No todo va a salir bien

Todo va a salir bien”, es un eslógan que circuló con profusión desde los primeros meses de la terrible pandemia del COVID-19, comenzada hace ya dos largos años. Se veía, y aún se puede ver, en todo tipo de locales e instituciones públicas, pero sobre todo en hospitales y centros sanitarios. Pergeñada sin duda por un equipo de psicólogos que empleaban la técnica del pensamiento positivo para tratar de ayudar a los enfermos, a sus allegados y, en general, a la sociedad toda, del miedo y la angustia ante un padecimiento y muerte por una infección que parecían inevitables e imparables en esos momentos. Un auténtico golpe emocional para una sociedad que había asumido, de forma errónea, que la medicina podía curar, o al menos controlar, cualquier enfermedad imprevista.

El sufrimiento de los enfermos, aislados con tratamientos invasivos y dudosos, sin poder comunicarse con sus familiares por temor al contagio, ni siquiera recibir el contacto de una mano humana para consolarlos; la incertidumbre de las familias, que veían a su padre o abuela marcharse al hospital para no regresar jamás; el terror, en fin, de la sociedad toda al contagio y sus consecuencias, los confinamientos, las medidas preventivas y de distanciamiento social, las adaptaciones en el trabajo, las consecuencias económicas y laborales de la plaga… Los primeros meses, e incluso el primer año, fueron una prueba psicológica para toda la sociedad, llevada a un estado de angustia colectiva y sostenida en el tiempo no vivido en varias generaciones.

Sin duda una visión positiva puede ser una herramienta psicológica útil en ciertas situaciones estresantes, pero por desgracia el optimismo (asumir que todos los eventos futuros van a ser favorables) es tan poco realista como el pesimismo (asumir que todos los eventos futuros van a ser desfavorables). La verdad es que sobre una parte importante de los acontecimientos que nos van a ocurrir en la vida no tenemos influencia alguna. Incluso en aquellos que sí la tenemos, errores de juicio o de actuación pueden privarnos de hacerlos provechosos para nosotros.

De modo muy simplista, podríamos dividir los males que acontecen al hombre en dos grandes grupos, los males naturales y los males morales.

Los males naturales son aquellos perjuicios que nos vienen provocados por el cumplimiento de leyes naturales: catástrofes por fenómenos de la naturaleza o enfermedades son los más comunes. También podríamos incluir los accidentes, aunque en ocasiones hay un cierto componente humano en ellos (hay una persona que ha actuado con algún nivel de negligencia, provocando o empeorando un accidente inevitable).

Los males morales son los derivados de la elección inmoral de los hombres, y son sin duda los más dolorosos de todos: guerras, desigualdades, violencia, injusticias, homicidios, robos, ofensas, maltrato… acciones de hombres que atentan de modo más o menos grave contra la dignidad, los bienes o la vida de otros hombres.

Todos experimentamos el mal en nuestra vida, y el sufrimiento que puede provocarnos. No obstante, en el corazón de cada hombre hay un anhelo profundo que nos llama a la plenitud de nuestras expectativas. Esa es la Esperanza, la semilla de bienaventuranza que Dios ha sembrado en nuestra alma, por la que confiamos en alcanzar la felicidad en este mundo y la beatitud en el otro. Es una característica plenamente humana, y a la vez es una virtud teologal, es decir, de origen sobrenatural, que podemos no obstante alimentar por medio de los dones que el Espíritu Santo nos concede a través de los sacramentos y la oración.

Como su nombre indica, es una virtud extática, pero no por ello pasiva: la esperanza “espera” los bienes que Dios nos tiene reservados, pero lo hace cooperando con su Sumo Dispensador. Ni actuando como espectador que se limita a observar, ni pretendiendo que nuestra humana acción (tan limitada) sea la causa y origen de esa esperanza. Como ocurre con cualquier otra virtud, Dios opera en nosotros, y gracias a su moción nuestras obras buenas son los frutos que aportamos al Bien en el mundo, al plan de Dios para los hombres. Nuestra cooperación es necesaria, aunque no imprescindible, mas Dios desea que compartamos con él la acción y los frutos del Bien, también en la esperanza.

Dice el catecismo (CIC 1820) que el Padre Nuestro resume los principales bienes que la Esperanza nos hace desear: que sea alabado el nombre de Dios, su voluntad se cumpla y su reino se instaure en el mundo, que recibamos los bienes materiales necesarios para vivir, que se nos perdonen nuestros pecados, se nos libre de la tentación y se nos guarde de todo mal, para que, purificados de nuestras faltas, podamos gozar en el banquete eterno de los bienaventurados frente al rostro de Dios, ante el que ya no tendremos que velarnos.

