A vueltas con la reencarnación (1)
A estas alturas no nos sorprende la elevada proporción de personas que en Occidente dicen creer en la reencarnación. Ya en los años 80 algunas encuestas ofrecían el dato del 25% de los españoles, porcentaje que se incrementaba si mirábamos a Europa en general. Se trata de una creencia escatológica que “está de moda”. Y digo escatológica para entendernos, porque si con el término “escatología” queremos decir la disciplina teológica que trata sobre “las cosas últimas”, resulta que nos estamos refiriendo a este tema con una concepción temporal lineal, más propia de la cosmovisión cristiana, y que dista mucho de lo que las religiones orientales entienden por el decurso de la historia y de la vida humana. Porque ya no estaríamos hablando de lo que está al final de nuestra vida terrena, sino de lo que la sucede, en un continuo camino de vuelta a la cotidianidad de la existencia sobre la tierra, si bien en formas diferentes.
Según la doctrina clásica de la reencarnación, presente en las religiones orientales como podremos leer más abajo, el alma humana está en un proceso continuo de purificación durante la vida, y al separarse del cuerpo físico (lo que denota un claro dualismo antropológico, separación de alma y cuerpo) se vuelve a encarnar en otro ser para continuar esa catarsis biográfica. Para esta perspectiva la vida del hombre no es como un libro en blanco que hay que ir escribiendo, sino, como afirma el historiador de las religiones Manuel Guerra, “el libro de la vida es, más bien, como un palimpsesto, o sea, un pergamino en el cual se han ido escribiendo y raspando innumerables biografías de la misma alma, olvidadas e invisibles”.
Podemos afirmar, en primer lugar, que la reencarnación que “se creen” (y lo afirmo con un cierto sentido despectivo, pues no se trata de un convencimiento religioso serio) tantos paisanos nuestros no es exactamente lo que en Oriente se ha pensado y se ha dicho sobre esta doctrina. Si vamos a las fuentes, vemos que en el hinduismo y el budismo se habla del samsara o rueda de sucesión de transmigraciones. Esto se basa en una antropología que habla del karma o la ley de causa y efecto: toda acción positiva o negativa tiene su correspondiente retribución, y el atman o alma humana está sujeta de forma inexorable a esta ley. Por ello el hombre desea liberarse de esta prisión espiritual, de esta rueda o torbellino de vidas, llegando a unirse definitivamente al brahman, lo absoluto, que ya no está sujeto a la ley del karma.
Una consecuencia lógica de lo que acabo de resumir es que la metempsicosis (otro término apropiado para referirnos a la doctrina de la reencarnación) puede ir en línea ascendente o descendente, pudiendo el atman reencarnarse en un ser superior o inferior según haya sido su conducta moral. Algo que no se concibe en la percepción actual de la reencarnación en Occidente, que mira de forma optimista a la realidad humana predicando un continuo ascenso en la transmigración de las almas, hacia un estado de perfección absoluta.
Esta creencia escatológica alternativa –si miramos a la herencia cultural y espiritual europea–, pero tan difundida actualmente entre nosotros es donde confluyen muchos de los elementos que conforman la Nueva Era: el orientalismo, el espiritismo, algunas escuelas esotéricas, etc. En algún sitio he escrito que la doctrina de la metempsicosis es, si seguimos un símil musical, como un clavijero en el que se unen las diferentes cuerdas que conforman, al tocarlas, la melodía de la nueva religiosidad. En principio, es consecuente con la composición del hombre para la población que sigue estas ideas: el cuerpo físico desaparece con la muerte, el cuerpo astral subsiste durante el tiempo (éste es el resquicio utilizado por el espiritismo) y el alma queda sometida a la ley del karma y, por tanto, se reencarna.
Aunque se da la paradoja de que, en la Nueva Era, estrictamente no se cree en la reencarnación de las almas, pues para muchos de sus adeptos no existe, sino de la conciencia, de un continuum de conciencia despersonalizado. Como explica el antes citado Manuel Guerra, “la aspiración de los nueveranos [neologismo que emplea para referirse a los que siguen los dictados de la Nueva Era] no es la salvación individualizada de su yo consciente (inmortalidad del alma) ni de todo el yo psicosomático (resurrección de los muertos). Su destino consiste en la expansión o máximo desarrollo posible de su conciencia”.
Hemos podido ver de forma breve en qué consiste la reencarnación, y cómo la entienden hoy nuestros contemporáneos occidentales. Queda claro que no es una simple herencia del hinduismo y del budismo, sino que ha sido fagocitada por la nueva religiosidad, dando origen a una creencia diferente en algunos elementos importantes. Posteriormente abordaré otros temas relativos a la reencarnación y que pueden ayudarnos a seguir pensando sobre ella.
Luis Santamaría del Río
En Acción Digital
5 comentarios
Quien te crees tu para determinar lo que es un pensamiento religioso serio (resurreción de los muertos o andar sobre las aguas, ....serios.....).
Deja de hablar sobre temas que no te competen, porque tu eres sacerdote con lo cual asumo que eres teólogo, pero para nada habrás estudiado religiones comparadas y si fuera así estas pecando primero de soberbia y segundo de relativismo cultural
Únicamente creo ( y con ello no espero que algo externo me ilumine y me lleve) que si vuestras mentes cerradas no os permiten llegar mas alla del raciocinio como decis... que en mi opinon es un mero instrumento humano bastante peligroso para el que no sabe usarlo.... deberiais limitar vuestras criticas y comentarios a aquello que si apreciais, es decir por lo que he leido la biblia y su consecuente alienacion religiosa.....
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