo pontificado de veintisiete años. Harûn Al Raschid murió en 809, y su sucesión abrió un conflicto civil conocido como la cuarta fitna. Como siempre que el poder central del califato vacilaba, los señores regionales aprovecharon para aumentar el suyo propio. En el caso del príncipe Achot IV, ello le llevó a enfrentarse con el emir árabe Djahap o Jaafe kaysita, un magnate recién llegado con la colonización de la década de 780, que había casado con una princesa de la familia Mamikonian (Hija de Musheg VI, uno de los cabecillas caídos en Bagravand) y reclamaba por su conducto las tierras que habían pertenecido en Taron a aquel linaje caído, y que Achot IV había tomado en su mayor parte. El príncipe derrotó a Djahap y su hijo Abd al Malik y les arrebató, no sólo Taron, sino también el principado de Arsarunia. Resentidos, los kaysitas ocuparon Dvin, la capital del reino, en 813, e incluso asediaron Barda, la capital azerbaijana del ostikanKhalid ibn Yazid al-Shaybani, aunque sin éxito.
Posteriormente, Abd al Malik kaysita encabezó un ejército de cinco mil soldados en busca del desquite, pero fue derrotado y muerto por Achot IV y su hermano Sapor. De ese modo, Msaker se convirtió en el más indiscutiblemente poderoso señor de Armenia. Su gobierno fue prudente:casó una de sus hijas con el príncipe Arsruni de Vaspurakan, el otro gran linaje nakharar, y a otra con el emir árabe de Arzanene. Para 814, Al Mamun había vencido en la guerra civil y asentado su poder, inaugurando un largo periodo de paz y esplendor del califato musulmán. Achot IV murió en 826, dejando a su hijo mayor, Bagrat II Bagratuni, el principado de Taron y el título de príncipe de los príncipes (iskhan iskhanats), y al segundo, Smbat VIII Bagratuni, el título de sparapet o comandante del ejército, el pequeño principado de Araxes y la ciudad de Bagaran.
Esta sucesión no fue en absoluto feliz. Ambos hermanos, alentados por el poder abbasida, se enzarzaron en una rivalidad por acaparar mayor influencia en el reino. En 830, Sevada al Djahapi, sucesor de Djahap, protagonizó una nueva rebelión contra el gobernador de Azerbaijan Khalid al Djawad ibn -Yazid, apoyado por el sparapet Smbat VIII y el príncipe de Siounia, Sahak II, contra la oposición del príncipe de príncipes Bagrat II. Khalid pidió al catholicós David II que intercediera para que los rebeldes se sometieran pacíficamente. La misión fue un fracaso y finalmente Khalid Al Djawad y sus tropas aplastaron a Sevada y las suyas en la batalla del río Hrazdan en el 833. Sahak II murió y los otros dos cabecillas hubieron de huir. Poco después falleció también David II y fue elevado en su lugar Hovhannes IV de Ova, un humilde monje, que siempre vivió de forma ascética.
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Impacto en Armenia de la reblión kurramita
Mientras tanto, el califato prestaba su atención a una nueva rebelión: en Irán había surgido una escisión del islam chíita en las décadas previas, predicada por el clérigo Sunpadh y un profeta llamado Al Muqanna el Velado, llamada los kurramitas (“los de la religión gozosa o alegre”), que incorporaba muchos elementos morales del antiguo mazdeísmo o zoroastrismo iraní. Esta herencia, y sus postulados igualitarios que repudiaban el absolutismo abbasí, convirtieron a la pequeña secta, en pocos años, en un movimiento muy popular en Irán. A partir de 820, bajo el liderazgo de un militar llamado Babak Khorramdin (cuya madre, por cierto, parece que era una albanesa caucásica conversa al islam, es decir, una azerí), los ejércitos califales estuvieron inmersos en una larga guerra contra los rebeldes kurramitas (que además de su religión, conservaban el habla y las costumbres persas, y por tanto eran un movimiento nacional) sobre todo en el Azerbaijan y el norte de Persia.
