Los mártires de Córdoba (y II)
La gran persecución de Mohammad I y la rebelión cristiana.
Pese a los manejos de la sultana Tarub, el elegido para suceder al emir omeya fue su primogénito Muhammad, bien conocido por su odio a los cristianos. La cuestión de los mozárabes cordobeses se había convertido en la principal preocupación de los últimos años de su padre, y el nuevo emir decidió desatar una gran persecución para acabar con ellos. Ordenó clausurar numerosos monasterios, entre ellos el de Tábanos, y demoler varias de las principales iglesias que les quedaban a los cristianos. La comunidad mozárabe se quebró. El conde Gómez Antonino y muchos cristianos apostataron al islam, pero la resistencia de los fieles se exasperó.
Las expulsiones de monjes de los monasterios no hizo sino exacerbar los testimonios. Leovigildo, monje en la ciudad, y Cristóforo, del monasterio de san Martín de la Rojana, fueron martirizados poco después. Las noticias de la persecución cordobesa se extendieron por todo Al Andalus y más allá, hasta el reino leonés e incluso el imperio franco. En 853 los cristianos toledanos se rebelaron y se declararon independientes en una poco conocida y formidable rebelión mozárabe que, Dios mediante, trataré en otro artículo.
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La segunda era de los mártires
La fama de los apóstoles llegó a provocar una suerte de peregrinación martirial. Por ejemplo, la de un monje llamado Félix, originario de Complutum (Alcalá de Henares), de familia bereber y ordenado en Asturias, pero que acudió a Córdoba precisamente buscando el martirio en 853. Acompañó a Anastasio, diácono de san Acisclo, cuando proclamó su fe públicamente, negando la veracidad del islam, acompañado de una monja llamada Digna. Los tres eran religiosos en Tábanos, el principal centro de la insurrección martirial. Todos ellos fueron bárbaramente asesinados por las autoridades religiosas del emir. Al día siguiente una viuda cordobesa, llamada Benilde que había presenciado el martirio de Anastasio, empujada por su ejemplo y pese a su avanzada edad, se presentó ante el cadí y confesó su fe. También ella fue decapitada y sus restos incinerados y arrojados al río, salvo su cabeza, colgada de unos palos y expuesta por toda la ciudad.
Columba también era monja del recinto femenino del clausurado monasterio de Tábanos. Ella fue la siguiente en presentarse en público para acusar a Mahoma de falso profeta, sufriendo decapitación y mutilación antes de ser arrojada al Guadalquivir, el 17 de septiembre de 853. Se dice que su cuerpo fue hallado aguas abajo completamente intacto. La siguiente víctima fue nada menos que el abad de Peñamelaria, decapitado ese mismo año.
La campaña contra los cristianos alzados de Toledo fue tan desastrosa que el propio emir Mohammed hubo de ponerse en persona al frente de un gran ejército para frenar a los rebeldes, que con un ejército se dirigían a cruzar Despeñaperros y atacar la propia capital. Tras lograr una aplastante victoria en 854, el emir regresó acompañado de ocho mil cabezas cortadas de cristianos, repartidas por todas sus ciudades y sus posesiones en África, y con redoblados ánimos de aplastar a los mozárabes cordobeses, ahora sospechosos de colaboración con los enemigos.
El monasterio de Tábanos fue arrasado, se doblaron los tributos que debían pagar los cristianos y redobló las ejecuciones. Abundio, párroco en Ananelos fue delatado como ofensor de Mahoma. Llevado por las autoridades con falsas razones a Córdoba, fue allí juzgado y no negó las acusaciones de haber menospreciado el islam. Condenado a muerte, fue degollado a orillas del Guadalquivir el 11 de julio de 854. Los mozárabes eran sostenidos por Eulogio, que escribió Apologia martyrum, y por Álvaro, autor de Indiculus luminosus, tratados que describían la persecución musulmana y ensalzaban a los mártires.
El encono religioso espoleaba a los cristianos de todas las partes de España de tal modo que al morir el metropolitano de Toledo, Vistremiro, Eulogio fue elegido por unanimidad por los obispos de la provincia como nuevo primado de las Españas. El emir prohibió que tomara posesión, pero los obispos cartaginenses no eligieron otro.
Los siguientes tres años vieron una nueva escalada de martirios. En 855 fueron ejecutados acusados de blasfemia Amador, sacerdote de Martos, el monje Pedro y Ludovico, hermano del mártir Pablo el diácono de san Zoilo. Poco después sufrió la misma suerte Sandulfo (conocido por Sandila) y Witesindo, un laico convertido al islam y luego retractado. El cadí le dio la opción de salvar su vida si retornaba a la fe coránica y al negarse fue ejecutado por apostasía. En 856 le tocó el turno a Argimiro de Cabra. Había ocupado el cargo de censor en su ciudad natal, abandonando la función pública para ingresar en un monasterio en Córdoba. Acusado de injurias a Mahoma, fue encerrado en prisión tres días, y el juez le prometió el perdón si se retractaba de sus ofensas y abrazaba el islam. Al negarse este, fue decapitado el 28 de junio, permaneciendo su cuerpo en el patíbulo durante varios días hasta que se permitió a sus familiares enterrarlo en la basílica de san Acisclo, junto al sepulcro del mártir Perfecto. Áurea fue hija de padres musulmanes, que se convirtió al cristianismo tras enviudar, profesando en el monasterio de Cuteclara durante 20 años. Descubierta y delatada por algunos de sus parientes, fue denunciada por apostasía. Bajo presión renunció públicamente al cristianismo, pero siguió practicando secretamente su fe. Descubierta nuevamente, fue llevada al tribunal, y esta vez no se retractó, siendo ejecutada. También en 856 fueron ejecutados el sacerdote Elías y sus discípulos los monjes Pablo e Isidoro. Un caso singular fue el de Rodrigo, un egarense nacido en una familia en la que tenía un hermano cristiano y otro musulmán. Era frecuente que mediara en las disputas religiosas que ambos tenían regularmente, y tras ser acusado de cristiano, meditó largamente sobre sus creencias. Sorprendido por familiares suyos en una iglesia, confesó públicamente su fe en Cristo. Fue encerrado junto a Salomón, otro acusado de apostasía. Ambos fueron degollados el 13 de marzo de 857 y sus cuerpos arrojados al Guadalquivir. Pudieron ser recuperados y enterrados en la iglesia de san Ginés.
