Joven uruguaya víctima del “porno yoga” denuncia a la secta
La secta conocida vulgarmente como del “porno yoga” continúa estando de actualidad en Uruguay. Si en los días pasados hemos publicado la noticia de la firma de un acuerdo extrajudicial por el que el representante del grupo en ese país retira su demanda contra expertos en sectas y medios de comunicación que alertaron sobre sus prácticas, ahora éstas quedan ilustradas por el testimonio detallado de una joven víctima. Recogemos el reportaje firmado por Federico Castillo y publicado en el semanario Búsqueda.
El inicio, a los 18 años
Todo empezó con un dolor de espalda. Con un dolor de espalda y la necesidad de combatir el tedio adolescente con algo extra. Con yoga, por ejemplo. Mariana –es un nombre ficticio para preservar su identidad– se anotó en unas clases gratuitas que daba el profesor rumano Octav Fercheluc (en la foto superior) en la sede central del Instituto Nacional de la Juventud (INJU). Era el año 2013.
Esos cursos de yoga, impulsados por el Programa Bienestar Universitario de la Universidad de la República, eran un éxito. Casi que no había espacio entre colchoneta y colchoneta. A Mariana, que era una liceal de 18 años, le costó encontrar su lugar, pero después de unas cuantas sesiones entró en caja. Agarró el ritmo de las dinámicas propuestas. Fue adquiriendo flexibilidad en su cuerpo. Mejoró su postura. Se empezó a relajar y a olvidarse de los dolores en su columna. El yoga hizo efecto. La historia iba bien.
Pero en el año 2015 hubo un escándalo mediático en torno a Fercheluc, su instructor en el INJU, que se disparó tras una denuncia del licenciado en psicología Álvaro Farías, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES). El psicólogo plantó la sospecha de la relación que podría tener este proyecto con el colectivo MISA (Movimiento para la Integración del Absoluto Sublime), que se conoce como la “secta del porno yoga” y que está liderada por el gurú rumano Gregorian Bivolaru, una de las personas más buscadas por la Policía de ese país, con una condena a prisión en suspenso desde el 2013 por mantener relaciones sexuales con una menor.
Bivolaru está requerido por la Europol desde 2016 por varios delitos, entre ellos, el tráfico de seres humanos. Bivolaru es el gurú espiritual de la Academia Ananda que dirige Fercheluc en la calle Sarandí, en Ciudad Vieja. Farías expuso en ese momento que había recibido denuncias sobre jóvenes uruguayos que después de participar en retiros de yoga de esa academia eran convencidos de trasladarse a Rumania.El yoga, explicó, era una pantalla para reclutar mujeres en distintas actividades ilícitas relacionadas con la explotación sexual. La denuncia quedó en poco más que eso. Acaso la única consecuencia fue que el convenio con la Udelar y el INJU se suspendió. Y que Fercheluc logró un fallo judicial a su favor para dar su versión sobre las acusaciones en distintos medios de comunicación. Un derecho a réplica.
Del gancho universitario a la secta
Todo ese ruido mediático apenas si afectó a Mariana, que se enteró por un correo electrónico de que el curso se terminaba. “Sobre las denuncias, ni fu ni fa. Yo quería seguir yendo a clases de yoga”, dice hoy a Búsqueda. Y entonces se anotó en la escuela privada de Fercheluc. Empezó en la academia.
Hizo un curso de meditación. Al año siguiente fue por más. Se anotó en tantra. Uno de los cursos más intensos. “El camino que integra todo, el que te enseña a vivir. El más activo”. Pasó el tantra y le preguntaron en Ananda si quería hacer shakti, que está más conectado con la energía femenina y la estimulación del sistema nervioso para activar todos los sentidos. Mariana, que ya estaba en facultad, se inició entonces en el shakti. Ya es el año 2018.
Y ya estaba en el círculo más estrecho de la academia. La invitaban a actividades extras, a retiros, le pedían colaboración en la organización de seminarios. En la mitad de ese proceso se separó de su pareja. Y se metió más de lleno en los cursos. “Yo estaba viendo que tenía herramientas y que las estaba puliendo ahí. Lo empezás a ver como un entrenamiento. Adquirís una concentración progresiva. Y te empezás a plantear si querés seguir fumando, si querés tomar una cerveza. A veces tenía que elegir entre ser joven y ser espiritual. A veces elegía, con culpa, ser joven”.
Pero, igual, todo fluía. Solo una cosa le hacía ruido a Mariana. Le parecía raro que esa conexión con la energía femenina, que la instruía en cómo vivir el ciclo menstrual, en las etapas de la luna, y varias cosas más, fuera parte de un contenido “redactado” por Bivolaru. “Yo pensaba: ¿cómo este señor me puede hablar de mi ciclo menstrual? ¿Cómo un señor, un rumano que estaba metido en una cueva, me decía cómo contactarme con mi femineidad? Y yo lo veía a Bivolaru en todos lados, en fotos, en los textos. No me parecía la persona más cuerda del mundo. Pero la evidencia empírica era más fuerte que todos esos argumentos racionales”.
Invitada a Rumania
En uno de los retiros que hacía por esa época, no recuerda bien si fue en Aguas Dulces o en Las Toscas, le pidieron tomarle unas fotos en bikini para saber si estaba “apta” para una “iniciación”. Mariana accedió sin mayores problemas. Al tiempo, le llegó el planteo de hacer el viaje a Rumania. La propuesta se la hizo Camila, pareja de Fercheluc. Según Mariana, le dijeron que Bivolaru “había visto las fotos y estaba apta para el viaje”.