Finalmente, tras enviar sus mejores generales y gastar una inmensa cantidad de oro y hombres, el califa logró derrotar a Babak, que finalmente escapó hacia el oeste en 838, intentando refugiarse en el Imperio de oriente, el gran enemigo de Bagdad. Al pasar por el pequeño principado de Jachen, una de las posesiones de los príncipes de Siunia, el gobernante local, Sahl Smbatean, le capturó y entregó al califa Al Mutásim, que lo ejecutó bárbaramente mutilándolo poco a poco. Unos años antes, en 834, otro general kurramita, Nasir, había empleado el mismo camino, acompañado por catorce mil guerreros y sus familias, atravesando Armenia sin ser molestado. Se puso al servicio del emperador Teófilo, e incluso se bautizó con el curioso nombre de Teófobo (Teófilo significa “amante de Dios” y Teófobo “temeroso de Dios”). Sus hombres y él se enrolaron en el ejército imperial y fueron casados con viudas de militares, participando en las guerras de aquellos años contra el califato encuadrados en la llamada “turma persa”.
La diáspora armenia en el imperio le dio gran protagonismo en su historia. Entre 813 y 820 fue emperador de oriente un general llamado León V el armenio, y otro militar, llamado Manuel el armenio, fue uno de los generales de confianza del emperador Teófilo (casado con su sobrina Teodora la armenia) al que salvó de morir a manos de los sarracenos en la derrota de Anzen de Capadocia, en 838.
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La fallida rebelión armenia de 842
La debilidad sufrida por el califato tras todos estos conflictos seguidos, alentó a los nakharar a seguir con sus querellas: en 841 Bagrat II (que había participado junto al califa en la campaña de 838) y Smbat VIIII Bagratouni, unidos esta vez, se empeñaron en deponer al catholicós Hovhannes IV, acusándolo de terribles faltas. Hovhannes se tuvo que retirar al monasterio de Ayrivank, pero el príncipe de Siounia Grigor Soupan, hijo de Sahak II, reunió una asamblea de obispos que repuso en su sede al prelado.
En 842 fue el sparapet Smbat VIII el que alentó una rebelión generalizada de los nobles armenios al conocer que el impopular Khalid ibn Yazid al-Shaybani iba a ser nombrado de nuevo como ostikan de Armeniya (que a pesar del nombre, incluía toda la Caucasia sometida a Bagdad y tenía su capital en Azerbaiján). El débil califa Al Wathiq (642-647) cedió y nombró en su lugar al más dócil Ali Ibn Husayn, que no pudo recaudar los impuestos debidos e inclluso se vio bloqueado en su capital Bardaa por los señores armenios. Durante varios años el reino armenio escapó efectivamente del control abbasí.
Pero en 849 el nuevo y enérgico califa, Al Mutawákkil, decidió acabar con la insolencia armenia. Envió un ejército al mando de un nuevo ostikan, Abu Sa’id Muhammad al-Marwazi. Bagrat II le recibió en la frontera con regalos y el tributo atrasado, logrando que se retirara sin entrar en el país. Al año siguiente, no obstante, Abu Sa’id encomendó a dos magnates árabo-armenios locales, al-Ala ibn Ahmad al-Azdi y Musa ibn Zurara (que era cuñado del propio Bagrat II) que recaudaran personalmente unos impuestos doblados en los principados más señaladamente independientes, Vaspurakan y Taron. Ashot I Artzruni, príncipe de Vaspurakan, expulsó a al-Ala, y posteriormente unió sus fuerzas a las de Bagrat II para derrotar a las fuerzas árabes en la batalla de Mush. Musa ibn Zurara se libró de ser ejecutado gracias a las súplicas de su esposa, la hermana de Bagrat II Bargatouni. Los armenios hicieron una matanza de colonos árabes vasallos de Musa en la región de Aghdznik (la Arzanene griega), al suroeste del reino, demostrando que el problema no era meramente político, sino también étnico y religioso.
En 851, fue el hijo de Abu Said, que acababa de morir, llamado Yusuf, el que encabezó la expedición de castigo de los abásidas. Al ver la magnitud, Ashot I (siguiendo la tradición familiar) optó por pedir y obtener una paz separada. Ello forzó a Bagrat II a negociar también con Yusuf, conversaciones en cuyo transcurso fue capturado, gracias a la traición de su hermano el sparapet Smbat VIII, y llevado a la capital califal. En venganza, varios vasallos de Bagrat asesinaron a Yusuf en 852. Al Mutawákkil, lleno de furor, envió entonces un gran ejército al mando del general turco Bugha al-Kabir. Como setenta y cinco años antes, la campaña de venganza abbasí fue brutal. Bugha devastó Vaspourakan, apresó a los emires rebeldes de Arzen y Tiflis, antes de saquear la Albania y el principado de Siounia. Se ejecutaron a decenas de miles de soldados, tanto cristianos como musulmanes rebeldes (el catholicós Hovhannes IV instituyó una fiesta en honor de los mártires de esta campaña). Los nakharar, enfrentados en rencillas personales, no presentaron un frente unido, y fueron fácil presa para los sarracenos. Al final de la campaña, en 855, Smbat VIII fue llevado en cadenas a Samarra, junto a la mayoría de príncipes y emires armenios. Hovhannes había tenido que escapar al convento de Makenots, a orillas del lago Sevan, donde murió ese mismo año, tras 22 años de pontificado.