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La Apoteosis y el culto a los mártires cordobeses
En 585 el rey franco Carlos el Calvo, deseoso de obtener reliquias para sus nuevas iglesias, envió dos monjes a Hispania, para obtener las de san Vicente mártir, muy venerado en sus tierras desde que un rey franco llevara allí tras una de sus campañas la túnica milagrosa del santo. Los dos religiosos cometieron la fechoría de desmembrar los restos que eran entonces atribuidos al diácono mártir en Valencia y tratar de sacarlos escondidos en sus túnicas. Descubiertos en Zaragoza, les fueron requisados. Supieron entonces que en Córdoba habían mártires mucho más recientes y ciertos, y se dirigieron a la capital emiral. Allí lograron obtener en el monasterio de Pinna Mellaria los cuerpos del monje sirio Jorge y el de Aurelio, ambos martirizados seis años atrás. Fueron llevados al reino franco (curiosamente escoltados buena parte del camino por tropas cordobesas que se dirigían a combatir a los cristianos rebeldes de Toledo) y expuestos en París por orden del rey, para veneración de los católicos, que no dejaban de admirar el temple de los cristianos hispanos oprimidos por los musulmanes.
Y es que la repercusión de la persecución cordobesa llegaba a todas partes de la Europa Occidental de su tiempo. Además de Francia, los condados de la Marca Hispánica, el reino de Navarra y el poderoso reino de León se hacían eco de los mártires mozárabes, por no hablar de las comunidades cristianas de las grandes ciudades andalusíes, donde las crónicas y reliquias de los mártires eran atesoradas y servían de no poco consuelo y ejemplo.
Mas la segunda era de los mártires de Córdoba alcanzaba ya su cenit y tocaba a su fin. Eulogio (autor en 857 del Apologetycum Santorum Martyrum) y Álvaro- que vivían ocultos en el barrio cristiano, cambiando continuamente de morada- se habían convertido en los grandes referentes de la comunidad mozárabe de la capital, y a ellos acudían todos los perseguidos. Leocricia, una joven hija de padres musulmanes que se había bautizado en secreto, buscó refugio en casa de Anulona, la hermana de Eulogio, en 859. Allí fue descubierta, y tanto ella como el sacerdote, enviados a prisión. El cadí no se atrevió a juzgar al primado electo de los cristianos de España, y envió el caso a la corte. Eulogio fue juzgado por el visir, siendo testigo del juicio el emir Mohammed en persona. Preguntado sobre su violación de las leyes al ocultar a una musulmana apóstata, Eulogio realizó a cabo una ardiente defensa del cristianismo. El visir le propuso que se disculpara y se retractara de sus ataques a la enseñanza coránica, y sería perdonado: “di una sola palabra, y después sigue la religión que te plazca”. Pero aquel que había sido alma y maestro de la proclamación de Cristo que había enviado a la muerte a tantos cristianos, no podía ser ahora infiel a sus enseñanzas, y proclamó de nuevo las verdades del Evangelio y los errores del falso profeta. Como no podía ser de otra manera, fue condenado a decapitación.
Eulogio, canonizado como mártir posteriormente, procedente de una noble familia senatorial cordobesa, había viajado diez años atrás al reino franco y a los territorios cristianos del norte de la península. Allí había recuperado textos teológicos (como una “Vida de Mahoma” que refutaba sus enseñanzas) y clásicos latinos que se habían perdido en Al Andalus, y había adoptado un nuevo punto de vista al ver la pujanza de la fe en las tierras liberadas del islam, tenidas comúnmente por bárbaras a ojos de los andalusíes. Se cree que a su retorno a Córdoba esas experiencias le influyeron poderosamente en su doctrina de resistencia activa y testimonial al dominio islámico.
Eulogio contaba entonces unos 60 años de edad; fue ejecutado el sábado 11 de marzo de 859, y su cuerpo enterrado en la basílica de san Zoilo. Su amigo Paulo Álvaro escribió su biografía Vita vel passio Divi Eulogii en 860, y también murió al año siguiente. Entre ambos dejaron numerosas obras teológicas, centradas sobre todo en la defensa de la fe cristiana frente al islam, y la hagiografía de los mártires cordobeses, sin desdeñar varios tratados de métrica y poesía latinas.
Cuatro días después de la muerte de Eulogio, el 15 de marzo, Leocricia, que se negó a apostatar del cristianismo, fue también degollada. Privados de sus principales sostenes, abatidos por la persecución, el exilio y las apostasías, los cristianos cordobeses, muy reducidos en número, cesaron en su testimonio público, aunque todavía se registra un nuevo caso, el de Laura de Córdoba, que pertenecía a una noble familia musulmana y estuvo casada con un importante funcionario de la corte. Al enviudar, se bautizó y entró secretamente en el monasterio de Santa María de Córdoba, donde llegó a ser abadesa. Descubierta en 864, fue enviada al tribunal bajo acusación de apostasía. Ante el juez proclamó con valentía su fe, y fue azotada cruelmente, sin que ello modificara su testimonio. Tras ser torturada, el emir Mohammed ordenó sumergir su cuerpo en una caldera de plomo derretido, alcanzando la palma del martirio el 19 de octubre de 864.
