Si duerme, sanará
La cesación de la vida humana y de las funciones vitales que provocan la muerte celular, es un proceso mucho más difuso que el de su comienzo. Mientras concepción y parto son hechos concretos, la muerte de un individuo cada vez más raramente es un acto inmediato.
La definición tradicional en medicina forense venía ligada a la falta de oxígeno en sangre, provocadora de la muerte irremediable de todos los tejidos (los menos resistentes a la anoxia son precisamente los neuronales), provocando señales clásicas de fallecimiento como las livideces cadavéricas o la rigidez muscular. En consecuencia, todo el mundo acababa muriendo por asfixia o por parada cardíaca (la sangre dejaba de distribuir el oxígeno). Desde la introducción de sistemas de soporte vital cardiorrespiratorios (principalmente la intubación traqueal, el respirador artificial y el masaje cardíaco), que pueden remontar e incluso mantener indefinidamente su función, ese concepto ha debido ser revisado. Aunque siguen existiendo muertes inevitables, como los traumatismos severos en los accidentes graves, o el fallo multiorgánico en un shock séptico, por poner sólo dos ejemplos, cada vez es más frecuente encontrarnos con personas enfermas que quedan en una situación “intermedia”, al haber sido asistidas con tiempo, y recuperada la función cardiovascular. En estos casos, la definición de muerte se establece en base al fallo encefálico.
Ante todo, hemos de tener en cuenta que el cerebro está formado grosso modo por dos partes principales:
A) la corteza cerebral (formada por la materia gris y la blanca), encargada de todas las funciones llamadas vulgarmente “superiores”, dividida en la neocorteza (raciocinio, memoria, sensibilidad, motricidad y voluntad) y la arquicorteza o hipocampo (instintos, reacciones automáticas)
B) el tronco del encéfalo, el gran centro de enlace del cerebro con el resto del sistema nervioso; controla los reflejos y automatismos del cuerpo: regulación de respiración, latido cardíaco o temperatura, entre otros muchos.
El primer indicador de fallo cerebral de que dispone el médico es el estado de consciencia del individuo, que se deteriora progresivamente en diversas etapas (confusión, somnolencia, estupor) hasta llegar al coma. De forma muy genérica, podemos decir que en el coma el paciente no muestra ninguna actividad de la corteza, medida en la reacción a estímulos de tipo sonoro o doloroso, pero conserva los automatismos que anuncian la indemnidad del tronco de encéfalo cerebral. Una forma eficiente de medirlo es visualizar la reacción de la pupila al estímulo lumínico (o su ausencia); igualmente se pueden comprobar los reflejos oculares o las posturas de miembros del paciente, que nos orientarán a una lesión cortical o troncoencefálica. La escala de Glasgow es el test más comúnmente empleado para llevar a cabo la gradación.
Las causas de fallo cerebral son múltiples, desde la leve y transitoria de una hipotensión aguda, hasta trastornos cardíacos, diabetes severa, infecciones, traumatismos, y sobre todo enfermedades vasculares encefálicas (infartos o hemorragias cerebrales). La confianza en que un paciente pueda recuperar las funciones dañadas dependen de múltiples factores, desde la causa del fallo, el estado basal, la edad, la precocidad en la instauración del tratamiento, el tiempo transcurrido… podemos afirmar que en definitiva son la experiencia y el tino del neurólogo o del intensivista las que nos pueden dar un pronóstico, confirmando que de todas las ciencias, la medicina es la menos exacta y la más “artística”.
Habitualmente se considera que dos registros de la actividad cerebral nulos, medidos con un electroencefalograma, en un intervalo de 6-8 horas son signo de muerte cerebral (es decir, lesión irreversible de corteza y tronco de encéfalo). Como ocurre habitualmente en medicina, hay excepciones, y cuando la causa del coma es la intoxicación (metabólica, tóxicos exógenos o metabólicos) o la hipotermia (congelación), está demostrado que existe la posibilidad de recuperación de las funciones cerebrales en un plazo mayor.
Por otra parte existen síndromes sumamente raros que pueden simular una muerte cerebral, como el seudocoma o síndrome locked in o el mutismo acinético. Aunque un neurólogo experto podrá diferenciarlos correctamente, siempre existe margen para el error.
