De la Devotio moderna, la negación de la épica y la deserción de la Misión (2-3)
6.- Biblicismo
Como para la D.M., el estudio sólo se debe orientar a la devoción, usarán, y mucho, las Sagradas Escrituras, mas no para tratar de penetrar los divinos Misterios sino para hallar ejemplos moralizantes. En efecto, “lo que movía a los Devotos neherlandeses a leer la Sagrada Escritura era el deseo de devoción, fruto espiritual, reforma moral de la propia vida” (338).
Como dice Villoslada, “sólo desean una teología sencilla y moralista que fomente la devoción” (335). También consultaban a los Santos Padres, “pero más que a los Padres de la antigüedad cristiana iban a la Biblia, cuando querían devoción, argumentos de meditación y normas de conducta” (336).
No buscarán en las Escrituras, la norma de la fe o la relación tipo anti-tipo, sino “que la sagrada escritura pasará a ser solamente un soporte para el adoctrinamiento moral” (A.C., 5).
7.- Interioridad y subjetivismo
El rasgo más característico de la nefasta Devotio moderna es la interioridad. Así lo dice Villoslada: “no hay un rasgo que tan perfectamente caracterice a los seguidores de la Devoción moderna como la interioridad, la conversión del ánimo a las cosas interiores y espirituales” (338).
Como para la D.M., el devoto casi se identifica con el compungido, “y la compunción supone recogimiento, dolor interno”, la interioridad subjetiva y, si se quiere, la compunción, será la nota dominante de esta nueva espiritualidad.
Alguien podría reputar como bueno este acentuado anhelo de conversión por parte de estos contritos holandeses pero lamentamos replicar que la metánoia, por ellos buscada, no es la conversión a ser otro Cristo Misionero u otro Cristo Guerrero sino la conversión a ser un compungido, un sujeto silente lleno de dolor interno.
Este “morbo sacro”-si se nos permite la expresión- llevará a muchos a volverse por un tiempo “campeones de la mortificación” nacida del voluntarismo asceticista… Mas, ¡ay!, “habría muchos ejemplos para poner de varios que, por querer llevar una vida penitente sin prudencia, terminaron luego cayendo en las más desenfrenadas pasiones por oposición de contrarios” (A.C., 5).
Este afán desordenado de interioridad no sólo los apartará del deber apostólico, sino que incluso los llevará a restar importancia a la comunión con la legítima autoridad eclesial, emparentándose en esto a la anarquía protestante. Será el mismo Groote quien con tal de calmar una interior cavilación, escribirá que lo importante es la unión interna con Cristo y que por tanto la “unidad externa, que procede de la unión de los miembros con la Cabeza visible, no es tan esencial” (339). He aquí que, como observa Villoslada, “que en consecuencia se desarrollase en aquellos hombres un sentido eclesiástico demasiado individualista y poco jerárquico nada tiene de particular” (339). Es por eso que “se ha notado la escasa importancia que los escritores de la ‘Devotio moderna‘ atribuye a lo que San Ignacio llamará “nuestra sancta Madre Iglesia hierárquica“ (339-340). He aquí que no por acasoel Kempis menciona al Papa una sola vez, “y eso incidentalmente y no en señal de acatamiento u obediencia” (340).
Este interioricismo no sólo se traduce en falta de espíritu jerárquico sino en una prominente carencia de celo apostólico, como indica Villoslada: “con esta mentalidad poco jerárquica se da la mano cierto desinterés por la vida apostólica y misionera” (340), tema este que veremos en el próximo punto.
8.- Apartamiento del mundo
La Devotio moderna fomenta “un carácter retraído, individualista y pasivo” (343), no exento “de esquivez y de hurañía” (343).