El reinado del implacable Mohammed no fue feliz. Sufrió diversas rebeliones de muy distintos signo, la mayoría existosas: hispanogodos en la serranía bética, aristócratas árabes en Sevilla y Murcia, mozárabes en Toledo, un renegado llamado Ibn Marwan en Badajoz, los Banu Kasim en Zaragoza… su vejez estuvo llena de amarguras, y hubo de firmar una paz humillante con el rey de León, Alfonso III. En aquellos años este monarca estaba convencido de que Dios le había destinado a restaurar el reino godo. Dentro de su programa de reconquista estaba incluida la reivindicación de campeón de los cristianos de toda España, y por ello, aprovechando la paz, en el año de 883 obtuvo del emir la entrega de los cuerpos de Eulogio y Leocricia, que fueron recibidos como símbolo del mozarabismo del reino leonés y enterrados en la capilla de Santa Leocadia de la catedral de Oviedo en enero de 884, donde todavía se veneran.
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Conclusiones
El martirio de cristianos en Al Andalus no fue algo limitado a la persecución cordobesa, pero en ningún otro lugar o momento del emirato se produjo con tanto furor y cantidad. Las crónicas de Álvaro y Eulogio registran 48 mártires en Córdoba entre 850 y 859. Treinta y ocho hombres y diez mujeres, la mayoría naturales de la propia ciudad. Treinta y cinco fueron sacerdotes o monjes, pero el resto fueron seglares. A muchos los decapitaron, una ejecución rápida y relativamente compasiva, pero algunos fueron cruelmente degollados, ahorcados o torturados, e incluso dos sufrieron martirios bárbaramente salvajes, como el empalamiento o el ahogamiento en plomo fundido.
Entre ellos hubo hijos de matrimonios musulmanes o mixtos, quienes fueron sentenciados como apóstatas por una injusta ley coránica (que todavía persiste) que violenta la conciencia personal, imponiendo el islam al hijo de un musulmán, sin consideración a su libertad. Estos fueron mártires inocentes, que verdaderamente alcanzaron la Gloria por dar testimonio de su fe ante un poder opresivo.
Sin embargo, otros muchos, cristianos de nacimiento, y por tanto bajo la teórica protección de las leyes religiosas para la minoría dhimmi, buscaron su martirio al desafiar la legislación que prohibía a los católicos el proselitismo, el anuncio de la divinidad de Jesús y la refutación de las enseñanzas del Corán.
En su momento, y también en la historiografía posterior (inclusa la contemporánea), esta actitud generó gran controversia. Los cristianos están llamados por su maestro a “proclamar la Buena Nueva del Evangelio” (Mt 10, 7), e igualmente les es necesario advertir sobre los falsos profetas que puedan arrogarse la palabra de Dios (Mt 7, 15; 24, 24). En este sentido, aquellos que proclamaban su cristianismo y refutaban los errores de Mohammed siguen los preceptos cristianos. Pero también el propio Jesús advirtió que se debía tener prudencia durante la predicación y guardarse de la maldad de los hombres (Mt 10, 14-17), recomendando huir de ellos (Mt 10, 23). No obstante, llegado el momento, no se debía renegar de Cristo bajo ningún concepto (Mt 10, 18-22). Tradicionalmente se entiende esta enseñanza como predicar el Evangelio siempre que se pueda, y preferir el martirio a la apostasía. Pero ¿reflejaba realmente la búsqueda del martirio la doctrina de Jesús?
Ya en el concilio de Córdoba muchos obispos plantearon reparos a la actitud de desafiar abiertamente las leyes musulmanas contra el apostolado buscando la muerte santa. ¿Se puede considerar realmente bueno para el conocimiento de Cristo por el mundo el actuar positivamente sabiendo que el testimonio provocará el martirio? Es una duda que siempre se ha planteado a los cristianos implantados en sociedades abiertamente anticristianas. Hoy en día, en los mismos países musulmanes, o en otros como China, el episodio de los mártires de Córdoba es mucho más actual para los católicos de lo que podamos pensar. En nuestro propio país, sin llegar a extremos de martirio, ya tenemos constancia fehaciente de que predicar a Cristo puede ser un impedimento para alcanzar o mantener ciertos puestos públicos. Hace apenas dos años un juez español fue amonestado por el Consejo General del Poder Judicial porque en la tramitación de un procedimiento de divorcio recomendó a los cónyuges que reconsideraran la separación “siguiendo las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo”, y si no llegó a la inhabilitación fue porque el “delito” había prescrito.
La razón principal que se expuso en aquel concilio, no obstante, fue la de evitar que las persecuciones afectaran a otras comunidades mozárabes. El miedo al Mundo (en este caso a una autoridad dominante) no evitó que con el tiempo, las comunidades mozárabes fueran disminuyendo en importancia y número, hasta la persecución de los fundamentalistas africanos a finales del siglo XI, que no respondió a la rebeldía de los cristianos, sino al fanatismo de sus perseguidores y a su propia debilidad.
Significativamente, el episodio de los mártires de Córdoba no estimuló tanto a los mozárabes como a los cristianos libres de León, la marca Hispánica e incluso el reino franco, que en gran medida los veneraron y vieron como ejemplo de la resistencia de los cristianos al islam. Se convirtieron, en cierto modo, en un símbolo testimonial de la resistencia hispana al invasor musulmán. Una pieza importante en el ideario de los españoles cristianos y la Reconquista.
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39 comentarios
Muy bueno, realmente bueno. Desde luego que siempre se pueden sacar enseñanzas de la historia y, cambiando el contexto y la época, resulta bastante sorprendente la manera en que se presentan las mismas preguntas e interrogantes respecto a la manera de actuar en una determinada situación.
La verdad, desde un cierto punto de vista me parece lógico que el martirio que sufrieron estimulara más a los que no estaban bajo el dominio del Islam. Y es que no tienen tanto que perder a nivel personal, y con eso me refiero a la familia, por ejemplo. Se quiera o no pero el miedo a las represalias sobre hijos y demás siempre es y será un yugo para que la gente "no se mueva". Por eso quizás que sacerdotes, religiosos y monjas sean mucho más libres a la hora de dar ese testimonio; también existen laicos con hijos y tal que acaban dando testimonio, pero la realidad es que son los menos, y creo que es comprensible.