En caso de duda, se practican desde arteriografías cerebrales, para comprobar la ausencia de riego sanguíneo local, hasta la Resonancia Magnética Funcional o el SPECT, pruebas de imagen que tratan de medir la funcionalidad del tejido cerebral de diversos modos. Todo esto no nos dice otra cosa que los medios de los que disponemos son aún rudimentarios. Podemos certificar la muerte cerebral con un elevado margen de confianza, pero no la podemos asegurar.
Como ocurre en la naturaleza, las zonas fronterizas son borrosas y conflictivas. ¿Qué hacer en aquellos casos en que la corteza cerebral no muestra signos de actividad pero el tronco de encéfalo sí, es decir, cuando “medio cerebro” parece muerto, y el otro no?
Clásicamente, al fallo de la corteza con indemnidad del tronco encefálico se le ha asociado al síndrome clínico del coma.
1) Cuando el coma se prolongaba durante más de tres meses, al enfermo se le clasificaba como “estado vegetativo persistente” (EVP), también llamado ocasionalmente “coma vigil”, un término propuesto por Jennett y Plum en 1972, y adoptado en la Asamblea Médica Mundial (AMM) de Hong Kong en 1989; la definición incluía un pronóstico prácticamente irreversible a partir de 12 meses de estado mantenido. Aunque no se daban orientaciones éticas sobre el mantenimiento de las funciones alimentarias e hidratación, la AMM consideraba tan escaso el margen de error diagnóstico y pronóstico, que de facto equiparaba el EVP con la muerte cerebral. Por ejemplo, el ex-presidente de Israel, Ariel Sharon, se halla en estado vegetativo desde 2006. La experiencia hizo que la misma AMM de Santiago de Chile de 2005, decidiera desaconsejar esta definición por inexacta.
2) Y es que la experiencia durante los años 80, cuando se comenzó a prolongar artificialmente la vida de los pacientes en coma, permitió comprobar que un número no despreciable de ellos presentaba en su evolución una apertura espontánea de ojos con seguimiento de ciclos vigilia-sueño, aunque se mantenía la desconexión con el medio, demostrando que algunas áreas de la corteza presentaban actividad. Tras muchos debates por equipos multidisciplinarios, el Grupo de Trabajo de Aspen en 1997 postuló un nuevo término, que es empleado generalmente, el “estado de mínima conciencia”, en el que el paciente es capaz de interactuar con el ambiente, aunque sea rudimentariamente (por ejemplo responder afirmativamente o negativamente a una pregunta con un código previamente establecido, vg un movimiento).
Actualmente, esta es la definición aceptada pero, como vemos, es probable que en el futuro, conforme avance el conocimiento de los daños neurológicos, pueda modificarse. Vivimos en tiempos de descubrimientos capitales en ese campo y ninguna nomenclatura se puede considerar definitiva.
El diagnóstico diferencial entre vegetativos y mínimamente conscientes, o entre ellos y otras causas de coma prolongado es capital para poder averiguar si existen partes de la corteza que todavía funcionan, su cantidad, su grado de lesión y la existencia o no de autoconciencia y conciencia de lo que le rodea al paciente. La importancia de esta investigación es crucial, puesto que, aunque raros, continúan publicándose casos de pacientes que se recuperan del coma, normalmente por un diagnóstico de vegetativo persistente inexacto, debido a los medios todavía insuficientes que dispone la medicina moderna para llevar a cabo una diferenciación adecuada, y que los propios neurólogos reconocen. En ese sentido, con periodicidad se publican nuevos estudios con técnicas innovadoras que revelan un porcentaje de casos no despreciable, en los que el paciente catalogado como vegetativo en realidad conserva funcionalidad cortical de forma variable.
El aspecto puramente técnico del diagnóstico y el tratamiento es amoral, pero cuando aparece la disyuntiva de tomar un camino (por ejemplo abandonar o sustituir un tratamiento) que arriesga provocar la muerte o secuelas, el facultativo y la familia han de tomar decisiones libres.; de forma inevitable, ahí aparece la moral.
Las convicciones juegan un papel muy importante a la hora de tomar una decisión, y pretender obviar la importancia de la moralidad del médico y la familia cuando hacen una elección, amparándose en un falso cientismo, es negar la realidad. El Magisterio de la Iglesia es claro cuando se trata de abordar los casos de pacientes en estado vegetativo: deben ser tratados con la misma dignidad que cualquier otro paciente, mientras no se certifique la muerte cerebral, o por otras causas, como afirmaron la Academia Pontificia para la vida y la federación mundial de Asociaciones de médicos católicos.
