De la refundación de las Órdenes Religiosas Militares
I.-
Desde hace tiempo, estamos recibiendo consultas de algunos jóvenes generosos y llenos de valentía que quieren integrar milicias católicas para defender por las armas a las poblaciones católicas indefensas.
Son jóvenes que no pueden tolerar que no se tomen medidas eficaces para frenar el Gran Genocidio, el Genocidio de los cristianos, que es el mayor Genocidio jamás habido, una matanza incontable, inenarrable, que nos deja a todos estupefactos. De hecho, se calcula que, en el siglo XX, un cristiano era asesinado cada cinco minutos, lo cual convierte al siglo XX en el siglo con más mártires de la Historia. En pleno XXI, las cosas no mejoraron, sino que parecen empeorar. Basta considerar al Islam que, siguiendo los mandatos del Corán -un libro endemoniado que exige el exterminio de los cristianos-, permanentemente persigue, asesina, incendia y usurpa poblaciones enteras, violando y secuestrando mujeres, matando ancianos y quemando iglesias.
Evidentemente, el Islam va a seguir asesinando poblaciones enteras, violando mujeres y vendiendo niños. Lo van a seguir haciendo porque el Corán los exhorta a hacer estos crímenes abominables, que la progresía políticamente (eclesiástica o secular, poco importa) correcta trata de minimizar u ocultar. Por eso, mientras no se reforme el Corán (lo cual no será hecho hasta que se conviertan a Jesucristo), el Islam seguirá siendo el azote de la Iglesia, de la Cristiandad (o mejor dicho, de las reliquias que aun quedan de la Cristiandad) y de los cristianos.
La Cristiandad, con los Papas y los Santos a la cabeza, no se chupaba el dedo. La Cristiandad no fue la “Civilización del amor sensiblero y la tolerancia pacifista”, sino la Civilización de la Charitas, la cual, como enseña Santo Tomás de Aquino (el Doctor Angélico), dadas ciertas circunstancias extremas, no solo permite sino que exige la defensa armada. Por eso, cuando el Islam arrasaba y violaba cristianos, la Cristiandad no dudó en salir a matar y morir en defensa de los inocentes bautizados. Y no solo que no dudó en hacerlo sino que la Iglesia canonizó la justa, y aun santa, defensa armada, de todos los modos posibles: canonizando guerreros y predicadores de Cruzadas, analogando la muerte del héroe en guerra justa con la muerte del mártir, decretando Cruzadas e indulgenciando a los combatientes, exhortando a los varones a tomar las armas en defensa de Dios y los prójimos y hasta fundando, aprobando y bendiciendo Órdenes Religiosas cuyo carisma no era sino la más heroica lucha armada, orientada, como no podía ser de otra manera, a la defensa. Podríamos seguir escribiendo días enteros sobre este tópico, pero, por el momento, basta con unas líneas más.
En la época de la Cristiandad, el Islam secuestraba mujeres (casadas, vírgenes, …), las vendía (o regalaba) y las mujeres quedaban presas a perpetuidad en la casa de algún musulmán que, fiel al Corán, la golpeaba, esclavizaba y violaba hasta que se muera. Y si la mujer era una niña, era pasible del mismo diabólico trato ya que el Islam, como todo el mundo sabe, aprueba la pedofilia. Por eso, la Virgen Santísima le pidió una noche (agosto de 1218) a San Pedro Nolasco y al rey Jaime de Aragón (que era muy amigo del Santo) que funden una Orden Religiosa (la Orden de la Merced) consagrada a libertar cristianos esclavizados por los musulmanes. La Cristiandad tuvo varias Órdenes Religiosas con tan heroico carisma. Son las llamadas Órdenes Redentoras de cautivos.
Ahora bien, hasta donde sabemos, estas beneméritas Órdenes, ya no se dedican más a su fin propio ya que, dicen, ya no hay más cautivos, sino que eso es cosa del pasado. La realidad es que eso es evidentemente falso. El Islam sigue secuestrando, vendiendo y esclavizando mujeres y niñas. Como prueba de esto, baste citar, que, según denuncia la agencia “Enlace judío”, en el 2015, el Ministerio de Derechos Humanos iraquí dijo en un comunicado que el grupo Estado Islámico (EI/ISIS) introdujo más de 100 mujeres sirias a la venta en el mercado de la ciudad de Faluya, en la provincia de Anbar y que las mujeres cautivas se ofrecían a precios que oscilan entre $ 500 y $ 2,000 cada una, según informaron fuentes locales en Faluya.
Si bien no es lo mismo, valga acotar que la furia islámica en lo que toca al trato con las mujeres es tan bestial, que hoy en día en Europa hay un índice muy elevado de violaciones de mujeres cristianas perpetradas por inmigrantes musulmanes (la prensa y los gobiernos no quieren hablar de este flagelo ya que su conocimiento masivo bastaría para derribar uno de los mitos más caros de la posmodernidad progresista: “el mito de los refugiados”).
II.-
Hoy nos enteramos que el heroico Card. Sako, sufrido patriarca caldeo, lamentablemente, de puro bondadoso, cayó en la sutil tentación del pacifismo, publicando un comunicado condenando la eventual fundación de milicias defensivas cristianas. No lo hace fundado en razones prudenciales (que podrían ser legítimas si, v.gr, versasen sobre la desproporción de las miserables armas cristianas y el enorme aparato de guerra musulmán, o, según algunos, judeo-musulmán), sino en razones supuestamente doctrinales, morales y teológicas. En efecto, el card. Sako lo siguiente:
“no estamos de acuerdo con el nacimiento de una «brigada» cristiana. Porque la creación de una milicia armada marcada por una denominación cristiana contradice, en primerísimo lugar el espíritu cristiano, que se vuelca a los valores del amor, la paz, la tolerancia y el perdón”.