Un cordial saludo.
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LA
Sí, conmueve cuando no se vive en esa situación de opresión, aunque afecta mucho más al que la vive, claro. De todas formas, como bien sabes por tu conocimiento de la persecución de los judíos, cuando la discriminación es progresiva, se llegan a tolerar situaciones que en condiciones normales no se aceptarían.
Un cordial saludo.
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LA
Gracias por tu comentario, Javiergo. Dices cosas muy interesantes, y me gustaría darte mi opinión.
Por orden, en primer lugar, efectivamente llamar a los almorávides o almohades "fundamentalistas" islámicos es usar una palabra moderna para una actitud medieval. De hecho, probablemente sería más correcto llamarles "fanáticos", o incluso "puros", pues predicaban un cumplimiento estricto de las leyes coránicas que, en su opinión, los musulmanes andalusíes habían adulterado. No fueron menos estrictos con sus hermanos en la fe poco piadosos de lo que lo fueron con los cristianos o judíos.
En segundo lugar es obvio que la conversión de muchos hispanogodos de Al Andalus, la gran mayoría a partir del siglo IX, y su fusión por matrimonio con las otras etnias venidas con la invasión de Musa (árabes- con sus tradicionales divisiones y rencillas entre coreixitas, yemeníes y sirios-, bereberes y eslavos) llegó a crear un solo pueblo andalusí, sobre todo durante el siglo de gloria del califato (el X), si bien, como ocurrió con los godos, las familias aristocráticas, aunque tuvieran mezclas de sangre, siempre blasonaban de su ascendencia árabe. Por tanto, a partir del califato, todas las tierras que no habían sido conquistadas por los cristianos se podrían considerar con justicia "españoles musulmanes". Ha habido y hay muy buenos historiadores de aquella España musulmana, y a ellos remito a quienes estén interesados, pero en mi repaso histórico me fijo fundamentalmente en los cristianos, por motivos obvios. Eso no quiere decir que desprecie todos los aportes en muchos campos (y no sólo el arquitectónico) de aquella civilización, que precisamente en aquel siglo fue una de las más brillantes del mundo. La invasión de los africanos realmente rompe con esa unidad, y ellos fueron tan extranjeros o más para los andalusíes que los hispanos de los reinos cristianos del norte, pese a compartir la fe.
Por último, en absoluto mi intención es fomentar el odio hacia los musulmanes por el hecho de serlo. Ni he visto tampoco ningún comentarista que pretendiera difundir ideas que van mucho más relacionadas, además, con la raza que con la religión (a fin de cuentas, uno puede cambiar de religión, pero no de raza), ni lo toleraría. De hecho, precisamente los mártires de Córdoba no fueron sembradores de odio, sino víctimas pacíficas del mismo, y sólo les puede echar en cara si la provocación de ese odio es realmente cristiana, aunque lo que se diga sea la verdad.
El hecho de que alguien pueda malinterpretar mis palabras (o sea, tomar el rábano por las hojas) no puede detenerme de escribir unos relatos que creo que son muy interesantes para los cristianos españoles actuales, porque muestran la forma de vivir su fe en privado y en público de nuestros antecesores. Y de hecho, cuando pienso en algún tipo de paralelismo (afortunadamente no a la misma escala) entre estos mártires y los católicos de hoy en día, la idea dominante que puede perseguirnos no es el islam, sino otra (por cierto, bastante relacionada con Hegel y Nietzsche).
Un saludo.
Estoy de acuerdo con el comentario de Ana.
Saludos cordiales a los dos.
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LA
Hola, asun. Muchas gracias por tu amable comentario. Corrijo tu pequeña errata.
un cordial saludo.
Perdona, pero yo siempre he leído y en libros de historia, que la invasión fué de los musulmanes, y que sí existió tal resistencia. Que vengas diciendo que si ellos veían a los cristianos como invasores, pues bueno, sin comentarios. Y aquí en el norte se tiene muy presente como por ejemplo la representación anual del "Tributo de las Cien Doncellas", así que no nos vengas contando cuentos, que por ahí no.
http://www.barriohumedo.net/gest_web/proto_Seccion.pl?rfID=11&arefid=134
Un corial saludo.
dialnet.unirioja.es/servlet/fichero_articulo?codigo=2381021
Un cordial saludo.
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LA
Gracias por tu amabilidad, javiergo. Tampoco yo pensaba en que me acusaras de fomentar el odio hacia los musulmanes, pero ya que lo has comentado, he querido dejarlo claro por si algún lector podía confundirse.
Un abrazo en Cristo Jesús.
Bueno, entonces te entendí mal; aclarado y ya de acuerdo.
Un cordial saludo.
PD.- Sí, por lo que yo le conozco, Luis a veces es angelical, pero es que se llama Luis Ignacio :DDDDD.
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LA
Como bien sabes, Ana, más bien soy ángel de esos de la espada llameante desenvainada, dando mandobles :D
Un cordial saludo
¿Quienes llegaron en el 711?, ¿y qué hicieron?. ¿Y en manos de quienes estaba antes ese territorio que los musulmanes de una forma o de otra conquistaron? Pues eso. Lo que hicieron los cristianos no fue otra cosa que recuperar lo que había sido territorio cristiano.
Un cordial saludo.
Unc cordial saludo y buenas noches y felices sueños a todos.
Me ha servido para entender un poco más a los dos grandes martirios hispánicos del siglo pasado, la Guerra Civil y la Cristíada.