Hay un punto concreto que puede generar suspicacias en torno al diagnóstico de muerte cerebral, y es el uso de órganos para transplante. La Iglesia católica considera que “el don gratuito de órganos después de la muerte es legítimo y puede ser meritorio” (CIC 2301), y establece las condiciones “El trasplante de órganos es conforme a la ley moral si los daños y los riesgos físicos y psíquicos que padece el donante son proporcionados al bien que se busca para el destinatario. La donación de órganos después de la muerte es un acto noble y meritorio, que debe ser alentado como manifestación de solidaridad generosa. Es moralmente inadmisible si el donante o sus legítimos representantes no han dado su explícito consentimiento. Además, no se puede admitir moralmente la mutilación que deja inválido, o provocar directamente la muerte, aunque se haga para retrasar la muerte de otras personas” (CIC 2296). Juan Pablo II afirmó el 29 de agosto de 2000 en su discurso al Congreso Internacional de la Sociedad de Transplantes que “merece especial reconocimiento la donación de órganos, realizada según criterios éticamente aceptables, para ofrecer una posibilidad de curación e incluso de vida, a enfermos tal vez sin esperanzas”. También Benedicto XVI en su discurso al Congreso Internacional “Un don para la vida. Consideraciones sobre la donación de órganos”, decía que era “una forma peculiar de testimonio de la caridad”, siempre que se hiciese consentida y libremente. En ese sentido, el discurso entero es muy clarificador. El 3 de septiembre de 2008, el Consejo Pontificio para la pastoral de la Salud reafirmó la doctrina de que una vez comprobada la muerte cerebral irreversible con los medios disponibles, era lícito la extracción de órganos, así como sustituir la función orgánica necesaria para preservar la vitalidad de esos órganos hasta su explante. En caso de que el diagnóstico de muerte cerebral sea dudoso, siempre se tratará al paciente como enfermo potencialmente recuperable. La doctrina católica en este punto no ha cambiado, sino más bien los medios de diagnóstico del grado de muerte cerebral, lo que convierte a la postura fuertemente prudencial del Magisterio como la más adecuada éticamente.
La legislación española, en el Real Decreto 426/1980, del 22 de febrero, en su artículo 10 estipula que para la extracción de órganos de un fallecido, con destino transplante, deberá realizarse en las unidades adecuadas, constatándose la muerte cerebral en la concurrencia, durante 30 minutos al menos, y persistencia durante más de 6 horas, de ausencia de respiración espontánea, ausencia de reflejos cefálicos, hipotonía muscular y falta absoluta de reflejo pupilar, así como un encefalograma demostrativo de ausencia de actividad bioeléctrica cerebral; estos signos se consideran insuficientes en situaciones de hipotermia o administración de drogas del sistema nervioso central. El certificado deberá estar firmado por tres médicos, entre ellos un neurólogo, y ninguno de ellos podrá formar parte del equipo que va a proceder a la obtención del órgano.
Esta definición no hace sino confirmar la definición médica de muerte cerebral como el fallo comprobado e irreversible de corteza y tronco de encéfalo conjuntos. Cuando existe actividad del tronco de encéfalo cerebral, y como hemos visto en algunos casos, actividad parcial de la corteza, no se diagnostica de muerte cerebral y por tanto, un paciente en estado vegetativo, entendido popularmente como coma, no es susceptible de extracción de órganos.
Por desgracia, las cosas no son tan sencillas, por la diferencia existente entre la gran demanda de órganos y tejidos para el tratamiento de enfermedades irreversibles, y la escasez de la oferta.
En los artículos 8, 9 y 11 del Real Decreto antes citado, la legislación española considera a todo paciente muerto un potencial donante (sistema de exclusión opcional), y solo se prohibe la extracción de sus órganos si él por escrito, o de palabra a un familiar o miembro del personal del hospital que así lo atestigüen, hubiese manifestado su voluntad en contra. Esa es una de las causas de que en nuestro país el índice de donaciones y trasplantes sea muy elevado comparado con otras naciones, ya que muchas legislaciones obligan a que el finado hubiese formalizado previamente su condición de donante (sistema de inclusión opcional).
