Ingeniería social: la Ley de matrimonio civil

La palabra matrimonio proviene del latín matrimonium, que significa literalmente “oficio de madre” (mater, madre, y munium, función). Latina también es la definición legal de Herenio Modestino, jurista pagano y prefecto de Roma entre 226 y 244: Matrimonium est conjunctio maris et foeminae, consortium omnis vitae, humani et divini iusis communicatio (el matrimonio es la unión del varón y la mujer, consorcio de toda la vida, comunión en el derecho divino y humano).

En la España tradicional se desconoció el concepto de matrimonio civil; el matrimonio era un contrato privado, que atañía a los cónyuges, su patrimonio, sus descendientes y sus familias. Su naturaleza era sacramental por el predominio de la fe católica entre la población, con salvedades jurídicas en el caso de las minorías judía y morisca, que tenían fueros específicos para regular sus uniones. Existía el matrimonio solemne in facie Ecclesiae, considerado el ordinario, pero también se aceptaba, aunque desfavorablemente, el matrimonio clandestino o a juras, basado en un juramento privado de los cónyuges ante testigos, sin celebración pública alguna (como ejemplo de su alcance, podemos citar el aducido por el rey de Castilla Pedro I con María de Padilla en las cortes de Sevilla de 1362). Este último fue penado en la ley 49 de las Cortes legislativas de Toro (1505), con sanción civil y penal, pero seguía considerándose válido. La Real Cédula del rey Felipe II del 12 de julio de 1564 mandaba observar como ley del Reino el capítulo Tametsi de la 24 sesión del Concilio de Trento, que estipulaba el matrimonio religioso ante sacerdote autorizado y dos testigos como único válido. Este estado de cosas se mantuvo en España incluso tras la modificación del sistema monárquico tradicional por el liberal parlamentario (que abolió todo fuero privado matrimonial) durante el primer tercio del siglo XIX, y así lo confirmó el concordato establecido entre la Santa Sede y el gobierno español el 16 de marzo de 1851.

La revolución de 1868, además de expulsar a los Borbones del trono, proclamó una nueva constitución en 1869, en la que desaparecía por primera vez la confesionalidad católica del estado. El proyecto de ley de nuevo código civil imponía la introducción del matrimonio civil (a imitación del código napoleónico francés de 1804) como único válido. Así se estableció en la “ley provisional de matrimonio civil” promulgada el 18 de junio de 1870 siendo ministro de Justicia el liberal progresista y masón Eugenio Montero Ríos. La ley final dulcificó el radical proyecto, que rompía abruptamente con la legislación precedente y la costumbre del pueblo, iniciándose con estas palabras: “el matrimonio es la base de todas las instituciones humanas y un elemento generador de la sociedad misma. Sin matrimonio no hay familia, sin familia la sociedad no existe. El matrimonio es también una institución religiosa. Cuando el hombre y la mujer, mutuamente atraídos por las más dulces afecciones del corazón, llegan a unir sus destinos para no separarlos jamás, el sentimiento religioso, por adormecido que se halle en su alma, les arrastra a postrarse ante el Ser Supremo para implorar las celestes bendiciones”. La ley reconocía su indisolubilidad, se mantenían los impedimentos sacros y religiosos, y se acomodaba la ceremonia religiosa a la civil, constando así en el capítulo III de la ley de Registro Civil del 17 de julio de 1870. El nuevo modelo de matrimonio no logró apoyo entre la población (mayoritariamente católica), hasta el punto que el número de matrimonios únicamente civiles era muy inferior al de canónicos que no celebraban luego ceremonia civil. Esto último se produjo como forma de manifestar la disconformidad con la nueva ley, provocando un grave trastorno al flamante registro civil (no olvidemos que estos hechos se enmarcaban en el transcurso de una contienda que fue en buena medida también religiosa, como la tercera guerra carlista, añadiendo un motivo político al rechazo a la ley). De hecho, provocó una secuela inesperada: miles de niños nacidos en matrimonios exclusivamente canónicos no estaban registrados. Queriendo resolver esa tara sin apartarse de su principio legislativo, el gobierno del liberal progresista Práxedes Mateo Sagasta emitió la Orden de 11 de enero de 1872, ordenando inscribir como ilegítimos a los numerosísimos hijos habidos de matrimonios exclusivamente canónicos. La ley de matrimonio civil segregaba el matrimonio de cualquier raíz sacramental, considerando su regulación exclusiva competencia de la legislación civil del estado.

La Restauración de la monarquía liberal trajo nuevos aires, y el decreto del 9 de enero de 1875 del presidente liberal conservador Antonio Cánovas del Castillo reconoció como válidos con efecto retroactivo todos los matrimonios canónicos desde 1870, restableciendo la forma antigua (en los términos establecidos por el Concilio de Trento). No obstante, el matrimonio civil persistió, con carácter excepcional, como forma de que aquellos que no profesasen la religión católica pudiesen tener reconocimiento a su unión, en términos similares al matrimonio católico, con la excepción del sacramento. Los liberal progresistas, cuando accedieron al poder (mediante el turno de partidos), no modificaron este estado de cosas, ya que no desconocían la realidad de una sociedad profundamente católica, la necesidad de mantener buenas relaciones con la Santa Sede y la fuerza del carlismo entre el clero. Este estado de cosas fue confirmado por el Concordato firmado con el Papado, aprobado por el senado el 14 de marzo de 1887, y plasmado en el artículo 42 del nuevo código civil, promulgado el 24 de julio de 1889. Un sistema dualista en que el matrimonio canónico quedaba establecido como principal, y el civil como subsidiario. Este modelo de matrimonio respondía de forma más fiel a la realidad social que la novedad del de 1870, y fue aplicado sin conflictos relevantes durante más de 50 años. No se conservan registros distinguiendo entre matrimonios canónicos inscritos y exclusivamente civiles, pero sí sabemos que en el sexenio 1878-1884, para una población de unos 17 millones de españoles, se celebraban unos 120.000 matrimonios al año, aproximadamente 10.000 de los cuales eran canónicos no inscritos en el registro. El mismo documento consigna que la población no católica de España estaba censada en unas 17.000 personas, la mayoría extranjeras, por lo que el rito canónico era prácticamente el único.

Con la proclamación de la Segunda República española y la aconfesionalidad que establecía la constitución de 9 de diciembre de 1931, se promulgó la Ley de 28 de junio de 1932, por la que se instauraba de nuevo la obligatoriedad del matrimonio civil vincular, ampliando además la jurisdicción civil para aspectos sacramentales, como establecer la nulidad de un matrimonio canónico. En febrero de ese mismo año, el parlamento había aprobado el divorcio, por disenso de los cónyuges, o a petición de uno de ellos. Se hizo nuevamente sobre modelo francés, y nuevamente fue un liberal progresista y masón el ministro de Justicia firmante de esta ley revolucionaria, en este caso Álvaro de Albornoz Liminiana, diputado de Izquierda republicana. En el debate en las cámaras, el diputado socialista (y también masón) Juan Simeón Vidarte fue el encargado de defender el proyecto. Calificó de “bello sueño” la unión indisoluble entre marido y mujer, afirmando que la mayoría de los matrimonios no necesitan una ley de divorcio, pero que los que viven desunidos necesitan una resolución adecuada. Tanto este debate como toda la discusión sobre el divorcio en nuestra legislación ameritan un artículo exclusivo. La innovación legislativa, además de reimplantar el papel del estado como único reconocedor del vínculo, termina con el atributo de indisolubilidad que había acompañado al matrimonio desde la cristianización de España.

Tras la guerra civil y la derrota de la Segunda República, el nuevo gobierno del general Franco anuló la ley de matrimonio civil previa en la Ley de 12 de marzo de 1938, promulgada por el ministro de Justicia, el tradicionalista Tomás Domínguez Arévalo, conde de Rodezno. En una Orden dada 10 días después, se reintrodujo la formulación de acatolicidad para autorizar el matrimonio civil. Legalmente esta medida garantizaba la pervivencia del matrimonio civil para aquellos que lo solicitaran, pero en la práctica lo condicionaba hondamente: una declaración de acatolicidad en plena guerra contra un enemigo abiertamente anticatólico suponía ser considerado como sospechoso para el nuevo régimen. La ley se endureció en la Orden de 10 de marzo de 1941, dada por el ministro de Justicia, el miembro de FET y las JONS Esteban Bilbao Eguía, ya que el matrimonio civil se convirtió en subsidiario, y sólo se permitía a aquellas personas que documentaran fehacientemente la no pertenencia a la fe católica (por ejemplo, musulmanes o protestantes), o hicieran declaración jurada de no estar bautizados; por tanto ya no bastaba una declaración oral de acatolicidad. Tras la firma del concordato de 27 de agosto de 1953 entre el gobierno español y la Santa Sede, el decreto de 26 de octubre de 1956 modificaba el artículo 100 de la ley de Registro Civil de 1870, en el sentido de que el matrimonio civil únicamente sería autorizado en caso de que ambos contrayentes probaran su no pertenencia a la Iglesia católica (prueba de pertenencia a otra confesión, certificado parroquial de no estar bautizados o decreto de excomunión). En su aplicación práctica posterior, se estipularon diversos medios para probar la apostasía o el ateísmo militante de aquellos que solicitaban el matrimonio civil, ya que la mayoría de las peticiones provenían de bautizados; tales pruebas debían ser confirmadas por la autoridad eclesiástica según circular de la Nunciatura Apostólica de 25 de marzo de 1957. Resulta irónico ver como en plena España franquista, confesionalmente católica, la ley prácticamente obligaba a los apóstatas a hacer ostentación de hostilidad acatólica ante testigos reconocidos (funcionarios, por ejemplo) para contraer matrimonio civil.