Su respuesta fue, básicamente, que no tenía un peso para financiarse esa ida a las playas de Costinesti. “Era un platal para mí. Además era como por un mes el retiro. Yo no entendía mucho qué iba a hacer, no sabía rumano, apenas hablaba algo de inglés”. A Mariana le mostraban videos de jóvenes uruguayos que habían participado en ese retiro. Y que habían vuelto. Pero a ella no la tenía tan inquieta la posibilidad del regreso, sino la de costearse el viaje.
Eso no fue un problema. Mariana aseguró que le compraron el pasaje. “Estaba la posibilidad de que yo se lo iba a devolver, pero era real que yo no tenía ingreso alguno. Era la reina de las changas, vendía comida vegetariana en ferias. La posibilidad de devolución era mínima. Pero, bueno, me lo pagaron igual”.
A poco de viajar comenzó la ansiedad y algunas dudas típicas. Cómo era el hospedaje, las dinámicas, cómo se podía comunicar con su familia. Le dijeron que el campamento era sólo de mujeres, que no se podía usar el celular. Y, según cuenta a Búsqueda, le hacían ver que era una “privilegiada” por ir al retiro. “Toda esa perorata me la comí en dos panes. Estaba por pelarme la cabeza si me lo pedían”.
Otra cosa que le pidieron antes de viajar fue que se hiciera exámenes para descartar enfermedades sexuales. “Tenía que demostrar que estaba sana y no embarazada. Lo del HIV me pareció normal. No entendí eso de chequear que no estaba embarazada”.
Detención policial
Faltaba algo así como una semana para el viaje. Era un miércoles de mañana. Mariana estaba de resaca, acostada en su cama. Cuando Interpol golpeó la puerta de su casa. “Vestite, que te está buscando la Policía”, le avisó su madre, desnortada. “¿Te vas a ir de viaje?”, le preguntaban los de Interpol mientras vaciaban roperos y cajones de su escritorio. “¿A quién mataste?”, le preguntaba la madre, a los gritos. Mariana estaba en shock.
La subieron a una camioneta. Fueron hasta la sede de Interpol. Esposas en las manos, silla, y a esperar durante horas. Pidió una frazada para cubrirse del frío mientras su cabeza intentaba hacer sinapsis. “Si no hubiera tenido resaca estaba con tremendo ataque de pánico”, se ríe hoy. Varias horas después la llevaron a declarar a otra dependencia, supone que por el Centro. La metieron en una celda, con otros reclusos. “Tengo hambre”, alcanzó a decir mientras pasaban las horas de espera. “Bancátela”, dice que fue la respuesta.
Ahí vio pasar a Octav Fercheluc. Le dio tranquilidad. “Por un lado dije, ta, estoy acá con él”. Pero asegura que lo buscó con la mirada, como para pedirle una explicación con los gestos de qué estaban haciendo los dos ahí. “Y no hubo nada. Y ahí dije: este loco me cagó”.
A Mariana le explicaron después que estaba ahí en calidad de coautora, junto a Fercheluc, de trata de personas. Ella presume que fue porque “acercó a un amigo” a la academia o porque era el “hilo más fino” a cortar, “la más joven”. En realidad, según pudo saber Búsqueda, hubo una denuncia anónima.
Durante el interrogatorio, tres fiscales, que ella define como “tres brujas”, la cuestionaron sobre el viaje, sobre su relación con otros miembros de la academia. Pero especialmente sobre el vínculo de Fercheluc con Bivolaru. Contestó lo que sabía, que, asegura, era poco y nada. Pasó la noche en Interpol. Durmió sentada en una banqueta en el pasillo. Se despertó con la mirada fija de un recluso “engrilletado y con toda la cara tatuada”. Pidió para ir al baño. Y vomitó toda la resaca del día anterior.
De denunciada a denunciante
Mariana fue sobreseída de la causa de trata de personas el pasado 10 de mayo. Y hace poco más de un mes la Justicia archivó el expediente que investigaba esa presunta red internacional con la pata local uruguaya anclada en la academia de Fercheluc.
La jueza Beatriz Larrieu, que el 9 de agosto le negó a la Fiscalía una ampliación de la investigación que llevaba un año, argumentó en su escrito que la única evidencia de conexión entre ambos es que Bivolaru es el guía espiritual de la academia de yoga que dirige Fercheluc.
Pero ahora Mariana se presentó como víctima para que la Justicia reabra el caso. Al mismo tiempo, el diputado del Partido Nacional Pablo Abdala envió pedidos de informes al Parlamento para cuestionar al Ministerio de Educación y al Ministerio de Desarrollo Social respecto a los controles que ejercieron sobre la situación generada en torno a las denuncias públicas sobre la academia de yoga.
En la denuncia de Mariana, patrocinada por el abogado Nicolás Pereyra y a la que tuvo acceso Búsqueda, señala que “se trata de una organización extranjera que recluta adeptos en nuestro país para enviarlos a Rumania donde serán objeto de diversos delitos como prostitución, delitos sexuales, grabación de pornografía sin consentimiento, explotación sexual, todo bajo la fachada de un movimiento espiritual”.
Y segura que en todas las prácticas “aparecen referencias explícitas y una apología a la figura y prácticas de Gregorian Bivolaru” y que lo que en la “superficie aparece como una mera práctica particular del yoga” es “sólo una puerta de entrada ejercitada por profesionales de la manipulación para someter sicológicamente a personas e inducirlos en prácticas que luego son rentabilizadas en la industria de la pornografía ilícita”.
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