Conversión desde oriente (II)
NO TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA
En estos tiempos de decadencia, de disolución y de confusión se ha convertido en un lugar común la idea de que todas las religiones son iguales y de que todas son diferentes caminos que conducen a un mismo fin. El resultado final de esa idea floja y falsa suele ser no practicar nada y es lo que hacen -o más bien no hacen- la mayoría de quienes sostienen esas posturas. Tienen unas vagas ideas nebulosas “espirituales” y flotan en un nirvana nueva-era carente tanto de rigor intelectual como de ascética cotidiana.
Por otra parte la inmensa mayoría de las personas que están en el orientalismo son “aficionados”. Acceder al Hinduísmo auténtico es prácticamente imposible para un occidental. El budismo es de mas fácil acceso, pero la mayoría de las personas casi nunca son budistas auténticos, comprometidos, ascéticos, iniciados “legítimamente”, o discípulos obedientes de algún maestro de linaje comprobado.
Son aficionados budistas que leen libros, tienen un Buda sobre la cómoda y encienden incienso. Normalmente no tienen ni idea tanto del Budismo como del Cristianismo.
Solo es necesaria una inteligencia despejada y un poco de observación para, sin necesidad de un doctorado en filosofía, darse cuenta de las diferencias.
Se han escrito artículos y libros sobre el tema y yo aquí solo voy a recordar de manera escueta y seguramente matizable algunas diferencias que saltan a la vista de cualquiera que no esté infectado por el relativismo, el buenismo, la desinformación y la desformación, pero sobre todo que no esté infectado por la vagancia, por el orgullo, por la cobardía y por la flojera intelectual.
Veamos tan solo algunas cosas que saltan a simple vista:
1) Jesucristo dice ser Dios. Buda, en sus sermones fundacionales, dice ser tan solo un hombre. Él se aparta totalmente de la existencia o no de un Dios trascendente y se presenta como un ser humano que ha descubierto una vía para evitar el sufrimiento. Jesucristo se presenta como “El Hijo de Dios”, “El Camino, la Verdad y la Vida”, “El Unico Camino hacia el Padre”, etc. En nada se parecen Buda y Jesucristo en esta presentación de si mismos.
2) Ya en concreto, en el caso del Budismo Tibetano da la impresión de que se crea una religión artificial. Un simulacro de religión falseada.
El ser humano, por Ley Natural, cree en Dios y quiere dar culto a Dios. A un grupo humano como el tibetano, le llega el Budismo que no tiene ningún planteamiento referente al Dios único y trascendente y que es mas bien una filosofía o una sicología. Entonces, esa filosofía-psicología atea, va siendo envuelta de una decoración para que se parezca a una religión y cumpla, aunque sea mediocremente, ese impulso (mandato mas bien…) de la Ley Natural:
- Se sustituyen los sacramentos revelados por actos de magia o simples entrenamientos de la voluntad en las artes mágicas.
- Se sustituyen los seres celestes por los “espíritus” de dudosa procedencia, que a menudo son veros demonios.
- Se sustituyen los milagros como manifestaciones misericordiosas del Dios trascendente por poderes mágicos realizados por un arduo entrenamiento de la voluntad y con la ayuda de entidades preternaturales.
3) Siguiendo el ejemplo del hinduísmo se sustituye la contemplación dada por Dios para hacernos partícipes ya en este mundo, en mayor o menor medida, de su vida trascendente, es decir, lo que sería la Mística Sobrenatural, por el repliegue de todas las facultades en el ser esencial y el reposo en esa inmovilidad. De nuevo una imitación de lo sobrenatural trascendente en lo puramente sicológico y a fin de cuentas natural… o diabólico.