Está documentada la extracción forzada de órganos a reos de muerte en China (comparecencia de Michael Parmly en el subcomité de Operaciones internacionales y Derechos Humanos en Washington, el 27 de junio de 2001 ). La UE ha admitido que se han dado casos de secuestros de niños en Ucrania para extracción de órganos, y la polémica ex-fiscal de la ONU, Carla Ponte, ha acusado también a los albano-kosovares de esta práctica con prisioneros serbios. Existe una completa red de tráfico de órganos internacional, que poco se ha investigado, y de la que poco se sabe. Obviamente, esta práctica está condenada por todas las legislaciones nacionales e internacionales.
Sin llegar a estos extremos, no se puede soslayar la tentación que algunos gestores sanitarios pueden tener de conseguir que esos casos “fronterizos”, donde no se halla actividad en la corteza con los medios actuales, sean considerados “muerte cerebral”, para aumentar la cantidad de órganos disponibles para trasplante, ya que existe una dramática limitación para el transplante con criterios de coste-eficacia. Los cristianos hemos de estar atentos para que la legislación en ese sentido, que ignora (no pocas veces de forma dolosa) lo que la medicina va descubriendo de los pacientes vegetativos o en estado de mínima conciencia, no sea presentada como un avance del progreso o una actuación compasiva con pacientes (incluyendo, obviamente, las legislaciones sobre eutanasia) lo que no es sino un homicidio. No deja de ser otra batalla, poco conocida, de la cultura de la vida contra la cultura de la muerte.
Dijo Jesús: Lázaro, nuestro amigo, está dormido, pero yo voy a despertarle. Dijéronle entonces los discípulos: Señor, si duerme, sanará. Hablaba Jesús de su muerte y ellos pensaron que hablaba del descanso del sueño. Entonces les dijo Jesús claramente: Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos allí. Tomás, llamado el Mellizo, dijo a sus compañeros: vamos también nosotros a morir con Él.
Jn 11, 11-16
_
Se permite la reproducción (inmodificada) parcial o total de este artículo, siempre que se haga de forma libre (lo que gratis recibisteis, gratis dadlo) y se haga constar el nombre del autor, la bitácora y el portal que lo aloja.
10 comentarios
Gracias por el artículo, que es muy interesante. Me preocupa una cuestión, ¿es seguro, totalmente seguro, al 100%, que un enfermo en estado de coma no sufre, no siente dolor -por ejemplo, una anciana de 90 y pico años cuya única enfermedad es la edad y que se muere en cuestión de un par de semanas y durante ese tiempo está en coma-?. ¿Seguro que no siente nada?.
Un cordial saludo.
Otra cuestión, ¿se pueden donar órganos que están duplicados en vida?. Por ejemplo, un riñón; si yo quiero donar ya, estando viva, un riñón a un familiar, ¿no lo puedo hacer?.
un cordial saludo.
-----------------------
LA
En medicina, lo único que es seguro al 100% es que algún día nos hemos de morir. Los pacientes en coma que se han recuperado, habitualmente no recuerdan nada. Algunos, con suficientes facultades cognitivas conservadas (en ese caso, incorrectamente calificados como vegetativos), pueden recordar algunos momentos o situaciones concretas (el paciente del artículo que enlazo en "pacientes que se recuperan del coma" era perfectamente consciente de todo lo que se decía alrededor, con la angustia de no poder comunicarse). En estos casos, el paciente sufrirá lo que sea susceptible de sufrimiento: por ejemplo, si le han puesto en mala posición, le molestará la parte del cuerpo incómoda, y si tiene dolor de cabeza, deberá pasarlo sin analgesia, si es a eso a lo que te refieres. En las unidades de cuidados intensivos hay protocolos de fisioterapia y de control de síntomas muy avanzados y perfeccionados para pacientes que no pueden comunicar sus necesidades (no sólo comatosos).
El tema de la donación en vivos está regulado en España por el real Decreto que enlazo (artículos 1 a 5), y también tratado ampliamente en sus aspectos éticos en el discurso de Benedicto XVI que enlazo.
Un cordial saludo
No, me refiero a cuando es irreversible y además está en casa, no en un hospital y se está muriendo. Lo pregunto por la siguiente razón, cuando se está ante un caso así, y además es una persona a la que se quiere, pues se piensa que está sufriendo y te acuerdas de la eutanasia, pero la duda surge cuando te das cuenta de que quizás sea verdad lo que dice el médico y que esa persona no está sufriendo y que no se trata de una mentira piadosa, por terrible que pueda ser todo el proceso de morirse. Así que realmente quien está sufriendo eres tú, y la eutanasia sería una manera de parar ese dolor propio. No sé si me explico, ¿el dolor de quién se intenta parar con la eutanasia?, por ello mi insistencia de si realmente la persona que está en coma de verdad, muriéndose, sufre.
