30.11.19

Ni aburridas ni divertidas: las misas deben ser PASCUALES

Cualquiera de nosotros ha escuchado más de una vez el comentario de algún fiel,  insatisfecho por una celebración recién concluida: “qué Misa más aburrida”. Seguramente, además, todos hemos oído a algún conocido contarnos: “no sabés qué divertida es la Misa del padre Fulano de tal”.

Ahora bien, ¿son estos adjetivos adecuados para describir e intentar hacer una correcta apreciación del misterio central de la fe cristiana, fons et culmen de la vida de la Iglesia?

Mi opinión es, en primer lugar, que estos parámetros provienen de un ámbito diverso al de la Liturgia. Son, por eso mismo, como un “lente” inadecuado para observarla y comprenderla. Son criterios lícitos para analizar un partido de la Champions League, una función de circo o un recital, un cumpleaños de 15 o la fiesta de despedida de un grupo de amigos.

Son palabras y aproximaciones que provienen del mundo del espectáculo, del deporte o de la industria del entretenimiento. “Divertido” o “aburrido” tiende a ser una simple referencia al estado emocional de quien asiste, mira o interviene.

Pero la Misa no es espectáculo, no es entretenimiento: es acontecimiento, es realidad divina tras el velo de los signos humanos. No es ficción: es drama real. Es presencia de lo eterno en el tiempo. Es acción, la más increíble que podamos imaginar, donde se pone en juego toda la potencia de Dios.

Aclarado esto, quiero formular una segunda afirmación: la Misa no tiene que ser divertida, pero tampoco puede ser aburrida. Y viceversa, la Misa no puede ser aburrida, pero tampoco debe ser divertida.

La Misa debe ser PASCUAL, y en el modo de celebrarla –y en cada detalle- es necesario intentar siempre hacer converger todos los aspectos de la Pascua.

Pero, ¿qué es la Pascua?

El camino y el símbolo más perfecto para comprender la Pascua nos lo presenta el Apocalipsis: Jesucristo es presentado como el “Cordero degollado y en pie” (Ap 5, 1). En Él permanecen en su eterna actualidad la entrega sacrificial del Viernes por la tarde, y la explosión de gozo incontenible del amanecer del Domingo. Ese Cordero es adorado y aclamado de modo triunfal por miríadas y miríadas de seres vivientes, ángeles, mártires, los 144.000 elegidos y una muchedumbre “imposible de contar”.

La Eucaristía trae a nuestros altares a ese “Cordero degollado y en pie”: “bendito el que viene en el nombre del Señor”. En la simplicidad de las especies eucarísticas, está realmente presente Él en la integridad de los aspectos de su Misterio: Calvario, Sepulcro vacío y Segunda venida Gloriosa.

 

¿Cómo debe ser la Misa, entonces?

Debe tener la seriedad y la profundidad, el espíritu contemplativo y el recogimiento, la serenidad y la conmoción que nos permitan darnos cuenta de que el Cordero “está degollado”. Que me amó y se entregó por mí. Que me compró “a gran precio”, a precio de su Sangre. Que por mí “soportó afrentas y desprecios”, llegando a quedar “tan desfigurado que ni parecía hombre…”. Por eso no puede ser banal, no puede ser grotesca, no puede ser circense.

Debe tener también el gozo profundísimo y la intensidad de la Vida nueva, “vida abundante”, que surge del Sepulcro vacío. Debe tener y dejarnos el “gusto” a plenitud, a presencia y a poder de Dios. Debe irradiar luz, una luz tan potente que sea suficiente para calar bien hondo en los rincones oscuros de la vida cotidiana. No puede ser sombría ni oscura. La Misa debe ser alegre, debe comunicar alegría, debe dejarnos ese “sabor” al finalizar. No puede ser aburrida: porque en ella se hace presente la victoria del Resucitado: “mors et vida duello, conflixere mirando: dux vitae mortuus, regnat vivus”.

Y como es probable que a algunos lectores de Infocatólica les llame la atención esta insistencia, me apoyo en la autoridad de Benedicto XVI, en un escrito que –personalmente- me ayudó a integrar mejor estos aspectos:

“Todas las palabras del Resucitado portan esa alegría, portan la risa de la redención: si vosotros vierais lo que yo he visto y lo que veo, si vosotros lograrais tener una vez una mirada de la totalidad, entonces reirías (cfr. Juan 16,20).

