Un mundo inteligente
El 13 de febrero de este año, Brigid O´Connell publicó un reportaje en el diario australiano Sunday Herald Sun, acerca de la entrevista que había mantenido con Julian Salvulescu, un nativo de Melbourne que ocupa una plaza de profesor de ética en la universidad de Oxford (Reino Unido). O´Connell preguntó su opinión al profesor acerca de un caso reciente que ha tenido amplia repercusión en la ciudad australiana: una pareja que deseaba tener una hija abortó a sus gemelos varones, y ha emprendido una batalla legal para que se les permita escoger el sexo del próximo embrión que se implantará por fecundación in vitro a la mujer.
Salvulescu se mostró convencido de las conclusiones sobre un informe basado en un estudio realizado por sus compañeros de cátedra, Anders Sandberg y Nick Böstrom, en el que plantean un modelo económico, según el cual el incremento de 3 puntos en el cociente intelectual medio (CIM) de la población produciría una serie de efectos beneficiosos: el descenso en un 28% de la tasa de abandono escolar, en un 25% de la tasa de pobreza, del número de varones reclusos y de nacimientos fuera del matrimonio, en un 20% el de hijos no deseados y en un 18% el de gastos en asistencia social por dependencia.
Sandberg es un neurocientista computacional sueco, célebre por su participación en debates éticos internacionales sobre el progreso humano y social, cofundador del foro Eudoxa y canciller durante 1996 a 2000 de la asociación transhumanista sueca. Böstrom, también sueco, es conocido por sus trabajos acerca del llamado principio antrópico (“el mundo es necesariamente como es porque hay seres humanos que se preguntan porqué es así”), una suerte de perogrullo antropocéntrico sofisticado, que ha fascinado a algunos científicos célebres como Stephen Hawing. Básicamente, el transhumanismo es una filosofía que trata de aprovechar las nuevas tecnologías para crear un “superhombre”, por medio de la orientación personal y social, para conseguir una sociedad que no se limite a evolucionar a un ritmo natural, sino de un modo diseñado eficientemente, principalmente orientado a incrementar la inteligencia y el aprendizaje.
Bostorm y Sandberg extraen sus cifras en base a estudios previos en los que se comparan los niveles de pautas de éxito o fracaso social de diversos grupos en función de su CIM. Sin tener en cuenta la presencia de sesgos o deducciones falaces que tales estudios pueden conllevar, Salvulescu da el paso siguiente: si la inteligencia se asocia a mayor éxito social, procreemos sólo hijos genéticamente inteligentes; si la mayor inteligencia hace una sociedad con menos fracasos y menores costes sociales o penales, establezcamos leyes para que esa selección no sólo sea legal, sino forzosa.
Aquí van algunas frases literales que aparecen en la entrevista de O´Connell: “Hay otros principios éticos que deberían gobernar la reproducción, como el interés público. Incluso si un individuo puede tener una vida estupenda como psicópata, pueden haber razones basadas en el interés público para no traer a ese individuo al mundo. Mi propia visión es que los beneficios sociales y económicos de un CIM elevado es una razón en favor la selección, pero secundarios al beneficio para el individuo. Un análisis genético completo, eficiente y barato lo convertirá en una realidad en un futuro próximo. El informe [económico, de Sandberg y Böstrom] dice que hay una ligera evidencia de que la elevada inteligencia conduzca a la felicidad, pero una evidencia amplia de que la baja inteligencia incrementa los riesgos de accidentes, ingresos bajos y eventos vitales “negativos”. El impacto social de pequeños incrementos de la función cognitiva sería importante y deseable.”