Un cordial saludo.
-------------------
LA
No se pueden dar pautas precisas, depende de cada caso. El personal que atiende a enfermos terminales y en coma, tiene una serie de conocimientos y experiencia para saber el grado de padecimiento de un enfermo. Por ejemplo, el dolor provoca aumento de las pulsaciones, de la tensión arterial y sudoración. Los médicos y enfermeras especializados saben como y cuando tratar estos problemas, mucho mejor que los familiares.
En cuanto al sufrimiento moral, depende del nivel de conciencia. Si están inconscientes por completo, es como si estuvieran soñando, es decir, que no sufrirán más que cuando tenemos alguna pesadilla. Si tienen algún grado de consciencia, aunque sea escaso, es posible que tengan ese padecimiento moral.
Desde hace tiempo el código deontológico prescribe que el personal sanitario debe también acompañar y consolar al paciente en este campo de la mejor manera posible: explicando los actos que se van a realizar como si el paciente pudiera comprenderlos perfectamente, saludarles, contarles cosas agradables, hacerles sentirse lo más confortablemente posible, en una palabra. La familia además juega un papel muy importante, que no pueden llevar a cabo los sanitarios: por su cercanía y conocimiento de la situación particular del paciente, pueden descargarle en gran medida de preocupaciones, o indicar a sus cuidadores los gustos y preferencias del paciente, que ellos conocen de antemano.
Por desgracia, en situaciones como estas, sobre todo en pacientes terminales, la familia, en lugar de adoptar un papel colaborador en este sentido, no puede evitar dejarse llevar por el dolor, manifestar su ansiedad, su incomprensión, su propio miedo a la muerte... en realidad, se hace precisa toda una preparación psicológica para atender a un familiar en estado de coma. Esto se lleva a cabo generalmente bien con los comas de larga evolución, pero deficientemente en los pacientes terminales en coma (hay poco tiempo, y normalmente existe una humana dejadez entre los sanitarios a "perder" tiempo en entrenar a una familia que va a perder pronto a su ser querido). No obstante, es muy importante. De hecho, pienso que se deberían explicar estas situaciones en programas formativos en televisiones y radios públicas, en los diarios y revistas, para que la gente tuviera más conocimientos y estuviera mejor preparada, porque esto es algo absolutamente cotidiano, aunque nuestra sociedad lo oculte públicamente y apenas se cite en algún documental. Debería ser formación social obligatoria (en vez de enseñar el fornicio sin compromiso en los colegios). Cuando se llega a ese momento, casi todo el mundo reacciona mal. De hecho, ni a los propios médicos nos forman muy bien, sólo los especializados saben lo que hacer.
En general, existe una mala formación social sobre cómo afrontar el sufrimiento y la muerte; la actitud estoica y paciente se ha perdido en las últimas décadas, por negación de la muerte, asociada a la pérdida de fe en el más allá, que servía de no poco consuelo a los que se preparaban para el tránsito o sus familiares. Nuestra sociedad todo lo quiere deprisa y cree que se puede comprar con dinero. Por eso es frecuente que cuando algo evoluciona mal, de inmediato se presione al personal médico, o se busque una segunda, o tercera, o cuarta opinión, o se discuta de inmediato ir a ver a tal o cual especialista o curandero a cual más lejano y caro porque "seguro que ha habido un error", buscando una resolución rápida y sin implicación emocional, en vez de comenzar el proceso de aceptación y acompañamiento cuanto antes mejor. Por eso al ver sufrir a un paciente terminal, es frecuente que el familiar cercano pida la muerte para él en un momento dado. En pacientes terminales conscientes, es sorprendente comprobar como la mayoría, si están bien atendidos, pueden controlar suficientemente el dolor físico y consolarse en el dolor moral, y no piden la eutanasia, mientras sus propios familiares lo hacen con más frecuencia, para acabar con su propio sufrimiento y el que creen que su ser allegado no puede soportar.
Es de imaginar que en el caso del coma no variará extraordinariamente esa situación (incluso puede que se solicitara aun menos por el paciente, ya que a fin de cuentas en general está dormido). En ese sentido, resulta una excusa cruel afirmar que se quiere "desconectar" a un paciente en coma para que "deje de sufrir".