Donde los instigadores de los verdugos, como bien dices, respondían más a ideas de Hobbes y Nietzche que de Mahoma.
http://internacional.elpais.com/internacional/2012/04/04/actualidad/1333558604_962099.html
Hecho de menos el relato del martirio de san Álvaro, santo políticamente incorrecto, no sólo por morir por el evangelio sino también por no acostarse con el sultán. Relacionado con el tema han emitido por el canal MGM la película "El que debe morir" de Jules Dassin, basada en la novela de Nikos Katzanzakis: "Cristo de nuevo crucificado". Dasin recrea la novela y hace una obra maestra. Fue premiada con el Dom Bosco de oro, luego Espiga de Oro, cuando la Seminci premiaba los valores cristianos y espirituales. Considerada por la Oficina Católica Internacional de Cine como una de las mejores que se han hecho sobre la Pasión del Señor es tal vez la única que presenta la situación de los dhimmies bajo yugo musulmán. Gracias por tu artículo Luis Ignacio está muy bien documentado.
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LA
Gracias por tus amables palabras, Juan. Desconocía la jornada de los judíos en Granada a la que haces alusión, así como otros interesantes aportes que haces. Sí quisiera puntualizarte que Guadix no fue sede primada de España. Toledo fue sede metropolitana cartaginense desde el concilio provincial toledano de 610, y tácitamente se le consideró desde entonces primada del reino godo de España, título refrendado por la bula papal Cunctis Sanctorum de 1088 (emitida poco después de la reconquista de la ciudad por los cristianos).
Por otra parte, el santo martirizado por no ceder a los apetitos sexuales del califa , ejecutado efectivamente en Córdoba, no es el Álvaro citado en esta mini-serie, que no murió mártir, sino el muchacho Pelayo (que era de nación leonesa), y los hechos son 75 años posteriores a los aquí relatados, en 925.
Un saludo
es el del “devoto” alfaquí Abu
Ishaq de Elvira (m. 1067), en concreto
la célebre qasida en la que se
dirigía a Badis e incitaba a todos contra
el visir judío Yehosef ibn Nagrella.
Algunos autores posteriores,
como Ibn al-Jatib, insisten en el
importante papel que Abu Ishaq de
Elvira tuvo en el origen y gestación
de la revuelta antijudía. Sin embargo,
Abd-Allah en sus Memorias nada
dice del alfaquí." y su dirección: http://www.google.es/search?sourceid=navclient&aq=0&oq=persecuci%c3%b3n+judia+en+al&hl=es&ie=UTF-8&rlz=1T4GGHP_esES463ES463&q=persecuci%c3%b3n+judia+en+alandalus&gs_upl=0l0l1l1870551lllllllllll0&aqi=s1&pbx=1.
En las catacumbas judías de Roma se han encontrado cerámicas con la típica granada de Fajalauza, lo que demuestra según los especialistas, el origen judío y no árabe de este diseño y se debe a los antiguos asentamientos judíos de Ilíberis. Si vienes por Granada en Montefrío podrás ver restos prehistóricos, romanos, paleocristianos, visigóticos, es el único sitio que conserva un camino visigótico y una necrópolis visigótica antes de su conversión al cristianismo y restos árabes. No se si mi tío José Alemany Bolufer que cuando fue catedrático aquí en Granada publicó varias traducciones directas de autores árabes hizo alguna relativa a estos temas. Espero que la Generalitat Valenciana edite sus obras completas con motivo de su centenario.
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LA
Gracias, Juan, por la cantidad de datos que aporta sobre el judaísmo en Granada. Es curioso constatar que Ilíberis o Elvira, la Granada romana, fue una de las que más tarde se islamizó, y allí la comunidad cristiana fue la mayoritaria hasta bien entrado el siglo IX. No obstante, fue también la que mayor presencia musulmana dominante tuvo (hasta el siglo XVI).
En cuanto a lo de Guadix, veo que hemos cometido una confusión de términos. En lenguaje eclesiástico, una sede primada es aquella que es "preeminente" entre otras sedes de un mismo reino o nación, normalmente por motivos históricos o por residir la capitalidad civil en dicha sede. Eso corresponde a Toledo en España (en la Edad media fue discutida esa primacía por Tarragona y Braga, pero por motivos políticos). A lo que usted hace alusión con la "primacía" de Guadix es a que fue la sede "primera cronológicamente" en ser fundada. Eso es distinto. En ello carezco de datos, y no tengo ningún problema en aceptar su versión. El hecho de que Guadix fuese la primera sede obispal fundada en España no quiere decir que fuera la primada en sentido de preeminencia antes de Toledo. Esa preeminencia era, bien de Tarragona, bien de Cartagena.
Un saludo.
El texto de Freund que cita (más antiguo que los historiadores hispanos que he nombrado) no es sino una evocación voluntarista con anhelos líricos (muy típica del historicismo anglosajón), en la que se sientan unas bases no demostradas: para empezar, desconocemos lo que pensaba Tarik tras su victoria en Guadalete (lo de la ebriedad emotiva es licencia poética del autor), las puertas de Écija no fueron abiertas "por la masa de la población descontenta", sino por varios partidarios de los viticianos. Es cierto que los grandes nobles hispanogodos poseían enormes latifundios... como los poseyeron los grandes propietarios, primero árabes, y posteriormente andalusíes. En efecto, el rey Egica publicó en 702 una ley contra los esclavos fugitivos, pero leyes similares habían sido publicadas por los emperadores romanos sin que por ello supongamos que los romanos "eran odiados por la masa descontenta". Otra inexactitud es considerar población políticamente influyente a los esclavos, que no contaban para nada ni formaban cuerpo social alguno. Sobre las leyes antijudías de los últimos reyes godos ya escribí un artículo explicando sus motivaciones y complejo desarrollo. En ellas no se cita, por cierto, la quema de sinagogas. Lo único rescatable del párrafo es que, en efecto, los judíos colaboraron con los invasores y estos les elevaron a ciertos puestos de la administración (aunque no los más elevados, porque esos solo podían estar ocupados por musulmanes).