A la finalización del Concilio Vaticano II, en 1965, la Declaración apostólica Dignitatis Humanae consagró el principio de la libertad religiosa como criterio rector de las relaciones entre la Iglesia y el Estado. Ello se reflejó en la ley de 28 de junio de 1967 sobre el ejercicio del derecho civil en materia religiosa, en el que se retomaba la declaración jurada de acatolicidad ante testigos válidos (funcionario del registro civil y párroco) como prueba suficiente para que los contrayentes pudieran acceder al matrimonio civil, suavizándose así los requisitos. La llegada del final de la dictadura franquista modificó sensiblemente el concepto de matrimonio civil, por una fórmula intermedia, la redactada en los artículos 245 y 249 del nuevo reglamento del Registro Civil por Decreto de 1 de diciembre de 1977, donde “se presume la acatolicidad por el sólo hecho de la celebración del matrimonio civil”, suprimiendo cualquier prueba o declaración de acatolicidad. Sin modificar el fondo de la ley anterior, se convierte de facto el matrimonio civil en facultativo, dejando de ser subsidiario. Con esta argucia, sin embargo, se trasladaba el dilema al campo del derecho canónico, que no considera que un católico apostate simplemente por contraer matrimonio civil (el pecado de concubinato no es equivalente al de apostasía, y no conlleva automática excomunión).

El 27 de diciembre de 1978 se promulgó una nueva constitución, que consagró la aconfesionalidad del estado, con protección legal a la Iglesia católica, y la no discriminación por razón religiosa. El matrimonio civil quedó en un limbo, como matrimonio facultativo, hasta el acuerdo entre el gobierno español y la Santa Sede de 3 de enero de 1979, que sustituyó al anterior Concordato, en el que se admite el acceso libre al matrimonio civil sin necesidad de hacer declaración sobre su religión, manteniendo la validez civil del matrimonio canónico. Así se llega a la Ley sobre el matrimonio de 7 de julio de 1981, inspirada en la italiana, en la que los contrayentes podían optar por ambas formas de matrimonio facultativo reconocido, la civil o la religiosa (canónica o de otras confesiones reconocidas), quedando sujetas no obstante en su jurisdicción ambas a la legislación civil y sus tribunales. Fue impulsada por el ministro de Justicia, diputado de Unión de Centro Democrático (un conglomerado de liberales, democristianos y antiguos miembros del Movimiento Nacional franquista), Francisco Fernández Ordoñez. El matrimonio civil quedó regulado en la sección 2ª del capítulo III del Título IV del libro I, artículos 51 a 58, y la ley de 23 de diciembre de 1994 autorizaba a los alcaldes (además de secretarios y jueces) a presidir matrimonios civiles. El matrimonio canónico tenía automáticos efectos civiles, exigiendo una simple certificación eclesiástica válida de su celebración. Establece la validez única a efectos legales del matrimonio civil, del cual el canónico se convierte en una forma de ritual, con la obligación del párroco de notificar al registro civil el enlace. Aunque ya no se nombra el concepto y objetos del matrimonio (que da por supuestos), en sus artículos 66 a 71 se mantienen una serie de características del matrimonio que la ley exige a los cónyuges (cohabitación, fidelidad, respeto y socorro mutuo, actuar en interés del matrimonio y sus hijos). Se establece la posibilidad de separación a partir de un año, por común acuerdo y concurriendo una serie de violaciones de los deberes conyugales. Tras un año de separación se podía solicitar la disolución del matrimonio dentro de los supuestos previstos por la ley.

La última modificación de la ley de matrimonio, más polémica que la anterior, es la de 1 de julio de 2005, firmada por el ministro socialista (socialdemócrata, en acepción política más precisa) Juan Fernando López Aguilar. En los primeros párrafos de la ley se consagra el pensamiento político que se ha venido en llamar como progresista: la convivencia en pareja constituye cauce destacado para el desarrollo de la personalidad, y ese es su único fundamento para el orden político y la paz social. Se elimina, por tanto, de la ley, el reconocimiento del engendro y la crianza de los hijos como fundamento del matrimonio y bien de interés social a proteger, que habían reconocido todas las legislaciones previas. Mas aún, niega el carácter estable de la institución al afirmar que “Será la ley que desarrolle este derecho […] la que, en cada momento histórico y de acuerdo con sus valores dominantes, determinará la capacidad exigida para contraer matrimonio, así como su contenido y régimen jurídico”, consagrando el relativismo como política de estado, al adecuar la legislación sobre matrimonio a unos difusos “valores dominantes” que no define, poniendo los cimientos a futuras modificaciones de este u otro aspecto de la ley al arbitrio del legislador (matrimonios poligámicos, poliándricos, incestuosos o estuprosos con consentimiento, e incluso, si en un momento dado se aceptara extender el estatus de persona a “grandes simios”, como se ha planteado, llegar a matrimonios zoofílicos). El primer paso lo da en el párrafo siguiente, en el que elimina la obligatoriedad de que los contrayentes sean de distinto sexo (coherente con el no reconocimiento que se realiza en el documento del valor de los hijos como objetivo capital de la institución matrimonial), para dar cabida en la ley a los matrimonios entre personas del mismo sexo (no necesariamente homosexuales). Todo el desarrollo posterior de la ley va en la dirección de forzar términos y preceptos legales modificando artículos sobre el matrimonio del Código Civil para que sean válidos también para matrimonios isosexuales, por ejemplo sustituyendo las palabras marido y mujer por cónyuges o contrayentes, y haciendo una revisión histórica crítica sobre leyes y costumbres anteriores: “La Historia evidencia una larga trayectoria de discriminación basada en la orientación sexual”. Es una ley muy breve (contrasta poderosamente con la de 1981), que modifica la institución matrimonial en una extensión corta pero muy profunda: despojándole de su sentido procreativo. Una semana después, el 8 de julio de 2005 se emitió la Ley de modificación en materia de separación y divorcio, en la que se define el matrimonio en los mismos términos (medio de libre desarrollo de la personalidad de ambos cónyuges), eliminando todos los condicionantes exigidos en leyes precedentes de separación y divorcio, incluyendo el consenso de ambos cónyuges. No existe ninguna argumentación en ambas leyes en las que se reconozca al matrimonio como una institución preexistente al derecho, o en la que se citen alguno de los atributos que desde la antigua Roma hasta la actualidad lo han definido, tanto desde una óptica cristiana como agnóstica: perdurabilidad, usufructo de patrimonio común, obligación de respeto y cooperación de los cónyuges, cohabitación, y sobre todo, la crianza de hijos y la formación de una familia como objetivo primordial.
En enero del año 2008 se procedió a eliminar el boletín eclesiástico de matrimonios, que permitía llevar una contabilidad de matrimonios canónicos para informar al registro civil, que ahora concentra todos los registros matrimoniales.

España es un buen ejemplo de la orientación de una filosofía social muy concreta, en la cual el matrimonio civil, a través de 4 leyes sucesivas (1870, 1932, 1981 y 2005) ha sido progresivamente despojado de sus atributos tradicionales, que le dotaban de carácter institucional. La primera ley eliminó toda su sacramentalidad o relación con Dios; la segunda, su indisolubilidad. Ambas se enmarcaron en políticas liberal progresistas de inspiración masónica, indisimuladamente dirigidas (dentro de un contexto más amplio de leyes) a eliminar la influencia de la fe católica en la sociedad, y la capacidad de la Iglesia para formar parte del corpus legislativo del estado. Ambas hallaron una resistencia extraordinaria en un pueblo cuyas costumbres estaban profundamente marcadas por el cristianismo. Políticas que se hallaron inmersas, o terminaron provocando, conflictos civiles armados. Incluso aunque el reflujo político las derogó, no se anuló el matrimonio civil, que siguió persistiendo en diversas circunstancias. En 1875, en una España de 17 millones de habitantes, se registraron unos 120.000 matrimonios. En 1932, con 24 millones de habitantes, se celebraron 158.693 matrimonios. En ambos casos, casi todos canónicos.
La ley de 1981 reintrodujo el divorcio, aunque con mecanismos legales que tendían a proteger la institución matrimonial, y retomaba la concepción exclusiva del matrimonio como asunto civil, aunque aceptando el papel de la Iglesia como celebrante. Ese año (en una España de 37 millones de habitantes) hubo 202.037 matrimonios y 16.334 divorcios (incluyen los varios procesos judiciales de disolución matrimonial abiertos en años previos esperando la publicación de la ley), es decir, un 8%. En estos términos de matrimonio civil, 24 años después, en 2005 (44 millones) hubo 209.127 matrimonios, y 141.424 divorcios, el 67,6%. Tras la ley de 2005, que despojaba al matrimonio de sus características de elemento generador de nueva vida, así como de cualquier imperativo de respeto, socorro mutuo, fidelidad o cohabitación, reduciéndolo a un “cauce de desarrollo de la personalidad”, en el año pasado (47 millones de habitantes) se celebraron en España 172.540 matrimonios (por primera vez en la historia, tantos civiles como canónicos) y 106.166 divorcios, el 61,5%. Las cifras son elocuentes: conforme la ley de matrimonio civil le ha ido despojando de sus características institucionales, heredadas en buena parte del modelo de matrimonio católico, cada vez hay menos matrimonios con respecto a la población general, y cada vez se divorcian más.

La consecuencia es lógica: la dirección tomada por el pensamiento ideológico que en nuestro país ha intentado alejar lo más posible al matrimonio civil del cristiano ha provocado progresivamente su debilitamiento, hasta ponerlo en trance de desaparición en unas décadas. Si la unión conyugal no genera obligación alguna, ni tiene cualidad especial a ojos de la ley, la lógica nos dice que no tiene sentido contraerlo. Y, en efecto, cada vez es mayor el número de parejas que sencillamente cohabitan durante un tiempo determinado, sin llegar a registrar su compromiso.
El matrimonio civil es un buen ejemplo de cómo el legislador puede modificar costumbres sociales tan profundamente arraigadas como la del matrimonio, de varios milenios de antigüedad; esa modificación de la forma de pensar favorece futuros cambios en la ley, que nos llevarán probablemente en un tiempo no muy lejano a la abolición misma del concepto de matrimonio civil. Los efectos de esta política en la familia y, secundariamente, en la sociedad toda, son verdaderamente mucho más trascendentales que una crisis económica puntual, por dura que sea.
A ojos de la ley, el matrimonio ya no es el oficio de madre (o padre), ya no es la unión de varón y mujer, ya no es consorcio para toda la vida, ya no es comunión en el derecho divino y humano, ya no es un juramento público o privado. Apenas podemos definir qué es el matrimonio civil, tras varias iniciativas legislativas tendentes a vaciar su contenido al máximo.
No faltan voces en nuestra Iglesia que se preguntan si no ha llegado ya el momento de que los católicos españoles desvinculemos el matrimonio instituido por Cristo (que no sólo es un sacramento, sino también un contrato válido ante el derecho canónico) de un trámite administrativo tan pobre como el actual matrimonio civil que puede ser calificado sin exageración de contrato basura.

