Cáncer misionero
Me llamo Jesús María Sanz Sacristán, tengo 56 años y soy médico de familia (médico de cabecera) en Madrid (España).
Quiero dar mi testimonio en mi enfermedad actual. Lo primero de todo es que es muy difícil ser a la vez médico y enfermo. Es difícil ante enfermedades graves porque sabes muchas veces cómo van a evolucionar.
Hace 3 años y medio tuve un cáncer de cólon cogido a tiempo de un modo casual. Se detectó tras una analítica con pequeñas alteraciones. Siguiendo los protocolos médicos me hicieron cirugía y luego, por haber roto un poco la pared intestinal, recibí durante 6 meses 12 ciclos de quimioterapia.
Así seguí controles cada 3 meses hasta los 3 años de haber empezado la enfermedad.
Todo iba bien.
A los 3 años me quitaron un reservorio subcutáneo que me habían puesto en el lado derecho del tórax al ir todo bien. Las revisiones iban a ser cada 6 meses. Pero al ir saliendo pequeñas alteraciones en las pruebas de imagen, tuvieron que seguir haciendo revisiones cada 2-3 meses.
Desde mediados de junio he empezado con dolor abdominal en la zona derecha del hígado. Además, las pruebas de imagen muestran lo que llamamos lesiones ocupantes de espacio (LOES) que, al principio, no estaban y que podrían ser lesiones infecciosas-inflamatorias o cancerígenas, junto a otras alteraciones que no estaban claras: alteraciones en la vía biliar intrahepática, líquido libre, etc.
Hace 3.5 años, cuando surgió el cáncer, me agarré a Dios, y sufrí con Cristo todo el proceso, muchas veces duro. Recibí en aquel momento el Sacramento de la Unción de Enfermos, que me ayudó en el alma y en el cuerpo.
La situación actual es, desde hace semanas, de más incertidumbre pues, al no saberse si son lesiones infecciosas o cancerígenas y al seguir con dolor contínuo desde hace 3 semanas, probablemente me tengan que someter a una cirugía que me quite algún segmento del hígado y tratar de encontrar la causa. A pesar de una dosis alta de varios antibióticos, no se quita el dolor.
He estado a punto de ingresar en el hospital en algunas ocasiones y tras la última prueba (una resonancia magnética y colangiorresonancia) se acelerarán las decisiones.
Como médico y como cristiano he decidido volver a aceptar el dolor, como si fuese la cruz de Cristo, y aplicar ese dolor por las misiones, por mi familia, amigos y personas que lo necesitan. En concreto, hay pueblos a los que nunca llegó la Fe de la Iglesia y quiero ayudar a que llegue.
Lo que quiero es curarme y obedezco lo mejor que puedo a mis compañeros. He recibido los Sacramentos de la Unción de Enfermos y la Comunión. Quiero curarme, pero, sobre todo, quiero hacer la voluntad de Dios. Mi cuerpo nos pertenece a Él y a mí, y es el vehículo que me ha dado para llegar al cielo.
Todo lo anterior no me quita el dolor, tengo menos fuerzas y me siento frágil y débil. Pero, como decía San Pablo, cuando soy débil entonces soy fuerte (porque es Jesucristo el que me lleva).
No sé qué saldrá para mi salud de todo esto; solo sé que me está haciendo un gran bien a mi alma, a pesar del sufrimiento del cuerpo y la mente. El buen Padre Dios nos ama y desea para nosotros lo mejor.
Sufrir la incertidumbre durante algunas semanas a pesar de los mejores medios y hospitales, nos lleva a entender y comprender mejor a nuestros pacientes y a hacernos pacientes. En la Misa del último domingo (preciosa) se hablaba de que Dios no introdujo la muerte, sino que esta entró por el mal y también que tener Fe nos ayuda, si Dios quiere, a curarnos, como hace con personas muy enfermas a las que cura cuando están muy cerca de la muerte.
Si eres médico o paciente, solo puedo decirte que el dolor tiene sentido; (…) tenemos un Padre que aceptó el dolor de su Hijo en la Cruz y que nos pide que le ayudemos a completar su obra para bien de todos nuestros hermanos.
Atentamente,
Jesús Mª Sanz
Médico de familia. Madrid. España.