Lo que propone Salvulescu es eliminar a los embriones poco inteligentes, del mismo modo que actualmente se eliminan los embriones con enfermedades transmisibles genéticamente. Dejando de lado que la psicopatía no tiene nada que ver con un defecto de CIM y sí con un trastorno moral, el listado de objeciones a la propuesta de este transhumanista es largo. En primer lugar el propio estudio en el que se basa extrae conclusiones comparando grupos donde otras variables pueden sesgar los resultados (por ejemplo, la estabilidad familiar, no relacionada con la inteligencia, influye en los embarazos no deseados o la delictividad en varones). En segundo lugar, no se conocen los “genes de la inteligencia”, y no hay ningún indicio de que se lleguen a descubrir, o siquiera existan. En tercer lugar, el CIM no parece estar determinado mayormente por la herencia, y de hecho dos niños con la misma potencialidad de aprendizaje, según el nivel de estimulación que reciban adquirirán un CIM distinto. En cuarto lugar, es más que probable que, si la herencia influye verdaderamente en el CIM, todos los hijos de ambos padres tengan un cociente bastante similar; no existe la posibilidad de que dos padres poco inteligentes “seleccionen” al hijo muy inteligente entre sus embriones (¿les prohibiría Salvulescu tener hijos?). En quinto lugar, un embrión con un CIM elevado puede tener taras en otros campos, como la salud o la personalidad. Todavía se podrían agregar más objeciones menores, pero todos estos son reparos conceptuales.
El principal reparo, sin duda, es ético. Desde el momento en que abrimos la puerta a la posibilidad de seleccionar embriones, bajo invocaciones a principios aparentemente muy elevados como evitar la transmisión de enfermedades; desde el momento en que matamos personas en sus primeras fases vitales por considerarlos, desde nuestro personal punto de vista, defectuosos, ya hemos abierto una caja de Pandora difícilmente controlable. Salvescu invoca el “bien social”, el mismo razonamiento que invocaban los creadores de la sociedad de Un Mundo Feliz. Y la desorientación moral es tal que los que se oponen a su iniciativa pero aceptan la premisa de la fabricación y eliminación de embriones, como el profesor Neil Levy (jefe de neuroética del Instituto de Neurociencia Florey), solo pueden alegar algo tan pobre como “porqué gastar todo ese dinero cuando tenemos tanto que hacer todavía por elevar el CIM y las condiciones de vida de los niños subsaharianos”. Uno supone que el buen profesor Levy destina una sustancial parte de sus ingresos a tan nobles tareas.
Un argumento coyuntural y demagógico no ataca el fondo del problema: hemos sancionado la manipulación de personas como si fuesen productos manufacturados, y ahora el campo de manipulaciones es infinito. Y no se puede parar. Todo lo que se pueda hacer, se hará, y millones de seres humanos fabricados no alcanzarán la vida adulta porque otro ser humano se ha arrogado ilegítimamente la potestad para decidir si vive o muere. Hace muchos años emprendimos la vía de manipular para nuestro provecho todo cuanto acontece en el misterio de la vida. Uno se pregunta porqué no van a poder esos padres elegir el sexo de su hijo, ya que hemos hecho lícito matar a una persona porque padezca una enfermedad, o sea poco inteligente. Los hijos de diseño estilo Gattacca son la consecuencia lógica de perder el respeto por la vida humana. Los padres y los técnicos decidirán qué hijo muere y cuál vive. Obviamente era cuestión de tiempo que el estado se metiera de por medio, decidiendo que los contribuyentes sanos e inteligentes producen más y consumen menos recursos, por lo que hay que favorecerlos. Me pregunto cuando se crearán las castas gamma, delta y epsilon, para que se encarguen de los trabajos desagradables sin hacerse preguntas sobre su situación. Cuando se pierde el respeto a la sacralidad de la vida, lo demás viene más pronto o más tarde. Por descontado.
Qué irónico leer apenas 5 días después un editorial en Diario médico de su subdirector, José Ramón Zárate, en el que recapitula algunos estudios recientes que aprecian indicios de que el síndrome de Laron (talla baja) protege al que lo padece de la diabetes y los tumores, o que el síndrome de Down tiene menos tasa de cánceres, o que la anemia falciforme evita el paludismo. Enfermedades genéticas que parecen tener un efecto beneficioso junto a su tara. Cuando aprendamos a ver en las herencias genéticas una característica más de una persona, y no una definición de la misma, entenderemos que la persona es una y sagrada, y sus circunstancias (enfermedades, inteligencia, sexo, raza o color de ojos) accidentales. Hemos perdido el respeto, no solo a Dios y a la persona, sino también al conocimiento. Todo verdadero científico sabe que cuando se investiga la auténtica raíz de la naturaleza, se cobra un respeto infinito a lo creado y al Creador, como ya decía el astrónomo Allan Sandage, “la ciencia fue la que me llevó a la conclusión de que el mundo es mucho más complejo de lo que podamos explicar. El misterio de la existencia sólo puedo explicármelo mediante lo sobrenatural”. No nos dejemos engañar, los que manipulan el misterio de la vida no son científicos, sino mercaderes.