Al principio de la Creación, Dios los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y serán los dos una sola carne. Lo que Dios ha unido no debe separarlo el hombre.
Mc 10, 6-9

Nota: los efectos de la legislación divorcista en España serán objeto (D.m) de un artículo específico en el futuro.

Algo de la bibliografía empleada:

Historia de la legislación del matrimonio (por José María Rives Gilabert, magistrado y profesor de Derecho Canónico)

Ley regulación del matrimonio 7 de julio de 1981

Estadísticas de matrimonios y divorcios en 2009

Ley del 1 de julio de 2005 sobre el matrimonio civil


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53 comentarios

  
Norberto
Tu quoque, amice!, ¿es que no hay en español expresiones categóricas respecto de la manipulación, maquinación, adulteración, falsificación que utilizas ingeniería?, ¡mira que...!

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LA

Estimado Norberto, cuando la manipulación no es casual ni inocente, sino que forma parte de un proyecto concreto que trasciende las personas y las épocas, pocas palabras son tan descriptivas como "ingeniería". Tal vez se podría hablar de diseño social, pero entonces los diseñadores también se quejarían. Lo siento.
16/01/11 3:36 PM
  
Emiliano Jiménez
El matrimonio civil existe en todas las democracias liberales. Lo que plantea este artículo equivale a volver a un régimen de cristiandad que la Iglesia no defiende y que es inviable. Y digo yo, además de inviable indeseable.

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LA

Me temo, Emiliano, que decir que la Iglesia no defiende regresar a un régimen de Cristiandad es decir mucho más de lo que la Iglesia dice. Por otra parte, lo que plantea este artículo esta desarrollado ampliamente y, en los últimos párrafos, abiertamente explícito
16/01/11 4:16 PM
  
Johan Liebhart
Entiende Emilio, que las personas que aquí escriben, viven en una caverna, y nada mas le gustaría que volviera un gobierno como el que inició en 1939 en España.
16/01/11 4:32 PM
  
Ano-nimo
Pues no, Emiliano y Johan; al menos personalmente lo que defiendo es la desvinculación del matrimonio canónico del administrativo. Este último todo para vosotros; si finalmente se desvinculan, yo no tendría nada que objetar a que esos "matrimonios" civiles fueran de todo tipo; por mí como si se quieren casar con Pluto o con la mona Chita.
16/01/11 4:50 PM
  
Ano-nimo
Luis:

Muy buen artículo que hace un recorrido histórico importante; efectivamente hoy en día creo que no existe gran diferencia entre el matrimonio civil y el natural, por lo que ¿para qué casarse?, sobre todo si es entendido como "un cauce de desarrollo de la personalidad" (como si no hubiera otras maneras...). Además, así entendido, se pone en evidencia la faceta tremendamente utilitarista y egoista que tiene esa nueva concepción del matrimonio, por lo que no es extraño el número de divorcios y matrimonios rotos. Viene a decir que mientras satisfaga el interés personal de cada uno, muy bien, pero que no les hablen de problemas. Por eso yo estoy de acuerdo que mejor desvincular uno de otro; que nos dejen en paz a los católicos y no quieran que participemos en su charada.

Un cordial saludo.




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LA

Lo cierto, Ana, es que el matrimonio cristiano tiene la aspiración de ser el que más fielmente plasma lo que podemos llamar matrimonio natural: ese contrato conyugal previo al primer código civil y que existe como institución social previa a cualquier otra. Probablemente se podría decir desde ese punto de vista que la legislación española lo que ha llevado a cabo ha sido una labor de desnaturalización del matrimonio civil.
Un cordial saludo
16/01/11 4:59 PM
  
juvenal
Ana_MS

La solución es bien sencilla, que la ICAR desvincule totalmente su matrimonio del civil, está en su mano y podría hacerlo fácilmente. Hay otras religiones y grupos, como los gitanos, que lo tienen totalmente desvinculado y no pasa nada.
16/01/11 5:36 PM
  
Ano-nimo
Luis:

Es más, lo que está haciendo la legislación española es desnaturalizar todo lo que encuentra. Bueno, al hablar de matrimonio natural (quizás no he empleado bien la expresión) me estaba refiriendo a la cohabitación.

Un cordial saludo.
16/01/11 5:50 PM
  
Ana
Voltaire:

Por desgracias resulta que aunque un católico solo quiera celebrar el matrimonio religioso y no desea que figure su matrimonio en el registro civil, no puede hacer nada para impedirlo. Ese es el problema.
16/01/11 6:32 PM
  
juvenal
Ana

Pero está en la mano de la ICAR que no fuese así, es mas, en muchas religiones no es así. Es un privilegio de la ICAR al que puede renunciar.
16/01/11 6:44 PM
  
Norberto
Que tengas que echar mano de un sintagma tópico, a costa de difundir una mala especie, revela una carencia de recursos lingüísticos notable, te ofrecí varios sinónimos y los rechazaste todos, ¡allá tu!.

Entiendo que una auténtica separación Iglesia-Estado conlleva que exista un matrimonio civil, yo me casé en 1975, en fecha anterior al actual Concordato y tuve que ir al juzgado para la validación y registro del matrimonio civil, aunque, en aquella época el matrimonio religioso comprendía al civil, por lo que no era necesario un acto aparte.

El matrimonio católico es un sacramento, pero el civil es fuente de derechos y deberes,la desvinculación del mismo sería disparatado pues, la esposa y los hijos serían naturales, no legales, con las consecuentes negativas consecuencias.

La deriva hacia el matrimonio-basura debe llevar a su asunción, por parte de los católicos, para que el testimonio de "varones de una sola mujer y mujeres de un solo varón", como en tiempos de Roma llegue a la sociedad.
16/01/11 10:22 PM
  
Ricardo de Argentina
Cuando yo me casé (décadas ha), le pedí al sacerdote casarme solamente por Iglesia, ya que luego y con tiempo lo haría por civil. No recuerdo en estos momentos los motivos que me llevaron a pedir esto, pero motivos había.
Para mi sorpresa, el cura me dijo que no me casaría si antes no tenía el casamiento civil realizado. Y como explicación de dijo que "las cosas son así, y punto". Así que no me quedó más remedio que ir al Registro Civil previamente. Lo que me dejó perplejo fue enterarme que la Iglesia ¡debe pedirle permiso al poder civil para celebrar un sacramento!!

Lejos de ser un privilegio como mal supone Juvenal, esto significa un sometimiento de la Iglesia al poder político en cuestiones sacramentales. Algo que hasta el día de hoy no he podido digerir.

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LA

Se trata de un modelo de matrimonio civil exclusivo, en el que la ceremonia religiosa es privada. Sin duda, el acuerdo entre Iglesia y estado es el que ha posibilitado que no se puedan celebrar matrimonios religiosos sin previo civil.
En efecto, la aspiración de todo estado es controlar la institución eclesiástica, y por su medio, poder controlar los pensamientos y acciones de sus fieles. En eso no es distinto del intento de control que se intenta ejercer sobre cualquier asociación privada. Lo más normal es que se empleen las subvenciones (y sobre todo la amenaza de retirarlas) o la legislación para obtener ese control. El caso de China y su "iglesia oficial" es sólo el extremo de un camino, del cual nos hallamos todos los estados aconfesionales en algún punto.
16/01/11 10:27 PM
  
juvenal
Norberto

Creo que está un poco desfasado, la legislación española hace ya muchos años que no distingue entre hijos fuera y dentro del matrimonio.
16/01/11 10:32 PM
  
juvenal
RdA
Usted hable por Argentina, no por lo que ocurre en España.
16/01/11 10:33 PM
  
Ricardo de Argentina
El matrimonio civil es un buen ejemplo de cómo el legislador puede modificar costumbres sociales tan profundamente arraigadas como la del matrimonio, de varios milenios de antigüedad;
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Yo veo las cosas diferentes. Por lo general los legisladores ofician de notarios, esto es, legalizan hechos consumados. Los que modifican eficazmente las costumbres de la sociedad son las usinas ideológicas, que son las que crean el ambiente cultural que marca las pautas de conducta, la moral.
Las usinas ideológicas han reemplazado a la ahora debilitada Iglesia Católica en la tarea de formar cultura. Cuando la Iglesia Católica era fuerte, cuando apostolaba eficazmente, los Evangelios permeaban la cultura y marcaban las pautas morales. Pero ni entonces los legisladores tenían opción para modificar las costumbres.

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LA

Precisamente, Ricardo, el ejemplo español es palmario en cuanto a cómo una iniciativa legislativa puede modificar (o al menos intentarlo) las pautas morales y las costumbres derivadas de una cultura. Las leyes de 1870 y 1932 eran totalmente contrarias a la costumbre y pauta moral del pueblo español. Se llevaron a cabo con la intención explícita de modificar esas pautas y esas costumbres, que el legislador (impregnado de teorismo político característico de la Revolución) quería modificar por considerar erróneas o "atrasadas", según una visión ideológica y filosófica concreta y apriorística.
Provocaron conflictos civiles que supusieron la derrota parcial de esos planteamientos.
En España, la legislación cristianizante reflejó las costumbres porque siempre siguió a una evangelización previa. En cambio, la Revolución liberal siempre trata de legislar en el sentido que considera mejor, para obtener una posterior modificación de las costumbres. Por eso considera fundamental alcanzar el poder, para lograr desde una postura de fuerza los objetivos deseados.