Sin duda, esta cristiana visión llena el alma de cualquier creyente. Pero Dios, que hace salir el sol sobre buenos y malos, que espera a la cosecha para arrancar la cizaña, que entregó, en fin, a su propio Hijo para redimir los pecados de una humanidad, cuya mayor parte le niega o le desprecia, no nos va a librar de los males de forma ordinaria. En su infinita sabiduría, del modo que su universo de leyes perfectas puede alimentarnos lo mismo que dañarnos, ha dispuesto que suframos tanto los males naturales como los morales. Dios puede apartarnos del mal de modo extraordinario, y por ese motivo rezamos sin descanso para que nos libre a nosotros y a otros, solicitando la intermediación de los santos y muy particularmente de la Santísima Madre de Dios. Pero de forma ordinaria, el auxilio de Dios provendrá de los dones del Espíritu para soportar las pruebas a las que el mal nos somete.

Eso implica que los tiempos de Dios no son los nuestros, y que en su plan para nuestra vida está incluida la cruz que hemos de tomar para seguirle (pues si esto hacen al maestro, qué no harán a los discípulos). Es la mirada sobrenatural, que nos permite ver “más allá”, hasta después del fin de la vida (e incluso de los tiempos), la que nos distingue a los cristianos de los demás. Y es esa visión sobrenatural la que nos permite practicar la virtud de la paciencia frente al mal, sin caer en la tentación de obrar inmoralmente para librarnos de los padecimientos. E incluso cultivar la alegría en medio de los sufrimientos, sabiendo que todos y cada uno de ellos tiene un sentido, desde el de purificar nuestra fe hasta aligerar nuestra alma de los apegos mundanos.

El gran ejemplo de esperanza en la Historia Sagrada es sin duda Abraham. Dios le promete una descendencia tan numerosa como las estrellas, y ser padre de muchos pueblos. Mas pasan los años y los hijos no llegan, y Dios calla. Humanamente se podía caer en el desaliento, pero Abraham confía en Dios. Abraham espera y cultiva esa esperanza, y jamás reniega del Señor. Y el momento del cumplimiento de la promesa llega, no cuando lo esperaban Abraham y Sara, sino cuando lo dispone Dios. Y efectivamente, es el padre de todos los creyentes, carnalmente de los de la Antigua Alianza, y espiritualmente de los de la Nueva.

No en vano la desesperanza es una de las peores faltas que podemos cometer, y convertirse en un “desesperado” es otra forma de negar a Dios. El desesperado sólo espera su disolución en la nada; su destrucción completa. La desesperación es pecado de negación de la Bondad y Justicia divinas, negación de la salvación propia o de los auxilios de Dios para obtenerla. En fin, la desesperación es un grave pecado contra el amor de Dios. Nosotros esperamos la vida eterna.

Mas sería absurdo engañarse. El bautismo nos infunde la esperanza, y los sacramentos la alimentan, pero el hombre es también carne, que es débil, y la incertidumbre nos atormenta cuando nuestra razón puede no ver nada detrás de una crisis vital. Ese riesgo existe siempre, y los cristianos nos podemos ver sometidos a él. Y tan peligroso sería abandonarse al desaliento como creer que con nuestras solas fuerzas podemos cambiar las cosas a mejor. O peor aún, practicar el optimismo irracional del “todo va a salir bien”.

Los cristianos sabemos que todo saldrá bien, pero bien según los planes de Dios, que son los realmente sabios, no según los nuestros, que somos seres limitados y falibles. Y que el término de todo sufrimiento y de todo acecho del mal está, con seguridad, en el mundo futuro. Y, si Dios quiere, también en este. Seamos firmes en la esperanza, constantes en la oración, como nos enseña san Pablo en tantas de sus cartas.

Y confiemos en Dios, pues él no nos va a desengañar.

17 comentarios

  
Cesar alonso
Excelente articulo!!
Hoy mas que nunca hay que volver a hablar de ESPERANZA
17/03/22 2:33 PM
  
Miguel Hinojosa
Inmensamente agradecido a Dios y a ti por este artículo que es un fiel reflejo de mi propia vida y la Providencia Divina.

Pues a apesar de ser muy creyente caígo con facilidad en la desesperanza, incluso a veces hasta he pensado en el suicido a través de la Eutanasia. Y eso que tengo treinta años. Pero la vida es tan difícil...

Pero Dios que es un Padre Bueno siempre nos pone en el camino Cirineos que nos ayudan a llevar la cruz.

El problema que muchas veces nos falta un acompañamiento espiritual para comprender este misterio tan grande de la vida, del sufrimiento, de la cruz y nuestra fe.

Bienaventurados los que lloran por que serán consolados nos dice el Señor.