En conjunto disiento con su visión, y más aún con esa afirmación de rechazo genérico a "los arios", que no revela otra cosa sino su propia miopía histórica: el concepto de "pueblo ario" es un invento de la historiografía más romántica y rabiosamente racista que dio el siglo XIX. Los visigodos no se "consideraban arios", y no eran más racistas que los propios árabes, que despreciaban a los bereberes, y a los negros, desconfiaban de los griegos e hispanos y odiaban a los persas, y que procuraron durante las primeras generaciones en España conservar pura su sangre árabe casándose entre ellos (Abd al Aziz, el hijo de Muza, fue asesinado por tratar a su esposa goda Egilón como a una reina, y no como a una simple concubina).
Está completamente desacreditada toda la teoría de la recepción alborozada de los españoles a los musulmanes, que solo veo que sostengan páginas web de la talla de webislam y similares, y que se apoya en un conjunto fatal de falsedades:
1) Desde la conversión de Recaredo y sobre todo las leyes de Chindasvinto y Recesvinto no cabe hablar de una separación étnica real entre godos e hispanorromanos: han de llamarse con propiedad hispanogodos. Las familias nobles conservaron nombres y ascendientes godos al igual que los hispanoárabes conservaron los ascendientes árabes: por puro esnobismo y alardear de alcurnia de conquistadores (en aquella época era muy popular).
2) No tiene sentido llamar a los reyes godos antecedentes de los nazis, cuando la persecución goda era religiosa y la nazi era racial. Un judío en la España visigoda era considerado un ciudadano más si se convertía al cristianismo. A los nazis les importaba un bledo si los judíos eran religiosos o no: los querían expulsados o muertos simplemente por su raza.
3) Afirmaciones del tipo "la gente estaba harta de los visigodos" (como si fuesen un partido político gobernante, o una casta ajena, cuando llevaban generaciones casándose con hispanos) o "los visigodos no eran buenos", o "los árabes también lo hicieron fatal", son impropias de un historiador. No hay pueblos "buenos" o "malos", esas afirmaciones caen en un maniqueísmo pueril. Cada pueblo tiene sus características culturales, sociales, religiosas, artísticas, familiares y hasta militares, y cada una de ellas, independientemente del interés personal que le generen al historiador, merecen un estudio riguroso, contextualizado y científico.
Siento hablar con dureza, Javiergo, pero creo que usted es una persona inteligente y sensible, no dudo de su fe y amor por la Iglesia, y por ello no entiendo que se exprese en unos términos tan maximalistas y descalificadores, y en realidad, con una argumentación tan pobre. Entiéndalo, me he tirado un montón de artículos explicando el periplo de España bajo el reino visigodo, para callar ante una visión negativa y simplista de un pueblo que tanta importancia ha tenido en nuestro ser como españoles. No se trata de "me caen fatal, no quiero saber nada de ellos" o "me caen fenomenal, quiero ser como ellos". No es un equipo de futbol o una corriente ideológica. Es sencillamente conocer nuestra historia y aceptarla.
No se puede describir de un plumazo a los godos como "un pueblo politeísta y pagano a más no poder", como si entre las playas brumosas del Báltico y la jornada de Guadalete no hubiese pasado nada.
No es inteligente ni justo abominar de nuestros antepasados (iberos, celtas, vascones, romanos, griegos, visigodos, bereberes, árabes, etc, etc). Aceptemos que todos venimos de hombres de carne y hueso, con aciertos y errores. Reivindiquemos e imitemos sus aciertos, lamentemos (sabiendo que no somos culpables) sus errores, y procuremos no volver a cometerlos.
Aprendamos del pasado, que eso y no otra cosa es tradición. No caigamos en la tentación de la mirada de superioridad del que vive otra época y ya sabe el final del cuento. Con la vara que juzguemos a nuestros padres, nos juzgarán nuestros hijos.
Un saludo.
Recuerdo que quienes más presionaron e incluso pusieron como condición a Isabel la Católica la expulsión de los judíos fueron los señores vascos. La alta administración en Castilla estaba ocupada fundamentalmente por judíos y los señores vascos querían estos puestos para sus hijos. Isabel se encontró con el dilema o unidad de España o expulsión y tomo la decisión de la expulsión. Y estos señores vascos fueron los que impusieron lo de la limpieza de sangre y lo de los cristianos viejos: ¿será por rh? en todas las épocas ha habido Sabinos Aranas, Arzallus,Setienes y Zapateros. Documéntate un poco mejor y no sigas los delirios en el mejor de los casos románticos de los maurófilos y en el peor de nuestro Sabino Arana andaluz, Blas Infante.
Según parece el librito de Olagüe es muy citado por los españoles convertidos al Islam y musulmanes españoles y otros que están empeñados en una especie de "revisionismo histórico" completamente absurdo, y que ningún investigador serio acepta. En pocas palabras, viene a ser panfletario del todo.
http://www.elperiodicodearagon.com/noticias/opinion/disparates-sobre-islam_198479.html
Un cordial saludo.
A ver si a estas alturas nos vamos a creer ese paraíso musulman descrito por Antonio Gala. Musulmanes cultos, inteligentes, limpios, respetuosos y pacíficos, contra cristianos (el los llamaba sucios castellanos)bárbaros, incultos, asesinos, sucios y malolientes, sin pizca de inteligencia, groseros, etc....
Gracias a Dios España se libró de ellos
Y en cuanto a lo del fascismo, si ahora resulta que quienes sostienen lo contrario de las visiones mitificadoras y románticas son fascistas...pues bueno, lo que tu digas...
Lo "idílico" del Islam lo tienes en los muchos países que en el pasado fueron cristianos; no creo yo que la situación sobre todo de los cristianos sea envidiable, por no hablar de las mujeres y otras colectivos. Y en cuanto a su cultura...ya vemos en que acabó; en realidad me parece que fue de un vuelo muy corto (su esplendor no pudo ser más breve). Y que quede claro que no estoy negando la aportación que hicieron, pero menos mundos de Yuppy.