Precisamente en este artículo se habla del triunfo contemporáneo de esa visión. La ley de 1870 preparó la de 1932, y la de 1981 allanó el camino para la de 2005. Obviamente hay muchos otros condicionantes para el cambio de costumbres y pautas morales, pero en este caso la legislación ha sido evidentemente un anticipo de lo que vendría luego. Han tenido que pasar 140 años y 4 leyes de matrimonio civil progresivamente más hostiles al concepto y acto del matrimonio católico, para que el año pasado, por primera vez, se celebraran en España tantos matrimonios exclusivamente civiles como canónicos.
A mí personalmente, no me parece que los legisladores, en este caso, hayan oficiado de notarios, sino de juez y parte.
16/01/11 10:42 PM
  
Norberto
juvenal

Es cierto, pero me refiero a que el ordenamiento legal actual, no obliga al reconocimiento de los hijos, es algo opcional, voluntario, un matrimonio civil con fundamento debería recoger esa cláusula, entonces veríamos que si hay muchas obligaciones la gente no se casaría civilmente.
16/01/11 11:08 PM
  
Luis I. Amorós
El matrimonio católico tiene una doble vertiente: una sacramental, la más importante, que interesa a la relación de los cónyuges entre sí y con Dios, y en la que un estado aconfesional no tiene nada que decir. No obstante, como señala Daniel Tirapu en el artículo que enlazo, tiene otro aspecto, el de contrato canónico, a cuya jurisdicción no puede renunciar la Iglesia y sus tribunales. Este contrato canónico compete aspectos nucleares de la relación conyugal: las obligaciones mutuas (p.ej el débito conyugal), la convivencia, o las causas de nulidad. Esta segunda vertiente puede interferir con el derecho civil, por ejemplo en el caso de que uno de los cónyuges apele a un tribunal civil, que tiene competencia sobre toda la población, salvo los aforados, una sentencia emitida por un tribunal eclesiástico (un ejemplo en otro campo lo tuvimos recientemente en el asunto de los bienes de la Franja de Huesca). Este tipo de procesos son delicados, y normalmente se solucionan bien con los cauces establecidos en los acuerdos entre la Santa Sede y cada estado, de los que hay varios firmados en nuestro país.

No obstante, antes de provocar una segregación absoluta del matrimonio canónico del civil, se ha de pensar en las consecuencias que sobre los cónyuges puede acarrear. En efecto, hay importantísimas derivadas, desde la patria potestad, la propiedad del patrimonio común y personal o aspectos de fiscalidad, que recaen exclusivamente sobre la legislación civil. Se supone que la buena formación y compromiso de unos cónyuges cristianos evitaría que jamás hubiese disputas en estos aspectos, pero la Iglesia no gobierna ángeles, sino hombres de barro, y hay que prudentes y previsores. Por tanto, sí interesa a la Iglesia, como comunidad en el mundo, qué tipo de matrimonio sea el civil.
16/01/11 11:14 PM
  
Luis I. Amorós
voltaire, juvenal:

El concepto de matrimonio civil no es sino un reconocimiento estatal de una realidad. En su esencia, puede ser de muchas formas. La ley de 1870 (muy rupturista en su época), conservaba íntegras las características del matrimonio canónico, aunque despojado de sacralidad (indisolubilidad, objeto social, cooperación de los cónyuges, etc). Desde entonces el camino andado hasta la ley de 2005 lo convierte en un simple pacto privado sin obligación alguna ni compromiso. Ambos son matrimonios civiles, y sin embargo apenas tienen nada que ver. Por tanto, los católicos no se plantean renunciar a ese matrimonio "si tan malo y destructivo es" por ser civil, sino por tener unas características concretas tan alejadas de lo que ha sido el matrimonio en los últimos 37 siglos (desde el primer código civil conocido, el de Hammurabi) y sobre todo del inspirado en las enseñanzas de Cristo, que ha impregnado nuestra personalidad como pueblo de una manera tan notoria.

Por otra parte, los católicos españoles, en tanto que ciudadanos de pleno derecho, pueden plantear objeciones a los términos establecidos en una ley. El hecho de que profesen una fe no les veda la capacidad de enjuiciar y criticar la actividad del legislador, y precisamente la aconfesionalidad del estado garantiza que su juicio no va a ser minusvalorado simplemente por su religión.
16/01/11 11:15 PM
  
Luis I. Amorós
Norberto:

Siento que no le convenza mi explicación. Créame que tengo ingenieros muy cercanos, y jamás se me ocurriría querer ofenderlos usando esa expresión.
Un aspecto en el que la desvinculación de los católicos españoles con el actual matrimonio civil no sería especialmente lesiva sería la desprotección de los hijos, puesto que precisamente, una de las pautas de la iniciativa legislativa progresista es la de multiplicar leyes que protejan a las personas fuera de su ámbito antiguo natural: el matrimonio. Hay muchas leyes que garantizan la responsabilidad de los padres hacia sus hijos (nacidos) y de los convivientes entre sí, independientemente de si están casados o no. Precisamente, ese tipo de iniciativas legislativas han sido las que han cooperado a devaluar en tan gran medida el matrimonio civil: cada vez es menos necesario para obtener garantías jurídicas.
Se trata de la colisión de dos cosmovisiones: una en la que el matrimonio es la base de la familia, a la que se concibe como el núcleo de la sociedad, y a la que hay que proteger legalmente a toda costa, que ha sido común a lo largo de toda la historia en todas las culturas, aunque actualmente parece que sólo la defiende la Iglesia católica y algunas otras confesiones; y otra en la que se intenta que el individuo tenga una relación directa con el poder sin ningún tipo de intermediación institucional fuera de las establecidas por el estado y sus leyes, por lo que busca debilitar legalmente el matrimonio para animar a la población a que no se ligue conyugalmente.
Personalmente tengo la convicción de que esta última visión tiene como objeto mejorar el control de la población, al eliminar estructuras de protección y unión al margen del estado positivo. Por eso hablo de intencionalidad, y no de simples opciones igualmente válidas.
16/01/11 11:19 PM
  
Fredense
Nachet, otro artículo para enmarcar. Muchas gracias por todo el trabajo que te tomas. Un saludo muy cordial.

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LA

Gracias, Fredense, un saludo muy cordial
16/01/11 11:23 PM
  
Ricardo de Argentina
¿Juez y parte? Pues claro que sí. Los legisladores responden a los partidos, y éstos a las logias.
¿Y el "pueblo"? Bien, gracias...
Pero además los legisladores son notarios que legalizan, consolidan y cristalizan los avances culturales de la maquinaria ideológica, ésa que siempre está llevando al "pueblo" cada vez un pasito más cerca del infierno. Y una vez consolidado un avance, a pensar en el siguiente.
Tú dices que los legisladores son los que traman la maniobra, bueno, son puntos de vista. Yo estoy convencidísimo que esos paniaguados son fantoches y figurones cuya única meta es llegar, currar y durar. En cambio las usinas ideológicas tienen sobrada materia gris que trabaja día y noche a través de los medios y la educación, modificando un día sí y otro también, las pautas culturales de la población.

La única alternativa que veo a este estado de cosas es que la Iglesia, ahora debilitadísima por disputas intestinas tremendas, vuelva por sus fueros. Dios lo quiera y nosotros seamos capaces y dignos de contribuir en la tarea.

17/01/11 12:53 AM
  
Ano-nimo
Luis:

Pero todos esos inconvenientes se pueden solventar con contratos y acuerdos privados (excepto la fiscalidad, motivo por el que muchos matrimonios naturales han acabado convirtiéndose en civiles -les convenía económicamente-, pero que siendo coherentes ni lo han celebrado ni nada, simplemente lo han tomado como la firma de un papel sin más, y así lo han hecho).

Un cordial saludo

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LA

Si no entiendo mal, lo que afirmas es que precisamente un matrimonio canónico podría firmar una serie de acuerdos privados para obtener las mismas garantías, sin necesidad de celebrar el matrimonio civil.
Tienes razón, pero no olvides que todo el derecho, sea público o privado, en caso de denuncia del acuerdo por una de las partes, es visto en tribunales civiles (no en los canónicos), los cuales aplicarán la legislación y jurisprudencia del matrimonio civil. Por tanto, aunque es factible hacer lo que propones, no podemos simplemente desentendernos de la figura del matrimonio civil como si nos fuese ajeno (aunque los principios en los que se inspira actualmente sí nos lo sean)
17/01/11 11:36 AM
  
Ano-nimo
Voltaire:

La definición y consideración de matrimonio que se está dando actualmente en la legislación española no es cuestión ni de moral ni de delito; es una cuestión de falta de sentido común y de querer desnaturalizar y manipular en base a intereses ideológicos. Si se hubiera sometido a votación el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo ¿de verdad crees que hubiera ganado el sí?. Yo creo que no, por lo que eso de que la legislación recoge los cambios sociales, no siempre es cierto (y en este caso menos). Más bien lo que están haciendo es imponer tales cambios, y no solamente desde la legislación; no hace falta más que ver la publicidad y propaganda que se hace de ello desde diferentes medios, sobre todo los más populares, asimilables, directos y, por su inmediatez, menos sujetos a la crítica por parte del sujeto, como es la televisión y sus programas; los mensajes con los que están bombardeando continuamente a la gente son exactamente lo que defienden los ideólogos o manipuladores sociales. Así que no, no quieras hacernos creer lo que no es así.
17/01/11 11:48 AM
  
Luis I. Amorós
voltaire:

De hecho, si la comunidad católica (los "practicantes", más o menos una cuarta parte de la población civil, mas otro 45% que se declara como tal aunque no "practique") se desvincularan completamente del concepto civil de matrimonio porque no recoge aspectos esenciales de sus valores morales (como el matrimonio entre hombre y mujer, o la indisolubilidad) sería un problema grave para el estado, que perdería el apoyo efectivo de más de la mitad de la población en este aspecto (da igual lo que digan parlamentos, partidos políticos o gobiernos, se trata de la identificación de la población con el estado). Excluir a la mitad de la población de una parte fundamental del código civil como el derecho matrimonial y familiar sería realmente peligroso para la estabilidad del sistema.

En realidad, al estado lo que le interesa es que los católicos sigan aceptando el matrimonio civil, mientras trabaja para reducir la influencia de los valores católicos (tanto desde la legislación como desde otros ámbitos), hasta que la Iglesia sea tan minoritaria que no tenga importancia si apoyan o no la legislación. Actualmente parece que este ese el camino seguido.
17/01/11 12:07 PM
  
Ano-nimo
Bueno Luis, ajeno del todo no nos puede ser en tanto en cuanto también somos ciudadanos, españoles, pagamos nuestros impuestos y tenemos todo el derecho del mundo a decir lo que nos parezca oportuno sobre el tema, a participar en todos los sentidos y a hacer todo lo posible para que las cosas cambien, con independencia y sin ser discriminados por nuestro credo (¡a ver si algunos se enteran de una vez!); pero como tu mismo has señalado, si los católicos renunciaramos al matrimonio civil, realmente se produciría una desestabilización del sistema, lo cual les llevaría a considerar las cosas de otra manera; pero nada, aquí no se mueve ni el Tato, y como igualmente señalas, la estrategia que están empleando parece que les llevará al éxito. Finalmente, los católicos tendremos gran parte de responsabilidad en ello, por preferir la comodidad a la insumisión (y lo mismo que hablamos del matrimonio, podríamos decir las mismas palabras respecto a otros temas). Y al final...¡todos a pasar por el aro! (pues no, de eso nada).