No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien al que puede llevar a la perdición de alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pájaros por un as? Pues ni uno de ellos cae a tierra sin el consentimiento del Padre. Hasta los cabellos de vuestra cabeza están contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que una bandada de pájaros
Mt 10, 28-31
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17 comentarios
Muy buen artículo Luis, aunque cuesta digerir la información que nos proporcionas. Gracias por mantenernos al tanto de por donde van las cosas.
Un cordial saludo.
Otra cuestión es la profunda ignorancia que destila las posiciones pseudocientíficas de estos nuevos carniceros de la materia (en efecto, estos no son científicos en absoluto). En primer lugar, desconocemos verdaderamente eso que damos en llamar inteligencia. En la carrera (soy psicólogo) nos daban una definición muy genérica de la misma como aquella capacidad para resolver problemas. Se entendía que los problemas en los que interviene la inteligencia son los de tipo cognitivo, es decir, aquellos que exigen procesar información de un modo similar aunque no idéntico al que los ordenadores realizan con los inputs suministrados. Pero resulta que en toda vida humana se presenta todo tipo de problemas que no son de naturaleza cognitiva: hay problemas afectivos, emocionales, morales, volitivos..., ante los cuales resulta muy forzado aplicar el rígido patrón anterior de la mera codificación cognitiva de inputs. Para mayor abundamiento, la inteligencia, sea ésta lo que fuere, no es el factor principal o único que propicie una mayor felicidad o bienestar. Por propia experiencia clínica he podido comprobar que suelen ser las personas más "inteligentes" y con mayor poder adquisitivo las más desgraciadas, lo cual no quiere decir, obviamente, que estas características, como el tabaco, perjudiquen seriamente la salud, sino que existen muchos más factores que intervienen en lo que denominamos felicidad o bienestar.
En fin, todo resulta demasiado penoso se mire por donde se mire. Pero es. Y hay que luchar con la ayuda de Dios para que estas realidades dejen de ser, de lo contrario quienes dejaremos de existir seremos los mismos hombres.
"Es humano... ¿y qué? Interfiere en mis necesidades y debe morir. Porque nuestra cultura occidental post-cristiana, como la pre-cristiana, está dispuesta a matar bebés. Nuestra cultura ya está madura para volver al infanticidio.
El infanticidio, como la esclavitud, ha acompañado a la raza humana durante milenios. Tiene cierta lógica: la de los fuertes sobre los débiles y la lógica del beneficio/ahorro de costes.
El filósofo estoico Séneca, maestro hispano de Nerón, defensor de virtudes como el esfuerzo, la sobriedad, el trabajo, la magnanimidad, etc... veía bien el infanticidio, matar bebés débiles, o enfermizos o simplemente niñas.
Los atenienses criticaban el infanticidio cuando lo practicaba el Estado (como Esparta o los bárbaros escitas, que mataban a los niños débiles para reforzar la raza) pero les parecía normal y correcto cuando era el padre de familia quien mataba a sus hijos.
Aristóteles, el compilador de las 4 grandes virtudes (fortaleza, justicia, templanza, prudencia) estaba a favor del infanticidio por dos "razones" (por llamarlas de algún modo), para eliminar enfermos y para evitar superpoblación: "Debe haber una ley que dictamine que ningún niño imperfecto o defectuoso debe ser criado. Y para evitar excesos en la población, algunos niños deberán ser expuestos [abandonados para que mueran]. Debe ponerse un límite a la población del estado".