Un cordial saludo.
PD.- Y yo espero que Luis Ignacio siga en su línea, que para lo otro ya existen otras webs y blogs.
Por cierto, sobre la obra de Titus Burckhardt aquí dejo esta tesis doctoral (ir a la página 401, que son las conclusiones del análisis crítico de la obra de Titus Burckhardt):
http://rua.ua.es/dspace/bitstream/10045/15035/1/tesis_saez.pdf
Y disculpa de nuevo, pero en filosofía casi nada (excepto ser transmisores) y en cuanto a la técnica, si por ello se entiende ingenieria o por ejemplo agricultura, más se les debe a los romanos.
Un cordial saludo.
El concepto de indoeuropeo o ario nació inicialmente en el ámbito lingüístico, y sólo posteriormente se pretendió que fuese un hecho racial o étnico, error que hace mucho ha sido ya rebatido. Incluso partiendo de la base de que exista un pueblo ario al estilo de lo que las teorías románticas alemanas decimonónicas afirmaban, arios serían los germanos, tanto como los celtas, los griegos y los italianos. O sea, casi todos los habitantes de la parte europea del imperio romano a la llegada de los visigodos podían alegar con propiedad antecedentes arios.
Los visigodos fueron los germanos más romanizados de todos, con mucha diferencia: adoptaron el latín, casi todo su código legal estaba inspirado en el derecho romano y abrazaron el cristianismo con particular fervor. Gracias a las prédicas del obispo Ulfilas, los godos eran enteramente cristianos y, al entrar en España a finales del siglo V, es más que probable que hubiese más resabios de paganismo entre los hispanorromanos que entre los godos.
En el primer capítulo sopla sobre las ascuas de la lógica sorpresa y admiración que produce la rapidísima expansión musulmana en los siglos VII y VIII, para concluir, sin razón alguna de peso, que en realidad ¡esta no existió como tal! Según Olagüe, es imposible conquistar todo el Magreb en 50 años. No aduce más razón que su propio convencimiento de la extrema dificultad.
En el segundo capítulo interpola, muy al estilo de su época, factores humanos y climáticos (actualmente sabemos que basados en datos ecológicos insuficientes) para explicar los motivos de los desplazamientos humanos. No deja de ser método historiográfico marxista: necesariamente la economía, el clima o la superpoblación deben explicar todo. Para Olagúe, como para cualquier buen marxista, el empuje de la jihad no tiene ninguna importancia. En este capítulo monta toda una teoría según la cual las sequías y la desertización provocaron la aparición de Mahoma, de una religión nueva y de una expansión inevitable por motivos climáticos. 50 años después todo esto es un puro disparate, por mucho lenguaje técnico que se pretenda emplear.
En el tercer capítulo, la crítica a las fuentes contemporáneas, es donde he dejado de leer. Olagüe muestra aquí su mala fe. A las crónicas más tardías (después del siglo IX) con la excusa (verídica) de que están llenas de relatos piadosos o novelescos, les quita todo valor. La historiografía moderna sabe que toda crónica encierra datos de interés. Primero porque en mitad de añadidos posteriores aparecen tradiciones auténticas, y en segundo lugar porque las interpolaciones nos dan información sobre la mentalidad de la época que las introdujo. Pero lo más indignante es que precisamente los dos textos más cercanos en el tiempo, ambos del siglo VIII, la crónica mozárabe y la crónica de Rasis, los descarta de pleno simplemente porque inicialmente sus redactores les atribuyeron una autoría incorrecta (la mozárabe fue atribuida a Isidoro pacense y la de Rasis hijo a su padre) ¡y con tan endeble argumento manda al cubo de la basura sin más a las dos crónicas más cercanas a la fecha de los hechos! El fenómeno de atribución prestigiosa pero falsa de un texto es común en la literatura antigua y medieval. Por esa regla de tres nos podemos cargar buena parte de la literatura griega y romana y, ya que estamos, varios libros de la Biblia (como el cantar de los cantares, el eclesiástico, y probablemente la II carta de san Pedro). Ningún historiador deshecha una fuente antigua simplemente porque su redactor le atribuya una autoría relevante o fuera posteriormente atribuido incorrectamente. Es indignante, sobre todo cuando él, a su vez, se inventa sin empacho unas supuestas crónicas de "cristianos unitaristas" conversos posteriormente al Islam, las "buenas" que apoyarían su versión, y que tanto los católicos como los musulmanes árabes habrían hecho desaparecer. Desde un punto de vista científico y desde el propio sentido común, las teorías de Olagüe son impresentables.
Para no fatigar más, las resumo aquí: los árabes no llegaron a España hasta el siglo XI porque lo que produjo en 711 fue una batalla entre hispanogodos trinitarios o niceanos e hispanogodos arrianos o unitarios, ayudados por algunos mercenarios bereberes (tampoco musulmanes, entiéndase). El triunfo de los arrianos les habría llevado en poco tiempo, y por su propia evolución teológica, al islamismo, que no sería pues más que la culminación lógica de sus creencias ancestrales al conocer a los primeros mercaderes e imanes musulmanes llegados a la península un tiempo después. Según Olagüe, pues, el islam español sería una especie de sincretismo nacido primariamente en nuestras tierras, y solo tardíamente integrado en el mundo musulmán oriental. Para ello, se inventa que Abderramán I, el restaurador de los omeyas en España, era en realidad un visigodo. Su único apoyo documental es que una crónica (esa crónica, por lo visto, sí que le vale) es descrito como de tez blanca y pelo bermejo... por lo visto a Olagüe nadie le había explicado que los soberanos árabes tienen numerosas esposas, muchas de ellas cautivas nórdicas, y que elegían sus herederos a su gusto, y no por primogenitura. Para un árabe, es su genealogía, y no el color de su piel, lo que le define como tal. Alguno se ha quedado en la época del racismo.