Un cordial saludo.
17/01/11 1:05 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

Ya que pareces tener tantos datos, sería de agradecer que pusieras el link o nos dijeras la fuente exacta de donde has sacado esa información (ya que encuestas se hacen muchas, entre distintas poblaciones, edades, etc...). Y ya que estas tan bien informado, ¿también es mayoritario el sí al supuesto derecho de los "matrimonios" homosexuales a adoptar?.
17/01/11 3:12 PM
  
Iker
Empiezas tu artículo con una referencia etimológica. Matrimonium = Oficio de madre, o sea, función de madre, cargo de madre. MATER + MONIUM

Tenemos otra palabra para comparar. Patrimonio. PATER + MONIUM. Lo que pertenece al oficio del padre, a la función del padre o, por tradición, a la herencia del padre.

La etimología es como la arqueología. Un día fue así. No tiene por qué seguir siéndolo. Ni el patrimonio, cosa de padres ni el matrimonio cosa de madres. Ambas figuras son cosa de personas.

Saludos.

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LA

Si se arranca un rosal para plantar en su lugar un campo de nabos, no se puede afirmar que las rosas evolucionan naturalmente hacia los nabos. Si ya no es oficio de madres (o de padres), déjese de llamarle matrimonio.
En realidad, la discusión etimológica es un tanto ociosa. El "matrimonio civil" ya ha dejado de ser un matrimonio. Es otra cosa, aunque durante un tiempo le sigamos llamando así por costumbre social. Llegado un momento, se dejará de emplear ese término. No hay definición que, vaciada de contenido, no termine por desaparecer.

Erasmo de Rotterdam decía a propósito del matrimonio: "Estando excluido el divorcio por decisión inapelable de Jesucristo misma, había que tomar el matrimonio tal como existe, es decir, a veces mediano, a veces malo, y hacerlo bueno a fuerza de buena voluntad" (Uxor Mempsigamos)

Saludos
17/01/11 4:43 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

Lo que viene a desmostrar esa noticia es que los medios publicitarios al servicio del poder, junto con las leyes, acaban trasformando a la sociedad. No me vengas diciendo que tales aceptaciones son debidas a la libertad, eso no te lo crees ni tú. Lo único que aquí se puede observar es que la ausencia de crítica y de acomodación con la ideología que se quiere imponer desde arriba cada vez es más profunda y está más extendida, cosa que por otra parte, se veía venir hace ya años, en concreto cuando en los planes de estudios relegaron las humanidades. Te he preguntado lo de las fuentes debido a que esos datos están tomados de una encuesta que hizo el CIS en el 2008 a los jóvenes de 18 a 29 años, en la que se les pregunta por el tema del "matrimonio" homosexual. Aquí te lo dejo:

http://www.cis.es/cis/opencm/ES/1_encuestas/estudios/ver.jsp?estudio=9140

http://www.cis.es/cis/opencms/-Archivos/Marginales/2740_2759/2753/e275300.html

Como verás se están extrapolando los datos tomados de un sector (además hijos e la LOGSE, ¿qué se puede esperar?) muy limitado de la sociedad española a toda la población, así que...sin comentarios
17/01/11 9:00 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

¿Tan difícil te resulta comprender que el relativismo es la puerta de entrada al totalitarismo?, ¿a cosas como la ley del más fuerte?, ¿a la instrumentalización y cosificación del ser humano?.
17/01/11 10:36 PM
  
rastri
A ojos de la ley, el matrimonio ya no es el oficio de madre (o padre), ya no es la unión de varón y mujer, ya no es consorcio para toda la vida.
_________________

-Y si a los ojos e la ley civil el matrimonio ya no es matrimonio de padre y madre. ¿Porqué a los ojos de la ley de la Iglesia el matrimonio canónico, de padre y madre a su vez, ha de ser de hecho y derecho matrimonio civil?

¿Porqué el matrimonio canónico obliga, sine qua non, a los contrayentes a someterse a las leyes civiles de ese "matrimonio civil" que ya no es como tal?

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LA

En virtud de un acuerdo entre el gobierno de España y la Santa Sede. Como todo acuerdo, revisable, renovable o cancelable.
17/01/11 10:58 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

Gracias por la invitación, pero eso ya lo hice (y lo sigo haciendo) y he llegado a la conclusión que te he señalado, y te lo dice alguien que era profundamente nihilista y relativista. Cuando hablas de "mi" verdad, estas hablando de relativismo, y por cierto, cuando mencionas a Galileo y a Servet, estas confundiendo verdades científicas con principios morales.

En cuanto a tales estudios sociológicos, no pretenderás hacerme creer que la opinión de un segmento tan determinado y pequeño de la población es reflejo de lo que piensa toda la población; eso no es así (y lo sabe cualquiera que tenga algún estudio en Sociología). Esa extrapolación es pura manipulación y falsificación de la verdad (ya que es evidente que carecen de datos), y las conclusiones que se sacan, que las extienden a toda la población, una falta de honestidad y rigor que no se tiene en pie. Respecto al trabajo de campo del 2006, al menos podrías decir quien lo realizó.
18/01/11 10:12 AM
  
Ano-nimo
Voltaire:

Gracias por el link. De todas formas, el que sea mayoritario no da razón ni justifica nada; el "derecho" de la mujer al aborto también es mayoritario y no deja de ser simplemente asesinato, por mucho que quieran convencer de lo contrario. Lo que demuestra el incremento del sí a lo largo de estos años (aborto, "matrimonio" homosexual y "derecho" a adoptar de estos últimos, eutanasia, etc...) es el progresivo envilecimiento y falta de valores de la sociedad española. Nada más.
18/01/11 12:56 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

Si no existen principios universales, entonces cualquier cosa puede convertirse en norma y fundamento, y hasta la mayaor barbaridad puede ser justificada. Te diré cuando y a raíz de qué yo me desperté del sueño del relativismo, cuando en una clase en la facultad, un compañero defendió el "derecho" a la práctica de la ablación del clítoris basándose en el respeto a otras culturas y que la nuestra no tiene la verdad absoluta. Su argumentación fué impecable y su defensa totalmente coherente con los postulados postmodernos de los que mayoritariamente todos participábamos. Y apartir de ahí fué cuando me dí cuenta lo que el relativismo implicaba: el abandono de la defensa del más débil, la posibilidad de cualquier cosa, y que los monstruos campen por sus respetos. Es decir, que todo sea posible (y eso es lo que está empezando a pasar).
18/01/11 1:06 PM
  
Ano-nimo
Voltaire:

No se trata simplemente de la ley; se trata de cosas mucho más importantes como los principios morales y los conceptos. Y eso no cambió tanto hasta hace muy poco tiempo, en el que la ideología ha sustituído a la moral, empleando entre otras cosas no solo la legislación, sino la perversión de los conceptos y del lenguaje. Es más, tal empleo perverso de los conceptos y del lenguaje, unido a otros cauces como los medios de comunicación masiva, son la antesala de la aprobación de cualquier ley por monstruosa e irracional que sea.

Me parece muy bien que tengas como marco de referencia los derechos del hombre, pero tales derechos ¿se refieren solo a los nacidos o también incluye a los no nacidos?, y si a los gorilas se les acaba incluyendo dentro del grupo de los humanos, ¿también participarán en los derechos humanos que defiendes?.
18/01/11 3:09 PM
  
Winston Smith
Interesante artículo, Luis. Aprovecho para saludarte por primera vez en este 2011.

Hola, Ana_MS, con quien tanto coincido, también te deseo un venturoso año.

El trasfondo de lo que Luis plantea aquí es algo sobre lo que pienso muy a menudo: el modernismo social está sustituyendo la ética religiosa por una ética de consenso, provisional y de conveniencia, en un proceso en el que poder político y ciudadanía se realimentan.

Si bien es cierto el efecto pedagógico de la ley, por la identificación en el sentir colectivo de que lo legal es bueno, o al menos, no es malo, no es menos cierto que nadie obliga al divorcio igual que, aún existiendo presiones, tampoco nadie es obligada a abortar, como un día nos espetó un abortero a la puerta de su abortorio: “Aquí todas vienen porque quieren y saben lo que quieren que les haga, que a nadie la obligo a venir”.

En el “márketing” del poder, los políticos dicen a la gente lo que ésta quiere oír. No deja de llamarme la atención el profundo y rápido declive moral de la sociedad española, en tan poco tiempo, tras el advenimiento de la democracia. A veces da la impresión de que los españoles identificaron de repente valores morales como fidelidad, compromiso, lealtad, deber, esfuerzo, límites, honradez, veracidad y autocontrol como imposiciones sin sentido propias de la dictadura, que murieron con la misma dictadura. Llegados al régimen democrático los españoles querían hacer “lo que les diera la gana”, sin límites y sin consecuencias negativas de sus conductas. El dinero pasó a ser la medida de todo y el egoísmo se disfrazó de derechos, tras el eufemismo de un estado llamado de bienestar, en el que todos mis problemas son responsabilidad de los otros, que tienen la obligación de resolvérmelos, más que yo mismo. Divorcio, promiscuidad, consentimiento sexual a los 13 años, aborto, homosexualismo, inseminación de donante anónimo en mujeres solas a cualquier edad, ... El matrimonio y la familia han sido, quizás, las instituciones que más alteración han sufrido, hasta ahora. No hay más que ver el brusco descenso de los índices de natalidad a partir de los últimos años setenta, cuando se aprobó la actual Constitución.

El modernismo se permite, en su pedantería, despreciar lo tradicional sólo porque es antiguo, y con el mayor de los “esnobismos” está ansioso de novedades, como los griegos del aerópago en tiempos de San Pablo. Un circo y a ver quién da más...

La sociedad occidental, y en ella nosotros, está reviviendo desde hace algún tiempo su propio pecado original. El hombre moderno cree no necesitar a Dios, lo ha arrojado de su vida y se ha puesto en su lugar para decidir por sí mismo lo que está bien y lo que está mal. Ya no quiere la Ley de Dios, sino hacer lo que le apetece y ha convertido el pecado en derecho: No cometerás adulterio, sustituído por el derecho al divorcio; No matarás, por el derecho al aborto; No mentirás, por el derecho a defenderme...y así con todos los demás mandamientos. En su opulencia se ha engreído ante Dios y desprecia su Ley.