Poco tiempo después, sin embargo, los príncipes armenios fueron liberados y sus dignidades restituidas a ellos o a sus hijos, aunque disminuidas. Así, a Bagrat II Bagratouni le sucedieron sus hijos Ashot y David como gobernantes conjuntos de la mayor parte del principado de Taron, aunque una parte fue entregada a Gurgen Artzruni, pariente de Ashot I. Por su parte, Ashot V Bagratouni, el hijo de Smbat VIII, heredó de su padre el título de sparapet.
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Ashot V Bagratouni, príncipe de los príncipes de Armenia
Ashot V promocionó a Zacarías I de Tzak como nuevo catholicós en el sínodo que lo eligió en 855. Zacarías siempre le estuvo agradecido y le apoyó en todas sus iniciativas. Formando equipo, ambos inauguraron una de las raras épocas de paz y prosperidad en la historia de Armenia, aprovechando que los califas fueron devolviendo gradualmente su autonomía a los armenios mientras cumplieran con el impuesto debido. En 862, el califa al-Mustain otorgó a Ashot V Bagratuni el título de iskhan iskhanats, vacantedesde que su padre Bagrat II fuese capturado.
Ashot V heredó la habilidad política de su abuelo homónimo el cuarto Ashot, más que la impetuosidad de su padre. Poco después de su investidura, invadió y se anexionó la región de Bagrevand, al oeste de Taron, la última posesión que le quedaba a los disminuidos Mamikonian vasallos del emperador, de su titular, Grigor Mamikonian. Ese mismo año, el patriarca Focio de Constantinopla envió dos cartas a Zacarías Tzak, con documentos dogmáticos para ser aprobados por un sínodo armenio y lograr así la reincorporación a la ortodoxia de la Iglesia armenia. El intento era muy ambicioso, pero por indicación de Ashot V, que buscaba un acercamiento a Constantinopla, Zacarías convocó el sínodo de Shirakavan (que copresidió junto al iskhan iskhanats), que en ese mismo 862 aprobó algunos de los canones calcedonianos, pero no la mayoría. Fue el mayor acercamiento teológico entre ambas Iglesias en varios siglos.
Ashot V siguió maniobrando con astucia: medió entre dos primos y herederos de Vaspurakan de la familia Artzruni, enfrentados entre sí, para finalmente casar a uno de ellos, Grigor-Derenik, con su hija Sofía. Igualmente casó a su segunda hija Mariam con Vasak Gabur IV, príncipe de Siounia. Convertido en el indiscutido caudillo de los nakharar armenios, declaró la guerra a unos viejos enemigos: los emires Kaysitas, asentados en Manzikert. Ayudado por su hermano y sparapet Abas Bagratouni, logró derrotarles y someterles en 863. Por esas fechas consiguió el control de los principados norteños de Gugark y Utik, y en 875 se alió con su pariente lejano Bagrat I Bagratuni del reino de Iberia caucásica contra su hermano rebelde Guaram, logrando derrotarle.
En 877 murió Zacarías I Tzak, tras otro largo pontificado de 22 años. El sínodo aceptó dócilmente al nuevo protegido del iskhan iskhanats, Jorge II de Garni. Ese año, Ashot lanzó una nueva campaña contra el emir de Barda, Muhammad ibn Abd al-Wahid. Acudía en ayuda del ostikan Isa ibn al-Shaykh (que unos años antes había logrado someter efectivamente a Ashot I Artzruni de Vaspurakan), a quien Muhammad había traicionado. El fracaso del largo sitio de la ciudad (de más de un año) le costó todo su prestigio al ostikan, que intentó recobrarse pactando secretamente con Muhammad para oponerse al creciente poder de Ashot V. Apenas este se enteró del tratado entre los dos musulmanes, envió a su hermano el sparapet Abas Bagratouni, que arrestó a Isa ibn al-Shaykh y lo escoltó hasta la frontera armenia.