Una multitud de Papas -con sus magníficas Bulas de Cruzada, que enardecieron a la Cristiandad- y otros rotundos documentos fundados en la más sana teología, y Santo Tomás de Aquino, el único teólogo explícitamente ensalzado por el Concilio Vaticano II, refutan de modo definitivo la infeliz afirmación del buen Card. Sako. No dudamos de la santidad de intenciones del Patriarca caldeo, pero no podemos callar la Verdad. Por eso, a continuación, citaremos unos pasajes olvidados de la Summa Theologica, la obra más célebre de Santo Tomás. En esta obra, el Angélico Doctor explica que es laudable la fundación de Órdenes Religiosas dedicadas a la guerra santa defensiva. Es muy interesante ya que no solo justifica la creación de brigadas cristianas, sino que dice que los religiosos pueden tomar las armas y que aun pueden haber Congregaciones Religiosas cuyo fin específico sea la Cruzada. A continuación, citamos algunos de estos pasajes imborrables del Aquinate, con la esperanza (esperanza contra toda esperanza) de que Dios le conceda a algún alma piadosa el carisma de fundar una nueva Orden Religiosa dedicada a la defensa armada de los pueblos católicos arrasados por el Islam. Citamos algunos pasajes:
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“Está el hecho de que San Agustín dice en Ad Bonifacium : No creas que no puede agradar a Dios quien sirve en las armas. Entre ellos estaba el santo David, a quien Dios rindió un homenaje tan bello. Ahora bien: las órdenes religiosas han sido fundadas para que los hombres agraden a Dios. Luego no hay ningún inconveniente en que se funde una Orden religiosa dedicada a la vida militar” (STh, II-II, q. 188, a. 3, s.c.).
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“Puede fundarse una Orden religiosa no sólo para las obras propias de la vida contemplativa, sino también para las de vida activa en lo que llevan consigo de ayuda al prójimo y servicio a Dios, no en lo que se refiere a negocios mundanos. En cuanto al oficio militar, puede ir ordenado a la ayuda al prójimo no sólo en orden a las personas privadas, sino también para defensa de todo el estado. Por eso se dice de Judas Macabeo, en 1 Mac 3,2-3, que combatía con alegría en las batallas de Israel y aumentó la gloría de su pueblo. Puede también ordenarse a la conservación del culto divino. Y por ello se añade, en el mismo pasaje (v.21), que Judas dijo: Luchamos por nuestras vidas y por nuestras leyes. Y más adelante, en 13,3, dice Simón: Ya sabéis lo que yo, mis hermanos y la casa de mi padre hemos luchado por nuestras leyes y por el santuario. Por consiguiente, puede fundarse lícitamente una Orden religiosa que se dedique a la vida militar, no con una finalidad temporal, sino para defensa del culto divino, del bien público o incluso de los pobres y oprimidos, según se dice en el salmo 81,4: Salvad al pobre, librad al indigente de las manos del pecador” (STh, II-II, q. 188, a. 3).
A estas enseñanzas tomistas, alguien como el card. Sako, podría objetar lo siguiente:
“Toda Orden religiosa tiene como meta el estado de perfección. Pero es propio de la vida cristiana lo que el Señor dice en Mt 5,39: Yo os digo: no resistáis al mal, y si alguno te abofetea en la mejilla derecha, dale también la otra. Ahora bien: todo esto está en contraposición con la vida militar. Luego ninguna Orden religiosa puede ser fundada para dedicarse a la vida militar”.
Lo interesante es que esta objeción no la escribió el card. Sako ni ninguna conferencia episcopal, sino el mismo Santo Tomás (cf. STh, II-II, q. 188, a. 3). El Aquinate responde de modo magistral:
“Existen dos maneras de no oponer resistencia al mal. En primer lugar, perdonando la injuria personal, y puede ser necesaria para la perfección cuando lo exige el bien de los demás. En segundo lugar, tolerando pacientemente las injurias de los demás, y esto es imperfección o incluso vicio, supuesto que se pueda resistir debidamente al que comete injusticia. Por eso dice San Ambrosio en De Offic. : Es totalmente justa la fuerza que defiende a la patria contra los bárbaros, los enfermos del país o los amigos contra los ladrones. Del mismo modo, el Señor manda (Lc 6,30): No reclames lo que es tuyo. Y, sin embargo, si alguno no reclama lo que es de otros cuando debe hacerlo, peca, ya que el hombre hace bien en dar lo suyo, pero no lo ajeno, y mucho menos debe descuidar las cosas del Señor, ya que, como dice San Juan Crisóstomo en Super Mt. , es una gran impiedad no preocuparse por las injurias contra Dios” (STh, II-II, q. 188, a. 3, ad 1um).
Que Dios y la Virgen regalen a la Iglesia una nueva Orden Religiosa militar, aunque a muchos les moleste, aunque a muchos les cueste entender que cientos de Papas, todos los Santos Doctores -con el Aquinate en primera fila-, miles de Santos, millones de héroes, y toda la Cristiandad entera no pudieron estar equivocados durante toda la Historia.
Padre Federico Highton, S.E.,
Misionero de infieles