Sin una ética religiosa, que fundamenta el Bien y el Mal en la Ley de Dios, externa al hombre e inmutable y que aunque pueda transgredirla, no puede cambiarla a su conveniencia, la conciencia individual deja de ser el motor de los actos humanos y en su lugar sólo quedan la conveniencia transitoria y circunstancial, el interés y el miedo a la fuerza. Por eso me planteo una y otra vez si es posible la supervivencia de nuestra sociedad si no vuelve a la ética cristiana o si, por el contrario, la cacareada ética de consenso, en definitiva la no-ética, la conducirá a su autodestrucción, la expulsión del paraíso.

Saludos.



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LA

Un saludo, Winston, feliz año nuevo y gracias por participar.
19/01/11 2:12 AM
  
Ano-nimo
Winston:

Te deseo a tí y a los tuyos un feliz y próspero 2011. Estoy encantada de verte de nuevo.

Un cordial saludo.
19/01/11 11:32 AM
  
Winston Smith
Muchas gracias por vuestros buenos deseos, Ana_MS y Luis. Últimamente no dispongo de mucho tiempo para “navegar” por la “blogosfera”, pero la crisis moral en Occidente es un tema que me apasiona y aquí estoy, malo para resumir y bueno para enrollarme, como es habitual en mí.

Al hilo de mi comentario anterior, es interesante analizar cómo se ha originado el relativismo moral que ha inundado nuestra sociedad en tan poco tiempo.

Aunque algunos lo defienden así, yo no creo que sea una concepción filosófica, una ideología desde la que se pretende reconstruir o transformar la sociedad. Más bien se trata de un simple modo de justificar el uso de medios que la moral pública reprueba en un momento determinado, para hacer lo que nos apetece, cosa que puede también ser reprobable; en definitiva, un modo de convertir el pecado en derecho. De hecho, terminado el proceso, “asentadas y normalizadas” las nuevas verdades, el poder político las defiende como un absoluto dogmático.

La causa que pone en marcha el relativismo ético no es otra que el engreimiento del hombre occidental en su opulencia y su ciencia, que dice no necesitar a Dios y lo aleja de su vida y de su corazón, llenándolo con su propio egoísmo. “Soberbia y hartura de pan”, que diría el profeta Ezequiel, 16,49.

A partir de ahí, el instrumento que lo extiende por el tejido social podríamos llamarlo algo así como “consecuencialismo”, y con ello me refiero a ese mecanismo sicológico intuitivo que empleamos de forma espontánea para valorar la bondad o maldad de nuestros actos.

De hecho, los drásticos cambios de la moral pública española que ayer mencionaba operaron en la mente de los ciudadanos como un mecanismo de “tanteo y retracto”, que finalizó en su aceptación general tras la experiencia colectiva de que no pasaba nada, de que no hay consecuencias indeseables, molestas ni perjudiciales para los transgresores morales, al menos a primera vista.

Antes del cambio político, las leyes se inspiraban en un modelo de moral pública más rígido, que castigaba muchas de las conductas inmorales. Si uno abandonaba a su esposa y se enredaba en relaciones de infidelidad, podía ser denunciado y sancionado. Si un abortero practicaba abortos clandestinos podía ser detenido y encarcelado,... Es decir, la transgresión moral tenía consecuencias perjudiciales para el transgresor, “pasaban cosas”, no quedaba impune, ... En el inconsciente colectivo se consolidaban como actos malos que no se podían hacer.

Y eso cambió, y ya se pueden hacer, y no pasa nada, no me produce perjuicio alguno, los tiempos han cambiado, ahora somos modernos y avanzados, lo anterior es antiguo y trasnochado...

Si esa exigencia moral anterior hubiera estado originada en la conciencia individual fundamentada con convicción en la ética cristiana, las nuevas leyes contra-morales habrían quedado en papel mojado y las costumbres y modelos de convivencia no habrían cambiado de forma apreciable.

La realidad ha puesto de manifiesto que la conducta moral de muchos ciudadanos obedecía exclusivamente al temor de las consecuencias de su transgresión, por eso la abandonaron masivamente en cuanto se aseguraron de que al hacerlo “no pasaba nada”, porque “ya se podía hacer”, y, por lo tanto, no estaba mal y encima era “más moderno”.

19/01/11 10:35 PM
  
Winston Smith
Desde la expulsión de Adán y Eva del Edén, han sido numerosísimas las crisis morales de este tipo que se han declarado en el Pueblo de Dios. “No hay nada nuevo bajo el sol”, que nos diría el libro del Eclesiastés en su capítulo 1.

En el desarrollo histórico del pueblo judío, el autor bíblico nos muestra cómo una y otra vez se suceden dolorosos períodos para Israel cuando se olvida de Dios, con otros dichosos cuando humilde, abatido y arrepentido, vuelve sus ojos a Él, tras el desastre social. Un largo ciclo de dicha y sufrimiento en el que la arrogancia de una generación que vive en la abundancia conduce a la destrucción del pueblo, y la humillación de un “resto” que vuelve sus ojos a su Creador, le devuelve la salvación, su restauración.

Esto queda magníficamente descrito en el texto de Nehemías 9,25-37:

“Conquistaron fortalezas y una tierra fértil; poseyeron casas rebosantes de riquezas, pozos excavados, viñas y olivares, y abundantes árboles frutales; comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos. Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu Ley a las espaldas y asesinaron a tus profetas, que los amonestaban a volver a Ti, cometiendo gravísimas ofensas.

Los entregaste en manos de sus enemigos, que los oprimieron. Pero en su angustia clamaron a Ti, y Tú los escuchaste desde el cielo; y por tu gran compasión les enviaste salvadores que los salvaron de sus enemigos.

Pero al sentirse tranquilos hacían otra vez lo que repruebas; los abandonabas en manos de sus enemigos, que los oprimían; clamaban de nuevo a Ti, y Tú los escuchabas desde el cielo, librándolos muchas veces por tu gran compasión. Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar.

Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.
...
Ciertamente, nuestros reyes, príncipes, sacerdotes y padres no cumplieron tu Ley ni prestaron atención a los preceptos y avisos con que los amonestabas. Durante su reinado, a pesar de los grandes bienes que les concediste y de la tierra espaciosa y fértil que les entregaste, no te sirvieron ni se convirtieron de sus malas acciones.

Por eso estamos ahora esclavizados, esclavos en la tierra que diste a nuestros padres para que comieran sus frutos excelentes. Y sus abundantes productos son para los reyes a los que nos sometiste por nuestros pecados, y que ejercen su dominio y su arbitrio sobre nuestras personas y ganados. Somos unos desgraciados.”


Como tantas veces ha ocurrido, el abandono de la Ley de Dios tendrá, ya las está teniendo, consecuencias dolorosas, destructivas, para nosotros mismos. Entonces, cuando las hayamos experimentado, la vuelta a la ética cristiana será el inicio de nuestra restauración social. Estoy convencido de que sin la ética religiosa la sociedad humana no tiene futuro en términos de justicia, igualdad, fraternidad, respeto y libertad. Sin ella se convertirá en una sociedad de esclavos, violenta y represora, de dominadores y sometidos.

Saludos.
19/01/11 11:34 PM
  
José María Iraburu
Mu bueno, re-bueno el post.
Gracias a ti. Y sobre todo:
Deo gratias!
20/01/11 10:07 AM
  
Luis I. Amorós
Winston

Ciertamente, nuestra sociedad sufre un cierto síndrome de contemporaneidad, que le lleva a creer que todo lo actual es nuevo, y que es definitivo, despreciando lo antiguo por viejo. Has hecho un buen resumen de cómo la Biblia, particulamente el antiguo Testamento (no en vano hay un libro en él llamado "Sabiduría") nos advierte de lo que les pasa a los que se fían de sus riquezas y su ciencia y desprecian a Dios. También Cristo lo recordó a propósito de la parábola del rico terrateniente que dormía confiado en sus riquezas, y alabó a Dios porque las cosas importantes las había revelado a los sencillos de corazón, y no a los sabios. Es un recordatorio importante, y agradezco tu participación.


Padre Iraburu

Gracias por su amabilidad; como bien dice, lo bueno es obra de Dios, porque yo aquí no invento nada que no se sepa, o no se haya dicho ya. Laus Deo
20/01/11 9:48 PM
  
Winston Smith
“...el antiguo Testamento (no en vano hay un libro en él llamado "Sabiduría") nos advierte de lo que les pasa a los que se fían de sus riquezas y su ciencia y desprecian a Dios...”

Sí, Nachet... Pero somos tercos y duros de corazón y desoímos esas advertencias.

Ayer, frente al abortorio meditaba sobre esto contemplando la sordidez del triste espectáculo que ofrecían las muchas mujeres que ayer acudieron a deshacerse de la vida que llevaban dentro. Esperaban afuera su turno riendo y fumando con sus acompañantes, como si estuvieran en la cola de la taquilla de un cine... Eran todas muy jóvenes, pero no adolescentes, y destacaba la presencia de dos hombres más que maduros, de la cincuentena, con el aspecto de esas personas que se las dan de “tolerantes”... Y seguían los corrillos y las risas mientras unas entraban y salían del antro de Herodes, supongo que para controlar a las que iban por delante... En frente, nosotros, con las avemarías de nuestro Rosario y nuestra pancarta con la imagen de María y el “bendito sea el fruto de tu vientre”, con la tristeza en el rostro y reconociendo con nuestras oraciones la dignidad personal de los que pasaban de la vida a la muerte sin haber tenido nombre, parecíamos desentonar... Cualquiera hubiera pensado que los que íbamos a abortar éramos nosotros... Lo digo por aquella demagogia teatral y sensiblona que hablaba del peligro grave para la vida de las madres, o de las pobres mujeres violadas...

