La cristología de los testigos de Jehová
Dicho así, suena muy rimbombante. La cristología es disciplina central en los estudios teológicos, ya que versa sobre Cristo, y los manuales que se emplean son ciertamente voluminosos, queriendo profundizar en la personalidad apasionante de Jesús de Nazaret, figura histórica del siglo I de nuestra era –que toma de él su nombre– y del que los cristianos decimos que es el mismo Dios encarnado. La cristología de los testigos de Jehová (TJ), sin embargo, es bastante pobre y deficiente. ¿Por qué sacar este tema ahora? Porque acabamos de celebrar la Semana Santa y, al igual que en otro artículo describí la conmemoración que los TJ hacen de la muerte de Jesús, ahora quiero aprovechar para profundizar un poco en lo que dicen de él, ya que le han dedicado un gran espacio en el número de su popular revista La Atalaya correspondiente al 1 de abril de 2011. Lo de “popular” es por su tirada (más de 42 millones de ejemplares en 188 idiomas, según dicen ellos mismos) y porque… ¿quién no ha tenido entre las manos alguna Atalaya?
En el ejemplar citado, que han dejado en muchísimas casas junto con la invitación a participar, el 17 de abril pasado (este año nuestro Domingo de Ramos), en su memoria anual de la muerte de Cristo, leemos en portada, junto a su rostro: “Jesús. Su origen, su vida, su muerte”. Y en esas tres partes divide el contenido del texto. Observamos, entre las cuestiones introductorias, que “Dios lo ungió, o eligió, para ocupar una posición especial”. También se afirma que es “uno de los personajes más influyentes de todos los tiempos”. En cuanto a su origen, se habla de su nacimiento en Belén y de las circunstancias del tiempo, según los textos bíblicos, pero se va más allá para comprobar su verdadero origen, más allá de la historia de la humanidad, y leemos entonces: “Jesús, el Hijo primogénito de Dios, fue un ser espiritual que vivió en el cielo antes de nacer como hombre en la Tierra”, y que “fue Jehová quien hizo aquel milagro por medio de su espíritu santo”.