4) La moral que nos enseña el Cristianismo es la moral más alta que se puede proponer a un ser humano. Jesucristo no nos dice que seamos buenos sino que seamos Santos (“Sed perfectos como vuestro Padre del Cielo es perfecto”). Y para ello Cristo nos asiste con Su gracia a través de los sacramentos porque humanamente sería imposible esa deificación. El Budismo propone una moral natural, que se parece y acerca en muchos aspectos a la moral cristiana, pero que queda muy floja en comparación; muy humana y nada divina. Natural y no sobrenatural.
5) Ni Buda ni ningún otro “profeta” resucitan. Jesucristo resucita. Y no voy ahora a defender esta idea en cuatro líneas cuando N. T. Wright la ha defendido magistralmente en novecientas páginas (La Resurrección del Hijo de Dios). Si alguien tiene algo que discutir sobre el hecho, que deje su vagancia intelectual a un lado, se lea las novecientas páginas y reflexione largamente sobre lo que ha leído…. O simplemente que tenga Fe en lo que enseña la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, Madre y Maestra, inspirada por el Espíritu Santo.
5) Buda ve el origen del sufrimiento en el deseo y enseña un método para escapar de él abstrayendo la conciencia hacia el ser esencial mas allá de la imaginación y los atributos personales. Eso no es una religión. Es mas bien una sicoterapia. Jesucristo no solo no evita el sufrimiento sino que lo asume en Su carne y lo eleva, elevando el nuestro, hacia la trascendencia. No nos dice como evitar el sufrimiento sino que nos ayuda a hacerlo igual al Suyo.
En definitiva las diferencias entre el Budismo, o cualquier Orientalismo, y el Cristianismo, es la diferencia entre lo natural y lo sobrenatural. Entre una religión revelada y una religión deducida por la razón y el esfuerzo naturales.
ENSEÑANDO AL TIBIO
He dicho que iba a esbozar unas ideas de manera escueta porque yo personalmente en mis conversaciones con aficionados budistas o aficionados orientalistas no comienzo por estas ideas sino que siempre les digo lo mismo: “A ver, a ver, empecemos por el final”.
De manera que… recomencemos por el final. Y el final es la Pasión y Muerte de Nuestro Señor.
La tortura de los azotes era de tal salvajismo que la mayoría de los reos morían en ese castigo o en las horas posteriores. Prácticamente nunca además de los azotes se añadía a ese suplicio la crucifixión.
La muerte por crucifixión es una de las más crueles, dolorosas y terribles que puede afrontar un ser humano. Normalmente no se clavaban a los reos sino que se les ataba al madero. El hecho de clavar un cuerpo a la cruz añade un extra de dolor inenarrable.
En Jesucristo se unen los dos suplicios. Él acepta y asume ese dolor y lo ofrece por cada uno de nosotros. Nos redime con Su sufrimiento y con Su resurrección.
Solo esto sería suficiente para ver la diferencia entre Jesucristo y cualquier otro profeta, sabio, maestro espiritual o pseudo-profeta, de cualquier época o cultura.
A partir de ahí dejemos nuestra flojera intelectual a un lado y reflexionemos que significa este hecho. Si todos los caminos conducen al mismo Dios y tanto Buda como Cristo son intercambiables, sobra la Redención.
Porque si resulta que Buda y Jesucristo son lo mismo, son intercambiables, ¿Qué sentido tiene que Jesucristo, voluntariamente, pudiendo haberlo evitado, asumiera el suplicio?
Jesucristo podía haberse evitado el mal rato.
Y no lo hizo…
PONIENDO LUZ EN LA OSCURIDAD
Así es que después de esta andadura por los renglones torcidos de Dios ¡cómo no voy a colaborar con el Padre Federico en la evangelización del Tíbet! Se lo debo de alguna manera a Oriente. Quiero ayudar al Tíbet a encontrar la Luz Verdadera del Verdadero Dios que ellos han buscado con tanta dedicación, aunque desviadamente, durante siglos. Estoy obligado a ello… ¡y además estoy encantado!.
¡Que reviva el Tibet a la luz del Dios Vivo!
LAVS DEO VIRGINIQUE MATRI
Javier Rouzaut (Tikhon)
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