Una mujer madura, cuarentona, salió en compañía de una joven. Ésta se quedó en conversación con otras, y la mujer se refugió en un portal cercano, donde encendió un cigarrillo que fumaba con ansiedad y nerviosismo. Sostenía en una mano el sobre color sepia... Habría aborto... Pero no para ella, sino para la joven, su hija. La señora dijo que no podía más, que ya estaba criando una nieta, (no sabría decir si se refería a esta hija o a otra), y que no había sitio para ninguno más en la casa... ¡Qué paradigma del progresismo, de la sociedad avanzada y del estado del bienestar! Los políticos promoviendo los "revolcones" entre los hijos de los demás, "sexo seguro", y cuando viene el embarazo, la "protección social" termina llevándolos a las puertas de un abortorio para arrancarles una vida a pedazos, sin que nadie pregunte ni siquiera porqué... ¡Qué orgullosos estarán los políticos con la felicidad, las soluciones, el apoyo y la ayuda que están proporcionando a los ciudadanos!

Ayer no vi a ninguna de esas sudamericanas que entran y salen cabizbajas, como avergonzadas. Un joven esperaba inquieto a que saliera su pareja del abortorio, entrando y saliendo cada pocos minutos de un todoterreno BMW. Éste no será por problemas de dinero, pensé...

Realmente patético el rumbo de la sociedad que pierde la ética de la fe en Dios y la cambia por una moral de conveniencia. Embrutecimiento y salvajismo, esclavitud y servilismo de las pasiones más viles, propias o de otros, deshumanización y egoismo, un egoísmo atroz y salvaje que mata lo más íntimo, un egoísmo que está por encima de todas las cosas... ¿Dónde queda el Amor?

Saludos.
21/01/11 2:08 AM
  
Ano-nimo
Winston:

"Esperaban afuera su turno riendo y fumando con sus acompañantes, como si estuvieran en la cola de la taquilla de un cine... Eran todas muy jóvenes, pero no adolescentes... Y seguían los corrillos y las risas mientras unas entraban y salían del antro de Herodes, supongo que para controlar a las que iban por delante...".

Yo ya no me lo explico; me encuentro de nuevo con el propio estupor e incomprensión ante actitudes y hechos totalmente inhumanos. No me puedo explicar como es posible que ante algo tan horroroso como es el asesinato del propio hijo, se pueda estar riendo y tan tranquilas. Me recuerda el tema de Auschwitz. No lo comprendo, no lo puedo entender. Sí, ya sé lo efectivos que pueden ser los medios propagandísticos, pero aún así siempre he pensado que la conciencia no era tan manipulable pese a todo. Me equivoqué.

Y si esto pasa con un tema tan tremendo, ¿qué nos puede extrañar que en otras cuestiones "menores" ocurra lo que ocurre (y lo que nos quedará por ver)?. ¿El Amor?; el Amor no es "rentable", implica sacrificio, generosidad, responsabilidad, etc...valores y actitudes que nuestra sociedad ha tirado por la ventana. La verdad es que una sociedad así más vale que desaparezca.

Un cordial saludo.
21/01/11 10:32 AM
  
Vicente
el matrimonio es lo que Dios ha dispuesto que sea y no lo que las mayorías decidan...
22/01/11 2:06 PM
  
JCA
Uno de los problemas que aparecen en España con que el matrimonio canónico tenga efectos civiles es en los matrimonios de viudos jubilados. Salió en la prensa un caso de un sacerdote que casaba jubilados (para evitar el amancebamiento) pero no comunicaba al registro civil para que no repercutiera en las pensiones de jubilación. Hoy por hoy, es un fraude de ley.

Nota histórica: López Aguilar probablemente también ha sido otro ministro masón; se le ha visto en tenidas blancas en Canarias. Claro que con la inflación de masones en las islas me temo que pronto sólo podrán repartir prebendas en puestos de camareros o limpiacristales.

http://www.hispanidad.info/tenidablanca.htm

Francisco Fernández Ordoñez era el socialdemócrata de UCD, y malas lenguas afirman que, además, el topo del PSOE en ese partido (de hecho, sin dejar el escaño, montó el PAD, que se adhirió posteriormente al PSOE con el hundimiento de UCD). Se dice que pertenecía a la Sociedad Fabiana.
22/01/11 4:55 PM
  
Winston Smith
Hoy he estado de nuevo dando testimonio frente al abortorio. Llovía y hacía frío. Éramos cuatro y nos protegíamos con nuestros paraguas. Pero hoy vengo contento. Para empezar, hoy había muy poca gente en el antro de Herodes, y esto siempre anima, no como el otro día...

Y hoy se percibía más humanidad, aunque no sé si este término es compatible con la brutalidad de un aborto querido y provocado...

Una mujer, acompañada de su pareja, que entró antes de mi llegada, mostraba, me decían, un gran desasosiego por lo que iba a hacer, habló con mis compañeros, pero finalmente entró. A su salida, ya estaba yo, la pareja hacía grandes aspavientos con las manos para que no nos acercáramos a ella... También damos información para ayuda en caso de crisis de remordimientos tras un aborto voluntario, pero mis compañeros desistieron.

Salió otra pareja de edad madura, cerca de los cuarenta, calculo. Salieron del herodiato con la cabeza baja, evitando nuestra mirada, y se alejaron bajo la lluvia, sin paraguas, uno detrás de otro, siguiéndose, con paso pesado. Al cabo de los minutos pasaron con su coche frente a nosotros y, para nuestra sorpresa, la mujer, que era la que conducía y pillaba de nuestro lado, tocó el claxon mientras pasaba, alzando una mano con su palma abierta hacia nosotros, para darnos un saludo...

¿Por qué? He querido pensar que finalmente no ha querido abortar y nuestra presencia la ha ayudado a enfrentar lo que realmente estaba haciendo... Probablemente tras la culpa inicial haya venido una liberación... y de ahí el saludo... Desde luego no se reía de nosotros, como otros hacen al pasar, eso es seguro... Aunque mi versión pueda ser excesivamente optimista, prefiero creérmela...

Al acabar, mientras caminábamos, M y L se autoinculpaban por no saber expresar con acierto el mensaje que intentan transmitir a las mujeres en trance de abortar... Parece como si pensaran que a última hora dependiera de ellas el que se produzca el aborto o no y que ocurre en parte porque no saben decir lo que tendrían que decir...

El cuarto asistente era nuevo y mientras nos acercábamos a los coches le pregunté si era la primera vez que daba testimonio contra el crimen del aborto. Me dijo que acababa de cambiar de destino en su profesión, que por eso estaba en nuestra localidad y que estar ahí era algo que él necesitaba: -‹‹Necesito hacerlo, necesito no quedarme al margen de esto, como si no fuera conmigo, como si me diera igual... Lo necesito por mí mismo››.

Y cuando he llegado y he abierto la página de InfoCatólica me ha reconfortado leer la noticia sobre la gran manifestación en contra del aborto en Washington, en el triste aniversario del caso “Roe vs Wade”...

Hoy no ha sido un día tan malo, y me alegra contártelo, Ana_MS.

Saludos.
26/01/11 9:48 PM
  
Ano-nimo
Winston:

Muchas gracias por tu testimonio y por el ejemplo que estas dándonos a todos en la lucha contra el aborto. Creo que las crónicas que nos haces son muy importantes, ya que nos muestras que de la misma manera que existen días descorazonadores, sin embargo también están aquellos en los que se ven resultados.

Es más, aunque solo se salvara una vida, aunque una sola de esas mujeres diera marcha atrás, toda la lucha y fatigas que pasais, merecerían la pena.

Un cordial saludo.
28/01/11 10:11 AM
  
CCCP
Excelente artículo. Lo copio y me lo guardo.

Lamento llegar tarde al debate; tampoco he podido leerlo entero. Echo en falta consideraciones sobre los EFECTOS SOCIALES de una u otra concepción del matrimonio. Voltaire, tan entusiasta de la relatividad histórica de las concepciones morales, ¿tiene alguna idea, por ejemplo, sobre la conexión entre la progresiva desaparición del matrimonio [divorcios y parejas de hecho] y el hundimiento de la natalidad? ¿Sabe algo Voltaire sobre los efectos psicológicos y educativos del divorcio y la desintegración familiar sobre los niños? ¿Sabe Voltaire que, si tiene menos de 50 años, se va a quedar sin pensión de jubilación porque a la gente no le da la gana de tener hijos? Y no tienen hijos porque no se casan, porque no creen en la sostenibilidad de un compromiso personal vitalicio.

29/01/11 1:40 PM
  
Winston Smith
Me alegra mucho leerte de nuevo, CCCP, y ver que tus comentarios son siempre muy directos y tienen fuerza y vitalidad.

“Y no tienen hijos porque no se casan, porque no creen en la sostenibilidad de un compromiso personal vitalicio.“

Y porque se creyeron, por su propia conveniencia, las mentiras de muchos charlatanes que les ofrecieron un falso paraíso aquí en la Tierra, en el que la felicidad consiste en hacer lo que a uno se le antoje, lo que “le dé la gana”, derribando límites naturales y morales. Y metieron a Dios en el desván de los trastos inservibles.

Quisieron olvidar que la infelicidad de las relaciones humanas tiene sus raíces en el egoísmo y apostaron por éste, disfrazándolo de derecho, en perjuicio de aquéllas, a las que hicieron responsables. Así, el matrimonio adquirió tintes “carcelarios” y obsoletos, mientras el divorcio, el adulterio, y las relaciones de “usar y tirar” se entronizaban por el modernismo con aroma de derecho y libertad. Ingenuos... ¿A quién hemos hecho daño si no es a nosotros mismos y a los que más habríamos debido querer? ¿Cuánto sufrimiento silencioso detrás de las traiciones, las infidelidades y los divorcios? ¿Y los hijos tenidos y los que no se tuvieron? Dolor, desdicha, desconfianza y miedo... Esto es lo que estamos recogiendo por haber cambiado el amor para toda la vida por un sucedáneo con fecha de caducidad.

La Ley de Dios, sus Mandamientos, no es una ley arbitraria inventada por Él para tener un motivo de castigo cuando la transgredimos... Él es nuestro Creador y sabe cómo “funcionamos”, por eso sus preceptos son normas “que dan la vida al hombre si las cumple”, Neh 9, o, lo que es lo mismo, su incumplimiento produce infelicidad, dolor y muerte.