El devoto moderno se ocupará de sí mismo, de su salvación eterna… Está tan empeñado en salvarse y, por tanto, en cumplir archi-meticulosamente su horario y sus “deberes” que poco o nada le importará la salvación eterna de los demás y mucho menos la ordenación cristiana de la Sociedad. El devoto moderno es un compungido que se reputa a sí mismo del todo inservible. Atento a su detalladísimo deber de estado, la salvación de las almas, la conversión de las naciones o la Reyecía Social de Cristo serán móviles prácticamente ausentes en su aburrida vida cotidiana. El devoto moderno vivirá muy empeñado en crecer en las virtudes y tanto será su empeño que (¡oh penosa paradoja!) olvidará la principalía de la caridad fraterna y el derivado deber de empeñarse por la salvación de las ánimas de los prójimos. Tan empeñado estará en compungirse y en sentirse humilde que el devoto moderno ignorará por completo al prójimo que ignora qué es la contrición. Considerando esto a nadie extrañará que el Hno. Gerardo Zerbolt, elogiadísimo por el Kempis, “preguntado un día si no le distraía la multitud de transeúntes al ir a la iglesia, respondió: ‘Cogito quod grex porcorum ibi transit. Quid ad me de statura hominum’“ (337). No cambia lo dicho el hecho de que Villoslada haya escrito que se tropezó (sic) con una cita afirmativa de Zerbolt sobre el apostolado.
Por eso, nadie debe extrañarse que la Devotio moderna haya engendrado hombres tan desinteresados de los prójimos que, aunque más no sea circunstancialmente, no reparen en considerarlos como cerdos.
Si bien “las Consuetudines de Deventer anotan que no hay sacrificio más grato a Dios que el celo de las almas” (340), “la vida retirada que conducen y su continua solicitud de la salvación propia son causa de que eviten cuidadosamente el trato con las gentes, con aquellas gentes cuya salvación eterna está en peligro, y no se preocupen de extender socialmente el reino de Cristo” (340).
Como bien se dijo, “en vano se buscará en la ‘Imitación de Cristo’, ni en los demás libros del Kempis, ni en Gerlac Peters, la más leve indicación del deber apostólico y misionero de los cristianos” (340). Incluso, “el mismo Mombaer, que en su Rosetum trata largamente de la vocación de los doce apóstoles, su elección, su misión, su dotación espiritual y su glorificación, no apunta jamás a la necesidad de imitarlos” (340).
Si bien San Ignacio abrevó en la Devotio moderna, reaccionará contra ciertas cosas de esta neo-corriente, como se ve, por ejemplo, en la sustitución del “concepto recoleto de la vida religiosa” por el “ímpetu apostólico y conquistador, encendido en el trato continuo con Dios” (cfr. 350).
De los Jeronimianos, “como nacidos de una voluntad reformatoria y libres de votos monásticos, se podía esperar un fuerte espíritu de apostolado” (341). Mas, “éste fue insignificante” (341), como señala Villoslada.
En efecto, se limitan a ser “reformadores por el ejemplo, pero en la reforma social y eclesiástica se afanan muy poco” (341). Lamentablemente, esta tendencia de evangelizar solamente con el ejemplo, hoy se volvió un cliché de muchos católicos-de-Misa-diaria y aun de no pocos misioneros. Valga mencionar que hay una Congregación en remotos y paganos confines, que fue fundada explícitamente para enseñar explícitamente el Catecismo pero hoy, invocando no sabemos qué “signos de los tiempos”, no predican sino que se limitan a tratar de “inspirar con su ejemplo”. Cuando se le preguntó a una de sus religiosas qué tan eficaz era este método mudo en lo que hace a la obtención de conversiones de paganos, reconoció que es rotundamente ineficaz para evangelizar el mundo infiel. La constatación de la ineficacia de tan cómodo método resultaba más dolorosa y alarmante cuando lo comparamos con el “agresivo” método de los protestantes locales, que a pesar de sus herejías, no pierden ocasión de predicar a Cristo obteniendo un número muy considerable de conversiones. Que conste. Debíamos decirlo.
Como se dijo, la “devoción moderna llevó en la práctica a un desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera” (AC., 6). La consigna no era otra que “la vida retirada y la salvación individual como norma (…) “Yo no quiero salvar a nadie me salvo a mí mismo” y entonces evitaban el trato con la gente y sobre todo el trato misionero, el trato apostólico” (A.C., 6).
