El misterio de María, con mons. Tortolo.
Me complace enormemente compartir en la víspera de la Fiesta de María Madre de Dios, un precioso texto de Monseñor Adolfo Servando Tortolo, quien fuera Arzobispo de Paraná en el siglo pasado.
Hay algunas intuiciones del autor que, enraizándose en la Escritura y en la Tradición, se expresan con una originalidad y una potencia inéditas. Creo no equivocarme al decir que el pensamiento mariológico de mons. Tortolo puede ayudar a todos nosotros a quedar cada día más fascinados ante el misterio de María, y su misión como formadora.
Les dejo la primera parte de un texto publicado en el libro “La Sed de Dios", Ed. Lumen, 1984. En días sucesivos compartiré la segunda parte, que ahonda en la relación materno-filial que María quiere establecer con cada uno de nosotros.
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María, molde de Dios
Glosa a una homilía de Pablo VI *
Al celebrar con sus seminaristas la festividad de la Madonna della Fiducia Patrona del Seminario Mayor de Roma—, Su Santidad Pablo VI expuso en una densa y apretada homilía de qué modo María Santísima integra, y debe integrar, la formación espiritual cristiana.
Texto y contexto tienen carácter doctrinario. La glosa sólo pretende subrayar la importancia de ciertos párrafos en orden a la vida interior más que a la especulación intelectual.
Conviene prenotar que la Fe se ordena a la vida, y la vida se nutre de la Fe, porque es su Principio. El exponente más alto y más real de esta Fe vivificante llámase vida interior. Y la vida interior es la forma más válida y más auténtica del “homo religiosus”.
Por eso los principios informantes de esta vida interior deben tener una absoluta seguridad teológica.
La autoridad del Vicario de Cristo, y tantos siglos de Iglesia que hablan por sus labios, nos dan inconmovible certidumbre en su doctrina.
I. “MADRE MÍA, CONFIANZA MÍA”
Luego de un prólogo ocasional, señala el Santo Padre: “Dejemos que la cándida y piadosa expresión: mater mea, fiducia mea”, envuelva la dulce efigie, mientras cada cual piensa en su corazón cómo apropiarse del significado, del valor y del consuelo de las afectuosas y audaces palabras”.
Madre mía, confianza mía. La confianza es hija de la Fe teologal. Toda la Biblia es un argumento vivo sobre la confianza en Dios. Exigida por Dios como algo irrenunciable a sí mismo; exigida como salvoconducto divino para todas las emergencias humanas.
Confiar en Dios es unir lo supremo de Dios y lo íntimo del hombre por un puente misterioso, cuyo nombre es este: confianza.
En su mirar hacia Dios, bañándose en su luz, el pueblo fiel fue concentrando su admirable sentido espiritual hasta cristalizarlo en este lema de simplicidad feliz y vigorosa: Mater mea, fiducia mea.
Las palabras de este lema —lo afirma el Papa— son audaces. Pero esta audacia nace de Dios, es suya. Nace de la intuición sobrenatural y de la fuerza interior. Se afirma victoriosa, no en la quimera, sino en la Fe y el Amor. Son sus alas, aparte de ser su vida.
Lógico, entonces, que el audaz contenido de este lema, sus palabras exigen ser fijadas en el lugar más grande de la espiritualidad y de la vida religiosa, que son propias de la formación cristiana.
No es el lema gramatical sino la concentración teológica del lema, su contenido, el que debe convertirse justamente en base de la vida espiritual.
Afirmar que María ocupa el lugar más grande de la espiritualidad es afirmar que entra a una con Cristo, aunque diversamente, en esa vida interior donde se conjugan de modo vivencial los grandes Misterios: la Trinidad, Jesucristo, y a continuación María Santísima.
María pasa, de este modo, del orden estático al dinámico, de su actitud de ruego a la co-acción sobrenatural con Cristo. Entra, no al margen, sino en la misma corriente sobrenatural, y la integra, subordinada a Cristo, como elemento de Vida.
II.“TÉRMINO FIJO DE ETERNO CONSEJO”
El pensamiento pontificio avanza hacia el centro real de todo Misterio de María.
“No debemos olvidar nunca quien es Maria a los ojos de Dios: termino fijo de eterno consejo. No debemos olvidar nunca quién es Maria en la historia de la salvación: la Madre de Cristo y, por lo tanto, la Madre de Dios, y, por admirables relaciones espirituales, la madre de los creyentes y de los redimidos”.
Quién es María a los ojos de Dios es un misterio. La conducta divina revela, en parte, lo que Ella es para Dios. La frase de Dante, que el Papa cita, es un relámpago de luz que alumbra este misterio.
Término fijo equivale al ordenamiento hacia Ella de la actividad divina ad intra. Es como una marcha interna de Dios hacia María, marcha interna que otra audacia teológica expresará de este modo: “María es el complemento de la Trinidad”.