La mayoría de la gente identifica legal y bueno, de ahí el efecto pedagógico de las leyes. Cuando la ley humana legaliza el pecado, muchos dejan de verlo malo, porque ya “no pasa nada” por cometerlo. Esto es un verdadero “magma” escandalizante que ha producido una quiebra moral en muchos.
29/01/11 7:59 PM
  
Winston Smith
¿Y Dios? Me he preguntado a menudo... ¿También Él va a permitir que no “pase nada”? Esto no me lo he preguntado en relación con el castigo de quienes inducen a pecar, sino con la defensa de los que van a ser inducidos desde el poderoso aparato de un estado. Si la conducta pecaminosa tuviera consecuencias visibles la gente no se dejaría engañar...


Sé que todos tenemos el Evangelio, que la Iglesia no ha cambiado su doctrina y la proclama, que si no hacemos caso de Moisés y los profetas tampoco lo haríamos aunque un muerto resucitara, tal como Abrahán le dijo al rico Epulón,... pero... por ejemplo, a Tomás le mostró sus heridas para que las tocara, a Pedro le soltó las cadenas en la cárcel,... ¿Es que no va a actuar para que no nos perdamos, mientras nos queda tiempo en esta vida terrena?

Y sí. He llegado a la conclusión de que sí... Dios actúa para que nos corrijamos... Siempre lo ha hecho a través de la historia del hombre... Pero es difícil apreciarlo porque es difícil conjugar nuestra libertad, su corrección y las consecuencias de nuestro pecado, y esto determina una escala de tiempo muy diferente entre nosotros y las actuaciones de Dios. La inmediatez que yo le reclamaría tendría más que ver con el castigo que con la invitación a la corrección.

Esto se ve claro, por ejemplo, en esta lectura del libro de Nehemías,

“comieron hasta hartarse y engordaron y disfrutaron de tus dones generosos... Pero, indóciles, se rebelaron contra Ti, se echaron tu Ley a las espaldas... Los amonestaste para que volvieran a tu Ley, pero ellos, altivos, no obedecieron tus preceptos y pecaron contra tus normas, que dan la vida al hombre si las cumple. Volvieron la espalda con rebeldía; tercamente, no quisieron escuchar.

Fuiste paciente con ellos durante muchos años, tu Espíritu los amonestó por tus profetas, pero no prestaron atención y los entregaste en manos de pueblos paganos. Mas por tu gran compasión no los aniquilaste ni abandonaste, porque eres un Dios clemente y compasivo.”


Finalmente, la conducta del hombre que abandona la Ley de Dios tiene consecuencias que le enfrentan a su propia destrucción y, cuando se acerca a ese momento, vuelve de nuevo sus ojos a Dios. Claro que los ateos siempre dirán que simplemente los judíos fueron derrotados por un pueblo enemigo. Sin embargo, el pueblo judío comprendió desde su fe que el hecho histórico fue consecuencia de su abandono de Dios y se arrepintió.

El hombre de hoy, en nuestra rica y opulenta sociedad occidental, está reproduciendo al pie de la letra la parábola del hijo pródigo. Abandonó a su Padre y está malgastando los bienes de su herencia en una vida de pecado. El hijo pródigo necesitó la hambruna para darse cuenta de lo que había hecho, arrepentirse y volver junto a su Padre.

Probablemente, las consecuencias que citas en tu comentario son parte de la “hambruna” a la que nuestro egoísmo nos está abocando... Pero démosle la bienvenida si nos va a hacer recapacitar y ponernos en camino a la casa del Padre.

Saludos querido amigo virtual, CCCP.


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LA

Aunque el mensaje no va dirigido a mí, a propósito de lo que escribes, no puedo evitar recordar la lectura de la oración de hoy, los versículos 1-9 del capítulo 33 del libro de Ezequiel. Yahvé suscita al pueblo profetas para que adviertan al pueblo de que atraen sobre sí el castigo a sus maldades. Si cumplen su misión, pueden lograr la conversión del pueblo, pues para eso los suscita Yahvé. Si el pueblo no quiere escuchar, sobre él recaerá la responsabilidad de atraer el castigo, y el profeta quedará eximido de responsabilidad. Pero si el profeta ve llegar el castigo, y por debilidad o miedo no quiere advertir al pueblo (recuerda el caso de Jonás), entonces a él también se le pedirán cuentas de las almas perdidas.

Todos los cristianos conocemos las advertencias de los profetas. Tal vez hoy debamos ser nosotros los profetas que adviertan al pueblo (español, en este caso), desde el cardenal primado hasta el último de los cristianos. Sin imponer, pero sin callar por miedo al mundo. Dios no nos pedirá ni más, ni menos.

Saludos
29/01/11 8:03 PM
  
Winson Smith
Mi comentario también es para ti, Nachet, me gusta conversar contigo. A CCCP hacía tiempo que no lo leía y me ha alegrado encontrarle.

Es cierto lo que editas: Debemos dar testimonio cristiano, todo lo demás viene por añadidura. Nuestra sociedad comenzará su restauración cuando recupere la ética cristiana. Sin ella está abocada a la ley de la selva.

Saludos.
30/01/11 1:04 AM
  
CCCP
Muchas gracias, Winston Smith. Me alegra mucho volver a leerte también.

Me parece muy acertado todo lo que has puesto en estos posts. Respecto a lo que dices sobre que "su incumplimiento produce infelicidad, dolor y muerte" ... me llamó la atención una observación de Antonio Arcones (editor de "Ciudadela") en el debate de Lágrimas en la Lluvia (el programa de Juan Manuel de Prada) el pasado viernes. Dijo algo así como que el Estado de Bienestar había contribuido a la crisis de la familia al "impedir que las conductas privadas cosechen sus recompensas y castigos naturales". Es decir, el Estado del Bienestar (Estado paternalista) de alguna manera suple a la familia, supliendo sus carencias: acude a sostener a la mujer abandonada, a los niños sin padre, etc. De esta forma, no puede sorprender que las familias fracasen cada vez más. Fracasan porque saben que se pueden permitir fracasar: el Estado interpone una red de seguridad que impedirá que nadie se estrelle totalmente (aunque los daños psicológicos y emocionales quedan ahí). El padre abandonador sabe que sus hijos no morirán de hambre: papá Estado suplirá al papá de verdad ...

La gran paradoja es que, al contribuir de esta forma indirecta al deterioro de la familia, el Estado del Bienestar está cavando su propia tumba. Familia rota = natalidad baja = envejecimiento de la población = insostenibilidad a medio plazo del Estado del Bienestar. ¿Quién pagará las pensiones y la sanidad de aquí a 20 o 25 años, en un país que ha renunciado a tener hijos? ¿Cómo es que no es esta la GRAN CUESTIÓN que preside el debate político? ¿QUé hacemos hablando de un "cambio climático" que, de producirse, no hará notar sus efectos hasta 100 años después?

Hablar de la supuesta catástrofe climática (dentro de 100 años) es políticamente correcto; hablar de la mucho más segura catástrofe demográfica (dentro de 25 años) es tabú. ¿¿¿Por qué???
30/01/11 1:20 PM
  
Ano-nimo
Si se me permite...: CCCP, no creo que la ayuda a la mujer abandonada o el impedir que los niños mueran de hambre tenga mucho que ver con la baja natalidad. Esto último más bien es consecuencia del clima de hedonismo y egoísmo de nuestra sociedad, así como del derrumbe de los valores tradicionales en torno a la familia que han sido sustituidos por otras cosas como por ejemplo el dinero y consumismo. Seamos sinceros, muchos matrimonios antes renuncian a tener hijos que a las vacaciones en Thailandia (y ya se sabe que con dos sueldos para un par de personas, siempre se podrá consumir más y mejor que con uno para cinco).

Un cordial saludo.
30/01/11 4:13 PM
  
Winston Smith
Coincido con Ana_MS en su apreciación sobre el egoísmo hedonista como causa fundamental de la baja natalidad, pero no sólo en su manifestación en los matrimonios, sino, y más fundamentalmente a mi modo de ver, en el cambio de modelo de la relación hombre-mujer y de la sexualidad que ese egoísmo y el abandono masivo de la moral cristiana han propiciado. Hoy, hombre y mujer se relacionan desde la base de individualismos irrenunciables, más que sobre la base de un proyecto de vida común. Su relación tiende a ser efímera y provisional y la sexualidad no va ya unida a un amor para toda la vida, según el modelo cristiano, sino que se orienta a un “disfrute consensuado” más o menos esporádico y promiscuo, sin compromiso.

En este tipo de relación los hijos “no caben”, salvo error u omisión, porque, obviamente, un hijo compromete y condiciona la vida durante muchos años, y no es cuestión de “cargar con él una sola”.

En cuanto a que el estado del bienestar puede suplir a las familias supliendo sus carencias me parece algo obvio en una sociedad cristiana y desarrollada, precisamente porque pretendemos ordenarnos con un orden moral, no por la ley de la selva, en la que éxito y fracaso sólo dependen del mérito individual. No creo que esto sea la causa de la baja natalidad, más bien al revés...

El problema está, y creo que en esto es en lo que coincido contigo CCCP, que las actitudes egoistas e inmorales están abusando de la protección social que costean todos los ciudadanos “colaboradores” para financiar descaradamente el “parasistismo” de otros que, respecto de los demás, sólo tienen derechos y nunca obligaciones ni responsabilidades. Hay determinados modos de vida, opciones, que se van extendiendo en la sociedad, que generan más y más cargas a los demás sin prestar una contribución solidaria, simplemente porque no quieren asumir responsabilidad alguna ni consecuencias de lo que hacen, modos de vida en los que los hijos están excluídos, personas que “cuentan” con los hijos de los demás para las pensiones de su vejez.

Pero esto es algo tan antiguo como la fábula de la cigarra y la hormiga... La cigarra tiene derecho a tocar la guitarra durante el verano, y, en el invierno, cuando hace frío y hambre, la hormiga tiene la obligación de alimentarla con la comida que ella recogió mientras la otra cantaba. El problema es realmente grave cuando los que mandan en el bosque son las cigarras...

Saludos.

31/01/11 2:50 AM
  
MOZARABE
Luis Ignacio no se agote tanto con este extenso artículo. El matrimonio está antes que el matrimonio cristiano porque es una realidad de derecho natural. Lo que ocurre es que ganó Zerolo porque así pensaba que fastidiaba más a los Obispos, pobre hombre el tal Zerolo, sólo muestra su propio fracaso como creyente y confunde el matrimonio como sólo algo religioso.
04/02/11 12:52 AM

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