Es de notar que “este desinterés por la vida apostólica y por la vida misionera es el mismo que tienen hoy los que son críticos de la devoción moderna” (A.C., 6).
Cuenta Villoslada que “cuando el canónigo Guillermo de Salvarvilla planea dedicarse a la conversión de los orientales, Groote se opuso decididamente desaconsejándolo con razones que no convencerían a un Ignacio de Loyola” (340).
Si bien San José María no puede ser reputado alguien carente de apostólico celo, el incidente de Salvarvilla nos recuerda, aunque a muchos les moleste y aunque más no sea per accidens, una cita del vademécum de San José Escrivá de Balaguer quien en el número 315 de Camino desalienta con vehemencia la vocación misionera:
“315. Misionero. —Sueñas con ser misionero. Tienes vibraciones a lo Xavier: y quieres conquistar para Cristo un imperio. —¿El Japón, China, la India, Rusia…, los pueblos fríos del norte de Europa, o América, o África, o Australia? —Fomenta esos incendios en tu corazón, esas hambres de almas. Pero no me olvides que eres más misionero “obedeciendo”. Lejos geográficamente de esos campos de apostolado, trabajas “aquí” y “allí”: ¿no sientes —¡como Xavier!— el brazo cansado después de administrar a tantos el bautismo?”.
San Escrivá escribió el número 315 de su Camino para delinear uno de los aspectos del movimiento por él fundado y bajo este respecto no es pasible de crítica. Pero, yerraría heréticamente quien, alejándose del deseo del Santo, desalentase las reales vocaciones misioneras citando dicho punto, máxime si consideramos que, como enseña San Juan Pablo II, la tarea primordial de la Iglesia es la Misión Ad Gentes: “No obstante, es necesario mantener viva la solicitud por el anuncio y por la fundación de nuevas Iglesias en los pueblos y grupos humanos donde no existen, porque ésta es la tarea primordial de la Iglesia, que ha sido enviada a todos los pueblos, hasta los confines dela tierra”[1]. Para confirmar más lo dicho, recordemos que, como dice Redemptoris Missio (núm. 3), “ha llegado el momento de dedicar todas las fuerzas eclesiales a la nueva evangelización y a la Misión Ad Gentes” y esto a tal punto que “ningún creyente en Cristo, ninguna institución de la Iglesia puede eludir este deber supremo: anunciar a Cristo a todos los pueblos”.
El interiorismo subjetivo de los devotos modernos los lleva a una carrera de compunción individual, que acaba achicando el alma y aun castrándola.
Aun a riesgo de caer en irritantes e incompletos esquematismos, una vez más nos vemos movidos a remarcar la oposición de la nueva espiritualidad a la espiritualidad, que podemos llamar “tradicional” y que llevaba a un San Francisco de Asís a escribir el aspérrimo capítulo XVI de su gloriosa Regla No Bulada, el cual reza la siguiente martirial fórmula: “cualquier hermano que quiera ir entre sarracenos y otros infieles, vaya con la licencia de su ministro y siervo. Y el ministro déles la licencia y no se oponga, si los ve idóneos para ser enviados; pues tendrá que dar cuenta al Señor (cf. Lc 16,2) (…)”.
Mientras a los devotos modernos, “cualquier labor apostólica tenía que parecerles resbaladiza y expuesta a caídas” (342), un San Francisco de Asís, lleno de sed martirial, emprendió, en pleno auge de las Cruzadas, la expedición entre los sarracenos en Siria para “terminar las cruzadas (…) mediante la conversión” de los Islámicos (Chesterton, San Francisco de Asís).
En las antípodas de esta épica martirial, el Kempis pontificará que “más vale salvarse uno solo viviendo inocente en soledad que aventurarse en el trato con lobos y dragones”.
9.- Asceticismo
La Devotio moderna de facto concede un primado práctico de la Ascética sobre la Mística. Este error puede llamarse asceticismo o ascetismo. Villoslada en la misma página usa ambos vocablos (cfr. 343).
