De la más martirial de las misiones martiriales
Todo en la vida de Cristo es épico, empezando por la misma Encarnación. Es Dios que se hace hombre para hacer una misión épica, que encima es la más épica de las misiones épicas, esto es, la Redención del mundo. Y no sólo es una misión de heroísmo impar sino que es una misión martirial pues viene a morir.
De facto, no se encarna para vivir, sino que ¡se encarna para morir! Es el paradigma insuperable de la Misión Martirial. Aun, si por un imposible, alguien decidiese nacer para morir, el Verbo Eterno hace algo más augusto aún: siendo Dios se hace hombre y no se hace hombre sino para morir. He aquí que podemos decir que el martirio es la causa final de la Encarnación y, por tanto, de la toda la vida de Cristo. Al martirio apunta; vive Su vida buscando la muerte.
En las antípodas del morbo decadente del masoquismo, no es errado entonces decir que Cristo es el enamorado de la muerte y, en palabras de Chesterton, se desposa con la muerte. Fue el Santo de Montfort quien presentaba al Señor como un varón que literalmente suspiraba por la Cruz.
Contemplando tal místico romanticismo, y aun cuando no medie afán alguno de canonizar in genere ciertos hechos u hombres del pasado, ningún cuerdo de sobrenatural cordura se asombrará al oír que desde la España eterna, que es la España toda católica que halla en la Catolicidad su médula nacional, se profiriese el, in se, tan paradójico como caballeresco grito de “¡Viva la muerte!".
¡Sí! ¡Viva la muerte! La muerte gloriosa, heroica y santa. La muerte redentora de Cristo y la muerte corredentora de los Mártires de Cristo.
¡Viva la muerte! La muerte de los héroes ensangrentados en bélica gloria que preanuncia la celestial y exaltados por virtud de sus merecidas cicatrices que los con-crucifican con el Héroe de los héroes.
Si es cierto que hay pedagogía -y de la más alta y paternal- y espera del momento exacto para la revelación de los divinos arcanos, al mismo tiempo, nada en la vida del Señor se condice con la táctica humana, el silencio estercolero de los mercaderes del Culto, la degeneración de la Religión en asistencialismo temporalista, la peroración que especula con la deliberada ambigüedad, la adaptación de la Verdad a la estupidez de su social contexto o el disimulo calculador de los temerosos de perder las migajas de la tierra.
Así como nuestro divino Salvador vivió a años luz del fariseísmo de los puritanos que se encierran en cómodas torres de marfil y evitan el contacto apostólico con las ovejas perdidas como quien evita tocar un virus letal, nada hay en Él de componenda o negocio.
No. No se ve nada de todo eso. Pero, sí se ve guerra y guerra divina, guerra heroica que nada sabe de cálculos ni arreglos. No intentó arreglar con Pilato o con Caifás un modus vivendi o un status quo. No se resignó a predicar con su solo santísimo ejemplo de vida. No se quedó para siempre en el ocultamiento de Nazareth. No aprovechó la curiosidad de un Herodes para dilatar su sentencia de muerte, apelar o regatear Su Pasión, sino que lo fulminó con terrible sentencia llamándolo “zorro”, levantando intolerante muro y cortando de plano toda perspectiva de diálogo.
Se encarnó para morir. Vivió para morir y murió redimiendo el mundo todo.
No sólo vivió de cara a la muerte, sino que vivió buscándola.
¡Viva la muerte!
¡Viva la muerte redentora del Señor de las Batallas!
Padre Federico, S.E.
Misionero en la Meseta Tibetana
12/XI/16, Guei Chou, China
13 comentarios
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Digo yo, ésos que creen que la intolerancia es pecado y que el diálogo es viático de salvación, ¿serán cristianos?
Ricardo: esos son unos pasteleros. Hay que tolerar a las personas que yerran pero no sus errores.
Porque..., "si Cristo no resucitó..., vana es nuestra fe" I Cor 15, 14).
¿Con qué título se da Ud por ofendido de supuestos falsos testimonios contra Ud cuando Ud mismo dos veces, públicamente y sin conocerme, me execró con el apelativo de "carca"?
Rezo Misas por vuestra conversión.
Sólo sugería, que debería estar más presente, porque predomina, a mi ver, la alusión a la muerte.
Muchísimas gracias por el consejo.
Sin perjuicio dello, el énfasis retórico-gramatical en la muerte no se debió a una minimización de la Resurrección sino al propósito de exaltar la valentía y parresía del Señor.
Concuerdo con Ud., recordando cómo Pablo, ante las fanfarronadas de sus corintios, les recordaba cómo él predicaba que "el mensaje de la cuz es necedad para los que se pierden; pero para los que se salvan, para nosotros, es fuerza de Dios...Nosotros predicamos a Cristo crucificado...No me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y a este crucificado" (I Cor 1, 18.23; 2,2).
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