La cuarentena, las celebraciones sin fieles y el sentido común
Voluntariamente permanecí al margen de ciertas polémicas en torno a estos argumentos, pero con delicadeza quisiera intentar ahora una reflexión. La compartí dos días atrás en mis redes sociales, y no pensaba publicarla en este blog por el carácter bastante particular de algunas afirmaciones, pero como varios blogueros se han referido al asunto, lo comparto tal cual se difundió el lunes.
1. Como en toda situación compleja, un cristiano debe intentar mantener unidos la cabeza y el corazón, la razón y la fe, la preocupación por la salud espiritual y la corporal, la responsabilidad individual y la atención al bien común. Es apasionante constatar como en cada polémica que surge en la convivencia humana solemos elegir uno solo de los polos en tensión y descartar el otro, cuando el desafío es atender a ambos del modo prudente y virtuoso simultáneamente.
2. Entre esos posicionamientos extremos, hemos podido leer personas que sobredimensionaban la pandemia y otras que la minimizaban; algunos que decían que era pura y exclusivamente una “reacción de la Madre Tierra” y otro que era pura y exclusivamente un arma química de los chinos. Algunos han dicho que es una de las pestes anunciadas por el Apocalipsis y otros que es un invento de los medios de comunicación al servicio del Nuevo Orden Mundial. Unos han dicho que la pandemia es un castigo divino por los pecados de los hombres y de la Iglesia, mientras que otros han negado su realidad y afirman que es un ejercicio de disciplinamiento social.
3. También hemos visto personas que repudiaban y llamaban a la rebelión contra cualquier intervención del Estado en materia de salud o economía y otros que divinizaron o divinizan toda decisión gubernamental cual si fuera infalible.
4. En relación a la Iglesia, en concreto, algunos hermanos han sentido y expresado decepción ante el accionar de sus pastores -a quienes acusaron recurrentemente de cobardía-, y otros se han visto enormemente agradecidos por cómo sus sacerdotes y obispos los han cuidado. Algunos consideran que el no poder participar de las celebraciones significa la llegada de la Gran Apostasía y el Anticristo, y otros anuncian exultantes que no hay nada comparable a la iglesia doméstica. Unos opinan que la imposibilidad de celebrar Misas con gente es una clara persecución del Estado contra la Iglesia, otros celebran como un triunfo que las iglesias se utilicen para servicios sociales. En medio de estas idas y venidas, ha habido algunos enfrentamientos entre católicos en las redes sociales, con descalificaciones recíprocas, un poco al estilo del “te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres…” del fariseo de la parábola.
5. Mi conclusiones son las siguientes:
- ninguno de nosotros sabe con exactitud el origen, la magnitud y las consecuencias de lo que estamos viviendo. Creo que es bueno cuidar la grandilocuencia que puede llevarnos a equivocarnos e incluso a hacer el ridículo.
- según la Doctrina social de la Iglesia, los gobernantes y todos los que gestionan el Estado tiene una misión importante al servicio del bien común. Ciertamente cada cual es libre de tener su propia opción política -tengo algún amigo anarquista, a quien respeto mucho- pero la rebelión irracional ante cada cosa que mandan no es coherente con la actitud que nos propone el Magisterio, como tampoco lo es la sumisión irracional. El Presidente de la Nación -la nuestra y cualquier otra- no es Dios aunque a veces acierte, pero tampoco es el Diablo, aunque a veces haga el Mal. Usemos la cabeza y el sentido común, y también el sentido sobrenatural de la fe.
- ninguno de nosotros ha tenido una revelación privada infalible como para saber por qué Dios permite este tiempo tan raro. Seamos prudentes al expresar y al difundir mensajes que atribuyen a la pandemia algún significado oculto y divino, cuyo origen, procedencia y ortodoxia son difíciles de comprobar.
- creo que es muy claro que al suspenderse toda reunión cultural, deportiva y social, la prohibición de celebrar Misas con fieles no tiene nada que ver con un ataque a la libertad de culto ni a la Iglesia católica en particular -al menos, y que yo sepa, en Argentina-, sino que expresa simplemente una medida preventiva para evitar la expansión del virus.
- no obstante, y aquí agrego otro matiz, creo que no nos tenemos que “acostumbrar” a esta situación. Porque reunirse forma parte de la esencia de la identidad cristiana. Porque la iglesia doméstica no puede subsistir mucho tiempo sin la asamblea dominical sacramental.
- por último, y al menos en la Arquidiócesis de Paraná, ateniéndonos a la normativa vigente, los sacerdotes estamos exceptuados de la cuarentena para asistencia espiritual… podemos tener nuestros templos abiertos durante el día -para que al salir a trabajar o hacer otras cosas puedas visitar al Señor- e incluso podemos bendecirte y escuchar tus pecados… manteniendo distancia. LA IGLESIA NO ABANDONA A SUS HIJOS en su atención espiritual. EL CULTO A DIOS NO SE HA SUSPENDIDO, solo que por ahora debemos limitar la participación presencial.
Que el Señor nos dé luz, nos de paz, nos de lucidez.
Nos haga sabios, austeros, alegres y esperanzados.