Mas, ¿qué significa este primado que, en sí, supone una inversión? Villoslada describe este asceticismo con claras palabras: “entiendo por ascetismo una notable preponderancia de lo ascético sobre lo místico y en la misma ascesis una decisiva importancia práctica y metodológica -no teórica, que sería pelagianismo- del esfuerzo humano en el ejercicio de la virtud. La acción de la gracia en el alma se supone y se afirma reiteradamente, pero se juzga más prudente y de mejor resultado el insistir en la colaboración intensa de la libre voluntad. Por eso, se habla más de las virtudes sólidas que de las virtudes altas, de la extirpación de los vicios con más frecuencia que de la fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo, de la meditación más que de la contemplación, del heroísmo de las virtudes pequeñas más que de la grandeza de las virtudes heroicas” (343-344).
Enfatizamos el último punto: “del heroísmo de las virtudes pequeñas más que de la grandeza de las virtudes heroicas” (343)… Esto, que al principio es una mera diferencia de énfasis, luego de traducirá en una cancelación de plano del espíritu épico, por demás ausente en el discurso de la Devotio moderna. He aquí que Villoslada puntualizará que “la vida cotidiana de estos devotos, con su meticuloso esmero en los detalles, se asemeja a una artística miniatura más que a un cuadro de grandes pinceladas” (344).
El citado autor nos da la clave: la santidad de la Devotio moderna (o, dicho más brevemente, la “Santidad Moderna”) es una “santidad de miniatura”, una miniatura de la santidad… Y, por tanto, es una “santidad” que se encuentra a años luz del espíritu épico del santoral medieval.
Por otra parte, es sabido que la vida espiritual tiene tres etapas (o edades): la purgativa, la iluminativa y la unitiva y que cada una de estas fases conlleva respectivamente una tarea principal específica. La ocupación prioritaria de la vida purgativa es la lucha contra el pecado, lucha ésta que no es sino un mero prolegómeno de la vida cristiana plena. Una vez que se venció de modo estable al pecado (lo cual puede lograrse al cabo de un breve tiempo), el alma podrá y deberá dedicarse a una acción espiritual sumamente positiva, esto es, a crecer en las virtudes ya adquiridas e infusas y a obrar secundando las mociones que al Espíritu Santo se le ocurra inspirar.
Lo dicho pertenece al abecé de la espiritualidad católica. Pero, la Devotio moderna, a fuer de énfasis y omisiones, de facto, prácticamente acaba reduciendo la vida espiritual a su primera etapa o, más aun, a su prolegómeno. Esto solo basta y sobra para considerar que la Devotio moderna es una espiritualidad decididamente pusilánime o, en otros términos, una espiritualidad de miniatura.
Esta enfática primacía de la lucha negativa es registrada por Villoslada, quien precisa que, para esta Devotio moderna, “lo que importa es luchar denodadamente contra los vicios y las pasiones” y esto a tal punto que es precisamente aquí “donde todos estos escritores ascéticos emplean un tono parenético, tan vibrante y belicoso, como si arengaran a soldados en campaña” (345).
La Devotio moderna, en efecto, “se funda en la abnegación de sí mismo, en la mortificación de todos los afectos desordenados, en el vencimiento propio, en la humildad, en la obediencia y sujeción, en el desapego de todas las criaturas” (345-346). Este énfasis asceticista y este desbocamiento de la mortificación llevó a uno de los Doctores de una ortodoxa Congregación empapada de Devotio moderna, a pontificar, de modo universal, que lo más perfecto es lo más difícil,llegando al extremo de decir que quien esté subiendo un cerro en una convivencia, hará algo más perfecto si toma una camino más largo y penoso que si toma el más directo… Ridiculeces disfrazadas de virtud que son caricaturas de la Santidad y que aparecen cuando se adoptan con coherencia los pilares de la dañina Devotio moderna…
El asceticismo va de la mano con la metodologización de la vida espiritual, esto es, la creación de un método (¿mágico?) para santificarse. Hay un método ascético por el cual te puedes santificar”, y así “hay un ejercicio, hay una rutina, hay una praxis, hay una praxiología por la cual se puede santificar” (A.C., 7) el alma. Mas, “esto es gravísimo y sin embargo esto es lo que prevalece en nuestros días en muchos ambientes supuestamente tradicionalistas” (idem). Este “reducir la espiritualidad ascética reglamentada militarmente, termina haciendo odiosa la vida del alma, porque el excesivo reglamento para las cosas sagradas puede engendrar el mal” (idem).