Que así sea.
17/03/22 3:00 PM
  
Dan
Le felicito por el artículo. Ha transmitido ĺa verdad.
Gracias por él.
17/03/22 3:26 PM
  
sofía
Un articulo muy oportuno. Me uno a las expresiones de felicitación y agradecimiento de los tres primeros comentaristas.
Las reflexiones posteriores a mí no me aportan absolutamente nada, pero supongo que a alguien le aprovecharán. Yo prefiero volver al artículo y seleccionar como resumen estas frases:
Los cristianos sabemos que todo saldrá bien, pero bien según los planes de Dios.
Seamos firmes en la esperanza, constantes en la oración.
Y confiemos en Dios.

Paz y Bien
18/03/22 2:15 AM
  
Ronin
Yo creo que el mantra de "todo puede salir bien" va muy ligado a nuestro tiempo.
En occidente se ha perdido, salvo en minorías, casi todo el sentido de la espiritualidad y la trascendencia. No voy a entrar en religiones. En si esta o aquella.
Se ha vendido la idea de que no hay nada, carpe diem. Estamos aquí y hay que pasarlo lo mejor posible.

Así que cuando la realidad, esa malvada cosa que nos rodea, se impone pues se choca con esa cosmovisión del ahora. Ante algo que no se puede controlar, como una pandemia global, la defensa mental del "vive el momento" se tambalean. Y hay que tirar de eslóganes de baratillo. Todo va salir bien. Va todo chupi.

Cuando los de siempre, musulmanes, matan a destajo esa realidad vuelve a mostrar su lado poco agradable. Así que como defensa de baratillo ponemos ositos, velas y cantamos el Imagine de Lennon. Que es un himno a lo terrenal más terrenal como absoluto.

A eso se le suma el narcisismo patológico cada vez mayor en nuestra sociedad, gracias a las redes sociales sobretodo.

En las cabezas de muchos ya no es que no haya sitio para Dios, es que no hay sitio para nadie que no sean ellos. Ellas. Y elles. Como la letra del alfabeto.

O como lei por ahí y de un modo muy castizo. Cuando las cabezas están vacías se llenan de cualquier cosa, como un orinal usado.
Es lo que tenemos tristemente.
18/03/22 9:23 AM
  
Argia
Gracias por este post sobre la verdadera Esperanza, que no es otra cosa que la confianza en el plan de Dios.
Cuando se cae en la deseperación, por el motivo que sea, hay que saber, que esta no es producto de nuestra mala situación en la vida, pues ya sabemos que "todo pasa y lo nuestro es pasar" sino que viene directamente del demonio.
Esta es su meta más importante, incluso más que la inducción a cualquier pecado mortal, porque sabe que de hacer el mal nos podemos arrepentir, el solo obtiene su verdadero triunfo, cuando debido a la desesperación que nos provoca aprovechando nuestra debilidad ante situaciones dificiles, nos instiga a quitarnos la vida, que es como si optaramos a rechazar a Dios de una forma definitiva e irnos a vivir al verdadero infierno con él.
Aceptar el plan de Dios, por muy poco que lo entendamos en algunos momentos, o por muy duro que nos parezca a veces, da paz, y cuando pasa la tormenta, se ve, lo grande que es Dios, y cuanto nos ama.
18/03/22 10:43 AM
  
Marta de Jesús
Ahora mismo mi eslogan es más bien el del valle de lágrimas:
#A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva;
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas#

Pero en Dios confío que todo irá bien...al final, para los que le aman (espero estar en ese grupo). La muerte no es el final.

Sueño con un resto fiel 💓✝️🕊️🛐 que se contraponga a un mundo de espaldas a Dios.
18/03/22 10:15 PM
  
Oscar Alejandro Campillay Paz
Para quien le interese, es especialmente valioso el aporte de la clave teológíca de la beata Juliana de Norwich, quien expresaba:"Todo irá bien, y todo irá bien, y toda clase de cosas irán bien".

Vale la pena profundizar en sus escritos místicos.

Bendiciones!
19/03/22 9:02 AM
  
Luis I. Amorós
Providence: la zona de comentarios de un hilo no está para hablar sobre posibles problemas en otras secciones del portal. Si tiene algún comentario sobre las moderaciones de otras bitácoras, le ruego que se dirija al editor de la misma, o que escriba al director de Infocatólica: [email protected]
19/03/22 11:45 AM
  
Juan Mariner
Tengo mucha esperanza, pero soy pesimista a corto y medio plazo. Todos los males del mundo occidental vienen del aborto provocado legalizado; ya vemos sus efectos en EEUU, en España, en Francia... Igual que hongos, han parecido banderas nacionales por doquier (en España hasta en los presbiterios), lo cual es un claro signo de debilidad, de decadencia y ya de hasta sumisión al enemigo (en España arrodillándose ante el vecino Marruecos con el Sahara Occidental para que no siga molestándole). No pasa ni en un año ni en diez (como el vaciamiento del mundo rural), pero, cuando se cumplan 50 años, vamos a notar efectos devastadores. Necesitamos un cambio como ya se ha estado advirtiendo en la potente Texas, que ha hecho radicalizar a los abortistas en EEUU, Nueva Zelanda, España, Chile, Argentina...
20/03/22 11:48 AM
  
Ronin
Providence.
Solo doy mi opinión. Que puede ser incorrecta si se la compara con la alta teología que pueda tener otra persona. E incluso que no a todos guste. Pero amigo, es mi opinión. Y de momento puedo expresarla. En el futuro, ya se verá.