En el barroco, era parte de la liturgia el risus paschalis, la risa pascual. La prédica de la Pascua debía contener una historia que moviera a la risa, para que la Iglesia retumbara de alegría. Esta puede ser una forma de alegría cristiana algo superficial y exterior. Pero ¿no es algo hermoso y adecuado que la risa se haya transformado en un símbolo litúrgico? ¿Y no nos hace felices, cuando en la iglesias barrocas escuchamos la risa que anuncia la libertad de los redimidos a partir de los juegos de los angelotes y de los ornamentos?

Y ¿no es un signo de fe pascual el hecho de que Haydn dijera, respecto a sus composiciones, que al pensar en Dios sentía una alegría cierta y añadiese: «Yo, apenas quería expresar palabras de súplica, no podía contener mi alegría, y hacía lugar a mi ánimo alegre y escribía allegro sobre el Miserere»?

La visión de los cielos del Apocalipsis dice lo que nosotros vemos en Pascua a través de la fe: el Cordero muerto vive. Puesto que vive, nuestro llanto termina y se convierte en sonrisa. La visión del cordero es nuestra mirada a los cielos abiertos de par en par. (…)

Si comprendemos el anuncio de la resurrección, entonces reconocemos que el cielo no está totalmente cerrado más arriba de la tierra. Entonces algo de la luz de Dios –si bien de un modo tímido pero potente– penetra en nuestra vida. Entonces surgirá en nosotros la alegría, que de otro modo esperaríamos inútilmente, y cada persona en la que ha penetrado algo de esta alegría puede ser, a su modo, una apertura a través de la cual el cielo mira a la tierra y nos alcanza. Entonces puede suceder lo que prevé la revelación de Juan: todas las criaturas del cielo y de la tierra, bajo la tierra y en el mar, todas las cosas en el mundo están colmadas de la alegría de los salvados. En la medida en la que lo reconocemos, se cumple la palabra que Jesús dirige en la despedida, en la que anuncia una nueva venida: «Vuestra aflicción se convertirá en alegría».

(Homilía “El Cordero redimió a las ovejas", Benedicto XVI, en el libro “Miremos al Traspasado")

La Misa debe, por último, expresar y reavivar la esperanza de la Gloria eterna. Debe ser un espacio de eternidad en medio del devenir de la historia. Debe ser para cada uno de nosotros como un “pedacito de Cielo”, como un anticipo del Banquete Celestial, al cual tendemos, hacia el cual caminamos, en el cual –y solo en cual- nos saciaremos. Porque Pascua y Parusía son acontecimientos inescindibles, la tensión entre el Pasado, el Presente y el Futuro se encuentran en torno al altar, allí confluyen y se hacen nuestros.

Un gran desafío

Es evidente que, como en casi todos los ámbitos del pensamiento y la acción católicos, es más sencillo optar por uno solo de los elementos. Tenemos entonces en la Iglesia “sectores”, “facciones” con visiones de la Eucaristía encontradas: quien la vive de modo unilateral como “el Calvario”, y quien la celebra y piensa sólo como “una fiesta”.

Es verdad que los acentos son inevitables: en las liturgias de las Iglesias orientales resplandece mucho más la dimensión “parusíaca” que en el rito romano, y así podríamos encontrar otros matices en la misma historia de la Liturgia.

No obstante, creo que el desafío es, como cada vez, mantener  unidos y armonizados los dos –o los tres- aspectos del Misterio de Cristo: muerte redentora que suscita un amor reverente, victoria sobre la muerte que nos colma de alegría, triunfo final que nos llena de esperanza. Siempre en obediencia a las normas litúrgicas.

¡Qué desafío para quienes debemos presidirla: poder manifestar, en nuestra fragilidad, todo esto!

¡Qué desafío para la catequesis, para la predicación, ayudar a los fieles a vivenciarlo de este modo!

¡Qué desafío para quienes ejercen el ministerio del canto y la música, hacer converger en melodías, armonías y ritmo las inescrutables riquezas que implica la simple presencia del “Cordero degollado y en pie”!


PD: Disculpen el detalle narcisista de la foto, es del día de mi primera Misa, hace 14 años y días, para que recen por mí y por todos los sacerdotes, :)

25.11.19

Pequeña reseña sobre el «La Familia ante el desafío de la Ideología de género»

Este pasado sábado terminé una primera “ronda” de presentaciones del libro “La Familia ante el desafío de la Ideología de género.

Fueron 10: Paraná, Santa Sylvina, Pampa de los Guanacos, San Bernardo, Villa Berthet, Corrientes, Goya, Santa Elena, Mercedes y CABA (Ciudad autónoma de Buenos Aires).

La recepción del libro y de las charlas fue óptima. Estoy super agradecido por esta oportunidad de anunciar el Evangelio de la Vida, del Amor y de la Familia.