Fue el judeocristianismo quien prohibió el infanticidió allí donde se implantó. Por supuesto, igual que había robos, asesinatos y violaciones pese a estar prohibidos, también había infanticidios clandestinos. Pero en el Occidente cristiano eran actividades delictivas, ocultas, algo de lo que no podías estar orgulloso y por lo que se te podía castigar."
Tomado de:
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=15839
"Del aborto al infanticidio por la ruta de la eutanasia infantil - En el día de los Santos Inocentes: el infanticidio, común en las culturas precristianas, está de vuelta, y hay "bioéticos" promoviéndolo. Por compasión y ahorro, claro."
Bonito panorama; se merecerían sufrir esa barbaridad los ideólogos...ya ancianos, en manos de jovencitos muy inteligentes, pero con su misma ética.
¿De verdad alguien puede ser tan salvaje? Madre mía.
Espero el día en que sean estos "sabios" los que pasen a ser parte de alguna estadística, que es lo que parece que consideran a las personas.
Y entonces al hombre despojado de su sino eterno ni siquiera le es posible ser sólo un bruto, sino que deriva necesariamente en monstruo.
O imagen de Dios o imagen de Satán, no hay otra.
Los atenienses criticaban el infanticidio cuando lo practicaba el Estado (como Esparta o los bárbaros escitas, que mataban a los niños débiles para reforzar la raza) pero les parecía normal y correcto cuando era el padre de familia quien mataba a sus hijos.
http://javcus.es/infokratia/431-caida-dragon
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LA
Gracias por el enlace, JCA
Este tipo de "filósofos", en la línea de Singer pero en otro plano, me produce auténticos escalofríos. Yo he dado alguna charla sobre las tesis singerianas, y la gente se ha quedado de piedra. No obstante hay un fuerte lobby en España, encabezado por Jesús Mosterín, corresponsal científico de "El País" y profesor universitario,que apoyado por su poderosa maquinaria mediática empieza a infiltrar en el público esa mentalidad. Todo en su obsesión satánica por derribar toda traza de moral judeocristiana.
Todo este tipo de cosas siempre empieza poco a poco. A unas élites les interesa determinada cosa y en más o menos tiempo ya parece que no se pueda pensar de otra manera sobre el particular. Hay que estar muy atento contra estas fuerzas maléficas y desenmascararlas. Y educar en la fe y en la razón.
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LA
Gracias, Strauch. Si pudieras proporcionarnos algún enlace sobre lo que afirmas, creo que todos aprenderíamos más y te estaríamos agradecidos. Es evidente que esta breve noticia no es sino un cabo más de una madeja ideológico-filosófica que va abriéndose paso y a todos (principalmente a los cristianos) nos interesa conocer.
Me gustaría saber que entiende por "inteligente". ¿Saber hacer cálculos de cabeza? ¿Jugar al ajedrez? ¿Ser capaz de manipular los sentimientos de los demás? ¿Medir bien las distancias? ¿Tener buena memoria? ¿Para las imágenes, para los olores?
Ya existe esa selección cuidadosa para concebir a los mejores hijos. Lleva muchísimo tiempo implantada:
Varios Billones de espermatozoides, custodiar cientos de óvulos durante Décadas. Presidentes de gobierno que se ponen en la picota por una velina o por un escarceo con una becaria.
"Vemos complicadísimos sistemas en la naturaleza para asegurar la mejor descendencia posible... y nos olvidamos de que somos la especie dominante. Somos el animal con el juego más completo y eficiente de instintos para asegurar la mejor descendencia. Instintos complementados con aspectos culturales, como no podía ser de otra forma en el ser humano. En la sexualidad, las religiones de éxito a largo plazo (no meras modas pasajeras) lo que hacen es santificar tendencias biológicas y hábitos culturales previos, que ponen las bases para sociedades pujantes y prósperas en una realimentación positiva.
El sexo es la fuerza primaria de la naturaleza. No actúa todo el tiempo, sólo en ciertos momentos, pero cuando actúa su fuerza supera claramente a la del instinto de supervivencia (al menos en los varones)." www.ministeriodeequilibrio.com - La Forja
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LA
Gracias, Fausto, por participar. Con todo, he preferido omitir el adjetivo.
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