Espero haberme explicado. Un cordial saludo.
Es un asunto que me resulta incómodo, porque no tengo un concepto de la medicina como una obligación para el paciente, sino como una alternativa.
No comprendo por qué un paciente puede renunciar a un tratamiento contra el cáncer, si no tiene perspectivas de curación, y solo lograría prolongar su existencia a costa de grandes sufrimientos, y en cambio, el mismo paciente no puede renunciar a esos espantosos tratamientos de prolongación artificial de la vida -respirador, etc.-, cuando tampoco existe esperanza de curación.
Bien, la Iglesia dice lo que dice, y por algo lo dirá.
Lo que sí es curioso, en cambio, es lo de la muerte cerebral. Este concepto se inventó hace cincuenta años para poder extraer órganos para los trasplantes.
No fue ningún avance diagnóstico, sino una cuestión pragmática. De hecho, el fallo del encéfalo provocaría la parada cardiorespiratoria, y por tanto, la muerte verdadera.
Pero no se por qué la Iglesia se decidió a dar el visto bueno a esta nueva forma de muerte, que claramente, no es tal.
Una "muerta cerebral" embarazada no está tan muerta cuando puede sacar adelante a su bebe. Una muerta "clásica", con parada cardiaca, en cambio, obliga a practicar la cesarea inmediatamente; no puede continuar con el embarazo de ninguna manera.
Aún más: ¿puede una "muerta cerebral" quedarse embarazada? Porque me parece una forma tan curiosa de estar muerta que no se porque la Iglesia hace la vista gorda, y en cambio, en los casos antedichos, se muestra tan rigorista.
-------------------------------
LA
Probablemente, kepa, no me he explicado con suficiente claridad. Para hablar de "muerte cerebral" es precisa la constatación del fallo irreversible tanto de la corteza cerebral (funciones superiores y consciencia), como del tronco encefálico (automatismos fisiológicos y coordinación de sistemas).
La muerte cerebral implica el fallo irreversible de ambos, y se produce la parada cardiorrespiratoria sin posibilidad de recuperación. Una embarazada en esas circunstancias precisa una cesárea de extrema urgencia, si el feto es viable, para intentar salvarlo. De no hacerlo, o ser el feto demasiado pequeño, este muere irremisiblemente.
En los casos en los que una embarazada inconsiente sigue respirando y latiendo su corazón de forma espontánea, quiere decir que tiene el tronco cerebral indemne, y por tanto, la lesión se circunscribe a la corteza. Se dice entonces que está en estado vegetativo, en estado de mínima consciencia o, popularmente, en coma. En esos casos no se puede diagnosticar de muerte cerebral.
Lo que trato de explicar en el artículo es precisamente eso, y precisamente transmitir el hecho de que cuando la corteza está lesionada, y no sabemos el alcance de esa lesión, no existen "espantosos tratamientos para prolongar artificialmente la existencia sin esperanza de curación". También hay un par de enlaces en el artículo que prueban que ocasionalmente hay pacientes en estado vegetativo que "despiertan", o demuestran tener algún tipo de actividad cognitiva.
Muchas gracias, te has explicado perfectamente, y completamente de acuerdo con lo que señalas del ocultamiento de la enfermedad y, sobre todo, la muerte que se da en nuestra sociedad; pero precisando, esto ocurre sobre todo en la sociedad urbana, que no en la rural, donde aún se mantienen antiguas costumbres relacionadas con este tema.
Pero ni sueñes con que existan programas formativos en la radio o televisión, aunque sería lo deseable; eso ni vende ni en general se quiere ver, como no se quiere ver ni aceptar la vejez. De hecho, lo que se promociona e idolatra es la "eterna" juventud y quien pase de determinada edad es considerado como un "trasto viejo e inservible".
Más aún cuando a los jóvenes no se les prepara para soportar ningún tipo de frustración (y ya sabemos que la vida está llena de ellas) por mínima que sea, entonces ¿de qué nos extrañamos de todo lo que ocurre?.
Un cordial saludo.
Ha habido casos de embarazadas que han dado a luz en muerte cerebral, manteniendolas artificialmente hasta el parto. También ha habido algún caso de estos raros donde un hombre en muerte cerebral ejercía de donante involuntario de semen para la típica esposa confundida.
El problema es que, visto desde fuera, tiene toda la pinta de que la muerte cerebral es la antesala de la muerte real, pero no es la muerte.