Entre todas las cosas lindas que me dijeron, quiero destacar una que me parece muy importante: “Padre, su libro nos deja esperanza… porque a veces el tema de género nos provoca un gran malestar y la sensación de que todo está perdido, y usted nos dio herramientas concretas para trabajar en la familia y la sociedad". Objetivo cumplido.

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18.11.19

Libro «La Familia ante el desafío de la Ideología de Género»: cómo adquirirlo y entrevista

Hace unos días comencé a presentar y ofrecer el libro “La Familia ante el desafío de la ideología de género".

Doy gracias a Dios por haber podido concretar su publicación. Si bien es una obra perfectible -muy perfectible- creo que puede ser una valiosa herramienta para comprender este fenómeno, y una ayuda concreta a las familias en su función educativa.

Para quienes viven en España o en países de Latinoamérica, pueden adquirirlo en formato digital en esta direccion o en esta otra.

Para quienes vivan en rgentína o los países limítrofes, dependiendo las circunstancias, pueden intentar adquirirlo en formato físico en esta dirección.

Comparto también el texto completo de la entrevista que el portal Aciprensa me realizó días pasados, manteniendo el formato original.

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4.10.19

«He visto a Dios en la Tierra, con mis propios ojos»

 
Podría haber dicho al salir de aquella casa, una mañana gris, tiempo atrás.
 
Allí vi a un hombre frágil, debilitado por la enfermedad y los años, dolorido y sereno a la vez. 
 
Vi y escuché a su esposa hablar de él con ternura, con admiración, con gratitud. La vi secarse las lágrimas al contarme que no podía saber siempre lo que le pasaba -porque él casi ya no hablaba-, pero ella se daba cuenta de cómo se sentía. La escuché feliz hablando de sus hijos y narrando sus gestos de amor hacia su padre, la escuché confiada y realista en la adversidad.
 
Vi a los dos juntos, él acostado, ella sentada al borde de la cama, acariciándolo mientras le daba la Unción y él -entre lágrimas- recibía la absolución y rezaba, a su manera.
 
Y vi en la cabecera de su cama dos fotos, tan pequeñitas como elocuentes. 
 
Una en blanco y negro, del día de su boda, cortando juntos la torta, rebosantes de juventud y alegría, abrazados y sonrientes, hermosos y fuertes. 

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1.10.19

Nuevo librito en camino: "La Familia ante el desafío de la ideología de género"

Bueno, octubre me inspira, así que me largué nomás a escribir mi “librito” sobre “LA FAMILIA ANTE EL DESAFÍO DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO".

 

Les pido que recen por mí, para que lo pueda hacer bien y pronto.

 

Les dejo la introducción, espero que a muchos les dé ganas de leerlo.

 

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Presentación

EL CAMINO ES EL AMOR

En mi adolescencia me gustaba mucho cantar, y al haber transitado esa etapa en grupos juveniles –y luego el seminario-, mi memoria está poblada de letras y melodías hermosas, cargadas de sentido, cuya hondura sólo años después logré desentrañar.

 

Una de las canciones que más me atraía y sigue atrayendo es aquella que al finalizar cada estrofa decía: “LO SABEMOS, EL CAMINO ES EL AMOR”. Una y otra vez se repetía esa frase, en tonos menores y mayores, como para que quedara claro.

 

Pues bien: el presente librito sobre el tema LA FAMILIA ANTE EL DESAFÍO DE LA IDEOLOGÍA DE GÉNERO es fruto de una serie de charlas que vengo dando desde hace un año aproximadamente. A lo largo de estos meses el Señor me fue mostrando que si bien la batalla en la que estamos inmersos es una batalla real, es dura y es decisiva –está en juego la felicidad y la salvación eterna de las futuras generaciones- no debía olvidarme de algo esencial: “EL CAMINO ES EL AMOR”

 

Esta afirmación quiere ser –como imitando la armadura de clave al principio de una partitura partitura- la definición del sentido y el tono de este escrito, así como señalar lo que anhelo pueda suceder en cada lector: que logremos amar más y mejor, a Dios, a nuestra familia, a nuestra Patria, e incluso a quienes hoy están en el error. Escribo por amor también a ellos, con la certeza de que muchos quizá nunca han experimentado o descubierto el verdadero amor.

 

No esperes encontrar, entonces, en esta obrita, burlas, ridiculizaciones, y ni siquiera juicios temerarios ni menos aún calumnias. En la batalla cultural tenemos enemigos, que quieren imponer exactamente lo contrario que nosotros, pero a ellos, a cada uno, Jesús nos invita a amarlos: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los persiguen”

 

 

“EL AMOR SE REGOCIJA CON LA VERDAD”

En el memorable capítulo 13 de la Primera Corintios, se nos insiste en la centralidad del amor con acento inequívoco. Resuenan con fuerza en mi interior cada vez que lo leo aquellas palabras de Pablo: “Si no tengo amor, no soy nada” ¡No soy nada!