Y este es el hipercrítico con las fuentes contemporáneas. Toma castaña.
La obra de Olagúe es un delirio continuado: parte de una premisa basada en su propia convicción, sin pruebas, y tortura a las fuentes y los estudios hasta hacerles decir lo que le interesa, deshechando lo que no concuerda con sus apriorismos. Para explicar la supuesta dualidad hispanogoda, en la que habría unos godos católicos y otros arrianos en pleno siglo VIII, se basa únicamente en la situación en el mediterráneo oriental, en absoluto similar a la hispánica. establece además una delirante continuidad entre el priscilianismo hispanorromano (del que a mediados del siglo VII no quedaban en Galicia más que algunas supersticiones o costumbres rurales, y nada de teología) y el arrianismo godo, religión de estado muerta con la conversión de su rey (los godos nunca fueron fuertes en teología). Con tan endebles materiales construye una falsa persistencia del arrianismo en el reino hispanogodo (que ninguna fuente recoge), y le atribuye a la cuestión religiosa un papel fundamental en la mayoría de conflictos civiles que lo atormentaron. Es alucinante, porque de esa época sí contamos con testimonios directos, las actas conciliares (¿también las considerará inválidas Olagüe?) y en ellas, cuando hubo conflictos religiosos, fueron puestos de relieve... y en las guerras civiles no aparecen por ninguna parte. El arrianismo murió no más tarde de 620 en España, porque los únicos que los sostenían, los godos, se convirtieron al catolicismo. Todo lo que puede oponer el autor a esa realidad es su convicción de que los escritos arrianos ("unitarios", los llama él), que pervivieron hasta la invasión árabe fueron destruidos: por los católicos, por ser heterodoxos, y por los musulmanes posteriores, por estar escritos en latin, y no en árabe. ¡Olé la construcción histórica! Todo menos el rigor.
Añadamos que si se supone que los viticianos eran arrianos, no se explica porque Egica, padre de Vitiza, fue el rey godo que más concilios católicos convocó. Tampoco se explica cómo hay inscripciones árabes en monedas y piedras, estructuras administrativas y fiscales típicas de Oriente, así como onomástica árabe desde 711 en España, si se supone que los árabes no llegaron hasta un par de siglos después. Lo atribuye todo a una especie de conspiración universal de católicos derrotados y árabes que querían adueñarse a posteriori del triunfo de Guadalete. Tampoco se explica de dónde sale el califa de Damasco y luego de Bagdad, proclamado como soberano en las oraciones de la mezquita mayor cordobesa en los textos andalusíes hasta la emancipación de Abderramán III. Etc, etc. prefiero no cansar más a mis lectores, Javiergo.
Las teorías de Olagúe, salvo el rescate que hace González Ferrín, han sido rechazadas por los historiadores más serios, desde Guichard a Glick, pasando por todas las cátedras de historia contemporáneas y posteriores (Vicens Vives, Américo Castro, Sánchez Albornoz, Tuñón de Lara, etc). Si en los últimos años han cobrado algo de actualidad es merced a su rescate por parte del reducido, pero influyente, grupo de musulmanes conversos españoles (curiosamente, la mayoría ex-comunistas; Olagüe perteneció en su tiempo a las JONS. Este tipo de teorías son muy del gusto de la ideologización socialista). Una gota de agua en un mar de musulmanes norteafricanos, pero con la fortaleza que da ser nativos y su superior nivel cultural, les hace querer reivindicarse dentro del islam como fuerza propia e independiente del wahabismo o la autoridad religiosa del rey marroquí. Una especie de intento de islam liberal, que por medio de la obrita de Olagüe se arrogaría una legitimidad de originalidad hispánica.
Lo siento, pero bebes de fuentes con agua más que sospechosa. Olagüe es un argumentador ingenioso, pero tramposo, nada sistemático y torticero.
1) Hablar de "convivencia", cuando cristianos, musulmanes y judíos vivían en barrios separados y ¡ay de aquel que se metiera en el barrio equivocado! (vamos, como hablar de la convivencia entre los judíos de los Ghetos y los arios que vivían fuera de éstos) es en el mejor de los casos una broma batante mala.
2) Si aquella "convivencia" se pudo mantener fue porque todos tenían claras una serie de normas que se resumen en: "Si tu religión es la religión dominante en la zona (cristianos en el norte, musulmanes en el sur), eres ciudadano de 1ª. Si tu religión es otra (cristianos en el sur, musulmanes en el norte y los judíos en todas partes), ajo y agua."
No sé vosotros, pero desde luego mi idea de convivencia es bastante diferente.
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LA
Bueno, convivencia, etimológicamente significa "vivir con". Desde ese punto de vista, en buena parte de la Edad Media convivieron en muchos lugares cristianos, musulmanes y judíos. Pero desde luego no eran todos ciudadanos con los mismos derechos y oportunidades. Precisamente, esa circunstancia era un factor importante para conseguir que tu fe se convirtiera en la dominante. Lo hicieron los musulmanes cuando eran una minoría gobernante, y lo hicieron los cristianos cuando reconquistaron la península.
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LA
De nada, Javiergo. Suscribo lo que dices en este mensaje. Muchas gracias por tu participación y un abrazo en Cristo.
Por supuesto que los romanos tenían muchísimas cosas muy valiosas. No me hace ninguna falta reflexionar sobre ello, ya que antes de mi conversión, gran parte de mis valores -y contravalores- procedían de su cultura y algunos aún persisten. Y ya no digo más. Pero por lo que a mi respecta, en este tema mejor no apelar a mi cristianismo, ya que es muy anterior a ello. Y por mi parte dejo el tema; ni tu me vas a convencer a mi, ni yo a ti.
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