“Por eso no en vano -señala el Pontífice- la Liturgia y la Teología sobreponen el perfil de María a la Sabiduría eterna”. No en vano; no es mera alusión ni lenguaje metafórico. Primera creatura, concebida “ab aeterno” pasa a ser el paradigma de todo el Plan divino ad extra. María es un efluvio siempre manante de Dios, ayer como término hacia el cual, hoy cómo término con el cual se mueve Dios.
De la eternidad pasa al tiempo. Y el tiempo de Dios – Su tiempo- es la hora de la redención. Ahora la pregunta es ésta: quién es María para Jesucristo.
La redención es el segundo mundo de Dios, más perfecto que el primero. Redimir es mucho más que crear. Y María, presente en la Creación como espejo del poder creador, entra personalmente ahora con título y misión exclusivamente personal en el mundo de la redención.
El nexo que unirá para siempre la predestinación de María y la Encarnación del Verbo será un acto suyo: su consentimiento personal y libre al Plan de Dios. La manifestación de Dios en carne y sangre, va a ocurrir sobre el contexto vivo de esta Mujer; pero va a ocurrir no de un modo fortuito –imposible en Dios- ni menos aún violento, sino mediante dos actos libres: el de Dios y el de María.
María al pronunciar su Sí, recibe al Hijo de Dios en sus entrañas. Y con Él recibe en sus entrañas el Misterio total de Cristo -el insondable Misterio- el que comienza a vivir en sus entrañas puras y a recibir vida de su vida.
Desde este instante, el indivisible instante de la Encarnación, su misión de Madre intrínsecamente se desdobla sin sufrir en nada su unidad. Es Madre y Coactora con Cristo en todo el proceso subsiguiente: redención, santificación, consumación.
La redención en su primer acto —la Encarnación— queda ipso facto maternizada. Y, por lo tanto, definitivamente y para siempre marianizada la gracia de Jesucristo. Dos infinitos horizontes: maternización de la redención, marianización de la gracia cubrirán la apretada y extensa red de relaciones admirables entre María Santísima y sus hijos.
III. MADRE DE CRISTO
María, marco de Dios y pórtico de Cristo, lo será también para toda la Teología, porque esta es la ciencia de Dios.
“La visión panorámica de la Teología, centrada en la humilde Sierva del Señor, no debe desaparecer nunca de nuestra mirada espiritual si queremos comprender algo verdadero, auténtico, embriagador, de la creatura privilegiada, sobre la que se abre y descansa la trascendencia divina y cobra realidad humana el Verbo de Dios”.
Nuevamente las llamadas geniales del pueblo fiel. Las dos vertientes: eternidad y tiempo, se cruzan en María. Y el más puro sentir teológico ha condensado en una frase la prehistoria, la historia y la metahistoria de María: “genuisti qui te fecit”.
La trascendencia divina asocia a su fecundidad eterna a esta Mujer hija del tiempo. Y la gloria de Dios será convertirse en creatura.
Para la teología, María Santísima no es un hito, es la cumbre donde se asienta Dios.
Gradúa luego el Papa los estadios dc la piedad mariana. Estadio objetivo: de culto e imitación. Estadio subjetivo: dc suplica y de esperanza. La piedad objetiva nos conduce a “celebrar en Ella los misterios del Señor”.
La Maternidad divina es un hecho Único, correlativo de otro hecho Único: la Encarnación. La sobreeminente gracia de la Maternidad divina descansa, entre otras, sobre esta verdad: nadie puede elegir a su propia madre, excepto Dios. Esta elección, inseparable de la predestinación de Cristo, configura la mayor autodonación divina.
Esta autodonación es irrevocable e irá creciendo por el crecimiento y extensión de su vocación materna.
Entonces “se llega a descubrir su superlativa función en la economía de la salvación…”
Superlativa función de ayer, de hoy y de siempre, en el orden universal y en el orden particular.
Su pura relación a Cristo no excluye en Maria una personal misión y acción. María no es a Cristo como la sombra al cuerpo que la proyecta. Es también eso, pero mucho más. Es agente y no paciente. Es instrumento de Cristo, pero también es Socia y Coactora.
La economía de la salvación abarca la remisión de la culpa y la infusión de la gracia, la gracia santificante y las actuales, la gracia y la gloria. Donde Dios pone su Mano, allí está su Gracia; allí está María.
La Encarnación del Verbo, la asunción mística de toda la humanidad por el mismo Verbo encarnado, la Maternidad divina de María, son un hecho tridimensional.
Por eso cuanto más se estudia el Misterio de Cristo, su relación íntima con todos los hombres, el crecimiento de su Cuerpo Místico, más esplendente y más universal emerge de la luz de la Fe el misterio de María.
También por eso la verdadera ubicación de María está dentro de la Iglesia y está sobre la Iglesia. Mater Christi, Mater Totius Christi, Mater Corporis Christi.
2 comentarios
La fidelísima, recia y a la vez erudita espiritualidad que se desarrolló en Paraná durante su pontificado ha trascendido el tiempo y el espacio y al día de hoy su herencia se mantiene vigente, a pesar de los innobles intentos de arruinar su obra que se han sucedido desde su lamentada muerte.
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