 

Sin embargo, se me había pasado por alto muchas veces una expresión que hace poco tiempo redescubrí: “El amor se regocija con la verdad”.

 

En esta frase encontramos unidas dos realidades vitales, que atraviesan nuestra existencia cotidiana: amor y verdad. Realidades que no siempre sabemos unir: decimos la verdad sin amor, o amamos renunciando a la verdad.

 

Si el amor se regocija con la verdad, podemos decir también que “el amor se entristece con el error y la mentira”.

 

Y si el mismo San Pablo nos invita a “estar siempre alegres”, está claro que no hay verdadera alegría fuera de la verdad. Y que si queremos ser servidores de la alegría de nuestros hermanos, hemos de analizar y denunciar el error, y hemos de desenmascarar la mentira.

 

Al combatir el error, y especialmente el error funesto de una falsa antropología, estoy seguro de estar haciendo un servicio a la libertad de las personas. Jesús nos ha dejado una expresión perfecta de la unión de estos aspectos: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Jn 8, 31-32)

 

La Antropología que proponen quienes difunden la perspectiva de género se presenta como si fuera liberadora. Pero al ser errónea, y al contener también omisiones que no pueden ser involuntarias, acaba –como toda falsa antropología- sumergiendo al hombre en nuevas y peores esclavitudes.

 

 

UN CAMINO ABIERTO

 

Tal vez te parezca que mis aspiraciones son demasiado elevadas. Espero estar a la altura del propósito inicial, y lo haré recorriendo un camino que tendrá los siguientes pasos.

 

1. Cómo es la antropología de género

2. ¿Antropología, perspectiva o ideología?

3. Origen de la ideología de género: filosofía, pseudociencia, feminismo, geopolítica… El nuevo orden mundial.

4. Las fases del proceso de reingeniería social en Argentina.

5. Las verdades enloquecidas de la Antropología de género.

6. Crítica desde la filosofía, la medicina, la psicología y la política.

7. “Los creó varón y mujer”: la antropología bíblica y su actualidad.

8. La actitud cristiana ante quienes experimentan atracción al mismo sexo.

9. ¿Qué podemos hacer? Pistas educativas, cívicas y espirituales.

 

A lo largo del escrito citaré diversos autores que son fuente de muchas de mis afirmaciones. No obstante, no quiero poner en tus manos una obra científica y de difícil lectura. Muchas veces citaré afirmaciones –todas chequeadas- de diferentes pensadores, pero será tarea tuya buscar el lugar exacto en sus obras.

 

 

COMPRENDER LA FRAGILIDAD HUMANA, ABRAZAR LA COMPLEJIDAD DE LA VIDA

 

La frase es del Papa Francisco en la exhortación “Amoris Laetitiae”, y si bien hablé del amor al inicio, quisiera concretar aún más esta dimensión.

 

Este librito no está escrito en contra de las personas que sienten atracción hacia su mismo sexo, o que tienen confusión o dudas sobre su identidad sexual. No está escrito en contra de quienes han elegido ese estilo de vida.

 

Conozco a muchos hermanos que viven en alguna de esas circunstancias, y he encontrado en muchos de ellos personas hermosas, llenas de vida, solidarias, talentosas, que hacen de su vida un don para los demás. Muchos experimentan sufrimiento por los sentimientos que los habitan, en algunos hay historias de dolor tremendas.

 

Tengo la satisfacción personal –como, estoy seguro, la tienen la inmensa mayoría de mis hermanos sacerdotes- de no haber maltratado, estigmatizado, ofendido ni discriminado a nadie por su condición o estilo de vida. No soy homófobo, ni propongo la criminalización de la homosexualidad, ni propongo un discurso de odio.

 

Pero tengo también la satisfacción de haber intentado siempre –y seguiré haciéndolo- mostrarles el camino hacia Jesús, y anunciarles la Buena nueva sobre el amor humano y la sexualidad, convencido de que ese es el camino de plenitud.

 

Sería feliz si alguno de ellos encontrara en estas páginas motivos para mirar el futuro con esperanza, con la certeza de que el Amor de Dios, su Bondad infinita, los espera en el Paraíso.

 

A María, a quien veneramos como “Madre del Amor Hermoso”, nos alcance vivir la verdad en el amor, y el amor en la verdad.

 

Padre Leandro Bonnin

30 de septiembre de 2019