Un muerto no se queda embarazado, ni da a luz, ni dura años alimentandose por sonda -algún caso hay-, ni requiere tratamientos médicos para curarle en caso de enfermedad. Un muerto no puede enfermar, ni ser curado, y estos casos donde se ha prolongado la existencia por diversos motivos -conseguir un parto viable, casos de niños que sus padres no han desconectado, etc.- ha habido que tratarles contra infecciones, catarros, heridas...
Visto desde fuera, repito, parece la Iglesia ha aceptado pulpo como animal de compañía, porque si no, no habría modo de hacer un transplante. Porque esos muertos hacen cosas muy raras para estar muertos.
-------------------------------------------
LA
Creo que ahora si lo he entendido. Planteas en el fondo un tema interesante: qué es verdaderamente la muerte. Es decir, si la muerte del cerebro es lo mismo que la muerte del ser humano (con las implicaciones filosóficas, no sólo éticas, que ello conlleva).
El mantenimiento artificial con vida de un organismo con un cerebro muerto, está justificado durante el tiempo preciso si se pretenden obtener tejidos u órganos de él, o en el caso de una embarazada hasta que el feto sea suficientemente autónomo para vivir fuera del claustro materno. En ese sentido el organismo no se considera una persona viva, porque el control cerebral sobre todas las funciones vitales es tan completo, que cuando se está seguro de la irreversibilidad (como digo en el artículo, nunca es al 100%, pero sí con un grado elevado de certeza), carece de sentido mantener con vida el resto del cuerpo. Ya no se trata de la duda de si una corteza cerebral está completamente o solo parcialmente dañada, en este caso ya no hay nada que esperar.
De hecho, resulta macabro y un tanto "frankensteiniano" mantener con vida un organismo así indefinidamente. Todas las funciones racionales y con ellas la consciencia están irreversiblemente perdidas, y por tanto, es una falta de respeto a la persona fallecida.
Con los conocimientos que poseemos actualmente, esto es lo que hay. La Iglesia siempre se ha plegado a lo que establece la medicina en cuanto al momento de la muerte, no creo que lo haga por "tener más órganos para transplante" (en cualquier caso, la Iglesia considera moralmente legítima la donación, y los dos últimos papas la han elogiado explícitamente).
No olvidemos, en cualquier caso, que nuestra auténtica vida comienza después de la muerte. Intentar aferrarse a esta hasta extremos absurdos es tan anticristiano como el homicidio.
MUERTE CEREBRAL EN UNA EMBARAZADA Y SOBREVIDA DEL FETO.
RAUL MEJIA, GUSTAVO BADARIOTTI, BERNARDO DE DIEGO,
OVIDIO RIDRUEJO, ENRIQUE O'FLAHERTY
Ciertamente nos muestra una visión de la dificultad actual en determinar la muerte real de una persona a pesar de los esfuerzos de los especialistas en determinarla.
Me ha llamado la atención de su denominación de "artística" en lo que se refiere a la ciencia médica. Lo cierto es que, desde mi punto de vista profano en lo que a medicina se refiere, la comparto. Es frecuente que el médico nos cure con su presencia, palabras y atenciones más que con técnicas sofisticadas. Iguaemente cierto es que existen personas que tienen un mejor "ojo clínico".
Sin emboargo, y le ruego me disculpe que me desvie del tema, me preocupa que ese esfuerzo que se dedica a la determinación de las posibilidades de vida de una persona en riesgo de fallecimiento no se dediquen, al menos en una minima parte, a la determinación de las posibilidades de vida
-obviamente humana- de una feto.
Me satisface el esfuerzo intelectual y económico dedicado a la preservación de la vida de un ser humano. Pero me preocupa que cantidades ingentes de dinero se dediquen igualqmente a desarrollar procedimientos para destruir -y justificar esa matanza- la vida de seres a los que no se permite siquiera llegar a nacer.
----------------
LA
Estimada Isabel, es imposible afirmar algo verosímil sobre el estado de su madre o su pronóstico sin conocer en detalle su historia clínica. Le aconsejo que formule estas preguntas a los facultativos responsables de su estado. No tema preguntar cuantas dudas tenga, y las veces que haga falta, hasta que le quede claro. Su obligación es informarle a usted adecuadamente.
Cuente con mis oraciones por la salud espiritual y corporal de su madre.
Dejar un comentario