El proselitismo de los testigos de Jehová: hasta aprenden chino en Ecuador para captar
“¿Cuál es el secreto para tener una familia siempre unida?”, lee Eduardo Cueva en un cartel que encabeza un librero móvil. Lo traduce de una frase escrita en mandarín que llama la atención de quienes pasan por el bulevar de la Quebrada, ubicado en la Av. De los Shyris y Portugal (Quito, Ecuador). Desde hace dos meses, él y un compañero colocan el stand todos los martes y conversan con quienes preguntan qué significa. Lo leemos en el diario La Hora.
Todas las portadas de los libros tienen imágenes y pictogramas vistosos y todos hablan de la palabra de Jehová. Cueva es guayaquileño, tiene 28 años de edad y empezó a aprender el idioma cuando tenía 20. “Unos hermanos llegaron a enseñar mandarín y yo me incluí”, dice el joven, quien habla con fluidez.
No importa el idioma
En diferentes espacios de la ciudad, todos los días se ubican grupos de fieles de los testigos de Jehová para compartir su fe como parte de los mandatos de su secta. “Los mensajes deben llegar a todas las personas, no importa el idioma que hablen”. Por eso, se escogió el sector para implementar los textos en mandarín, pues alrededor hay una importante presencia de chinos y empresas procedentes de ese país.