Si no le gusta o piensa que es herética pues usted mismo.
20/03/22 5:20 PM
  
Susana Labeque desde Argentina
"Ten cuidado de la desesperación acerca de ti mismo; se te ordena que confies en Dios y no en ti mismo "San Agustín
22/03/22 3:36 PM
  
Luis Piqué Muñoz
El Enfermo es un Privilegiado ¡la Cruz es un Privilegio! está más cerca de Dios ¡es otro Cristo! lleno de Esperanza y Amor ¡la alternativa, la desesperación y el Miedo, es una abominación para el pobre y sufrido Enfermo, que da la Culpa a Dios ¡en Vez de aprovechar la maravillosa Ocasión para Unirse amorosamente a Jesús en la Cruz, se llena de Odio a Dios, Odio a la Fe, Odio al Hombre! Este Virus ¡anticipo o comienzo del Apocalipsis! ha venido Muy Bien para bajar los Humos del soberbio y Necio Hombre moderno ¡que en Vez de llenarse de Humildad y Amor a Dios, ha reaccionado con su habitual Necedad, desesperación y Odio! ¡Viva el Inocente! ¡Viva los Pobrecitos de la Tierra! ¡Viva la Cruz! ¡Viva el Amor! ¡Viva Dios!
25/03/22 1:35 PM
  
Pablo
Simplemente agradecer al blogger su elegante intervención en un tema que pertenece al ámbito de lo íntimo y privado del matrimonio y sobre el que S. Juan Pablo II ya enseñó con su Teología del cuerpo.

Creo que tanto los comentaristas como los lectores de esta web somos adultos que sabemos qué es correcto y qué humillante en las relaciones matrimoniales sin necesidad de tanto detalle.

Simplemente añadir que en el matrimonio basta con seguir estos dos principios:

Ama y sé feliz.

Primero tu cónyuge y luego tú.
04/04/22 10:19 AM
  
Pablo
Fijaciones compulsivas.

Lo siento L.A.

Mírelo por la parte positiva: A todo blog que alcanza el éxito se le pega un troll.

Saludos cordiales.

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LA

Yo no considero que haya ningún "troll" en este hilo o en otros. Hay personas, con ideas o formas diferentes.
Las normas son claras: no blasfemar ni faltar el respeto a lo sagrado, respetar al editor de la bitácora y otros editores, y a los otros comentaristas, y procurar no llenar el hilo con conceptos repetitivos.

Un saludo.
07/04/22 8:56 AM
  
Pablo
De acuerdo.

¡Muchas gracias!
08/04/22 4:20 PM
  
Luis María Piqué Muñoz
El Hombre moderno Niega el Sufrimiento, la Enfermedad, la Vejez y la Muerte ¡Sólo busca el placer Físico y el bienestar a costa de todo, Niega el Espíritu y sólo vive para el Cuerpo, que Cree le Pertenece de manera absoluta y sólo existe para darle Gusto, Placer, bienestar! En definitiva la absoluta autonomía de la Conciencia y la Libertad, el Hombre decide lo que está Bien y lo que está Mal ¡seréis como dioses! No existe el Bien ni el Mal ¡cada hombre es un ídolo, un diosecillo, se Cree Dios! Sois dioses, dice la Biblia ¡cuando somos Templo del Espíritu Santo por participación! Y en fin el despilfarro y ostentación escandalosa de los Bienes en el Perverso Occidente, desprecia y sacrifica al Tercer y 4º Mundo ¡sólo el Hombre Blanco de Occidente tiene Derecho a los Bienes del Planeta ¡y en efecto comete la abominación de consumir el 90% de la Riqueza del Planeta 1000 Millones de Tripas Llenas, frente a 6000 de Pobres y Necesitados del Tercer Mundo que mueren de Hambre, Sed, Enfermedades ¡se Niega incluso una sola Pastilla que curaría la Enfermedad! Guerras ¡en fin un proceso satánico del que daremos Cuenta ante Dios los Tripas Llenas del Perverso Occidente! ¡Viva los Pobres! ¡Viva el Tercer Mundo! ¡Viva Dios!
01/07/22 1:41 PM

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