En otros tiempos semejante osadía hubiese costado la vida al príncipe armenio que se hubiese atrevido a desafiar al gobernador nombrado por el califa, pero el poder abasí había entrado en una severa crisis. Tras los cortos y turbulentos reinados de al-Mutazz (866-869) y al-Mutahid (869-870), su sucesor al-Mutamid era sólo califa de nombre, dominado por su hermano al-Muwaffaq, respaldado por los mercenarios turcos que habían ido ganando una enorme preeminencia en el ejército (como Musa ibn Bugha, hijo del saqueador de Armenia en 852) , que es tanto como decir en el poder real tras el trono. En las últimas décadas, el califato había perdido el control sobre Egipto, el Jorasán y el Tabaristán iraníes, y la mayor parte de la península arábiga. En el propio Irak, corazón del poder abásida, una rebelión de esclavos zanj (negros) causó enormes dificultades. Al Muwaffaq pasó casi toda su regencia combatiendo enemigos poderosos y cercanos a Bagdad.
Se daba la circunstancia de que en esos años gobernaba en Constantinopla un emperador que había alcanzado el puesto por medio de las intrigas y asesinatos, pero que se reveló como un gobernante enérgico que estaba reconstituyendo la administración y el ejército imperial tras una prolongada decadencia. Se le conocía como Basilio el macedonio, pero todos sus biógrafos coinciden en que sus padres eran emigrantes de origen armenio (supuestamente de linaje real arsácida, pero eso seguramente es una reconstrucción posterior). Aunque su política exterior ciertamente no se había fijado en Armenia, presionado como estaba en las fronteras europeas, cabía el riesgo de que pretendiera aprovechar su origen y supuesto linaje para reclamar algún papel en el reino.
Una debilidad aguda del poder del califa, una posible injerencia romana y sobre todo la presencia de un príncipe de príncipes dotado de las capacidades de un gran estadista, que había logrado controlar la Iglesia armenia, recabar el apoyo de todas las grandes familias del reino, y someter a los emires musulmanes (en 884 derrotó de nuevo a los magnates de Barda y Manzikert) y hasta expulsar al ostikan califal, era una concatenación de circunstancias inusual y providencial. Ashot V Bagratuni no era hombre que dejase escapar una oportunidad como esta.
En 885, una embajada de los nakharar más preclaros de Armenia obtuvo del agobiado califa al-Mutamid para Ashot el título restaurado de rey de Armenia, aunque vasallo del califa y teóricamente subordinado aún al gobernador árabe de Azerbaijan. Poco después, el catholicós Jorge II de Garni le coronó en Bagran como Ashot I Bagratuni de Armenia, entre las aclamaciones de nobles y clero. Pocas veces en la historia del reino había habido una tal unanimidad de espíritu en la elevación de un rey.
El reino de Armenia volvía a tener un rey, exactamente después de 457 años (aunque habían habido durante ese tiempo príncipes y marzabanes prácticamente independientes, pero jamás con el título de rey ni fundadores de una dinastía). Ciertamente, como los arsácidas, Ashot V era teóricamente vasallo de otro poder asentado en Mesopotamia, pero no era hombre que fuese a dejarse gobernar fácilmente. El reino de Armenia aprovecharía en los siglos sucesivos las debilidades de sus vecinos más poderosos, para volver a ganar su independencia.
2 comentarios
"Tras su victoriosa campaña en Palestina y Siria, que les llevó a la conquista de Jerusalén en 637, los generales del califa Omar emprendieron agresivas campañas en todo Oriente Próximo. Mesopotamia fue completamente conquistada un año después. En 639, Armenia estaba sumida en el caos de la falta de un gobernador, y las rencillas entre distintas familias nobiliarias. Como sucedería más tarde en la propia Hispania, el general Abr er Rahman aprovechó esa circunstancia para penetrar con un ejército de dieciocho mil guerreros árabes en la provincia de Taron (feudo del poderoso clan de los Mamikonian) y las zonas alrededor del lago Van, para conquistarlas a sangre y fuego."
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LA
Gracias por comentar.
El párrafo en cuestión hace alusión a que los árabes aprovecharon las rencillas entre clanes nobiliarios en la década de 640 para conquistar Armenia, de un modo parecido a lo que ocurriría con el reino visigodo de Hispania setenta años después, cuando los conflictos entre las grandes familias aristocráticas facilitaron la conquista a Muza y Tarik.
En esta bitácora tengo un artículo a propósito de ese tema: https://www.infocatolica.com/blog/matermagistra.php/1107190817-el-dia-que-se-perdio-espana-i
Un saludo
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LA
Veo que compartimos la misma pasión. Gracias a usted por participar y por su amabilidad. Dios le bendiga.
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