10.- Bibliofilia (no Humanismo).
La D.M. desprecia la ciencia pero, paradójicamente, estos devotos neherlandeses solían estar apegadísimos a los libros que suponían aptos para alimentar la devoción y la meditación. No interesaba la ciencia o el conocimiento, sino sólo importaba que el libro fuese eficaz para suscitar afectuosidades al rezar. Eso y sólo eso, lo convertía en un tomo deseable.
Esto se convirtió en una sed de libros (de libros devotos, claro) que llevaba a un Mombaer a esconder los libros “debajo de la cama” (437). Por su parte, el mismo Padre de la infeliz Devotio moderna, Gerardo Groote, confesaría que “es más avaro y más que avaro de poseer libros” (346).
Muchos tomos… Pero, eso sí, “muchos libros de edificación y ninguna idea original” (348).
A su vez, como bien se dijo, “es verdad, como dice el Padre Pío, que en los buenos libros se busca a Dios y en la oración se lo encuentra, pero la total dependencia de un libro de devoción para rezar, la total imposibilidad de rezar sin un autor, hace del trato con Dios, con el Dios personal, algo así como ver una película con subtítulos, si se (…) permite la comparación” (A.C., 7).
7 comentarios
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Deo gratias!
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No fue contaminada pero leyó mucho el Kempis. Lea la respuesta al comentario anterior.
Gracias padre, estos artículos son muy buenos, me ayudan a afinar la vista en cuanto a prácticas que muchas veces pensé era buenas pero ahora veo, que vividas a largo plazo o en desorden en realidad quiebran al espíritu.
Dios le bendiga.
Federico.
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Caro lector
Me tomé el trabajo de buscar para Ud multitud de citas (ver abajo) donde se ve claro que a veces, en escritos o páginas muy serias, los Santos son mencionados usando su sólo apellido, esto es, decir "San", omitir el nombre de pila y agregar el apellido.
Encontramos citas de muchos: San Belarmino, etc
San Belarmino
https://www.google.it/amp/s/www.aciprensa.com/amp/noticias/hoy-se-celebra-a-san-roberto-belarmino-defensor-de-la-iglesia-51366
http://www.mercaba.org/DOCTORES/san_roberto_belarmino.htm
http://es.catholic.net/op/articulos/51735/san-roberto-bellarmino-y-la-conversin.html
San Ligorio:
https://books.google.it/books?id=vrRt02Su49UC&pg=PA23&lpg=PA23&dq=%22san+ligorio%22+alfonso&source=bl&ots=MIG5weMWdb&sig=8pnibITDqQQQVYjIH4x7v1f0p5k&hl=fr&sa=X&ved=0ahUKEwjUvqGn4erUAhXEOBQKHbMKA-I4FBDoAQgdMAE#v=onepage&q=%22san%20ligorio%22%20alfonso&f=false
San Claret
http://radioclaretamerica.com/2015/12/13/feliz-cumpleanos-san-antonio-ma-claret/
San Padua
https://www.ecured.cu/Quiebra_Hacha_(Mariel)
http://lamaestraisapt.blogspot.it/2014/03/somos-solidarios_4897.html?m=1
San José de Cupertino
https://books.google.it/books?id=0ZuqEYsbmTMC&pg=PP66&lpg=PP66&dq=%22san+cupertino%22&source=bl&ots=Lt2CRggceF&sig=LblCWNuutWElz7H3su9KiwwY4sI&hl=fr&sa=X&ved=0ahUKEwjFvsrSxevUAhWQaVAKHVvaAxc4KBDoAQgpMAM#v=onepage&q=%22san%20cupertino%22&f=false
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